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El Jardín Romántico de “El Bosque”: un hijo de su tiempo. Aproximación al momento histórico de su construcción (final)
Isabel López Blázquez. Jardinera
Como he ido desgranando a lo largo de este texto, el Jardín Romántico se erige como oposición al Jardín Clásico del Renacimiento y el Barroco, por lo que los ejes ortogonales y paralelos, líneas rectas, las proporciones regulares y el trazado geométrico en el diseño, que caracterizan a los jardines clásicos, se sustituyen por ausencia de ejes, los paseos curvos, las eras y los parterres irregulares basadas también en la curva, con exuberancia botánica en los que se cultivan plantas antes desconocidas en Europa, según se van descubriendo éstas o llegando desde todas las latitudes; se utilizan, al igual que en los jardines pintorescos, elementos acuáticos de apariencia natural como las rías y los puentes sobre ellas. Así son los jardines románticos y así es, o era, el Jardín Romántico de El Bosque. En cuanto a su significado, podemos añadir que en ellos se busca la libertad frente al absolutismo; el cultivo de la individualidad y la subjetividad; la valoración de la originalidad y de lo casual frente a la simetría y la repetición de formas del Renacimiento y el Barroco; rompe con el canon de belleza establecido; propaga una filosofía marcadamente naturalista; exalta la fantasía y la provocación; alude a la nostalgia de tiempos épicos de la Edad Media, sobre todo el Gótico, pero también usa elementos tan propios del Barroco, como los parterres; muestra la inquietud de la época por lo foráneo –el exotismo y el orientalismo–, fruto del paradigma del “buen salvaje” en el que se idealiza al nativo americano, pero también al hombre que vive en sintonía con la naturaleza, de acuerdo a las ideas de Rousseau; se ensalza en ellos el interés por la cultura y la sabiduría popular; se da amplificación también al “yo colectivo”; se enaltecen los nacionalismos, el sentimiento de pertenencia a un pueblo, a una tierra en concreto; son temas recurrentes la muerte, el amor, la pasión, la emoción (tal vez por eso se puso en El Bosque la estatua, tristemente desaparecida en acto vandálico, de Paul y Virginie, protagonistas de una novela, de gran éxito a lo largo del siglo XIX, escrita por Bernardine de Saint Pierre: una historia de amor inspirada por las enseñanzas de Rousseau y publicada en 1788 en Francia, aunque en España no se publica ni se traduce hasta 1798); se da un salto hacia las mitologías nórdicas y la espiritualidad; se representa el paisaje como fruto del mundo interior del sujeto; hay una fuerte tendencia hacia los nuevos idealismos que están surgiendo en ese momento, de tal forma que era frecuente que los paisajistas del siglo XIX estuvieran implicados en política o movimientos espirituales diversos, como la masonería, por ejemplo (cuya impronta queda en estos jardines en sus juegos numéricos con la cábala), o el anarquismo, como demuestra Ramón de la Sagra colaborando con Proudhon.
A estas características generales que impregnan el Jardín Romántico se añaden otras mucho más constatables en jardinería como son el interés por los descubrimientos de Linneo y de Luis Née (botánico que acompaña a Alejandro Malaspina en su expedición de 1789-1794) sobre especies de encinas; la incorporación de herbáceas, bulbosas, todas las plantas exóticas y novedosas o los injertos, como destacan los hermanos Boutelou, y en concreto por el abacá (planta de la familia de la banana, no comestible, a la que se llamó cáñamo de Filipinas en España), la Pistia stratioti (planta acuática que se cultivaba en estanques y fuentes junto a los conocidos nenúfares) o el buyo, planta tapizante medicinal originaria también de Filipinas (la influencia de la botánica de Filipinas y Cuba, esta última gracias a Ramón de la Sagra, junto a las plantas de China y América es innegable en el siglo XIX); la atención que se presta al “lenguaje de las flores” o las incorporaciones que hacen los ingleses, como ocurre con la Periploca graeca, de origen euroasiático, o las propias plantas autóctonas españolas, trepadoras silvestres tipo Clematix vitalba, o “Hierba de los leprosos”; para cubrir cenadores, celosías y emparrados. Ejerce mucha influencia también en esta época el Jardín Botánico de Valencia, y cada descubrimiento, así sea una variedad de lino, un pseudo jacinto o una crasa, se va incorporando a los jardines románticos, que adquieren el carácter de colecciones botánicas privadas, con total normalidad, de acuerdo al conocimiento de sus jardineros y el gusto de sus propietarios. Son jardines exuberantes, que hoy siguen siendo muy apreciados y a los que debemos la forma actual de los parques públicos, como citaba Buenaventura Aragó, farmacéutico y agrónomo de mediados del siglo XIX: “Los parques son jardines pintorescos a gran escala”, sin olvidar su origen conceptual en la idea de “jardín democrático”, jardín para todos.
Muchas de estas características pueden verse y leerse en el Jardín Romántico de El Bosque, también a través de las fotografías que han llegado hasta nosotros, de las que seguro se conservan muchas más de las que conocemos. En cualquier caso, Cipriano Rodríguez-Arias no estaba haciendo nada distinto de lo que hacían los aristócratas de la Casa de Osuna o la gran burguesía española, y particularmente la bejarana en sus jardines y patios traseros de la calle Mayor, donde quedan restos tanto de la arquitectura como de los jardines burgueses del siglo XIX.
CONCLUSIONES
1.- El mensaje que pretendo trasladar a quienes lean este artículo es que el Jardín Romántico de El Bosque es un monumento dentro de otro monumento, y por lo tanto amparado por la ley, dado que los jardines históricos son contemplados como monumento o figura de protección equivalente por las diferentes cartas de ICOMOS, en especial la Carta de Florencia y varias recomendaciones y declaraciones de la UNESCO; la normativa europea vigente: “Resolución del Parlamento Europeo sobre la aplicación de la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural en los Estados de la Unión Europea (2000/2036(INI));
la legislación española vigente, desde el Art. 46 de nuestra Constitución a la ley 16/1985 de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español y la legislación autonómica ( Ley 12/2002 de julio de Patrimonio Cultural de Castilla y León)
2.-Es un jardín de tipología paisajista y época romántica construido durante el siglo XIX por su legítimo propietario en aquel momento. Su ubicación en la segunda terraza de la villa Renacentista El Bosque de Béjar, aunque sustituye al primitivo jardín renacentista, no altera en absoluto el sentido de recreo y contemplación de la naturaleza que impregna toda la villa, y se debe exactamente a los mismos procesos evolutivos del Arte de la Jardinería y la Arquitectura a lo largo de la historia, que transformaron un arco de triunfo del siglo XVI en una fuente barroca del siglo XVIII (la Fuente de la Sábana) y, por lo tanto, su tratamiento debe ser el mismo: absoluto respeto a sus características y peculiaridades en cualquier intervención, o restauración, que se lleve a cabo en esta terraza, ya de carácter romántico.
3.-El estado de degradación en el que ha llegado hasta hoy, por causas debidas a los insuficientes cuidados y a la falta de inversión durante estos últimos veinte o veinticinco años, no impide ver que se trata de un jardín proyectado e iniciado en el último tercio del siglo XIX, no solo por su trazado sinuoso, aunque bastante degradado por el uso, y su ría arriñonada, o los restos de las burlas de agua, que se aprecian a simple vista, sino sobre todo por el volumen alcanzado por sus coníferas y la presencia de plantas muy propias de la época romántica por su marcado exotismo.
4.- . La diversidad de especies presentes convierten al Jardín Romántico de El Bosque en el jardín público bejarano con más riqueza botánica en la actualidad, hecho que debe ser tenido muy en cuenta para proteger esta riqueza, que hoy es de todos. Por mencionar alguna, más allá de las conocidas coníferas centenarias existentes, nombraré otras, no menos relevantes, como las palmeras de la fortuna (Trachicarpus fortunei), el bambú (Bambusa spp), o la cortadeira (Cortadeira selloana); los restos de colonias de vinca menor (Vinca minor) y fresas silvestres (Fragaria vesca/ Fragaria moschata) que se usaban en este tipo de jardines como tapizantes, junto a otras como la hiedra (Hedera helix); los escasos arbustos de flor que quedan: durillos (Viburnum odoratissimum), celindas (Philadelphus coronarius), lilas (Syringa vulgaris), o simphoricarpos (Simphoricarpos oreophilus), y plantas trepadoras como la clemátide (Clemátix vitalba) o la periploca (Periploca graeca); es decir, su diversidad botánica en la que se incluye una encina (Quercus ilex) de unos 80 años y un arce negundo (Acer negundo) , que merece ser conservado puesto que es difícil encontrar ejemplares de esta variedad tan viejos, dado que su periodo vital no supera los cien años.
5.- Aunque en el origen de su creación este jardín romántico constituía la expresión cultural y social de la clase dominante bejarana ("aristocracia de fabricantes"), también constituye parte de la historia colectiva del pueblo de Béjar, no solo reconocida en los avatares históricos del Béjar del XIX, sino de la memoria y la afectividad, tanto común como individual, de los habitantes de Béjar y su comarca a lo largo del siglo XX y hasta hoy. Es la primera carta de ICOMOS, la Carta de Atenas (1931) la que hace referencia, en su artículo 10, a que el sentimiento de afectividad del pueblo hacia sus monumentos será el mejor guardián de los mismos. La Carta de Venecia (1964) insiste en este aspecto en su preámbulo:
” Las obras monumentales de los pueblos, portadoras de un mensaje espiritual del pasado, representan en la vida actual el testimonio vivo de sus tradiciones seculares. La humanidad, que cada día toma conciencia de los valores humanos, las considera patrimonio común, reconociéndose responsable de su salvaguardia frente a las generaciones futuras. Estima que es su deber transmitirlas en su completa autenticidad.”
Y continúa en su art.1:
“La noción de monumento histórico comprende tanto la creación arquitectónica aislada, como el ambiente urbano o paisajístico que constituya el testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa o de un acontecimiento histórico. Esta noción se aplica no sólo a las grandes obras, sino también a las obras modestas que con el tiempo hayan adquirido un significado cultural.”
6.- En cuanto a su restauración: La Carta de Florencia (1982), asumida en la legislación española en la Ley 16/1985 del 25 de junio del Patrimonio Histórico Español, en su artículo 16 indica claramente el camino a seguir en la restauración del jardín romántico de El Bosque:
“La obra de restauración debe respetar los sucesivos estadios de la evolución experimentada por el jardín en cuestión. En principio, no debe concederse mayor relevancia o prioridad a un período en detrimento de los demás, a no ser en casos excepcionales en los que el estado de degradación o destrucción que afecte a ciertas partes del jardín sea de tal envergadura que aconseje su recuperación, la cual debe basarse en los vestigios que subsistan o en una evidencia documental irrefutable. Tal reposición puede resultar más justificada en las partes del jardín más próximas al edificio principal para poner de relieve su significado en el conjunto del diseño.”
En la terraza en la que se ubicaba el jardín de cuadros del siglo XVI, propio de una villa del Renacimiento, no hay restos suficientes ni datos contrastables ni, como exige la Ley, "evidencia documental irrefutable", más allá de una pintura del siglo XVIII y, quizá, los bojes centenarios sobrevivientes, que permitan la reconstrucción de aquel jardín clásico. Por tanto, cualquier intento de recuperar ese jardín desconocido sería falsear la historia y el monumento. Si nos atenemos a la legislación citada y a toda la existente, que no menciono literalmente por ser muy extensa, no podemos destruir ni alterar la obra del siglo XIX, de la que pervive su trazado y especies vegetales, que yo valoro como importantes y representativas del gusto y la tipología de la época, para recuperar un pasado que se fue, fruto de la evolución del jardín, y los cambios lógicos en la mentalidad de quienes habitaron este lugar histórico. No podemos actuar como árbitros de la historia cuando se trata de restauraciones de jardines históricos, ni añadir interpretaciones subjetivas que alteren su trazado, ni “agregados o exnovos” (penalizados por la Carta de Florencia y la ley de Patrimonio Histórico Español) que deformen las características y/o peculiaridades del lugar en el que intervenimos, porque esas interpretaciones, superpuestas al el monumento existente, no restauran el lugar, sino que lo convierten en algo ajeno a lo que sus creadores quisieron transmitir, y ajeno también a la memoria colectiva de la gente del lugar, que ha interactuado a lo largo del tiempo con él. La intencionalidad de sus artífices debe ser respetada, pues es la que diferencia al jardín, como obra humana, de la obra de la naturaleza.
Llegados a este punto solo me resta decir que la restauración que se realice en dicha terraza y en dicho jardín debe ser muy ligera, tan solo la reparación de elementos deteriorados y la restitución de aquellos que le devuelvan la última forma debidamente documentada que tuvo, sin menoscabo de los estudios de archivo, arqueológicos, palinológicos, botánicos, dasométricos y cualesquiera otros que puedan y deban hacerse: además al tratarse de un jardín, no podemos olvidar que se puede y se debe procurar la conservación de la especies vegetales existentes, sean arbóreas, arborescentes, arbustivas o herbáceas, que lo definieron en su momento y cuya edad o ubicación han configurado dicho espacio como tal jardín, así como la eventual reposición de las especies perdidas, los tratamientos adecuados que permitan la supervivencia de dichas especies y el enriquecimiento botánico del jardín mediante la reintroducción o ampliación del inventario botánico con especies habituales en la jardinería del siglo XIX y que a buen seguro adornaron este jardín en sus tiempos más espléndidos.
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES CONSULTADAS:
MUÑOZ DOMÍNGUEZ, José, “La Fuente de la Sábana y la etapa barroca de la villa El Bosque de Béjar”, en VLC Arquitectura, vol. 5, nº 1, Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, abril de 2018 (disponible en https://polipapers.upv.es/index.php/VLC/article/view/7980).
SOTO CABA, Victoria, “Capricho y Paisaje”, en ACCIAIUOLI, Margarida; CUNHA REAL, Joana; y MAIA, Maria Helena (coods.), Arte & Paisagem, Instituto de Historia del Arte, Lisboa, 2006 (pp. 37-48).
BLASCO, José Antonio, “Claves esenciales del jardín Paisajista Inglés”, artículo publicado en el blog Urban Networks el 7 de junio de 2014 (disponible en Jardín Inglés | home - Urban Networks).
NAVASCUÉS PALACIO, Pedro, “La Alameda de Osuna: una villa suburbana”, en Revista de estudios Pro-Arte, nº 2, Barcelona 1975. (p 6-26). Archivo Digital de la Universidad Politécnica de Madrid 2011.
RODRÍGUEZ ROMERO, Eva Juana, “Jardines de papel”, en Asclepio: Revista de historia de la medicina y de la ciencia, vol. 51, fascículo 1, CSIC, Madrid, 1999 (pp. 129 a 158).
PÉREZ RUBÍN, Juan, “Melitón Atienza (1827-1870) y sus proyectos de jardín 'geográfico' (Madrid, 1856) y 'jardín botánico-zoológico de aclimatación' (Málaga, 1878-1882)”, en Acta botánica malacitana, nº 27, Universidad de Málaga, Málaga, 2002 (pp. 232-234).
GUILLOT ORTIZ, Daniel, Flora ornamental española; aspectos históricos y principales especies, Monografía de la revista Bouteloua, nº 8, Jolube Consultor Botánico, Jaca, 2002.
MALDONADO ARJONA, Jesús, “Biografía de Francisco Mariano de Borja José de Justo Téllez-Girón y Beaufort-Spontin” (disponible en http://dbe.rah.es/biografias/8568/mariano-tellez-giron-y-beaufort).
MORENO ATANCE, Ana María, “Cementerios murcianos. Arte y Arquitectura”, Memoria presentada para optar al grado de Doctor, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Historia del Arte I, Madrid, 2005.
MUÑOZ DOMÍNGUEZ, José. “La villa suburbana El Bosque de Béjar. Entre la casa de campo hispánica y los modelos del Renacimiento”, tesis doctoral inédita dirigida por Miguel Ángel Aníbarro Rodríguez, Departamento de Composición Arquitectónica, Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid. Madrid 2020.
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Sabes donde se puede consultar la tesis que citas al final.?
Gracias
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