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Estado de alarma. Un año después
Manso Cuadrado
Ha pasado ya un año desde que el 13 de marzo Pedro Sánchez anunciará el Estado de Alarma para frenar el avance de la COVID-19. La mañana siguiente comenzamos un confinamiento que duraría al menos 15 días, prorrogándose finalmente hasta el 21 de junio.
Durante 49 días las calles del país quedaron semivacías, a excepción de aquellas salidas para la realización de actividades esenciales. Debido a la limitación de los aforos, en el exterior de los establecimientos se formaban colas de personas perfectamente separadas que acudían a por aquellas provisiones que les hicieran falta, produciéndose durante las semanas iniciales la desaparición del papel higiénico. Efecto que lejos de prolongarse en el tiempo, se relajó a medida que la sociedad superaba esas primeras semanas en las que nuestras vidas cambiaron. Nuestros hogares se convirtieron en el espacio donde desarrollar todas nuestras actividades, (lugares donde) conciliar la vida familiar y laboral, espacios de juego y de trabajo…
(Y) llegaron también los signos de solidaridad y empatía, la colaboración vecinal y la idea de salir adelante juntos, y cooperando (HAY MUCHAS Y EN ESTA FRASE). Los balcones se llenaban de aplausos para agradecer el esfuerzo anónimo de todos aquellos que plantaban y plantan cara al virus en los hospitales, aquellas personas que continuaban trabajando para llenar nuestras neveras y también, los que previamente llenan los estantes de las tiendas, todos los servicios de limpieza que garantizan la desinfección de calles y plazas, así como las fuerzas de seguridad que velaban por el cumplimiento del Estado de Alarma.
También durante estos meses se mostró la existencia de debilidades en el sistema de salud, derivadas de la dependencia externa con la falta de material sanitario y proveedores. Así como la escasez de personal y falta de protocolos de seguridad. Esta situación llevó a los ciudadanos a echar cuenta de su imaginación, a investigar y trabajar para colaborar con lo que podían: estudiantes y profesores se juntaron para desarrollar respiradores, personas vinculadas a la costura comenzaron a tejer mascarillas y a enseñar a otras la labor para hacer frente a la demanda, algunas empresas se reinventaron y transformaron apostando por el I+D+I… En Béjar, el movimiento social fue notorio, en pocos días desde distintos sectores se comenzó a trabajar, aunque con dificultades con mucha imaginación para una situación que era de difícil comprensión general.
A finales de abril veríamos un primer rayo de sol con la salida de los menores de 14 años. Tras dos meses de confinamiento los más peques volverían a salir a las calles y, pese a que los demás los observábamos desde el balcón, volvieron las primeras risas. El 2 de mayo comenzó la fase 0 y las calles de nuestros pueblos y ciudades se llenarían de personas, que por franjas horarias podían volver a pasear por el mero hecho de disfrutar del paseo.
El 25 de este mes comenzó la fase 1 en todo el país que continuaría con una desescalada por territorios, según el desarrollo de la pandemia en cada uno de ellos hasta el 21 de junio, fin del primer estado de alarma. Ya con algo de normalidad tras la flexibilización de las medidas, el verano llegó de forma más relajada, permitiéndonos un oasis en esta distopía para disfrutar de amigos y familiares, aunque cambiando los besos por algún otro gesto.
Aparecía septiembre con el horizonte puesto en la vuelta al cole y al trabajo con algunos miedos e inseguridades y con cierta contrariedad de opiniones. Desde dentro y desde fuera de los distintos sectores.
En octubre, con los casos de nuevo disparados en “la segunda ola”, se vuelve a decretar el Estado de alarma en esta ocasión sin cuarentena total, sino con un toque de queda que se prolonga en la actualidad y hasta el próximo 9 de mayo, tras la prórroga inmediata del Real Decreto 926/2020 el pasado 9 de noviembre, día que finalizaba.
Un año después con la pandemia todavía entre nosotros estamos en una posición diferente, aunque bien es cierto, que no sencilla. La falta de provisión de mascarillas y EPIs se ha reducido con la creación de empresas dentro del país, hemos comenzado la campaña de vacunación, hemos interiorizado ciertas conductas que garantizan la distancia y la seguridad entre nosotros y nosotras... Estos factores marcan un horizonte alentador, pero no sin dificultades dado el parón de grandes sectores de empleo, el agotamiento del personal sanitario, el cansancio psicológico de toda la sociedad y de aquellas personas que durante meses llevan sin ver a familiares y amigas…
Es ahora el momento quizás de volver a salir a nuestros balcones, de reconocer el trabajo de los que siguen y seguirán luchando por nuestra salud y de coger fuerzas para entre todos dar el último paso y acabar con este nuevo reto al que nos hemos visto obligados a enfrentarnos.
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