Francisco de los CobosCalles de ÚbedaUna villa transformada por el capricho de un humanista, de un hombre de estado acostumbrado a manejar ducados de oro procedentes de cargos, mercedes y privilegios, de un personaje que supo exprimir al máximo sus posibilidades de ascenso social desde lo más ínfimo a lo más alto. Francisco de los Cobos, de orígenes más o menos humildes, se vio catapultado a la cúspide del engranaje de la poderosa Monarquía Hispánica, en parte por méritos propios, en parte gracias al nepotismo. Cuando el puesto de Secretario de Estado cayó sobre sus hombros, decidió que era hora de lanzarse a la caza, a sus cuarenta bien cumplidos, de una chiquilla de buena sangre y familia que le pudiera reportar un título nobiliario que colmara sus aspiraciones de ennoblecimiento, a la par que conseguía la cesión del 1% del oro y plata procedente de América. Ambición, corrupción, ansias de poder y riqueza…

Sin embargo, Francisco de los Cobos no era un funcionario sólo dedicado a amasar dinero. Su cultura humanista, adquirida en los viajes transcurridos junto a su todopoderoso señor Carlos V, había hecho de él un pensador, un admirador de la cultura clásica y, como los grandes personajes de Grecia y Roma, ansiaba que su memoria se perpetuase, única manera de vencer a la muerte. El impacto que recibió al visitar Italia debió de ser tan grande que se prometió transformar su villa de nacimiento, Úbeda, en una ciudad al estilo italiano, modelo de ciudades europeas.
Hospital de Santiago
Y es que este enclave jienense, engullido por inmensos campos de olivo, era casi de por entero propiedad de Francisco de los Cobos y de su familia. Moldeada a imagen y semejanza de los personajes que la conformaron, Úbeda, declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad junto con Baeza, conserva el espíritu de los Molina y los Cobos. Pasear por sus calles empedradas y solitarias, dominadas por edificios renacentistas de estilo plateresco, hacen sentir a un salmantino como en casa. La piedra de la zona, fácilmente maleable, otorga una pátina dorada a las construcciones ante los tímidos rayos del sol del mortecino anochecer. Por la noche, el impacto es aún más severo y duradero. Las rúas misteriosas hacen prefigurar el encuentro con la sombra del poderoso secretario a la vuelta de cualquier esquina. Casi uno se entristece al no producirse la ansiada cita más allá de la imaginación.
Palacio de Vázquez de Molina
Sin duda alguna, el mayor impacto se produce al desembocar, después de tanta vuelta y revuelta de plazoleta recoleta y calle sinuosa, en la imponente Plaza Vázquez de Molina. Un palacio imponente, una iglesia de doble espadaña de aire colonial, una casa torreada, otro palacio recoleto sirven de conductores de las miradas hacia el fondo del gran espacio teatral, mientras el intenso aroma de los olivos penetra en los pulmones y las rápidas nubes rasgan el cielo azul. Allá, en el otro extremo, enseñoreándose, se alza el lugar donde reposan los restos de Francisco de los Cobos, la Sacra Capilla del Salvador del Mundo. El secretario de estado, tras el impacto que recibió en sus viajes a lo largo y ancho de Italia en pos de su belicoso señor, decidió invertir ese 1% en hermosear su villa a la vez que perpetuaba su memoria y la de su linaje. Quiso que Úbeda fuese Italia y, contratando a uno de los mejores arquitectos de España, entonces embarcado Sacra Capilla del Salvador del MundoRelieve de Hércules en la fachada de la Capillaen la construcción de la catedral de Granada, Diego de Siloé, encargó la capilla en la que reposarían sus restos y los de su familia. Muerte y vida iban aparejadas en la construcción que planificó el maestro y que continuó el verdadero alarife transformador de la villa: Andrés de Vandelvira. Que no es una iglesia al uso se aprecia en el olor a clasicismo, a mitología antigua desde la misma portada. Los trabajos de Hércules se entremezclan con episodios de la vida de Cristo. Todo sirve para alcanzar la inmortalidad y vencer al olvido.