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La aventura de llegar al Museo del Traje de Madrid
“Demasiado lejos”, contesté sin dejar de clavar los ojos en el google maps de mi teléfono móvil. “Pero si tenemos tiempos de sobra. Venga. Anímate y vamos”.
Resignada, estudié antes de ponernos en marcha las líneas de metro y las paradas hasta el Museo del Traje de Madrid. Desde la Estación de Atocha había que tomar la línea azul clara hasta Callao y de ahí la amarilla hasta Ciudad Universitaria. Hicimos el recorrido hablando de esto y de aquello, de política y de temas personales sin bajar la voz –al fin y al cabo nadie nos conocía allí, ventajas de ser bejarano en el maremágnum de la capital-, observando a las personas que entraban y salían del largo gusano metálico, sus caras cansadas, algunos con los ojos cerrados, otros sin apartar la vista de la pantalla de su smartphone, los menos leyendo en sus aparatos electrónicos o en libros de papel. Rutina, rutina, rutina, parecían gritar en silencio. Estrés y agobio. Y nosotros de vacaciones, ¡qué contradicción!
Bajamos en Ciudad Universitaria y no fuimos capaces de orientarnos en una explanada entonces vacía de estudiantes. El edificio del Museo del Traje no se veía por parte alguna. Preguntamos al eterno paseante jubilado y nos supo indicar, menos mal, que debíamos bajar la calle hasta una rotonda y tomar la tercera a la derecha. Un paso elevado ofrecía una estupenda vista sobre la avenida Puerta de Hierro, aunque la rotonda no fuera ni mucho menos un dechado de accesibilidad para el turista por el denso tráfico y los semáforos, siempre en rojo, que obstaculizaban el paso a cada poco.
Tras dar un breve paseo, pudimos, por fin, encontrar el edificio (años 70) del museo, que no nos dejó ni mucho menos indiferentes. En su estructura predominaban los elementos verticales y horizontales en dos alas superpuestas construidas en materiales oscuros. Tras pasar bajo la sección horizontal, sostenida por inmensos pilares, un patio abierto daba acceso al propio museo al que inevitablemente había que ascender mediante unas inacabables escaleras. El distribuidor de la parte superior daba cabida a varios grupos de personas, entre ellos colegiales y jubilados, aunque sin que la masa de visitantes fuera densa, ni mucho menos. La lejanía impedía que se pudiera legar fácilmente sin coche o sin visita grupal en autobús.
Sin más preámbulos, y una vez pagados los tres euros testimoniales de entrada, penetramos en un museo que me resultó agradable a la par que interesante. Una serie de salas desplegaba siglo a siglo y década a década, en el caso del siglo XX, ejemplos de vestimentas femeninas y masculinas colocadas sobre maniquíes y expuestas en grandes vitrinas. La contextualización de los mismos se ambientaba mediante objetos o mobiliario colocado junto a los trajes, sin que su profusión distrajera al espectador de la principal atracción de la exposición. Por supuesto los tejidos y la confección eran de la época a excepción de algunos ejemplos muy pretéritos, anteriores al siglo XVIII, de los cuales no se conservan tan delicados testimonios. Acompañaban también sombreros y calzado pertenecientes a cada periodo. Inevitable no recordar ejemplos pictóricos ante la delicadeza de los bordados de las casacas masculinas del siglo XVIII o de los largos vestidos de corte imperio del siglo XIX. Más prolífico el siglo XX, por ser conocidos los modistos del momento, no dejamos de asombrarnos con las creaciones Coco Chanel, Balenciaga, Christian Dior, Givenchy o Paco Rabanne.
Aun con todo le pondría un pero que espero tengan en cuenta los responsables del museo y es que en las cartelas correspondientes a cada pieza, donde se ofrecía la información del nombre exacto y fecha, no se especificaban los tejidos ni la procedencia de los mismos. Me hubiera gustado saber si algunas de las casacas o de los abrigos masculinos habían sido confeccionados con lana bejarana. Un capricho, sin duda, o quizá mera ilusión de que Béjar fuera citada en un museo madrileño de tal calibre.
Carmen Cascón Matas
- Apreciado Alberto, me
hace 12 horas 16 mins - Título de la película:El
hace 17 horas 45 mins - Título de la pelicula: y
hace 20 horas 37 mins - Título de la película,
hace 2 días 5 horas - Tal vez no ha entendido lo
hace 2 días 16 horas - Aclarado lo del apellido.
hace 2 días 17 horas - Se equivoca mucho... La
hace 2 días 17 horas - NO fastidies, no dimite el
hace 2 días 17 horas - Si no fuera por que a la que
hace 2 días 22 horas - Disculpe por lo de Sr.
hace 2 días 23 horas
Carmen: el mismo edificio albergó durante muchos años la obra de Mateo. Fue inaugurado como Museo Español de Arte Contemporáneo y en su sótano se restauró el Autorretrato Sedente del ábside de San Gil.
El restaurador se llamaba igual que un cantante nicaragüense, Carlos Mejía.
EDR
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