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Paseos por la Arqueología de la Comarca de Béjar: 11. La Corvera (Navalmoral). Un punto de vigilancia de hace más de 2000 años
Al norte de Fuentebuena, pero en territorio de Navalmoral de Béjar, hay un cerro que ha conocido muchas historias y muy antiguas. De algunas de ellas sólo va a poder saberse a través de la arqueología. Le llaman La Corvera y también el Castillo de la Corvera. No hubo allí nunca un castillo, pero que le llamen así tiene su explicación: las gentes de los sitios han sentido siempre la necesidad de interpretar todo lo que encuentran en sus lugares cotidianos. Lo han hecho según sus conocimientos y su imaginación, y de ello han derivado los topónimos de cada sitio con su significado correspondiente.
Al cerro de La Corvera lo llamaron El Castillo porque los pastores y campesinos de la zona encontraron en el lugar unos derrumbes en piedra de algo que no les parecieron los de una cerca corriente. No era una muralla caída en toda su envergadura, pero tampoco una cerca corriente de las que delimitan fincas. Además, cerraba todos los huecos entre las rocas por los que se quisiera acceder a la meseta que hay en lo alto. En un sitio tan alto y tan dominante, pensaron que seguramente algo así tenía que corresponder a un castillo.
Hoy sabemos que no fue un castillo en el sentido medieval de la palabra, pero en algunos detalles de su conjunto se le pareció mucho y fue mucho más antiguo que el tiempo de los castillos, unos 1500 años antes. El derrumbe de lo que cercó la cima del cerro corresponde a la Edad del Hierro, es decir hace más de 2000 años. Esa fue la última vez que aquel sitio estuvo poblado. Antes lo había estado hacia el 3700 a.C. y luego hacia el 1600 a.C. Por alguna razón que no conocemos en su totalidad ese lugar se ocupó de vez en cuando, quizá por una determinada coyuntura que obligó a que fuera ese lugar precisamente. Esa coyuntura resulta más fácil de averiguar cuanto más cerca de nuestro tiempo estemos, porque, además de los datos de la arqueología, podemos manejar los de las fuentes que dejaron escritas los historiadores antiguos.
Los vettones eran los habitantes de esta zona a la llegada de los romanos. Eran un pueblo, que no un país como lo entenderíamos hoy. Más bien eran un conjunto de “países” porque cada lugar habitado, los llamados “castros”, eran en realidad independientes políticamente unos de los otros. Ocupaban al menos las actuales provincias de Salamanca, Ávila, Cáceres y parte de Toledo y fueron vecinos y aliados de los lusitanos, pueblo al que pertenecía Viriato. Estos antepasados nuestros fueron conquistados definitivamente por los romanos en el 136-133 a.C., integrándose desde entonces poco a poco en el mundo de la superpotencia romana. Habitantes de un territorio pobre, los vettones fueron, según la fuentes antiguas y la arqueología, un pueblo de ganaderos, por eso seguramente eligieron como uno de sus símbolos los toros y cerdos de piedra –también llamados “verracos”- de los que se conocen ya casi medio millar en todo el territorio vettón, por ejemplo el de la plaza del Puente del Congosto y el del puente de Salamanca.
En algún momento no concretado todavía entre los siglos V y II a.C., la pequeña explanada que hay en lo alto del cerro sirvió seguramente para observar el valle de Sangusín, porque ese valle era el lugar por el que se accedía a la Meseta desde el sur. No parece que La Corvera fuera un sitio donde vivieran de continuo. Para que eso hubiera sucedido, cuando hicimos excavaciones arqueológicas allí, hubiéramos encontrado muchos más restos de los que encontramos. Fueron pocos, limitados a fragmentos de algunas cerámicas, pero suficientes como para hacernos entender lo que pudo ser el sitio. Hubo de ser algo esporádico, puntual, que duró meses tal vez, provocado por alguno de los hechos que tuvieron lugar al final de la Edad del Hierro, un tiempo en que ya se había dado un paso muy firme hacia la sociedad moderna y en el que los conflictos y las guerras eran algo frecuente, como lo atestigua el uso y a veces exhibición de armas de todo tipo, la existencia (por los ajuares de las tumbas) de jefes militares que ostentaban armas y poder y por la destrucción que se observa de algunos lugares, a causa sin duda de la guerra.
Por si acaso, los que allí vivieron un tiempo, cercaron la meseta de lo alto pensando en una defensa aunque fuera mínima, si llegaba hasta allí algún tipo de amenaza. Pegadas a la cerca de piedra construyeron endebles cabañas, que no eran las casas de piedra que solían levantar en los castros donde habitaban de continuo. Entre otras cosas, por eso sabemos que fue algo puntual y concreto.
Desde lo alto se dominaba en toda su intensidad el valle de Sangusín, por donde pasaba una ruta de comunicación ancestral que comunicaba La Meseta con Extremadura y de allí con el valle del Guadalquivir, una zona que en ese tiempo era de las más importantes de la península Ibérica (en ella estuvo Tartessos por ejemplo). Dado que los vettones fueron muy aficionados con los lusitanos a saquear las zonas ricas del sur, probablemente como consecuencia de vivir en territorio pobre y estar faltos de lo esencial cuando había sequías o malas cosechas, esa ruta, que luego sería la vía romana de Emerita a Asturica (una auténtica autopista de la antigüedad), hubo de ser fundamental controlar quién llegaba a través de ella. Por esa ruta llegaba el comercio del sur, lleno de exotismos seductores para las clases altas vettonas, pero también llegaban los problemas. El control visual desde La Corvera tuvo que ser por lo segundo, en un momento de conflicto que no se sabe cuando pudo tener lugar. Posiblemente fue antes de que el cartaginés Aníbal llegara por allí mismo en el 220 a.C. buscando aprovisionarse de cereal del valle del Duero para atacar Roma de inmediato. Desde La Corvera se veía el punto de salida al valle (La Calzada de Béjar) que los viajeros debían atravesar desde la zona de Plasencia camino del norte, discurriendo por el terreno montañoso donde va en parte el Cuerpo de Hombre. El valle de Sangusín queda desde lo alto de La Corvera perfectamente controlado, con lo cual se detectaba inmediatamente a los que arribaban. Quizá por entonces alguien vivía ya en el cerro de Béjar (aunque no hayamos encontrado todavía sus huellas), con seguridad vivían en la zona de Medinilla/El Tejado (en las inmediaciones del Cerro del Berrueco), pero también en Salmantica, en las cercanías de Ávila y en toda la zona de los Arribes del Duero. A todos ellos les interesaba mucho saber quién entraba en su territorio desde el sur y fundamentalmente qué planes traía.
Poco encontramos en las investigaciones de aquella breve ocupación de La Corvera que no fueran las pruebas suficientes de la ocupación al pie mismo de la cerca. Todo muy parco, pero elocuente para atestiguar esa presencia. Sólo unas cuantas cerámicas rotas de ese momento cuyas decoraciones nos remiten a la Edad del Hierro y una fíbula de bronce (los imperdibles para sujetarse las capas).
Se puede subir hoy a La Corvera por dos razones: la primera por ver el paisaje del valle de Sangusín, en cada estación de año con un matiz distinto, pero que en primavera es impresionante desde esa altura; y la segunda, igual de importante que la primera, por hacerse una idea de lo que pasó en un tiempo lejano en los mismos lugares en los que vivimos hoy. Las dos razones en conjunto son más que suficientes para hacerlo, porque conocer nuestra historia y los paisajes propios, conjugando naturaleza e Historia, son un exquisito bocadillo con el que disfrutar de la vida. Cuestan poco o nada y te dejan bien.
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Hola Fabian, me alegra mucho que vuelvas a contarnos estas historias tan cercanas y al tiempo tan lejanas. ¿Para cuando un libro?
Lo mejor de estas historias es lo fácil que lo cuentas todo, amigo Fabián, lo peor es que te haces desear un rato entre cada artículo y artículo. No estaría mal un libro con todo esto y ampliado, pero para todos los públicos, como lo haces con esto. ¿Por qué no te animas a una guía y asi podemos organizarnos y conocer todo lo nuestro? Ya nos dijiste algo asi en Equinoccio-2009 pero no sabemos si no has encontrado financiación o es que no tienes tiempo. Animo, que a esto el Alejo, como es propaganda exótica, seguro que se anima. Aunque me parece que tú no eres de esa cuerda. De todas maneras no creo que sepa lo que es la Arqueología.
A.Hernández
Fabíán, yo estuve a visitaros durante aquellas excavaciones a finales de los años 80 con mis hijos pequeños y mi suegro, porque uno de mis hijos quería ser arqueólogo por entonces. Y recuerdo que sin conocernos de nada nos lo explicaste amablemente todo lo que investigabas con una pasión que contagiaba, y eso que tú como director de aquello tenías mucho que hacer con tu equipo, que era de por lo menos 40 personas. Nos dedicaste un buen rato, como si fuéramos visitantes ilustres. Guardo un grato recuerdo de todo. Desde entonces he buscado como informarme de los resultados y por fin sé algo más de aquello. Pero me gustaría saber más. Tienen razón los otros invitados, debes escribirlo más ampliamente para todos los públicos y asi que disfrutemos de esto la mayor parte de gente. Por cierto que mi hijo luego no fue arqueólogo, pero no sería por lo bien que le trataste como futuro colega.
Un fuerte abrazo y muchas gracias por estas cosas que haces por nosotros.
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