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El Plan urbanístico de Béjar diseñado en 1941-42 por Fernando García Mercadal
El primer plan urbanístico de Béjar fue diseñado en 1941-1942 por Fernando García Mercadal (Zaragoza, 1896-Madrid, 1985), creador de la primera obra de arquitectura racionalista de nuestro país (El Rincón de Goya, de 1926-1928) y el único arquitecto español –junto a Juan de Zavala– admitido en el selecto grupo de Le Corbusier que se reunía en las sucesivas ediciones del Congrés International d'Architecture Moderne (CIAM) celebradas en La Sarraz, Suiza (Foto 1).
En 30 de julio de 1941, García Mercadal y su socio, el arquitecto bejarano Tomás Rodríguez Rodríguez, recibieron del Ayuntamiento el encargo de elaborar el primer plan urbanístico de Béjar, o Proyecto de urbanización y ensanche, del que nos ocupamos seguidamente.
1942: Memoria y manifiesto sobre los problemas urbanos de la ciudad
El interés de las autoridades locales por resolver el problema de la vivienda obrera (entre otros) y la participación de algunos destacados arquitectos y urbanistas españoles del momento, como Fernando García Mercadal, Francisco de Asís Cabrero Torres-Quevedo y otros de menor entidad como Tomás Rodríguez, junto con la presencia tangencial de Eduardo Lozano Lardet, sin duda fue determinante en la adopción de las soluciones que se expusieron en un documento urbanístico de gran interés titulado Memoria y manifiesto sobre los problemas urbanos de la ciudad, publicado por el Ayuntamiento de Béjar en 1942, poco después del encargar el Proyecto de urbanización y ensanche.
Las circunstancias económicas derivadas de la Guerra Civil beneficiaron coyunturalmente a la industria bejarana de Postguerra por la ausencia de competencia catalana durante el conflicto armado, lo que propició un nuevo impulso para el sector textil de la ciudad, capaz de dar trabajo a toda la comarca e incluso de recibir personal cualificado desde Cataluña. Se vivió entonces una etapa comparable a la de las décadas centrales del siglo XIX en cuanto a producción, nuevas empresas e incremento de población, de modo que, si el primer auge industrial había provocado la expansión de la ciudad fuera de sus viejos muros medievales (el espontáneo ensanche de La Corredera), con el segundo hubo de sobrepasar el río para ocupar los antiguos terrenos comunales, ya casi completamente privatizados, pero dedicados todavía al pasto del ganado.
El «salto» se atribuye nada menos que a José Antonio Girón de Velasco, el conocido líder falangista que visitaba la ciudad como ministro de Trabajo en julio de 1942. Suele contarse como anécdota que, estando la comitiva junto al Parque Municipal, las autoridades locales se quejaban al ministro de la falta de suelo para las necesarias promociones de vivienda protegida, a lo que Girón respondió con palabras resueltas señalando a lo lejos, hacia el Prado de la Justa, como la opción más oportuna.
En el interesante documento urbanístico publicado en septiembre de 1942, Memoria y manifiesto, se recoge el episodio anterior sin ahorrar loores al régimen:
La justicia obliga a destacar en este punto la decidida colaboración del Excmo. Sr. Ministro de Trabajo, “camarada” Girón, que con clara visión y rápida ejecución falangista, supo salvar los secundarios obstáculos que solían oponerse a las grandes realizaciones; y a la del Instituto Nacional de la Vivienda, afortunadísima creación del “Caudillo” que, en medio de las inmensas dificultades de esta hora universal, va creando una España alegre y limpia entre las escombreras de aquella otra, sucia y polvorienta que daba triste carácter a nuestras ciudades y pueblos.
Es evidente que los ediles bejaranos no eran capaces de concebir una expansión de la ciudad en parajes tan apartados del centro urbano, respuesta política tímida (pero notablemente sensata) que en pocas palabras dejó desbaratada el ministro abriendo la veda sobre aquellos predios antaño comunales. Es posible que, sin saberlo, Girón actuara como un agente del destino al servicio del persistente desarrollo longitudinal de la ciudad, esa permanente huida hacia levante que se mantiene desde las ruinas de la Villa Vieja y que no cesa tras cada nuevo asalto en forma de PGOU. El resultado, en términos de paisaje y paisanaje, se parece cada vez más al esperpento literario formulado hace años por el escritor Gabriel Cusac: «la ciudad estrecha».
En cuanto a la Memoria y manifiesto, se trata de un opúsculo firmado por el entonces alcalde de la ciudad, José Gómez Rodulfo, pero de su contenido se deduce que al menos parte de su redacción fue encomendada a alguien versado en urbanismo. El texto sirvió de complemento y recuerdo para una «Exposición urbanística» con los planos de la propuesta de reforma que ya se planteaba el Ayuntamiento desde 1935, un verdadero plan de ordenación urbana que, según noticias rastreadas en la prensa de la época y en el Archivo Municipal de Béjar, fue obra del arquitecto y urbanista Fernando García Mercadal, probable autor de algunas partes de la Memoria y manifiesto que en modo alguno pueden atribuirse al entonces alcalde bejarano. En octubre de 1942, la prensa local se hacía eco de la exposición y de la reforma planteada con alusión directa a García Mercadal, no obstante haber sido expedientado también por entonces como consecuencia de la Orden de 9 de julio de 1942, por la que se imponían sanciones a diversos arquitectos no afectos al régimen franquista. Sin embargo, el testimonio periodístico no deja lugar a dudas sobre la participación del arquitecto en este incipiente planeamiento urbano para la ciudad:
Pensamos para cincuenta años’, nos decía el alcalde, el día en que nos invitó a conocer los planos en el estudio del arquitecto señor García Mercadal, y añadía: ‘Esto no se va a hacer sino por largas etapas, pero que sea el camino firme que poco a poco hay que recorrer, para que en el año 2000 Béjar sea una ciudad digna de su nombre, de su historia y de su importancia.'
El ámbito del Plan era el término municipal completo, pero se centraba en la reforma urbana con propuestas de intervención en el casco antiguo, mejoras en dotaciones y equipamientos (escuela de trabajo, mercados, etc.) y un Proyecto de urbanización y ensanche en el que se contemplaba la construcción de 700 viviendas protegidas en diversos puntos de la ciudad, treinta de las cuales ya estaban casi acabadas junto al Parque Municipal. Sin embargo, la «rápida ejecución falangista» de Girón había desvirtuado las directrices iniciales del Plan al generar nuevos desarrollos alejados del núcleo urbano, ya consolidado en torno a los centros cívicos de la Plaza Mayor y La Corredera.
La obra bejarana de García Mercadal
La huella del arquitecto aragonés en nuestra ciudad ha pasado desapercibida, pero es significativa en cuanto a proyectos, ejecutados sólo en parte: además del plan urbanístico de 1941-1942, diseñó un conjunto de viviendas unifamiliares en el Valle de las Huertas, un pabellón para el jardín de la familia Gómez Rodulfo (posiblemente también la casa, foto 2), la ampliación de la fábrica textil de esta misma familia con sus dos naves en bóveda de hormigón y la iglesia del Colegio Salesiano, hoy residencia de ancianos Mamá Margarita, de acuerdo con la reciente atribución de Martínez Verón.
La inhabilitación de García Mercadal no interrumpió la ejecución de sus proyectos bejaranos, pues serían continuados por otros arquitectos: los de carácter privado por su socio Tomás Rodríguez (muy activo en Béjar entre los años '40 y '60)[i] y los de carácter público –como la ejecución del Proyecto de urbanización y ensanche– por Francisco Cabrero, pues una de las promociones de vivienda pública mencionada en Memoria y manifiesto fue proyectada por este arquitecto en 1942-1943 (la situada en la zona de la Corredera, en la Plaza de Santa Teresa), aunque continuaría con la promoción de la barriada de La Antigua y con otra mayor, no prevista en el Plan, en la zona de «Los Praos» («Barrio Virgen del Castañar»)[ii]. Esta sería la explicación de la ausencia de datos sobre la autoría del arquitecto zaragozano en algunas obras realizadas en Béjar que generalmente se atribuyen a Tomás Rodríguez o permanecen anónimas.
Siguiendo esa línea de investigación, creo que sería interesante profundizar en la documentación que pueda haberse conservado sobre obras similares a la ampliación de la fábrica de Gómez Rodulfo en las que también se emplearon bóvedas de hormigón entre los años '40 y '50, como la fábrica de Manufacturas SA, la parte más moderna del desaparecido Tinte del Duque (tristemente derribado en 2000-2001) o incluso la visera de hormigón del Campo de Fútbol «Mario Emilio» (también derribada, aunque se conserva uno de sus segmentos, y que podría haber sido inspirada por la del Hipódromo de la Zarzuela), así como algunas casas de factura racionalista situadas en la Calle Mayor de Béjar o en otros puntos de la ciudad. Buena parte de esas obras fueron ejecutadas por dos sucesivos contratistas que también trabajaron con Tomás Rodríguez: José Martín Alonso y Joaquín Martínez Llopis.
Hacia un nuevo urbanismo en Béjar
En cuanto al primer plan urbanístico, el de Mercadal y Rodríguez, es evidente su influencia sobre el Plan General de Ordenación Urbana de 1964, redactado por Antonio Fernández Alba, Manuel Reina Ruiz y Francisco García de Paredes, pues ya desde la Postguerra se establecían los ejes de comunicación entre los dos centros cívicos de la ciudad (Plaza Mayor y Plaza de España), la expansión hacia el Valle de Huertas y la dotación de espacios comerciales, entre otras semejanzas.
En ambos casos, el crecimiento de la población justificaba el carácter expansivo del nuevo urbanismo (en el documento de la foto 2 se indica un incremento de 3000 habitantes), pero la situación actual, regresiva, debería orientar las directrices del PGOU exactamente en el sentido opuesto al aprobado: en lugar de abrir la veda a nuevas promociones de viviendas, se debería potenciar la recuperación del casco antiguo (no olvidemos que se trata de un BIC-Conjunto Histórico); en vez de «colonizar» el Valle de Huertas, El Castañar y otros espacios de interés agrícola, paisajístico o natural, se deberían proteger como espacios productivos a la vez que saludables y placenteros (recordemos que forman parte del entorno de la muralla y del Conjunto Histórico, así como de la Reserva de la Biosfera «Sierras de Francia y Béjar»), restableciendo la armonía perdida que supo plasmar Ventura Lirios en su conocida Vista de Béjar en 1726-1727 (foto 3) o Antonio Ponz tras su visita de 1777, cuando contemplaba las vistas desde el Palacio Ducal:
De cualquier parte de este palacio por donde uno se asome, presentan un aspecto hermoso los alrededores de la villa, por los grandes castañares, huertas de frutales, y viñas puestas entre aquellos riscos.
Nuestra ciudad no necesita más viviendas (sobran barriadas desarrollistas de los años '60 y '70, tan feas, desordenadas y desproporcionadas como las del resto de España), sino más bien recuperar el patrimonio residencial que todavía no se ha arruinado, o convertido por el Ayuntamiento en absurdo aparcamiento de chatarra, y necesita rescatar de esa mugre lo que resta de historia y de paisaje: huertas, bancales, praderas, fresnedas, rebollares y castañares.
José Muñoz Domínguez / DNI nº 08.104.621-G
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Muchas gracias por este artículo Pepe, ilustrativo y a la vez reivindicativo de lo que debe hacerse para que no terminemos perdiendo todo nuestro patrimonio, que es hoy una de las señas de identidad de Béjar, como lo es cada monumento de cada lugar en el que se halla.Solo he visto en nuestra pobre ciudad maltratarlo de forma tan aviesa como lo ha hecho el PP. Nadie hubiera pensado en tratar la Alhambra por ejemplo como se ha tratado aquí a El Bosque, al Tinte del Duque o al casco histórico con judería incluida.
Isabel lópez.
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