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Crónicas hispano-cubanas: "Madame Corina, la entrañable amiga"
La MacorinaLa primera mujer que condujo un automóvil en La Habana fue de ese tipo de mujeres abre caminos y correcaminos que logran "llegar" a partir de una gran inteligencia y la estupenda realidad que reflejan los espejos. Belleza e inteligencia, si se suman a determinados contextos, pueden ser nefastas para la necedad masculina en el trato con ellas. Especialmente con éstas.
Fue el caso de María Calvo Nodarse, que pasó a la historia de los mitos con el sobrenombre, casi título nobiliario, de La Macorina, algo que tuvo su origen en el ambiente de La Habana de principios del siglo XX y que pudo surgir a partir de una confusión lingüística con el nombre de la famosa cupletista española La Formarina y llevado después, por conveniente degeneración, al título de alcurnia social de Madame Corina o su apócope: Ma’am Corina o simplemente Macorina.
El hecho fue que María Calvo a los 15 años huyó de su casa de provincia con un novio y se trasladó a La Habana, pero el romance rosa duró poco y terminó en el mundo oscuro de la prostitución, aunque para ella —conocedora de las virtudes que le reflejaban los espejos— llegaría a ser el mundo dorado de la prostitución. Y el mundo por encima del mundo del poder y la riqueza.
Ya para entonces, Madame Corina no era la campesinita de Guanajay aturdida por las promesas del primer hombre aturdido por ella, sino una mujer que aturdió a los poderosos, quienes le abrieron las puertas de los más selectos estratos de la sociedad cubana de la época. Y del Palacio Presidencial. Fue una amiga entrañable de sus amigos los hombres de negocios y de los amigos que ostentaban el poder de la República; entre ellos, nada más y nada menos que el presidente José Miguel Gómez, quien se quedó debiéndole más de un favor de Estado.
Madame Corina ganó la carrera hacia la opulencia, hasta que llegó la crisis económica conocida por “Las vacas flacas” a principios de los años veinte. La ruina de la economía cubana depreció a sus amistades y la archiconocida y poderosa señora se fue sumiendo por el desagüe de la pobreza. Lo vendió todo: sus cuatro mansiones, sus nueve automóviles, las joyas, las pieles… Con 42 años, apartada de sus amigos y sin los valores de antaño que tan alto cotizaron en bolsa, alcanzó la miseria.
Calificada como la Mata Hari cubana, por algún motivo relacionado con su amplio círculo de amistades, llegó a ser famosa entre las famosas. Le escribieron canciones y uno de los más importantes pintores de la época, Cundo Bermúdez, la inmortalizó en un retrato. Como mismo la inmortalizara Chabela Vargas con aquello de “ponme la mano aquí, Macorina”.
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Me encantan estas historias de mujeres singulares y esta no la conocía. Sí conozco la canción de Chavela Vargas "Macorina" pero no sabía que estaba dedicada a ella. Mujeres sorprendentes con historias apasionantes que es una pena que se pierdan por la falta de documentación o interés.
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