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Nicomedes Martín Mateos o la honestidad política
Por José María Hernández Díaz
Catedrático de la Universidad de Salamanca
El 7 de enero recordamos el aniversario de la muerte de Nicomedes Martín Mateos (Béjar, 1806-1890), el intelectual más señero de la historia contemporánea de Béjar, el filósofo espiritualista capaz de sostener debates de gran altura con los mejores filósofos españoles y europeos del siglo XIX, defensor de la industria textil, fundador de la Escuela Industrial de Béjar (1852), alcalde reconocido por todos, impulsor de excelentes escuelas primarias, escritor concienzudo, pensador original, jurista de peso, promotor del Casino Obrero, ciudadano ejemplar por encima de todos sus méritos.
Nuestro filósofo escribió y polemizó en las mejores revistas de la época, difundió temas y nuevos problemas y soluciones para los ciudadanos de su tiempo en periódicos de orientación liberal, y ejerció en definitiva un magisterio incuestionable sobre todos sus conciudadanos, desde la humildad, la tolerancia, el diálogo, el trabajo concienzudo. Puede y debe ser considerado por todo ello como uno de los grandes educadores de la sociedad bejarana del siglo XIX, pero también ejemplo vivo para las generaciones posteriores.
Antes de recluirse en lo que él llama su cantón bejarano (allá por los años 1840), Nicomedes había sufrido en carne propia las dentelladas de la política madrileña, en el seno del partido liberal progresista. Quedó muy decepcionado de aquella etapa, por lo que renunció para siempre a la política de altos vuelos que se masticaba en Madrid. Vió seguramente muchas conductas inadecuadas que chocaban con sus sólidos fundamentos éticos. Y al no callarse resultó víctima del proceso cainita que se vive en los partidos políticos en las instancias centrales del Estado. Por ello regresó a su Béjar natal, y desde allí ejerció su magisterio y su forma particular de hacer política, la del día a día, y la de resolver los problemas públicos de forma dialogada, tolerante y eficaz.
Siendo alcalde de la ciudad lanera vino a Salamanca varias veces para defender los intereses de su pueblo, y así se lo exigía a su amigo del alma desde los tiempos universitarios, Álvaro Gil Sanz, entonces jefe político de la provincia. Lo hacía con toda convicción y radicalidad porque él no pedía para él, sino para los bejaranos, no comparseaba, sino que razonaba amistosamente, pero sin renunciar a principios y criterios que para él resultaban irrenunciables, porque eran justos y honestos para el beneficio colectivo.
Nicomedes Martín Mateos, el ciudadano ejemplar, el cultivador de una política basada en la honestidad, la tolerancia, el diálogo y la eficacia, debe continuar vivo en la memoria de los bejaranos, y de todos aquellos que deseen ejercer la función pública para beneficio del conjunto de la sociedad. Hoy más que nunca, cuando crece el desafecto hacia los políticos, porque muchos de ellos se comportan de forma interesada y corrupta, nuestro filósofo y político local continúa erigiéndose en una figura en la que es posible identificar otra forma de hacer y reivindicar una política honesta.
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Ahora, en lugar de Nicomedes, tenemos Alejos (por un tubo) y Ciprianos (por un desagüe), y así va el pueblo. Es el túnel del tiempo, pero invertido. Este remedo de ciudad avanza desde el esplendor hacia el ocaso, con sus indigentes dirigentes a la cabeza.
En el presente aún quedan personas que sirven al pueblo como alcaldes con dignidad, aunque también es cierto que ésto no ocurre en Béjar desde los tiempos de don Nicomedes o de don Ramón Olleros.
Recientemente ha sido elegido como Mejor Alcalde del Mundo el de Bilbao, Iñaki Azkuna, y si alguien quiere saber por qué, no tiene más que acercarse a esa ciudad.
Y sabéis qué nombre, muy conocido por nosotros, era citado como candidato a ser elegido Peor Alcalde de España? Efectivamente, el mismo, el anterior de nuestro pueblo. Y no fué el triunfador porque ya no ejerce como alcalde, que está en la oposición. Al final, el título fué a parar al de Leganés ( por cierto, también del partido de nuestro anterior alcalde ). Me cachis, qué pena.
Pero gente buena la hay, aunque no sea aquí.
En muchas ocasiones me he tropezado con el verbo político de Don Nicomedes en la documentación del Archivo Municipal de Béjar y de sus palabras (que fueron actos) se destila todo cuanto refiere José María en su artículo. Aparte de otras muchas cosas era un político de verdad, de los que defienden lo que es de todos porque es patrimonio común de los habitantes de la polis, de la ciudad. Recuerdo especialmente algunas expresiones muy significativas, como "despojo intolerable contra el pueblo" y otras por el estilo cuando se refería a las apropiaciones de bienes comunes, tan habituales entonces y tan al día en nuestro presente. Deberíamos llamar a las cosas por su nombre, como hizo Don Nicomedes en su tiempo, y enfrentarnos a tales despojos de lo que nos pertenece y nos están robando en nuestra cara (la Educación Pública, la Sanidad Pública, la Justicia, las libertades de expresión, reunión y manifestación, etc., etc.), aunque sólo veo a los habitantes de la polis agachando las orejas, incapaces de entender a gente como Don Nicomedes mientras votan exultantes a la casta política más inculta. ¿Seremos capaces de cambiar o pasaremos de las orejas gachas a la servil genuflexión?
Saludos desde Segovia. José Muñoz Domínguez / DNI nº 8.104.629-G
Hola
aquí, ya sabes que al que intenta cambiar y mejorar algo lo amenazan directa o solapadamente
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