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Paradigmas
Por J. Francisco Fabián
Pongamos el caso de que Castilla y León despierta de repente (nacionalistamente hablando) del letargo de siglos en que lleva sumida. Sí, de pronto se da cuenta de que tiene una historia detrás muy potente y particular, que posee una lengua cuando parecería que no fuera la suya propia por ser la de tantos, e incluso percibe que tuvo de alguna manera un imperio que, si se sigue calentando la autoestima, hasta le puede reivindicar y que no se vuelva a poner el sol en él, como antaño. Con esa base existencial ya solo sería sumar cosas, las que hiciera falta, unas con más base, otras con menos y algunas otras incluso ridículas. Pongamos que la gente se iría creciendo en el sentimiento nacionalista, enalteciéndose poco a poco y tal en la diferencia hasta decirle al estado español con manifestaciones multitudinarias y declaraciones tipo raca-raca de los líderes adoctrinadores y fomentadores de la conciencias, que hay que preguntarles a los castellano-leoneses sobre su futuro, sobre lo que quieren ser, reivindicando que eso es ejercer la democracia y lo demás es un cuento, dado que la democracia puede ser, si se quiere, si hay empeño en ello, algo sin límites, siempre invocando la palabra libertad como eje de la cosa.
Vamos a poner que el estado, harto del raca-raca a todas horas y en un ataque de democracia que no se aguantaba a sí mismo, decide que vale, que si, que se hace una consulta soberanista un domingo por la mañana en Castilla y León a la salida de misa y a ver qué pasa. Sale que sí en el recuento general. Aunque haya zonas donde gane el no, se aplica el principio de la mayoría porque conviene aplicarlo y, entre otras cosas, porque Castilla es indivisible y las mayorías son las mayorías, cuando conviene, pero son las mayorías. Desde esa plataforma nos lanzamos de cabeza a la independencia. Bueno, pues vale, nos dice el Estado español. Se arregla todo y un día por la mañana nos dan la independencia con un clamor popular que es cosa de ver. ¡Buaaaa! Durante todo el mes siguiente es impresionante la felicidad que se vive: manifestaciones, barbacoas, ceremonias agotadoras con coros y danzas, joteros, dulzaineros, un himno y hasta un incremento de la sexualidad… una cosa impresionante, vamos. Los corazones y los cuerpos echando humo de emoción durante una semana de celebraciones, dándose golpes en el pecho el personal por las calles hasta hacerse daño. Luego, ya la gente se acostumbra a la independencia y como si no hubiera pasado nada, porque las emociones no duran siempre.
Pasan dos años y, claro, Salamanca, por ejemplo, empieza decir que ellos se llevan notando diferentes del resto, con una identidad, con una historia y tal. Les hace reflexionar la diferencia y a poco se dan cuenta de que tenemos una auténtica identidad los salmantinos y que, para ejercer legítimamente la democracia, se nos tiene que preguntar lo que queremos ser, porque a lo mejor no queremos ser castellano-leoneses. La cosa identitaria pasa por la universidad, tan famosa, por los Arribes del Duero, porque aquí se dio la batalla de Arapiles y demás. Con estos argumentos y otros menos poderosos, pero argumentos, Salamanca se pone a decirle con insistencia a Castilla y León que hay que hacer un referéndum (¡democrático!) para ver lo que queremos ser (¡democráticamente!), que eso es lo más normal (¡en democracia!), ejercer la libertad y oír la voz del pueblo. Castilla y León se resiste en principio y dice que Castilla y León lleva siendo mucho tiempo esto, unida, y que aquí no hay referéndum ni gaitas. Se lía un raca-raca creciente que dura unos años en los que nos vamos calentando los salmantinos poco a poco, notando que no se nos reconoce como lo que somos, dejando caer que es que estaríamos mejor siendo solos nosotros, administrando nuestros recursos fundamentales, por ejemplo: “los chochos de Salamanca”, las lentejas de la Armuña, los paños (que hubo) en Béjar, las dehesas con sus toros bravos, la chanfaina y el farinato, la memoria de Fray Luis de León, lo del Lazarillo de Tormes… y un largo etc. Queremos un referéndum y lo queremos para preguntar a los salmantinos lo que quieren ser, que decidan en libertad, ya que nos hemos encontrado una identidad dormida con un destino en lo universal, que queda muy bien decirlo, signifique lo que signifique.
Harto el estado de Castilla y León de tanto pesado, dice que vale, se hace el referéndum y sale que sí, que en Salamanca queremos ser los dueños de nuestro futuro, “algo legítimo y democrático”, se proclama. Vale, un viernes por la mañana a primera hora nos dan la independencia a la provincia de Salamanca. En viernes, para tener todo el fin de semana de celebraciones y tal. Salamanca es un clamor generalizado. La democracia ha triunfado, hemos elegido lo que queríamos. Como nunca hemos tenido un rey propio, hacemos una República, que suena mejor. República de Salamanca.
Unos años después, reflexionando Béjar sobre su pasado y sus valores, produce la eclosión de un líder, que a través de una conferencia emblemática en el Casino Obrero, nos hace reflexionar sobre nuestra identidad como bejaranos, sobre nuestra historia y todas las injusticias históricas que hemos padecido por parte de Salamanca (por ejemplo ganarnos al fútbol, pero hay muchas más), que están apartando a Béjar de ser lo que fue pero sin embargo es. Béjar se merece otra cosa, por historia, por paisaje, por el “to”, por la Covatilla, por la plaza de toros más antigua de España y ¡del mundo!, por la Virgen del Castañar, por los flamencos que fundaron la industria textil, por el Tranco del Diablo, por los Duques de Béjar, por los hombres de musgo, por la Puerta del Pico, por el Calvitero, por el nombre del río, por la Gloriosa y hasta por la calle Mayor, el Regajo y por La Centenena..., tenemos más que sobradas razones para que se nos reconozca una identidad y para decidir lo que queremos ser. Nadie nos puede apartar de ello. Se resucita el Béjar en Madrid como órgano de impulsión nacionalista y va calando en el pueblo que lo que necesitamos es ejercer la democracia (plena) y decidir nuestro futuro (“en paz y democráticamente”). El Día del Bejarano Ausente se convierte en la fecha emblemática, pues se unen a la causa todos los emigrantes que han tenido que marcharse “por las injusticias históricas que desde antiguo se han venido cometiendo con esta noble villa”. Salamanca se resiste, nos quiere convencer de que solos no podremos luchar contra Extremadura y que Guijuelo será una amenaza, por no decir Plasencia y Hervás, además de que no nos van a dejar entrar en la OTAN y que quedaremos fuera del euro y de la COE. Pero a Béjar nada le asusta, queremos el derecho a decidir, y así ejercer la democracia como está mandado. Aunque no nos dejan, se hace el referéndum en jueves, día de labor. Como es una ciudad de jubilados está garantizada la participación masiva. Lo aplastante del resultado obliga a Salamanca a claudicar y nos dan la independencia un simbólico 8 de septiembre para hacerlo coincidir, como no podía ser de otra manera, con el día de la Virgen. Béjar sale a la calle, la gente se abraza de felicidad, hay una concentración de gozo en la plaza Mayor, embrión de nuestra historia, donde el alcalde de la ciudad es erigido ya en presidente del Estado, acompañado por presidentes federales de Palomares, Valdesangil y Fuentebuena. El presidente le dice al pueblo que ya somos lo que hemos querido ser y lo que nos merecemos: la república de Béjar, aunque se debate que nos gobierne el duque de Béjar, (que tan tranquilamente seguía viviendo por Sevilla), que vuelva y encarne los deseos de la ciudadanía como ya hicieron sus antepasados, pero ahora como rey soberano. Al final le da pereza al duque ser rey de Béjar y se queda Alejo Riñones de presidente, que como ya tenía experiencia de alcalde, lo asume. Total va a ser parecido. Los siguientes días dura la fiesta por doquier, se baila, se canta, se bebe vino aloque como bebida nacional y se proclama el calderillo como plato nacional. La gente se abraza y se hace el amor con un vigor que no se conocía en Béjar desde después de la Gloriosa, ahora con más información sobre sexualidad y por tanto con más placer y delirio.
Pasan los años y Valdesangil empieza a notarse que, claro, que tiene un territorio muy concreto, unos picos (los Picos de Valdesangil), una patrona (la Virgen de los Remedios) que no tiene nada, pero nada que ver con la del Castañar, aunque sean dos vírgenes, que posee incluso una jerga que no se parece exactamente a la de Béjar, incluso que con el tiempo se puede convertir en toda una lengua y lo que es más importante y tiene más peso: que Béjar nos roba. Ese se convierte en el caballo de batalla fundamental. En fin que pedimos un referéndum para decir lo que queremos ser y que si no se hace, no se ejerce la democracia, ni se es moderno ni se es nada. El presidente Alejo dice que no procede, que ni hablar de referéndums ni de gaitas, que Béjar no se puede rompe. Valdesangil le reprocha que antes él fue secesionista, pero dice, como le dijeron a él, que no es lo mismo y llega a decir que puede ser una amenaza para las ambiciones anexionistas de Sanchotello, Navalmoral o Vallejera, que nuestra economía no será sostenible, que quedaremos fuera de la OTAN y todo eso que había esgrimido Salamanca cuando lo planteó Béjar, pero ya se había olvidado. Sin embargo Valdesangil es muy combativo y no se rinde, así que un domingo por la mañana, en un ambiente festivo, hacemos un referéndum no autorizado en la plaza de Abajo, donde se hace la paella en verano y sale que queremos ser independientes. La voluntad del pueblo no se puede callar, de ninguna manera. Béjar amenaza con mandarnos a la policía municipal, convertida ahora en guardia republicana de Alejo y que se termine toda esta vaina. En Valdesangil decimos que vaya una democracia ésta, que no deja expresarse al pueblo y que por las buenas o por las malas vamos a ser lo que queramos ser, porque eso es un derecho, ¡es la democracia!… Ahí se queda la cosa de momento, sin saber si a los de Valdesangil nos va a dejar ir adelante con nuestra identidad o vamos a tener que estar supeditados a Béjar, ya que, entre otras cosas, es que ¡Béjar nos roba!.
Lo que no sabemos es lo que va a pasar si nos dan la independencia finalmente a los de Valdesangil, ya que somos tres barrios: los del barrio de Arriba, los del de la Plaza y los del barrio del Perché, porque puede que en alguno de los barrios quieran ser de Béjar y no de un Valdesangil independiente, e incluso que el barrio de Arriba tenga cosa identitaria y por tanto dentro de nada inclinaciones nacionalistas. El tsunami nacionalista de Valdesangil dirá que no, que cuenta el total de votos, que Valdesangil es todo uno, indivisible, que Valdesangil no se rompe. Y ahí es posible que la vayamos a tener…
- Fernando Celestino: Entre fusilados tras un juicio y paseados, los represaliados en la comarca de Béjar fueron alrededor de 120
- Es lo que hay 2: Los comentarios
- Greguerías en el Ayuntamiento de Béjar. Y cuarta. El virus (microbio o bacteria) municipal
- Greguerías en el Ayuntamiento de Béjar. Tercera. El Plan mutante (y sus sucesivas metamorfosis)
- Greguerías en el Ayuntamiento de Béjar. Segunda. El servicio intermitente de autobús municipal (con gafe)
- DA una credibilidad cojonuda
hace 1 día 19 horas - Descrédito? Pero si se
hace 1 día 23 horas - Toda esta campaña de
hace 2 días 5 horas - Como se crean estos que es
hace 2 días 16 horas - Esta esperando a ver si
hace 2 días 17 horas - Pues efectivamente esto va
hace 2 días 17 horas - Esto empieza a parecerse al
hace 2 días 18 horas - Ya sabe que no suelo estar
hace 2 días 18 horas - Supongo que este comentario
hace 2 días 19 horas - Habría otra opción...
Que
hace 2 días 23 horas
Muy bueno, muy acertado, genial. A veces decirlo con esa coña tuya, real por otro lado porque no te apartas de la realidad, es mejor que cagarse en todo, que es lo que le pide a una el cuerpo algunas veces ante tanta bobería.
Así somos, nos encantan las banderas ,las fronteras.
Pero luego se nos llena la boca de union y solidaridad de toda la humanidad para arreglar el mundo y ni siquiera en nuestra comunidad de vecinos somos capaces de entendernos.
El mensaje es claro y diáfano, de buena factura literaria (como siempre) y con carga de profundidad. Define lo que pensamos una gran mayoría de homínidos que habitamos la piel de toro y que no podemos o no sabemos expresar. Odiamos al enemigo (cuando lo hay o lo haya) no por enemigo, sino porque el dice que nos odia. Nos paramos a pensar que somos iguales que él o mejores, porque el enemigo (cuando lo hay o lo haya) nos dice que ellos son mejores, más avanzados, más cultos, con mejores infraestructuras, más guapos, más, más...., y todo esto dejándose robar por ese contrario inculto, atrasado, oscuro, ¡increíble!. Algunos de esos enemigos (cuando los hay o los haya) nos estuvieron matando hasta hace poco tiempo por pensar diferente, ser de otras provincias o pertenecer a aquellos cuerpos encargados de la convivencia en paz.
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