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16 Sangre real en un parking
La noticia saltó a los medios de comunicación hace aproximadamente un mes: los restos del rey de Inglaterra Ricardo III, el último de su dinastía, no reposaban en la abadía de Westminster sino en el solar de un parking emplazado en la ciudad de Leicester. Una investigadora convertida en fan, Phillipa Langley, había dado después de bucear en incontables legajos y archivos con el famoso rey jorobado y maléfico protagonista del drama de Shakespeare.
En la guerra de las Dos Rosas se enfrentaron el legítimo rey, Ricardo III, y el asaltante al trono, Enrique Tudor, y tras la derrota y muerte del primero, una capa de tierra sepultó sin pompa alguna su cadáver en una iglesia de Leicester, siendo su nombre sinónimo de perfidia y maldad en una percepción histórica actualmente revisada. La Batalla de Bosworth le arrebató la corona, la vida y la fama, y Shakespeare acabó de apuntillar su memoria. Los muertos no se pueden defender ante los ataques póstumos y, como la historia la escriben los vencedores, la damnatio memoriae de la dinastía Tudor cundió su efecto.
Pero, ¿cómo han podido dilucidar los investigadores que los restos hallados bajo un parking correspondían al cien por cien con los del rey olvidado? La aventura comenzó hace unos años por el empecinamiento de Langley a la hora de colocar en el mapa el punto exacto en que se encontraba la iglesia -desaparecida en el siglo XVI- en que Ricardo III había sido enterrado. Tal proyecto contó con el beneplácito universitario y, aunque las dudas sobre la posibilidad remota de encontrar los restos anhelados planearon siempre sobre la campaña arqueológica, confirmada la posición del templo justo en el lugar de las obras de un parking, Langley afirmó haber dado con Ricardo III. Se identificó un cadáver que presentaba varias heridas en el cráneo, un total de ocho –fueron mortales dos, hechas con una alabarda y con una espada en la parte posterior de la cabeza-, y con la espina dorsal completamente deformada por la escoliosis, como bien pudieron comprobar los forenses en el análisis posterior, confirmando la descripción física que hace de él el dramaturgo inglés. El rey, a pesar de tener tan sólo 32 años a la hora de su muerte en plena batalla, presentaba un hombro más caído que el otro, en una deformación clásica producida por la escoliosis resultante en joroba.
Sin embargo, estas claves no eran suficientes para corroborar que los restos encontrados en el parking fuesen los del rey, por lo que fue necesario efectuar pruebas de ADN. Pero, ¿quién podría prestarse a ello? A la aventura se sumó el intenso proceso de búsqueda de una persona que compartiese en su sangre perfiles genéticos similares a los de Ricardo III después de más de 500 años. La clave residía en Canadá. En un taller de carpintería trabajaba Michael Ibsen sin sospechar que descendía de la hermana de Ricardo III, Ana de York, y que una muestra de su sangre cotejada con el ADN de un tío abuelo famoso podría identificar los restos sin lugar a dudas. Los resultados fueron concluyentes: Ricardo III reposaba bajo el parking. Un procedimiento forense y policial avanzado reconstruyó el rostro a partir de su calavera, coincidiendo con el uno de los retratos conocidos del monarca.
La noticia cayó como una bomba y no fueron pocas las voces apresuradas que negaron las conclusiones obtenidas. Como en el caso del análisis de la momia de Prim, la comunidad científica se dividió ante el procedimiento seguido. En otra entrada de este espacio comentamos la posibilidad de que el general Prim hubiese sido estrangulado, además de tiroteado en la calle del Turco, habida cuenta de las marcas aparecidas en el cuello de su cadáver momificado. En el informe dado a conocer por la Universidad Camilo José Cela, entidad encargada de analizar los restos, se afirma que los ocho tiros recibidos en el cuerpo provocaron una hemorragia masiva que le llevó a la inconsciencia desde el primer momento, imposibilitándole hablar y firmar documentos durante los tres días de su agonía. Los asesinos acabarían rematándole en su propia cama mediante una estrangulación a lazo. La polémica saltó nada más hacerse públicas tales conclusiones y varios medios de comunicación se hicieron eco de las opiniones de otros especialistas en desacuerdo con el procedimiento seguido, alegando una manipulación política. Lejos de esclarecerse, el asesinato parece complicarse aún más.
Mientras, en Inglaterra, se hacía lo propio con los restos óseos de Ricardo III y las disputas científicas sobre la autenticidad del cuerpo hallado en el parking de Leicester no fueron menos agrias. Tanto en España como en el Reino Unido la ciencia inclina la cabeza frente al marketing. ¿Morbo? Aún después de 143 años todavía desconocemos la causa de la muerte de Prim y si sus heridas le imposibilitaron o no luchar contra la muerte durante tres días. Ricardo III es probable que repose todavía en un solar perdido de Leicester o en otro lugar cualquiera. A pesar de los avances científicos la realidad puede ser fácilmente manipulable por intereses económicos o políticos.
Carmen Cascón Matas
- Tu eres un ciudadano de esos
hace 8 horas 54 mins - Una persona con educación y
hace 8 horas 55 mins - Gracias por cambiar la
hace 11 horas 29 mins - Se acabó el chiringuito de
hace 21 horas 46 mins - Menos mal. Ya era hora que
hace 1 día 1 hora - No como vosotros, que sois
hace 1 día 5 horas - Tenemos un nivel educativo
hace 1 día 5 horas - Los militantes del PSOE no
hace 1 día 11 horas - Sigues de coña? o que te
hace 2 días 1 hora - Y? En otras ocasiones
hace 2 días 7 horas
Un buen trabajo Carmen, que bien viene leer algo con estilo y calidad, sigue escribiendo para disfrute de los que lo leemos.
Ratifico lo dicho. Buenos artículos los de Carmen, tanto por su contenido como por la calidad de la escritura. Bien que hace falta esto porque de los demás artículos mejor ni opinar.
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