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Dos casitas alejadas del mundanal ruido (de los turistas)
Rememoro en cada paso aquellos otros de mi infancia, caminando entre parterres bajo la implacable acción de los rayos de sol en pleno mes de agosto. Hoy no es verano sino otoño, un otoño atípico, casi parece estío. El calor no es tan insoportable y no es penoso transitar por los paseos bajo la sombra de los pinos. No hay apenas nadie por estos lares salvo los paseantes habituales que bajan y suben del pueblo de arriba, de San Lorenzo, al de abajo, a El Escorial y viceversa. Turistas los menos. Apabullados por la cercana mole granítica del monasterio no se acercan a este coqueto palacete del siglo XVIII (1771-1775). La Casita del Príncipe parece olvidada en su lento transcurrir desde el siglo de la Ilustración.
Mandada construir por el entonces príncipe Carlos, después rey Carlos IV, quizá para huir del severo monasterio-panteón-palacio de su antepasado Felipe II, en él se puede disfrutar del talento arquitectónico de Juan de Villanueva, el arquitecto constructor del Museo del Prado. Si bien los tesoros que se guardan en su interior no son de excesiva valía (frescos de Bayeu y Maella, entre otras pinturas), no está de más acercarse a esta concepción de pequeño pabellón de caza, al estilo Trianon, pero de mayor humildad. En los jardines, uno delante y otro detrás del edificio, no faltan el estanque (hoy con escasez de agua por la falta de lluvia), el laberinto de setos, las pequeñas fuentes y un par de secuoyas que me hacen recordar las de nuestro Bosque. Me lo imagino en primavera, pleno de flores. Por cierto, la entrada a los jardines es completamente gratis.
Rodeándolo, un bosque de robles y pinos refresca la zona a modo de cinturón y eje entre San Lorenzo y El Escorial. Uno de los paseos, asfaltado, une ambos pueblos en ascenso constante. A los lados los bancos salpican de descanso el esfuerzo del paseante. Es ideal para dejar el coche aparcado en El Escorial, donde casi todas las calles son de aparcamiento gratuito, y llegar andando a San Lorenzo, con problemas de parking sin pago. De vez en cuando las ardillas saludan nuestro paso. Las especies botánicas surgidas a nuestro alrededor harán las delicias de más de un visitante.
Por cierto, no quiero dejar de lado a la Casita del Infante, construida por el hermano de Carlos IV, el infante don Gabriel, con el mismo fin. Más pequeño en su concepción también merece una visita. Quizá su accesibilidad sea aún menor que la del Príncipe, habida cuenta de que se encuentra a las afueras de San Lorenzo, sin encontrarse en ningún eje comunicador. También de Juan de Villanueva se convirtió en un lugar ligado a la música de cámara, gran pasión del infante.
- Pues a ver si dimiten
hace 14 horas 42 mins - Pero esto no era un invento
hace 21 horas 39 mins - Pues yo no lo he escrito
hace 21 horas 45 mins - Están rezando para que haya
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