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Hagamos balance
Antonio Aramayona – ATTAC Aragón.
Es hora de hacer balance. Llevamos varios años de crisis económica, de rescates financieros, de quiebras e impagos. Sí, es hora de hacer balance. Víctor Hugo propone algo parecido en su poema Deseo: apelando al pragmatismo, desea a un amigo tener dinero y le recomienda poner ese dinero ante sí por lo menos una vez al año y entonces decir: “esto es mío”, para que quede claro quién es el dueño de quién. Hagamos, pues, balance. Comprobemos si somos dueños de algo y quiénes son nuestros dueños tras todo este tiempo.
Dicen los Gobiernos de los países poner todo su empeño en crear empleo, pero el paro crece y la mano de obra se abarata, se precariza, se deslocaliza y paulatinamente crece el número de quienes piensan que trabajar es una dádiva del patrono y no un derecho, que el salario no es negociable, ya que solo el veleidoso dios patrón da y quita al supuesto vaivén del presunto mercado. Los ricos cada vez son más ricos y aumenta sin tregua el número de los desfavorecidos (¡menudo eufemismo!). Llevamos varios años de crisis económica y hemos comprobado día tras día que los políticos vocean sus programas y medidas económicas, pero no pueden proporcionar a la ciudadanía medios para ganarse dignamente la vida, pues ellos mismos son títeres movidos por manos poderosas.
Han anunciado la regulación de las transacciones financieras, la supresión de los paraísos fiscales y el control de los mercados financieros, pero los más ricos siguen teniendo más de un 30% de su patrimonio colocado en paraísos fiscales y el 23% de todos los depósitos bancarios del mundo se halla asimismo en paraísos fiscales. Cada vez es más pesada la deuda externa de los países pobres, principalmente del tercer mundo, y las empresas multinacionales y los grupos de presión a su servicio están aniquilando la posibilidad de que la ciudadanía de cada país decida algo sobre su propia economía. Sin embargo, todos los países deberían poder acceder a la regulación de la economía global en la misma medida que los grandes centros del capital internacional.
Nos han impuesto, de hecho, los dogmas fundamentales del neoliberalismo económico y social, pretenden que acatemos que la única solución realista es que el Gobierno de cada país haga frente a su deuda pública bajo unas condiciones draconianas, recortando los gastos sociales. Desde el presunto axioma de que lo público funciona peor que lo privado, nos están esquilmando derechos fundamentales y servicios básicos. Quieren persuadirnos de que la sanidad y la educación gratuitas y para todos es un lujo y un problema, en vez de un derecho, de que, a causa de la crisis, dentro de unos años no podremos esperar que al final de nuestra vida laboral podamos percibir pensiones, salvo que hayamos contratado previamente una plan de jubilación.
Producto de la estafa de esos trileros, sin saber cómo, dentro de no mucho tiempo nos preguntaremos qué ha pasado con el estado del bienestar del que aún estamos disfrutando. Nos han estafado, sí: primero se “rescata” a la Banca con el dinero de todos y después esa misma Banca no financia la deuda pública si no se “recorta” los gastos sociales, los derechos de todos.
Rubalcaba propone un MIR para los docentes, obviando una de las asignaturas que jamás ha existido aún en el aula y que, sin embargo, debería contarse entre las más fundamentales: la Tasa Tobin (James Tobin fue premio Nobel de Economía en 1981), impulsada actualmente por ATTAC, un impuesto de un 0,1% cada vez que se produce una operación de cambio entre divisas, a fin de regular y penalizar sobre todo las operaciones puramente especulativas. Con la Tasa Tobin podría recaudarse 720.000 millones de dólares anuales, distribuibles a partes iguales entre los gobiernos recaudadores y los países más pobres, de tal forma que con el 10% de la suma recaudada sería posible proporcionar atención sanitaria a todos los habitantes del planeta, suprimir las formas graves de malnutrición y proporcionar agua potable a todo el mundo, y con un 3%, se conseguiría reducir a la mitad la tasa de analfabetismo de la población adulta y hacer universal en el mundo entero la enseñanza primaria (cfr. Wikipedia). Con ese solo impuesto, habría más justicia en el mundo, más control de las actividades especulativas y un freno a que los dueños financieros del mundo nos suman a su antojo una y otra vez en crisis económicas.
Otro mundo es posible. Una clave fundamental para ello es la educación, una escuela pública y laica de calidad. Como dice José Luis Sampedro, ha llegado el momento de cambiar el rumbo de la nave, poniendo proa hacia un desarrollo verdaderamente humano.
Artículo publicado en El Periódico de Aragón
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