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Paseos por la Arqueología de la Comarca de Béjar. 7 Peña Negra y la Peña de la Cruz, vestigios de cultos prehistóricos
A lo largo de la historia de la tierra no hecho otra cosa que haber crisis climáticas, es decir grandes cambios naturales en el clima. El último de esos grandes cambios es el que dio lugar a nuestra civilización hace unos 12.000 años, puesto que de un clima frío (glaciación) se pasó a otro mucho más cálido, posibilitando con ello que los humanos inventaran la agricultura y la ganadería (la producción en definitiva) y con ello el mundo moderno en sus más lejanas raíces.
Aquello fue un cambio climático en toda regla que nadie percibió como tal, porque los cambios climáticos naturales ni eran ni son de la noche a la mañana, duraban miles de años. Después de ese gran cambio climático se han producido otros menores, que con duración más reducida (a veces sólo un par de siglos), han marcado la historia del hombre.
Hubo tiempos a lo largo de los últimos 10.000 años en los que la aridez fue muy intensa y otros en los que el frío fue un poco más allá de lo normal, como por ejemplo en lo que se ha dado en llamar la Pequeña Edad del Hielo entre los siglos XVI y XVIII. En los tiempos en los que vivimos y viviendo como lo hemos hecho en lo últimos 100 años, progresando como nunca y en mucho a lo loco, el ser humano ha conseguido por contra algo que antes sólo podía hacer la naturaleza: modificar el clima. Pero haciéndolo como lo está haciendo (irresponsablemente) no es para coronarle, sino para quitarle puntos.
La Arqueología, en su incesante hurgar en la Historia contenida debajo de la tierra, encuentra a veces huellas de cambios climáticos desconocidos. Y con ellos aparecen las reacciones humanas a esos problemas que son muy interesantes de estudiar, puesto que a los problemas lo que hacemos siempre los humanos es buscarle soluciones, de ahí que hayamos llegado a donde estamos. Todo deja siempre rastros que se hallan investigando.
Vamos a tratar uno de esos cambios que tuvieron lugar al parecer en todas partes del planeta y del que tenemos algunas pruebas en nuestras tierras.
Los arqueólogos y los palinólogos (investigadores del polen antiguo) solemos trabajar en compañía. Nosotros investigamos los rastros humanos y mientras lo hacemos tomamos porciones de la tierra que le está asociada, se la damos y ellos nos dicen la vegetación que había allí, ya que el polen se conserva, invisible para nuestros ojos, durante miles de años. Gracias a eso sabemos que durante buena parte del tercer milenio antes de nuestra era el clima fue progresivamente haciéndose más seco y árido, ya que el polen de las plantas que encontramos es el propio de ese ambiente. Como consecuencia de la progresiva aridez y de la incidencia del hombre, que entre otras cosas encendía los fuegos pero no sabía como apagarlos, fue configurándose un paisaje donde el arbolado dio paso en buena medida a las herbáceas. Hacia el 2400-2300 a.C. la situación debió ser extrema. La ciencia lo ha identificado como Evento 4,0 Ka, detectándose en numerosos lugares de todo el planeta. Su duración no está clara todavía, tal vez 200 años, pero no es seguro. Tan mal se pusieron las cosas para los habitantes de la Edad el Cobre que vivían al borde de los valles dedicados a la agricultura y a la ganadería, que hubieron de abandonar sus asentamientos y sus tierras para dedicarse casi solamente a la ganadería, buscando pastos allí donde los pudiera haber, generalmente en zonas altas cuando llegaban los meses más secos.
A través de la arqueología este abandono ha sido comprobado. Gentes que vivían en lugares como La Solana, en Navalmoral de Béjar, donde describíamos una cabaña en uno de los capítulos anteriores de esta serie, hubieron de abandonar el lugar en busca de algo más productivo. Sucedió tan de forma generalizada que podemos hablar de un abandono masivo de los poblados tradicionales para intentar una vida distinta, posiblemente más nómada, buscando el agua y los pastos para el ganado allí donde los hubiera. Se daba la circunstancia de que por aquí la civilización no había alcanzado las cotas de otros lugares, por eso el efecto de la crisis fue más atenuado. Civilizaciones contemporáneas en Mesopotamia, como el imperio Acadio y otras sufrieron colapsos en este momento, como también en el antiguo Egipto, en las culturas de la Edad el Bronce de Anatolia, Grecia y Palestina, la civilización del Valle del Indo, la cultura Hongshan en China o la de Hilmand en Afganistán. Parece mucha casualidad que tantos lugares entren en decadencia en este momento, sumándose a esa coincidencia el que en la península Ibérica tenga lugar ese abandono masivo de los lugares donde habían vivido durante más de mil años los habitantes de la Edad del Cobre. No se ha encontrado todavía una respuesta a este fenómeno. Se habla de variaciones en la actividad solar, de meteoritos… etc sin una respuesta clara todavía.
Sabemos también que inmediatamente después sucedió todo lo contrario, es decir un tiempo muy húmedo donde el agua pudo haberlo anegado todo. Con tal situación la agricultura cerealista que se practicaba tampoco tenía buenas perspectivas, con lo cual se siguió con la ganadería como actividad preferente durante mucho tiempo. Circunstancias de este tipo obligan a las comunidades humanas a cambiar muchas cosas, entre las que pueden estar las herramientas y artefactos de uso diario y la forma de concebir sus símbolos y creencias que lleva aparejada toda forma de cultura.
Hay un hecho muy curioso que parte de este momento y que estamos estudiando y valorando: la habitación o al menos la frecuentación de lugares normalmente bastante altos, enclavados en picachos o cerros que tienen siempre forma de cono. Es algo muy curioso que sucede en toda o casi toda la península Ibérica. Cerros o crestas de formas cónicas fueron elegidos por alguna razón en este momento. Daba igual si estaban apartados o bien visibles, los buscaban e iban a ellos para algo desconocido. Sólo en la vecina provincia de Ávila hay identificados de estos casi una veintena, pero el número se va extendiendo también por la de Salamanca. No queda todo ahí. Cuando se han llevado a cabo investigaciones más profundas en esos lugares fueron hallados numerosos objetos que pueden considerarse simbólicos, de culto u ofrendas. Pequeñas hachitas muy pulidas en piedras vistosas, ídolos, recipientes cerámicos de reducidísimo tamaño… etc debieron ser llevados a estos lugares tal vez para realizar cultos, cuyo contenido desconocemos. Todo parece coincidir en ese sentido. Una de las hipótesis que se barajan para interpretar este interesante fenómeno es la de que los cerros cónicos formaran parte de la ideología simbólica de aquellas gentes avocadas a la ganadería, siendo puntos de referencia en el paisaje en los que se llevaban a cabo determinados actos o ceremonias. Se buscan esos lugares allí donde estén, sean habitables o no, estén a más altura o a menos y se vive en ellos o al menos son frecuentados.
Aunque hay muchos sitios aún por descubrir, en la comarca de Béjar hay dos lugares de estos, uno de ellos seguro y el otro de momento es presunto, aunque determinadas circunstancias parecen indicar que lo es con seguridad. El que puede calificarse como seguro está dentro del complejo arqueológico conocido como El Berrueco, del que ya hemos hablado en uno de los capítulos de esta serie. Está en la cima del llamado Berroquillo, un cerro que se adosa al imponente Cerro del Berrueco por el lado este. Su cima es un cono y en ese punto es donde se han hallado pruebas que lo asocian con los casos abulenses. Las pruebas son sobre todo fragmentos de cerámicas cuyas formas y decoraciones son similares en todos los casos, mostrando con ello que se trata del mismo tiempo y de gentes que se relacionan mucho entre sí, tanto como para participar todos de la misma ideología, en lo funcional (herramientas y utensilios) y en lo ideológico.
El lugar por ahora presunto, es nada menos que nuestra Peña Negra, ese picacho cónico que se alza dominante al sur de la Peña de la Cruz y que es una referencia en el paisaje de toda la comarca de Béjar. Allí recientemente hemos encontrado indicios de algo similar que es preciso investigar con más profundidad. Una vez más es una elevación con forma cónica y como en algunos casos abulenses a cierta altura. En este caso, como en todos los que se investigan en la prehistoria hay que preguntarse por las razones que les llevaron a frecuentar el lugar donde encontramos los restos. Y en el caso concreto de Peña Negra con más motivo, porque no hay recursos que pueda ofrecer ese sitio que no estuvieran más cercanos y accesibles en zonas sin tanta complicación. Indudablemente nada productivo ofrecía visitar Peña Negra.
Hay que tener en cuenta, además, que el ascenso desde las inmediaciones de Béjar hoy se hace con cierta comodidad por un camino, incluso cuando vamos caminando, pero en aquel tiempo toda la zona sería un bosque tupido, sin caminos, muy difícil de atravesar. No parece haber otra razón que la que tuviera que ver con el mundo de las creencias, que en la Prehistoria hubo de ser muy importante y complejo, pero muy difícil de penetrar para nosotros hoy. En la Prehistoria y también mucho tiempo después, determinadas montañas han tenido un carácter sagrado. Lo han tenido por la autoridad que imponen en el paisaje frente a la pequeñez humana, porque están más cerca del cielo, donde casi todas las culturas han situado a las divinidades o por otras circunstancias directamente relacionadas con los símbolos de cada cultura o de cada tiempo. Todavía en determinados montes muy altos, incluso en sierras, existen restos de santuarios cristianos que son los herederos de otros anteriores a la civilización cristiana en los que con el cambio de religión no se hizo otra cosa que asimilar la divinidad no cristiana a la cristiana. Pero penetrar en las religiones prehistóricas no resulta fácil, porque no han dejado nada escrito y cuanto más atrás en el tiempo, menos pistas reconocibles encontramos.
Peña Negra pudo ser un lugar de iniciación, tal vez de visita en momentos apurados, para invocar a los dioses algún favor acuciante. El propio hecho de subir hasta allí, del esfuerzo que comportaba, de la necesidad de viajar a un lugar no frecuentado, implicaría una faceta más en el ritual. Pudo ser también un lugar de reunión de gentes diversas, algo similar a lo que hacemos en nuestro tiempo y sobre todo se hacía antes, con las romerías a las ermitas, que no son otra cosa que sitios sagrados donde a la vez que se venera a una divinidad, se llevan a cabo concentraciones de gentes que propician comercio, relaciones humanas, fiesta e intercambios de ideas y tecnologías.
A propósito de lo escrito hay que citar también el caso de la Peña de la Cruz, debajo de Peña Negra. La Peña de la Cruz es una enorme peña redondeada –más grande que la mayoría de las peñas caballeras de la zona- a la que se ha asociado una cruz, sin que exista un motivo determinante para ello. A ese lugar se sube en peregrinación desde tiempos muy antiguos para llevarse a cabo un ritual cristiano y de fiesta, en el que la gran peña tiene un papel de fondo. Naturalmente, a falta de más datos, lo que podemos decir son sólo conjeturas basadas en casos parecidos, pero bien estudiados. La gran roca de la Peña de la Cruz pudo haber sido en otro tiempo, al igual que Peña Negra, que por cierto cogía de paso, un lugar simbólico muy anterior al cristianismo. El motivo tal vez fue la gran roca que parece presidir todo el paisaje hacia el norte, como lo hace también Peña Negra. La roca de la Peña de la Cruz no es una más de la zona, es redonda, enorme, llama la atención. Una roca a la que en un determinado momento el cristianismo necesitó apropiarse colocando su símbolo por excelencia, la cruz, con lo cual pasó a estar dentro de su ámbito ideológico y por el contrario dejó de estarlo en el de otras religiones. Esto no tiene que ser ninguna novedad, puesto que la historia de las religiones es la historia de la competencia, incluso hasta la guerra tantas veces.
Hoy sabemos que una peña de esas características es el producto de un proceso geológico basado en la erosión, es decir de un proceso en el que nada ha tenido que ver la mano de una divinidad en forma de milagro o de un acto concreto de carácter sobrenatural. Pero en la Prehistoria no sabían estas cosas, por eso les era lo más fácil asociar con el más allá muchos de los fenómenos de la naturaleza que no podían comprender. Pensaban que la divinidad estaba en ese lugar o por lo menos que la circunstancia especial del sitio les ponía en comunicación más fácil con las divinidades. Y para ello llevaban a cabo rituales periódicos de comunicación, rituales que en muy poco o en nada se diferencian del ritual cristiano que implica celebrar una misa, cuya esencia no es otra que poner en comunicación al fiel con Dios a través de unos actos especiales en los que se conmemora su muerte. Nada ha cambiado en la mentalidad esencial del ser humano desde que siente necesitado de ciertas explicaciones y esperanzas para después de la muerte. Sólo han cambiado las formas, los nombres de las divinidades y el relato de las circunstancias que adornan y potencian cada creencia, es decir las mitologías.
En fin, que la Peña de la Cruz, al igual que Peña Negra, pueden haber sido lugares referenciales en el mundo de las creencias prehistóricas de las gentes que vivieron en la comarca de Béjar. Es preciso recavar nuevos datos, de los que tiene que haber pistas sin conocer y a partir de ellas, reconstruir el pasado de la zona. (Si crees que conoces algo que pueda tener que ver, deja un comentario e iremos a verlo).
Contacto con el autor: jfranciscofabian@gmail.com
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Recibo con alegría de nuevo estos artículos de Fabián que tanto están gustando y que tantos comentarios han suscitado entre la gente al margen de lo que se dice aqui. Fabián, te pedimos más continuidad porque nos apasionan y porque te lo entendemos todos con esa forma sencilla que tienes de explicarlo todo. Ánimo y envia uno cada semana. Algún dia que te vea por el bar de Chema Diu te comentaré algunas cosas que veo en mis paseos por el campo y que no sé si son fantasías mias o realidades. De momento no me atrevo a comentarlas aqui porque le entran ganas a uno de descubrir cosas después de leer tus artículos. Enhorabuena de nuevo y un fuerte abrazo.
Es importante que la gente sepa la Historia de los sitios donde vive. En este sentido la idea de mostrárnoslo así por parte de Bejar.biz me parece algo muy valorable. Y sobre todo de Fabián que es quien realmente hace el trabajo. Sigo esta serie con mucha ilusión, esperando nuevos capítulos. Creo que alguien debería, como se ha dicho en otro de los capítulos, imprimir en un libro estos artículos para tenerlos en casa. Los habitantes de esta comarca queremos y deberíamos tener estas cosas en casa para leerlas cuando queramos. Esperamos nuevas estregas tuyas, Fabián. Y no decaigas que Béjar te lo sabrá agradecer. R.G.
Qué interesante todo lo que nos cuenta Sr. Fabián. Sería interesante mantener un coloquio con usted por parte de toda la gente interesada en estos temas, en un sitio público, por ejemplo, y poderle preguntar todas las cuestiones que muchas veces tenemos sobre estos aspectos y no nos aclara nadie. Por cierto, recomiendo a los lectores que compren la Guía de los Castros vettones de Ávila que se anuncia en este periódico. Está genial de todo (¡no llevo comisión!), pero sobre todo es que temas científicos se explican con la sencillez necesaria para que lo pueda entender todo el mundo. Esa guía estimula el deseo de ir a visitar los castros de Ávila, que los tenemos tan a mano. ¿Para cuando una guía igual de nuestro patrimonio arqueológico?. Sería maravilloso que pudiéramos visitar nuestros testimonios antiguos con la guia en la mano para imaginar sobre el terreno lo que pasó allí.
Fabián, investiga bien estas cosas de Peña Negra y nos las cuentas lo antes en este medio. Nos estas descubriendo que saber del pasado es algo apasionante. cuando te cuentas de lo cercano, parece como que te lo empiezas a creer. Esperamos más trabajos tuyos.
Moro
Hace tiempo, me llamaron la atención ciertas singularidades de la Peña de la Cruz:
-La gran roca "milagrosamente" apoyada en un mínimo punto, que siempre pensé podía entrar en la categoría de las conocidas como "piedras oscilantes". Las cuales, según algunas tradiciones, poseían facultades curativas. (algún lejano comentario similar, creo haber escuchado en mi niñez respecto a la Peña)
-Asimismo, también es muy interesante la cantidad de "cazoletas",
que se encuentran en los canchales que rodean dicha roca.
- Existe un peñasco circular troncónico, cuya superficie superior es casi lisa como una mesa redonda. Y a su lado otro semiesférico que casi coincide con él en las medidas, pareciendo la parte superior del primero.
-Por último, encontramos otra roca que vista desde un cierto ángulo, semeja bastante una escultura de una calavera humana braquicéfala.
Por lo demás, en un plano menos "fantasioso" y más con los pies en la tierra por mi parte, deseo felicitarle por los tan amenos e instructivos artículos, con los que nutre nuestro conocimiento pre-proto-histórico comarcal.
Paco Alba
¿Pero se ha excavado o encontrado algo como fragmentos de cerámica en el entorno de alguna de las dos peñas o sólo hablamos de especulaciones?
Te respondo a tu pregunta: lo que se dice en el artículo es en base a una investigación en curso y con algunas conclusiones con suficientes garantías como poderlas exponer. Faltan muchos detalles por completar todavía, pero los que hay son claros. Naturalmente se basan en datos contrastados, no son especulaciones sin más. El evento climático de gran aridez sucedido al principio de la Edad del Bronce del que hablo tiene una constatación científica evidente y ello coincide con la cronología y la fisonomía de esos lugares de los que Peña Negra forma parte como una evidencia bastante clara. Los restos que conocemos de allí lo dicen. Hacer una investigación arqueológica basada en excavaciones allí sería lo ideal, pero esto no es barato ni Peña Negra es un sitio fácil para hacerlo, por eso se hacen en lugares más accesibles y con los que se pueden obtener los mismo resultados sin tanto coste de todo tipo.
J. Francisco Fabián.
Amigo Fabian, me alegro que sigas indagando sobre la posibilidad de haber sido habitado o por lo menos frecuentado el paraje de Peña negra. No se si recordarás que hace tiempo te comenté, que haya por el año 88 o 90. se abrió un cortafuegos en la cara sur, creo que fue para sacar madera de una corta, y como consecuencia se escarbó el suelo, frecuenté este cortafuegos varias veces y era frecuente encontrar restos de cerámica muy tosca, ya con el tiempo transcurrido no recuerdo perfectamente si era lisa o con dibujos, lastima que me deshice de algunos trozos que recogí, algunos fueron a parar a manos de un estudiante de Arqueología de la Universidad de Valladolid, del que perdimos la pista.
Lo recuerdo bien todo. Estuve en el lugar que me dijiste hace unos diez años, aun se veían cerámicas lisas muy fragmentadas. Me sorprendieron mucho en ese punto en concreto, tanto que llegue a la conclusión de que hay muchos aspectos sorprendentes y enigmáticos de estos lugares que no conocemos y que merecen seguir investigándolos. en ello andamos, pero no es fácil.
Un cordial saludo
J. F. Fabián
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