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Lecciones sobre la guerra y la paz en Mozambique: veinticinco años de esperanza
Iván Parro
Vivimos en una vorágine informativa sin precedentes. Multitud de noticias y de informaciones aparecen al instante en redes y en multitud de plataformas, pero no todas son de nuestro agrado o interés e inconscientemente hacemos una selección basándonos en temática, intereses o en otros aspectos que ni siquiera nosotros a veces somos capaces de identificar. Estamos sobresaturados de información y nuestro cerebro no es capaz de asimilar, procesar ni filtrar adecuadamente esa ingente cantidad de datos por segundo. Menos mal que existen repositorios digitales donde almacenar y conservar esa información por si en algún futuro o bajo alguna circunstancia o motivación especial fuera necesario acudir a ellos. Y así pasa el tiempo y la vida sin saber ni atender de manera curiosa y mirada atenta a lo que sucede a nuestro alrededor, priorizando unas informaciones más que otras, y cabe decir que noticias a veces manipuladas por las grandes agencias según determinados intereses económicos o de presión, políticos o sociales, pero noticias al final que distorsionan la realidad de alguna manera para lograr provocar o suscitar en los lectores un fin, un objetivo, un propósito específico.
Hoy quiero centrarme en ese conjunto de miles de noticias, acontecimientos o sucesos que pasan desapercibidos o a los que no se les presta una atención adecuada. Ayer día 4 de octubre fue un día muy señalado, no sólo porque se celebraba la festividad del santo de Asís, icono y modelo para muchos de la pobreza y del amor y respeto por los animales, que también lo fue; no porque fuera el día tres después del referéndum en Cataluña, que también lo fue, sino porque se celebraba un importante aniversario que a los ojos de nuestra Europa pasaba algo lejano y desinteresado porque la prioridad de información tanto en España como en el continente eran otras. Ayer 4 de octubre se cumplieron unas bodas de plata especiales. No se celebró ninguna boda destacada en esa fecha del lejano y olímpìco 1992 pero veinticinco años son muchos años para no recordar ni celebrar como se merece este acontecimiento; y es que en esa fecha se firmó el Acuerdo General de Paz para Mozambique en Roma, aquellos que hasta ese momento se mataban estamparon sus rúbricas en un documento, el cual a su vez era un compromiso con el país, poniendo fin a una sangrienta guerra civil de casi dos décadas que había dejado cientos de miles de muertos y mucha, mucha destrucción. Ese Acuerdo abrió el camino esperado para la reconciliación en un país enfrentado entre hermanos, en un país pequeño, con pocos recursos, una excolonia portuguesa, un país que puso sobre la mesa de la esperanza el modelo de cómo pueden hacerse las cosas y cómo se debe dialogar para encontrar la paz.
No quiero extenderme mucho explicando la historia de este país, la cual pueden buscar en Internet, en bibliotecas o en librerías, pero sí quiero decir que la guerrilla marxista del FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique) y el gobierno de la RENAMO (Resistencia Nacional Mozambiqueña) lucharon cruentamente durante dieciséis años dejando un país desolado y devastado por las muertes, el dolor y la destrucción sin límites ni razonamientos. ¿Y todo para qué? ¿Por qué? ¿Qué necesidad hubo de ello? Se pueden buscar las raíces del conflicto a mediados de los años setenta todavía durante la Guerra Fría y esa especie de guerra encubierta que enfrentaba a las dos grandes potencias del momento (EE.UU. y la URSS) por conquistar o poseer determinados territorios y crear zonas de su influencia con el objetivo de hacerse más fuertes frente a las posibles amenazas de sus enemigos. Y fue así en parte porque en muchos países de África sucedió esto precisamente. El mundo fue testigo del apoyo de las grandes potencias a grupos de insurrectos que buscaban sembrar muerte y devastación llamando la atención de gobiernos no del todo preparados ni convenientemente instruidos en las técnicas de guerra ni de guerrillas y quizá más preocupados las más de las veces por mantenerse en el poder (conseguido en algunos casos por la fuerza de las armas) cayese quien cayese y muriera quien muriera o acaparar con poco control y sin medida para poseer riquezas que no eran suyas y aumentar su poder.
La guerra civil que sufrió Mozambique puede ser otras de tantas que sufrió y padeció el continente africano durante el siglo pasado pero sobre la que merece la pena pararse, conocerla, reflexionar, sacar conclusiones y adaptar o reconstruir nuevos modelos y puentes de diálogo y de reconciliación. Por este motivo voy a dedicar varias colaboraciones a entender el problema de la guerra en este país africano y en otros países, a explicar el proceso o procesos que se llevaron a cabo en conjunción de sinergias de distinto tipo y que concluyeron con ese importante Acuerdo de Paz, el cual hoy sigue siendo un ejemplo y un modelo a seguir por otros países que quieran procurar y lograr el fin último y necesario de la paz. Y quiero hablar de ello porque veinticinco años son muchos años para haber mantenido, protegido, cuidado y fortalecido algo tan frágil y tan quebradizo como es la paz. Nosotros estamos siendo testigos directos de esto por lo que está ocurriendo estos días en Cataluña.
Al final de este viaje por la historia reciente de Mozambique y de su paz lograda extraeré conclusiones que puedan aplicarse para España y por qué para nuestra ciudad de Béjar, porque de todo hecho o acontecimiento siempre se puede obtener una enseñanza (o varias), y en este caso no va a ser menos.
Seguiremos hablando sobre la paz, el diálogo y el cambio de mentalidad en próximas colaboraciones. Gracias por leer este artículo y espero su participación con sus ideas o sugerencias al respecto.
“La paz no puede mantenerse por la fuerza, solamente puede alcanzarse por medio del entendimiento” (Albert Einstein)
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No se le olvide mencionar a los artífices de la firma de la Paz en Roma el 4 octubre hace 25 años, la Comunidad de Sant'Egidio, aunque menciona que seguirá explicando dicho proceso, me parece que en este primer recuerdo que hace del aniversario no se puede olvidar que un grupo de simples ciudadanos con convicciones cristianas, ayudaron a construir la paz en un país.
Gracias por su artículo.
Ni quiero ni puedo ni debo olvidar a los artesanos de la paz y la reconciliación que promovieron y facilitaron que las partes enfrentadas se sentaran a dialogar y aparcaran sus diferencias ideológicas por el bien de una población herida y sin esperanza. ¡Cuánto debemos aprender de ello y aplicarlo en tantos lugares y para tantas situaciones!
En próximas colaboraciones seguiré hablando de paz y de esperanza y trabajo por el futuro.
Gracias por su comentario-recuerdo.
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