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Béjar: se vende o alquila
Al margen del Caballero de la Triste Figura y su escudero, lo más notable en las calles de Béjar son los carteles de una disyuntiva: ¡Se vende o alquila! Está tan de moda tomar la difícil opción de cerrar los locales desde los cuales en algún momento se levantaran, o se intentaran levantar negocios y una vida digna, que las palabras pierden su sentido literal y se acercan, peligrosamente, al pánico en los naufragios: ¡Sálvese quien pueda!
Esta circunstancia típica de la decadencia —lo que no resulta un secreto para nadie— es un indicativo de hacia dónde va de cabeza esta ciudad y exige valoraciones colectivas, realistas y responsables que dejen al descubierto su alcance y consecuencias. En ese barco viajan los bejaranos cruzando el océano profundo y atemorizante de la ruina. No es posible ignorar tal circunstancia ni restarle trascendencia; sobre todo a la hora de emplear el dinero público.
Béjar vive una profunda y particular crisis económica que no se puede tapar con un dedo, como al sol. Los problemas que afronta tendrían que concordar con los esfuerzos por revertirla con iniciativas objetivas y jamás cosméticas, de las que se toman para dar la impresión de que vamos hacia adelante cuando estamos andando en retroceso. Las ideas, las gestiones, los presupuestos, las decisiones y las oportunidades no admiten la ambiguedad de lo improvisado. Lo que se está haciendo para escapar de la ruina absoluta no puede ser sólo la idea o el punto de vista de quienes ejercen el poder político; porque no es un asunto exclusivo de la política sino de todos y cada uno de los habitantes de la ciudad. Es luchar por salir adelante, algo que rebasa cualquier manera en particular de ver las cosas.
Sólo hay dos alternativas para la tripulación de un crucero que comienza a hacer agua: se cierran las grietas o se bajan, echando leches, los botes salvavidas. A esa hora debe tomar una decisión que no admite equivocaciones. Y a ningún capitán de buque que se respete se le ocurriría en un momento en que peligran los pasajeros, los tripulantes y el propio barco, dar una fiesta.
Algo similar sucede en Béjar, donde se expresan intenciones de progreso sin base objetiva, se emplea dinero en parches de promoción y en costosas celebraciones tradicionales que no están encaminadas a contribuir a la superación de los problemas de la decadencia y caída de Béjar por ser gestiones cosméticas que intentan demostrar, a los que no piensan por cabeza propia, lo bien que vamos, aunque en realidad no estemos yendo a ningún lugar que no sea un paraje olvidado donde todo se alquila o se vende. Hasta la conciencia.
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Pues empecemos por recuperar el Plan de Intervención en la Comarca de Béjar (ampliemos un poco el ombligo, por favor), que de haberse tomado en serio en su momento hubiera evitado estos veinte años de agonía. Puesto que el documento data de de mediados de los años noventa, posiblemente contiene algunas medidas ya obsoletas, pero estoy seguro de que en conjunto sigue siendo un instrumente valioso para empezar a hacer bien las cosas, en vez de esa estrategia del avestruz, tan habitual en nuestra tierra. José Muñoz Domínguez / DNI nº 08.104.629-G
Hubo un tiempo, en que yo ganaba dinero con las ferias de Bejar, en estos momentos no se si hay ferias,si se, que no voy a ganar dinero, ahora tendre que esperar a que haya nieve para ver si esto se anima un poquito.
Este año no va a nevar. Menos mal, y lo que nos vamos a ahorrar los bejaranos.
En Béjar, a la gente joven la tenian que incentivar por quedarse a vivir, tenemos el pueblo en venta y pedimos el oro y el moro, por lo que, en una ciudad sin futuro, no vale nada, sin trabajo y movimiento, los inmuebles se deprecian de tal forma, que con tanto stock, ni, lógicamente se construye, llegará el dia que, como está pasando medio Béjar sean ruinas, y otro medio apuntalado.
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