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Paseos por la Arqueología de la Comarca de Béjar: 9 Hace 14.000 años, en el Paleolítico, cuando nada se parecía a lo de hoy
Hay un lugar en el término de El Tejado, a veintitantos kilómetros de Béjar, donde un grupo de cazadores vivió hace unos 14.000 años. Se dice pronto: 14.000 años. Con todo lo que tarda en pasar una vida. Hablar de tanto tiempo atrás parece que conduce a la ciencia ficción, pero es real. Nuestra impresión desde el presente es que siempre ha sido el mundo igual o más o menos igual, pero la realidad es que no ha sido así, que han existido tiempos muy remotos en los que la lucha por dominar los resortes que componen la vida hicieron evolucionar hasta llegar a lo de hoy, que por cierto, aunque nos parezca que si, no ha llegado a su cenit. De la misma manera que aquella gente que vivió en las inmediaciones de El Tejado pensaban que estaban en el culmen sin estarlo, nosotros también podemos tener inclinación a creerlo, aunque sin duda nos equivocamos.
En un pequeño punto en ese gran lugar arqueológico que se llama Cerro del Berrueco, elegido por 6 culturas diferentes sin que sepamos muy bien todas las razones, un grupo de cazadores del final del Paleolítico estuvo asentado acechando a los animales que merodeaban en manadas por los alrededores. Era un tiempo tan antiguo que el ser humano no había aprendido todavía a producir por si mismo los alimentos que necesitaba para sobrevivir, dependía enteramente de la naturaleza a través de la caza y de la recolección de los frutos silvestres que se daban. La humanidad ha ido evolucionando a base de quemar etapas evolutivas y está fue una de ellas. No conocían la cerámica, ni ningún tipo de metal, no sabían labrar la tierra, no tenían animales domésticos con los que transportar nada… lo desconocían casi todo, pero seguro que para la caza eran unos expertos. Si no lo hubieran sido a estas horas no existiría nada de lo que existe, su afán inconsciente y consciente de superación y las circunstancias provocaron la evolución. Vivían con lo puesto y se movían con ello persiguiendo las manadas de caballos y toros salvajes, los ciervos y los elefantes, acechándolos en sitios donde estas solían agruparse.
Es muy probable que el paisaje de entonces no fuera el de hoy. Las montañas no pueden haber variado mucho, pero sí la vegetación. La vegetación es siempre la que es a causa del clima y el clima del Paleolítico Superior fue complicado. Hubo largas épocas de frío intenso que duraron miles de años (glaciaciones) y en las que es posible que nadie viviera por aquí. La vida era más fácil en las zonas costeras, donde además hay cuevas que mantienen temperaturas más suaves. Pero como no fue continuado el frío durante los 35.000 años que duró el Paleolítico Superior y se dieron espacios -también de miles de años- con mejor clima, grupos de aquellos que vivían cuando el frío en la costa, habitaron por aquí, donde no hay cuevas en las que guarecerse pero sabrían sustituirlas por abrigos rocosos, cobertizos hechos con pieles... En fin gente muy dura, peleando por sobrevivir. Si no cazaban no comían. Así de sencillo y de duro. En aquel tiempo no había un estado que te daba una ayuda mensual. Había que afinar el ingenio continuamente o morían todos de hambre. El ser humano cuando se ve obligado por las circunstancias afina el ingenio y así es como ha progresado a lo largo de miles de años.
De todos los que pudieron estar por aquí, que se dedicaban a moverse detrás de las manadas cazando para comer, sabemos del grupo que vivió en el sitio de La Dehesa, en el límite entre Medinilla y El Tejado, al abrigo del monte Berrueco, al respaldo de las rocas y al acecho de lo que pudiera suceder en un arroyo al que los animales salvajes iban a beber agua y a comer pasto fresco. Hace años investigamos este lugar, uno de los pocos de la Meseta donde se conocen huellas de la vida en el Paleolítico Superior. Nunca en un yacimiento arqueológico queda todo lo que se usó en el pasado, desaparecen según las zonas los huesos, la madera, las pieles. Lo que no desaparece es la piedra y eso es lo que pudimos investigar a fondo. Investigando cada trocito que ellos usaron podemos saber para lo que sirvieron. Así sabemos que las usaban como herramientas para fabricar armas con las que atacar a los animales. Esas piedras eran sílex y cristal de roca. El sílex tuvieron que traerlo de fuera, porque aquí no lo hay. Resultaba tan imprescindible para la fabricación de herramientas que había que irlo a buscar y traerlo a cuestas, porque no había animales de carga. El cuarzo sin embargo sí lo encontraban aquí, pero lo que ellos usaban sobre todo era el sílex. Con el sílex fabricaban las armas para cazar.
Hacían instrumentos muy pequeños que servían para raspar la madera y el hueso hasta crearle una punta capaz de clavar, una muesca que hiciera más avería al animal herido o un surco cercano a la punta en el que insertaban pequeños fragmentos de sílex alargados muy cortantes haciendo el efecto de un filo cuando la punta de la jabalina había penetrado en el cuerpo del animal. Tenían todo un elenco de pequeñas herramientas para fabricar sus armas. Cuando ya no servían, las abandonaban sin más en el campamento. Son las que hemos estudiado nosotros por miles, lo cual evidencia o que estuvieron en aquel sitio mucho tiempo o lo visitaban con periodicidad. Hemos estudiado los raspadores para afilar el hueso, la madera y limpiar las pieles, los buriles con los que creaban un surco en la jabalinas en el que insertar otras piedras o veneno, las pequeñas laminitas que constituían los filos…etc, todo un completo kit de herramientas para cubrir eficazmente las necesidades de cada día.
Es probable que La Dehesa fuera un campamento estacional formando parte de un circuito de otros campamentos que se utilizaba en función del ciclo de los animales. Organizados en bandas poco numerosas, pero suficientes para hacer frente las estrategias de una cacería, cada uno tendría su papel en una sociedad en la que el más fuerte era el jefe, puesto que, como no producían nada, no podía haber todavía jerarquías sociales basadas en poseer más.
Es tan difícil encontrar campamentos de este tiempo que haber estudiado el de La Dehesa ha sido una gran fortuna. Sin duda hay muchos más, porque fueron bastantes miles de años en los que aquellos grupos de cazadores cubiertos con pieles de animales, entonces su única vestimenta, transitaron por estas tierras. Pero no es fácil dar con sus campamentos, son lugares tan pequeños y a veces tan alterados por el paso del tiempo, que pasan desapercibidos para los arqueólogos. Si resulta relativamente fácil encontrar los lugares donde vivieron en las Edades del Cobre, del Bronce y del Hierro, los campamentos paleolíticos son todo lo contrario. Lo que evidencia La Dehesa es que la comarca de Béjar ya fue habitada hacia el 12000 a.C. Eso enriquece nuestra historia con datos que deben hacernos reflexionar sobre el paso del tiempo, la evolución tecnológica y lo complicado que era vivir con lo poco que tenían.
Lo que aquellos grupos pensaban no es fácil averiguarlo. Sin duda se hacían muchas preguntas, porque su capacidad mental era ya la misma que la nuestra de hoy. El hecho de que pintaran en las cuevas o grabaran en las rocas con tanta destreza nos hace pensar en un mundo propiciado por rituales en los que la magia simpática era el procedimiento en el que creían para atraer la caza. Por ese motivo pintaron maravillas como las de la Cueva de Altamira, denotando una sensibilidad artística que creíamos (equivocándonos) sólo propia del mundo actual.
De estas inquietudes producto de su mundo de las ideas y de las creencias hay un testimonio muy cercano a nosotros, que sirve de complemento a La Dehesa. Está muy cerca de Ciudad de Rodrigo, en el municipio de Villar de la Yegua, en el paraje llamado Siega Verde, al lado del río Agueda. Allí hace ya unas décadas se descubrieron importantes grabados en la roca al aire libre representando, con el mismo estilo, idénticos animales que vemos en las cuevas paleolíticas cantábricas. Animales que costó mucho grabar en la piedra por el tamaño a los que los representaron, por la dureza de la roca y porque no tenían otras herramientas para grabarlos que piedras puntiagudas con las que piquetear hasta dar la forma adecuada al animal.
El enorme trabajo para hacer esto con tan básica tecnología, indica lo importante que era para ellos realizar estos grabados en un mundo en que creían que a base de estos actos y de los rituales que les acompañaban la caza y por tanto la comida estaban garantizadas. Un poco más allá de Siega Verde, ya en Portugal, en el valle del río Côa, se han descubierto también grabados parecidos. Los de un lado y los de otro van a declararse Patrimonio de la Humanidad, que es como decir que son tan importantes que pertenecen no a un país, ni a un continente, sino a toda la humanidad. Unos y otros y con ellos La Dehesa hablan de la vida hace nada menos que entre 18000 y 12000 años en estas tierras, cuando todo era tan lejano a nuestro mundo de ahora que conocerlo por los datos científicos y evocarlo con ellos lleva a una necesaria reflexión sobre el paso del tiempo y con él el progreso humano. Aquellos habitantes de La Dehesa nunca pudieron sospechar que a través de un invento inverosímil como es Internet yo les pueda contar esto que sé de ellos 14000 años después. ¡14000 años! ¿Te has parado a pensar lo que es eso?
(En primavera, la visita al Parque Arqueológico de Siega Verde, a tan sólo 83 km de Béjar, a lado de Ciudad Rodrigo, constituye una excursión deliciosa que hay que hacer. La visita es guiada siempre y es preciso concertarla porque se realiza en grupos pequeños. Hay además un centro de interpretación para explicar el contexto).
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¿Cómo es posible que existan estas cosas y no se haya hablado ni escrito más de ello? ¿Es que no le podríamos sacar más partido a estas cosas tan sanas y tan bonitas? No puede ser que esto se quede solo en el armario de los arqueólogos y nosotros no las sepamos. No les culpo a ellos, que harán su trabajo como deben. Pero quiero decir que a todo esto se podría sacar mucho partido enseñándolo a la gente. Es nuestro pasado y queremos conocerlo. Gracias Fabián por lo que nos cuenta. Sea más asiduo, por favor que nuestro pasado es apasionante y lo queremos saber como lo cuenta. Es impagable que alguien te cuente las cosas así
La zona cercana a La Dehesa hubo de estar habitada mucho tiempo antes del Paleolítico Superior. Yo mismo encontré en el entorno del arroyo de El Colmenar un "canto tallado" en fibrolita, del Paleolítico Superior
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