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GRAN HERMANO y los daños colaterales.
Tengo que confesar, como si de un gran pecado se tratara, que no veo “Gran Hermano” ni otros programas similares. ¿Las razones? Entre otras, que me lo ha prohibido el médico. Me lo prohíbe mi religión, me lo aconseja mi estómago y, sobre todo, me lo prohíbe mi cabeza. Ella es muy mirada para algunas cosas. Se ha dado cuenta que el día sólo tiene 24 horas y algunas de ellas debe pasarlas desconectada, lo que se suele llamar durmiendo. El resto debe repartirlas entre trabajo, familia y aficiones…
Veo la tele a ratos, como tanta gente. No puedo presumir de ver los documentales de la 2, ni los preciosos programas divulgativos, esos no me los prohíben pero no me llaman demasiado. Con esto quiero decir que estoy dentro de la absoluta normalidad en lo que se refiere a gustos televisivos.
No veo Gran Hermano, nunca lo he visto. Pero las casualidades persiguen a los díscolos telespectadores y el otro día cenábamos con jóvenes (ellos y ellas) en mi casa. Cuando yo me senté a la mesa miré la tele y ¡Sorpresa! Un grupo de personajes disfrazados de vampiros decían unas horrorosas palabras, palabrotas y palabrotorras a voz en grito en mi televisión, aderezadas con actitudes grotescas y gestos obscenos… muy obscenos.
No daba crédito. Miré el reloj y eran las 22’10 h. Mis alumnos estarían todos despiertos, algunos, incluso, cenando en familia y alguno más, haciendo zapping, quiero suponer, seguramente estaría viendo las mismas imágenes que yo. No daba crédito.
Ninguno de los comensales parecía inmutarse, es más, les hacía gracia. Ganas me dan de reproducir aquí las bestialidades que se decían en el programa en cuestión, en la impunidad más absoluta. Después las explicaban y se explicaban con mayor o menor, sobre todo menor, fortuna.
Mercedes Milá, ¿periodista? ¿de prestigio? Se lo pasaba en grande eligiendo las imágenes más escabrosas e insultantes, parece ser, según me explicaron, que eso vende.
¡Qué pena de profesión!
¿Qué hago yo intentando educar a los niños y jóvenes en valores absurdos? La TV está en guerra con maestros y profesores. Nos arruinan las formas, los modelos, el trabajo, el esfuerzo. Es un colador que no cuela, por el que todo pasa y todo vale.
La curiosidad me puede casi siempre y he dedicado algunas tardes y noches a ver los programas que nos ofrecen las distintas cadenas en horario, digamos juvenil: ¡Vomitivo! Enredos de cama, de pasillos, de ducha, de puertas para adentro y puertas para afuera. Conversaciones de baño de discotecas reproducidas fielmente por los protagonistas de turno… ¡Para qué seguir, si todo el mundo sabe de lo que hablo!.
No lo descubro ahora, claro que no, pero los 5 minutos de GH del otro día han sido como la mecha que ha encendido mi indignación.
- No te pongas así, lo ve todo el mundo.
- Lo sé.
Y sin embargo no es eso lo que más me preocupa. Me revuelvo ante la impunidad de las cadenas televisivas que pueden poner lo que quieran a la hora que les convenga… los daños colaterales nunca han importado y nunca importará.
Marina Hernández Martín
- Apreciado Alberto, me
hace 9 horas 12 mins - Título de la película:El
hace 14 horas 42 mins - Título de la pelicula: y
hace 17 horas 33 mins - Título de la película,
hace 2 días 2 horas - Tal vez no ha entendido lo
hace 2 días 13 horas - Aclarado lo del apellido.
hace 2 días 14 horas - Se equivoca mucho... La
hace 2 días 14 horas - NO fastidies, no dimite el
hace 2 días 14 horas - Si no fuera por que a la que
hace 2 días 19 horas - Disculpe por lo de Sr.
hace 2 días 20 horas
" No te pongas así, que lo ve todo el mundo".A MI ME DICEN LO MISMITO, HIJA.
...Y así estamos, se nos ha olvidado comunicar, ahora cotilleamos. Por lo que parece, hablar en el sentido literal también y ya no digamos escribir.
Tienes toda la razón Marina, lo más triste es que a los cuatro gatos que no seguimos el rebaño, nos artan de todo.
Hace mucho que practicamente no veo televisión, me aburre tanto, pero el mayor problema es que ya no tengo temas de conversación de sobremesa, de familiares o amigos, simplemente no sé de qué o de quien me hablan. Y la verdad, cada vez me importa menos.
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