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Paseos por la Arqueología de la Comarca de Béjar: y 12. Enterrarse en la roca
El estudio de la muerte a lo largo de la Historia es un compendio de información sobre el comportamiento humano. Todo lo que suscita ha provocado una gran preocupación en el ser humano. Según el tiempo y la cultura, la muerte ha sido utilizada por cada comunidad de acuerdo con sus creencias y conveniencias. Su peso dentro de existencia humana colectiva ha dado para muchas posibilidades. El ser humano ha contemplado la muerte desde dos puntos de vista: por una parte como preocupación por el más allá y por otra, como forma de manipulación social.
En la preocupación por lo que pueda suceder después de la muerte, las religiones se han ocupado de explicarlo marcando una serie de ritos, ceremonias y acontecimientos que hacen al difunto aspirante a una confortable vida eterna. Pero la muerte y su manipulación, además de todo lo anterior, es también una forma de transmitir un mensaje social a los vivos. La Historia está llena de ejemplos: mausoleos presidiendo lugares bien visibles, sepulcros ostentosos en iglesias, monumentos a la memoria de muertos célebres, conmemoraciones funerarias…etc., manifestaciones más no tienen otro cometido que perpetuar la memoria de los difuntos distinguidos e incluso garantizar con ello que el prestigio y el poder del muerto sea heredado por sus sucesores, que se beneficiarán en vida de él. La muerte ha sido, es y será siempre un gran filón para estudiar determinados aspectos vitales de la sociedad humana, porque en ella dejamos muchas huellas de cómo encaramos la vida.
Cada cultura ha interpretado a la muerte según desarrollaba la vida, adaptándola a todos sus avatares. De entre las muchas formas de expresión y tratamiento de la muerte, una de ellas fue la de hacerse enterrar en una tumba tallada en una roca. Eso sucedió en un tiempo que pudo ir desde el siglo VII hasta el siglo XI. Ese tiempo coincide con la etapa visigoda, sucesora del tiempo romano y, sobre todo, con la etapa de la dominación musulmana entre el 712 y el siglo XI en que toda esta zona fue liberada y posteriormente repoblada con gentes venidas de otros puntos de la península Ibérica.
Se elegía una roca determinada en un sitio concreto, que no era al azar, y allí tallaban, horadando la roca, la forma de la persona que quería enterrarse. A veces era un sitio destacado y a veces no, más bien disimulado, quizá para evitar su profanación. Después de introducido el difunto, se colocaba encima una gran losa más o menos tallada, o varias más pequeñas, posiblemente trabadas con barro o cal, de forma que los olores de la descomposición no afectaran a los vivos. Aunque todas estas tumbas responden a la misma idea de excavar en la roca para introducir al difunto, a lo largo del tiempo, en función de los sitios, de las modas o preferencias, la misma acción se hizo con distintas formas. Unas veces eran trapezoidales, incluso marcando muy evidentemente la cabeza, de forma que ésta pudiera encajarse mejor en su sitio correspondiente. Aunque a todas se las conoce en el lenguaje arqueológico como “Tumbas Antropomorfas”, son éstas trapezoidales las que responden mejor a esa concepción. Otras veces la tumba era una especie de bañera (así suele denominarse: “tumba en bañera”).
En ocasiones son dobles, como si se hubiera querido enterrar a un matrimonio en ellas. Las hay aisladas, es decir una sola, las hay en grupos de dos o tres, otras veces de algunas más y en determinados sitios, no muy lejanos de nuestra comarca (por ejemplo San Juan del Olmo, Avila), constituyendo necrópolis con varios focos independientes, pero cercanos y una decena o más de ellas en cada foco. En muchas ocasiones es un lugar apartado, perdido en medio del monte, un lugar donde no se ha vivido pero si ha querido conmemorar a la muerte. Ese es el caso más conocido en nuestra comarca. Esta acción parece ser que no fue por un mero capricho. En un tiempo en el que muy pocos sabían escribir, y los que sabían solían estar en las ciudades, hubo que inventar formas de marcar la propiedad de los lugares que se consideraban propios. Si no había contratos como los que hacemos hoy, porque no había una organización político-administrativa con fuerza para organizarlo, si, además, la autoridad capaz de garantizar el orden en las propiedades era precaria, sobre todo en las zonas rurales y/o apartadas, como está constatado que sucedía en el final del tiempo visigodo y sobre todo el tiempo de la dominación árabe del sur de La Meseta, fue necesario crear un mecanismo de definición de lo que era de cada uno. Nada mejor que utilizar la muerte, conviniéndolo entre todos, dado que la muerte no es cualquier cosa en el mundo de los vivos. Tallar una tumba en la roca en la que enterrar al propietario y a sus sucesores, también propietarios, era una manera de demostrar la propiedad, porque la tumba perdurará muchos años. Solo cuando todo fue organizado de otro modo, cuando cada zona amplia empezó a ser un reino controlado por un noble, ese sistema dejó de ser lo que había sido y se convirtió en resto arqueológico, tal y como ha llegado a nosotros. Eso ya fue en el siglo XI.
Tumbas de este tipo hay en la comarca de Béjar en varios puntos. Que sepamos, las hay en Santibáñez de Béjar, Sorihuela, Pinedas, Bercimuelle, Horcajo de Montemayor, Sanchotello y Navalmoral de Béjar. Sin duda no son todas las que existen o existieron, muchas de ellas aún estarán por descubrir y algunas cubiertas por la tierra que se ha depositado con el tiempo y las oculta. De todas ellas, solo las de Sanchotello, ubicadas al lado del pueblo, en Las Eras, podrían haber estado asociadas a un centro de culto, tal vez a una antigua ermita desaparecida. Este detalle, de ser así, las convertiría en más recientes que las demás, posiblemente del siglo XI-XII. En los otros casos parecen perdidas y solitarias en medio del monte bajo, denotando que tienen más que ver con lo civil que con lo religioso, es decir que la costumbre de asociar a los muertos con la divinidad para garantizar la Gloria Eterna no se daba aún de la forma en que tuvo lugar a partir del siglo XII sobre todo, conquistada esta zona a los musulmanes, repoblada y organizada civil y religiosamente. Estas tumbas son por tanto rastro de un tiempo cuya mentalidad distaba todavía en mucho de la que vino después y que ya ha estado con nosotros hasta la modernidad. No importaba tanto el hecho religioso en ubicarlas, sino posiblemente el hecho civil de marcar con ello la propiedad o el dominio de la zona. Este hecho es de capital importancia para explicar el momento en que se vivió sobre todo desde la invasión musulmana hasta la Reconquista, un tiempo oscuro en el que no hubo un poder eclesiástico que fuera capaz, como lo fue desde el siglo XI, de organizar el culto cristiano, de forma que muerte y creencias tuvieran un reflejo unificado, fuerte y rentable para la Iglesia.
Todas estas tumbas merecen ser visitadas y reflexionar sobre ellas y sus circunstancias. Por ejemplo las de Valcerezos, en Horcajo de Montemayor. Valcerezos está en un pequeño valle perdido e íntimo en medio de la serranía de esa zona. Un lugar para perderse antes y ahora. Antes quizá para ocultarse y ahora para pasar un día relajante en medio de una naturaleza cubierta de robles, de humedad y de cerezos silvestres, de donde debe venir su nombre. Allí debió vivir alguien hace más de mil años, buscando tan vez estar apartados de las zonas de conflicto y de inseguridad. Hay restos que lo dicen en forma de vasijas rotas, tejas y ladrillos que han aflorado con el arado y la acción de las aguas.
Pero sobre todo hay dos tumbas paralelas labradas sobre una roca al lado del camino. Parecen de un hombre y una mujer. Paralelas, bien visibles con la cabecera bien marcada para encajar el cráneo del difunto, lo cual nos habla de que eran enterrados envueltos en un sudario. Tal vez eran los patriarcas del asentamiento.
La tumba al lado del camino manifestaba la propiedad sobre aquel sitio utilizando sucesivamente la tumba. Estar en ese lugar y reflexionar sobre la gente que vivió allí, su modo de vida o sus problemas constituye un ejercicio apasionante, sobre todo si lo vemos comparándolo con el tiempo actual, tan completo, tan cómodo, en contraposición con aquel, lleno de limitaciones, con una sola meta: sobrevivir y nada más que sobrevivir.
En El Maguillo (Sorihuela), cerca del arroyo de Valvaneda, próximo al cruce de la carretera a Medinilla, hay un conjunto muy vistoso, tosco también, pero interesante. Se compone de tres focos, de los que uno de ellos es el más importante, con tres tumbas dobles y otras dos individuales, todas sobre la misma lancha granítica. Muy cerca hubo un lugar habitado en tiempo visigodo y seguramente poco después también.
La talla de las tumbas es muy tosca pero tiene detalles curiosos, por ejemplo las pequeñas oquedades para situar la cabeza de cada difunto o el hecho de que estén pensadas para que los dos difuntos estén juntos, posiblemente pensando en que fueran un hombre y una mujer.
Esto mismo no se da igual en otros casos, como por ejemplo en una tumba doble en Navalmoral de Béjar, al lado de la carretera a Valdelacasa, poco antes de que la carretera se adentre en el valle de Sangusín. Allí la tumba es doble pero hay una separación entre las dos, en un lugar que tiene cierta preeminencia sobre el entorno.
Quedan aún muchos detalles por conocerse de este tipo de tumbas, pero resultan un testimonio importante de un tiempo oscuro en el que la falta de una organización política fuerte, llevó a las poblaciones a vivir en un ambiente complicado, inseguro y pobre en el que hubieron de idearse respuestas de todo tipo para paliar tal clima.
Finalmente hay que decir estas tumbas no deberían estar perdidas, olvidadas y en muchos casos en peligro como lo están. Por más que muchas se encuentren en fincas privadas, los ayuntamientos deberían ocuparse de su limpieza, documentación y señalización y la Administración de concederle en su conjunto alguna de las figuras posibles que la ley contempla. No se entiende bien ni la desprotección adecuada del fenómeno, ni la ausencia de medidas y otras acciones que permitan disfrutar de ellas a toda la sociedad, siendo, además, un factor favorable a sumar a todos aquellos que pueden hacer a los lugares atractivos y tentadores.
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¡Qué interesante todo esto, Fabián, me encanta tu relato y el fondo de la cuestión!, ¿Cómo es posible que haya todo esto en nuestro entorno inmediato y no sepamos de ello nada?. ¿Qué puede hacer una ciudadana normal como yo para hacer despertar a alcaldes y políticos para que nos hagan gozar más y mejor con estas cosas de nuestro pasado?. ¿Es tan difícil?. Me gusaría saberlo para hacer algo. Es todo tan emocionante, ¡son nuestros antepasados de los que tú hablas y esto hay que saberlo! Mil gracias, Fabián, por tus investigaciones, por tu paisanaje, por cómo lo cuentas y por tomarte la molestia de escribir para nosotros los profanos. Me gustaría tenerlo en libro para degustarlo tranquilamente al lado de cada sitio del que hablas y ver la historia alli mismo. Y si me la contaras tú al lado, entonces ya sería la pera. Gracias, de verdad y cuéntanos más. Acabo de leer de un tirón todos capítulos anteriores, que no los conocía. Un saludo. R.
Hay que hacer algo para que estas cosas estén más cerca del ciudadano, esto puede ser promoción para nuestra comarca. Todo son granitos a sumar y a cuidar, entre todos hacen la playa. ¿Es que las autoridades no saben nada de esto o es que están a otra cosas? Al final siempre terminamos reconociendo las limitaciones de la gente que nos manda, que es la que nosotros dejamos que nos mande, porque la elegimos nosotros... No sigo que me pongo de los nervios. Solo decir que hay que mover estas cosas. Y por cierto: Enhorabuena Fabián por el artículo.
Que artículo tan bueno Fabián, como todos los tuyos, con esa lectura tan interesante de la muerte y de su uso y significado para los vivos, así como el recorrido por parte de esos restos en nuestra comarca, máximo exponente de la conjunción entre naturaleza, arqueología y paisaje, que tan atractivos resultan y que como muy bien dices,leyes y administraciones tienen la obligación de proteger y acondicionar para el disfrute responsable de todos, estén donde estén. Muchas gracias.Jose360
Precisamente en la ruta en MTB del domingo, OUTZONE visitó las de Sanchotello: tresw.outzone.es
Agradecida a J. Francisco Fabián, por estos artículos tan interesantes y también por estar disfrutando de su novela “Día de Nieve”.
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