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17 Bejaranos ilustres: Don Jesús Izcaray Cebriano (IV). El novelista.
Jesús Izcaray partió de Sète, en la costa mediterránea de Francia, hacia Méjico a finales de mayo de 1939 (En la bibliografía consultada, he encontrado citadas hasta tres fechas distintas para esta salida del buque: 24, 25 y 26 de mayo). Lo hizo a bordo del vapor “Sinaia”, formando parte del primer contingente de exiliados con destino a ese país, la expedición estuvo formada por 1.566 personas. En la relación que tuvieron que elaborar para las autoridades mejicanas, a fin de que los acogiera y distribuyera dentro de su territorio, figuraban todo tipo de profesiones y oficios, por ejemplo: ingenieros militares (3), agricultores (131), oficinistas (34), dependientes (6), albañiles (27), mineros (13), ebanistas (8), mecánicos (52), intelectuales y profesionistas (sic) (238), que abarcaba desde músicos a médicos y de este subtotal, 25 declararon ser periodistas como Izcaray.
En la lista de embarque del Sinaia, que se guarda en la Fundación Pablo Iglesias, figuran los siguientes datos con respecto a nuestro paisano:
“Jesús Izcaray Cebriano. 30 años. Casado. Nacido en Salamanca. Partido Comunista. UGT (Central Sindical). Residente en Francia, Perpignan. Cargos antes de la guerra: ninguno. Durante la guerra: cronista de guerra de “Mundo Obrero” y Redactor Jefe del mismo. Redactor Jefe de "Estampa" y Subdirector de "Frente Rojo”.
Durante la travesía hasta América, los pasajeros del Sinaia se organizaron en grupos de trabajo para montar todo tipo de actividades, entretenimientos y boletines que distrajeran a los viajeros, les informaran de las características, geografía, historia y costumbres de los países que se encontraban a lo largo de la ruta del barco y, sobre todo, del país al que se dirigían.
El buque no fue autorizado a atracar en ninguno de los distintos puertos por donde fueron pasando, hasta que alcanzó su destino final en Veracruz el 13 de junio. El recibimiento que les tributó esa ciudad y el pueblo mejicano fue caluroso, emotivo y multitudinario, con representaciones de varias organizaciones mejicanas al frente de las cuales estuvo el comité mejicano-español que había organizado el viaje. A la cabeza del comité de recepción se encontró el doctor Juán Negrín, presidente del gobierno de la Segunda República Española, que había llegado a Méjico con anterioridad, desplazándose a esta ciudad costera para dar la bienvenida a los exiliados.
Jesús no tuvo en ese momento conciencia de tal, había partido hacía Méjico con una misión muy concreta de su partido y, en ese momento, estaba convencido de que simplemente iba a abrir el periódico en Méjico y volver rápidamente a España, a seguir luchando por la victoria del gobierno republicano. Además, por su edad y todos los acontecimientos que habían sucedido en nuestro país en esos años, no había desarrollado una “carrera” u obra profesional en condiciones normales, ni muy extensa ni reconocida. Personalmente, todavía tenía prácticamente todo por hacer, disponía de muchos años por delante y, por eso, no tuvo en ese triste viaje, el sentimiento de pérdida o ruptura vital que embargó a gran parte de sus compañeros de travesía o a otros exiliados que tuvieron que partir de nuestro país al final de la contienda.
Una vez instalado en la capital mejicana, la doctora Báez describe a Izcaray de la siguiente manera: “extrovertido, corredor de las calles mejicanas, gran conversador, contertulio del Papagayo (café literario de la ciudad de Méjico donde se reunieron los republicanos españoles, dominando su tertulia) y asiduo a los círculos culturales, respiraba en literatura”.
En Méjico D.F. vivió en casa de unos compatriotas, malviviendo del ejercicio del periodismo para los diarios “España Popular” y “Estampa” hasta que, de nuevo, el Comité Ejecutivo de su partido decidió encomendarle otra misión. Esta vez, le ordenó volver a España para ayudar a la organización de la guerrilla en el interior, en concreto en la zona de Levante.
Así, bajo la falsa personalidad de Patricio Alonso, pastelero bonaerense nacido en Ginzo de Limia, regresó a España a través de Portugal. Jesús llegó a Lisboa el último día de diciembre de 1944, otra vez en barco. Después de un tiempo en la capital portuguesa, entró en España de forma clandestina, por primera vez, a través de Galicia. Entre 1945 y 1948 se dedicó a la organización de la lucha guerrillera, entrando y saliendo de España, por supuesto siempre clandestinamente, varias veces según le ordenaba el Comité Ejecutivo. Fue en una de estas salidas, la que realizó en 1946 a París para hacerse cargo de “Mundo Obrero”, cuando Jesús sí se sintió ya un exiliado, forzado a abandonar su patria sin estar seguro de poder regresar.
Toda su actividad y participación en la guerrilla durante esos cuatro años, están recogidas en los trabajos que envió al semanario “Mundo Obrero” y que se fueron publicando posteriormente, desde septiembre del 47 hasta agosto del 48, bajo el epígrafe “Las guerrillas de Levante”. Más tarde, las crónicas se editaron en dos volúmenes, con un prólogo de Enrique Líster.
En 1976, el año siguiente a la muerte del dictador Franco, Jesús Izcaray pudo regresar legalmente a España. Fijó su residencia en Madrid, curiosamente en la calle Ginzo de Limia, en el Barrio del Pilar. En 1979, el Ayuntamiento de nuestra ciudad le ofreció ser pregonero de las fiestas, nombramiento que aceptó muy gustoso porque, a pesar del tiempo transcurrido, Jesús Izcaray nunca se olvidó de su ciudad natal. A pesar de los años que tuvo que vivir fuera de España, se sintió siempre bejarano y español. En 1980 falleció a consecuencia de una trombosis cerebral en Madrid, donde se le enterró en el cementerio civil.
Además de estos trabajos, también realizó críticas de divulgación, muy influenciadas por su ideología y el momento político, como “El crimen fue en Granada o el pavo y la estrella” o “Miguel de Cervantes y Alonso Quijano pertenecen al pueblo, jamás al franquismo”. La doctora Báez, experta en la obra literaria de Izcaray, piensa que es precisamente en estas críticas donde se empiezan a plasmar ya las características del futuro estilo novelístico de Jesús Izcaray.
Durante esa época, Jesús también escribió para “Nuestra Bandera: Revista Política de combate”, editada precisamente por el Comité Regional de Levante del P.C.E., de madera muy irregular, dadas las circunstancias. En los artículos escritos para esta otra publicación, comenta los acontecimientos que suceden en esos años en el interior de España y, de nuevo, están muy influenciados por su militancia y un punto de vista maniqueo.
Al mismo tiempo que desarrollaba toda esta labor periodística militante, Jesús Izcaray siguió con sus reflexiones sobre el papel de los escritores. Pensaba que la creación de los autores, debía estar dirigida a orientar ideológicamente a las nuevas generaciones de intelectuales, que en ese momento buscaban en España “un faro y un camino”.
Propuso que se editasen distintas revistas, para que sirvieran de estímulo a los exiliados y les animaran a escribir y, de ese modo, orientasen ideológicamente a los intelectuales del interior, perdidos entre “el pudridero de los ismos letales: orteguismo, existencialismo, decadentismo”. A la vez, estas publicaciones servirían para crear lazos de unión entre ambas comunidades, venciendo la separación obligada en la que se encontraban y también las dificultades que tenían para conocerse, tanto personalmente, como la obra de unos y otros. Ahora bien, a pesar de su propio estilo periodístico, advierte del peligro de caer en la propaganda y de que la literatura se convierta solamente en esto.
A partir de 1949, Izcaray se instaló a vivir en París, donde se dedicó, durante el resto de los años que duró su estancia en esta ciudad, a “Mundo Obrero” y al desarrollo y organización de actividades al servicio del P.C.E. en los medios intelectuales. Llegó a ser miembro del Comité Central de esta organización. Fue en París, al disponer de más tiempo para él y constatar la evidencia de que el régimen franquista iba a durar tiempo, donde por fin encontró el ambiente propicio para comenzar a escribir novela. Tenía ya cuarenta y un años.
Todas las obras de Jesús Izcaray, excepto la última, se publicaron primero en el extranjero. No llegaron a distribuirse por los canales comerciales habituales en nuestro país, hasta la llegada de la democracia, como gran parte de la creación de la mayoría de los españoles en el exilio. Gonzalo Santonja y José Esteban señalan este hecho como una de las consecuencias más desastrosas, en el mundo intelectual, de la derrota de la república. La victoria franquista produjo una ruptura en la evolución de la literatura española y en la tradición de nuestro país. Se desaprovechó, se ignoró y se interrumpió toda la formación y el talento de una generación, además de la pérdida de contacto de los autores con los que teóricamente debían ser sus lectores.
Como señala Josefa Báez, a consecuencia del desconocimiento que se produjo de la obra de los autores españoles exiliados, a lo que contribuyó también su dispersión, heterogeneidad e irregularidad en la producción, el estudio crítico de toda esta creación se ha ido centrado en unos pocos nombres muy señalados, en tanto que los autores menores han quedado relegados, en el olvido; si bien, considera que sólo cuando se conozca y estudie esta otra obra, se conseguirá una visión objetiva que permitirá, en ese momento, completar la historia de la creación española de la época.
Jesús Izcaray Cebriano es uno de estos autores menores. Sus novelas son aún desconocidas para el gran público en España, a pesar de estar traducidas a muchas lenguas, las de los países que fueron comunistas y las de otros que no, como Francia y Holanda. Su obra es una literatura comprometida con su militancia ideológica, aunque siempre intentando no caer en el panfleto político o en el sectarismo.
Alfonso Grosso, al presentar “Cuando estallaron los volcanes” se refirió a Izcaray de esta manera:
“Puede decirse que Jesús Izcaray se sitúa en una línea galdosiana. Es fiel seguidor de Galdós, y lo digo a pesar de que yo no tengo muchas simpatías por Galdós, pero entiendo, que ha sido el mayor escritor español después de Cervantes. También podríamos alinearlo junto a Ayala y a Andújar en la línea naturalista y popular de Max Aub”.
Tuñón de Lara escribió sobre él lo siguiente: “A fin de cuentas: sin necesidad de clasificar en ningún “ismo” a la obra de Jesús Izcaray, sí creo que se la puede insertar en la historia viva de nuestro tiempo, en sus grandes temas en el batallar constante por liberar al hombre y por exaltar sus mejores cualidades”.
La doctora Báez define a Izcaray como “un escritor un tanto al margen de las corrientes literarias en boga, fiel a una estética tradicional, galdosiana”.
Abel Sánchez, en 1965, escribió: “ Un viejo periodista, un viejo luchador, un joven – por lo que su literatura tiene de frescura – escritor español, ha dado a Cela una doble lección, porque Jesús Izcaray, precisamente Jesús Izcaray, es ese eslabón perdido que tan alevosamente quiso atribuirse Camilo José, marinero de todos los navíos. Detrás de don Pío no vino el diluvio y tras él Cela y más tarde nadie. Después del diluvio – que fue la guerra civil – llegó Izcaray y llegamos nosotros. Llegaron López Salinas y Ferres, llegaron Martín Santos y Delibes; llegaron Grosso y Ana María Matute, llegaron Ferlosio y Corrales; llegaron en fin todos los que sintieron los problemas de España y llegaron de la mano de Max Aub y de Sender, de la mano de Izcaray y de Eugenio Noel, de la mano de los que siempre en fin, honestamente, supieron sentir España”.
En 1976, el año siguiente a la muerte del dictador Franco, Jesús Izcaray pudo regresar legalmente a España. Fijó su residencia en Madrid, curiosamente en la calle Ginzo de Limia, en el Barrio del Pilar. En 1979, el Ayuntamiento de nuestra ciudad le ofreció ser pregonero de las fiestas, nombramiento que aceptó muy gustoso porque, a pesar del tiempo transcurrido, Jesús Izcaray nunca se olvidó de su ciudad natal. Aunque tuvo que vivir fuera de España muchos años, se sintió siempre bejarano y español. En 1980 falleció a consecuencia de una trombosis cerebral en Madrid, donde se le enterró en el cementerio civil.
Obra literaria de Jesús Izcaray Cebriano:
“Heroes de España: Casto García Roza”. 1948
“Quién tenga honra que me siga (Manuela Sánchez, la heroina de Carres)”. 1949
“Treinta días con los guerrilleros de Levante”. 1951
“La hondonada”. 1961
“Reportaje en Cuba”. 1962
"Noche adelante (Novelas breves y cuentos). 1962
“Vivre à Madrid”. 1964
“Las ruinas de la muralla”. 1965
“Madame García, tras los cristales”. 1968
“Un muchacho en la Puerta del Sol”. 1973
“Cuando estallaron los volcanes”. 1978.
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VIVA LA REPUBLICA
Qué triste que intelgencias como la del bejarano Jesús Izcaray tuviera que salir al exilio a sudamérica porque los fascistas de mierda de este país declararon una ilegal guerra civil en España.Dicen que hay que olvidar, yo olvido pero no perdono a aquellos que hicieron que brillantes inteligencias tuvieran que dejar su tierra por un único delito: ser demócratas y "rojos" de ideas. !viva la libertad! !reivindico la figura del bejarano Jesús Izcaray!. Graciás Ana Verdejo por recordarnos nuestra historia, y sobre todo para recordársela a algunos que ya les vale...
¡Qué gran labor está haciendo Vd. al dar a conocer a los bejaranos que han hecho algo por España!
hola, buenos días, estoy realizando la traducción al gallego de HÉROES DE GALICIA Y DE ESPAÑA, publicado en buenos aires en mayo de 1949 en memoria de todos los caídos en la lucha por la democracia y la república en galicia y en toda españa, en este libro Jesús Izcaray participa con un texto magnífico sobre "MANUELA SÁNCHEZ,LA HEROÍNA DE CARRES" y me gustaría en cuanto salga el libro poder enviar un ejemplar a la biblioteca de Béjar o a donde ustedes me indiquen.
muchas gracias
rosa
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