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¡Ser o no ser! Comer o ser comidos
Como se dice en los Evangelios: “Quien tenga ojos para ver, que vea”. Basta el telediario o el saldo de la cuenta bancaria para saber que algo anda mal. En España y donde no es España. Hay una atmósfera parecida a la que precede a las tormentas huracanadas: todo el mundo asegura sus puertas, se aísla del exterior, acopia agua, velas y alimentos… y a ver qué pasa. En ese momento nadie es dueño de su destino.
El mundo vive acosado por el fantasma de la crisis. La gente, que depende de sus gobiernos, obtiene como resultado lo que sucede en Grecia o lo que podría suceder en España. La garantía del bienestar deja de estar avalada por la economía, y los palos, los palos que más duelen, va a parar a la base del sistema: el ser humano devenido consumidor. Es como la cadena trófica en los arrecifes de coral: siempre depende del más pequeño y del apetito del más grande. Y los más pequeños, comen mierda.
De lo que resulta que si pagamos justos y pecadores es dentro de una noción numérica; porque un veinte por ciento menos de un salario modesto es caer en la pobreza y el veinte por ciento de una fortuna significa ser menos rico e igualmente solvente. Son los justos quienes pagan por los pecadores.
Pero los justos, los que comen mierda en la base de la pirámide alimentaria, son, paradójicamente, quienes la sostienen. Y de ahí para arriba, cada depredador es un representante de los comidos. Recordemos que ya Shakeaspeare dijo que no es lo mismo comer que ser comido. Y esa cena perpetua se cuece con la aprobación de los representados, que han prestado oídos a las promesas de los representantes y han hecho lo único que pueden hacer: creer que alguien les salvará el pellejo.
La democracia, porque de democracia estamos hablando, que viene de muy lejos, no ha evolucionado al compás de las presiones populares sino de la necesidad de mantener estructurada una base comestible de consumidores. El papel social de todo aquel que trabaja y se gana la vida con su trabajo personal es sólo uno: consumir dentro de una atmósfera publicitaria donde parece que el bienestar es una maquinilla de afeitar sin la cual no se puede vivir. El papel de los tontos de la película.
Lo representados no son actores de la política. Son objetos de ella. Y esa realidad no la transforma ni el hecho, cierto también, de que no siempre son los políticos, a veces realmente llenos de buenas intenciones, los verdaderos culpables. Ellos no son más que la forma de mantener ordenados los cardúmenes de consumidores y son tan prescindibles como aquellos.
Tal vez la política a nivel de un país o una gran región esté más lejos de una participación efectiva de los representados. En ellas se conjugan tantos intereses que cualquier término medio será injusto para otros. Los ciudadanos, que levantaron su boleta --una vez cada cuatro años--, no tienen nada más que hacer en política hasta la próxima. Es el tope de la ilusión de la democracia. Como alguien ha escrito, “el concepto de representación política describe cómo el poder político es alienado de un gran grupo y conferido a manos de un subconjunto más pequeño de tal grupo por cierto período”. Y, lógicamente, la participación del representado en las decisiones del representante se aleja; tanto, que se convierte en algo fuera de su alcance, lo que equivale a decir que en un espejismo.
Alguna transformación de la democracia tendrá que ocurrir para que los ciudadanos dejen de ser “electores” –o electrones girando en torno a un núcleo-- y tengan derecho a decidir qué es lo que necesitan. Siempre habrá un sabio que diga que así no se puede gobernar; pero eso mismo pensaba Francisco Franco. Y ya ven. Tal vez sea en los municipios donde tendrá que surgir el ADN de un nuevo modelo de gobierno democrático.
Sin ir más lejos. El último Pleno del ayuntamiento de Béjar puede dar una pista. Tres partidos con tres puntos de vista diferentes sobre los mismos asuntos y una resolución a prueba de bombas para hacer valer cada uno su criterio partidista, que como su nombre indica es el de una parte del todo. Sin embargo, al margen de a quiénes hayan votado, los problemas de los vecinos son los mismos. ¿Quién tendría que ser el árbitro de lo que realmente quieren los ciudadanos representados por los políticos? ¿No tendría la gente el derecho a enmendar la opinión de los políticos en quienes ha confiado? ¿No es acaso sobre el ciudadano común, sus carencias y sus destinos lo que se discute en los plenos?
Es lógico que cada partido exponga y trate de llevar a cabo sus recetas, como lo sería que las decisiones relevantes, sobre todo las relacionadas con el empleo del dinero público, pasen por un tamiz más fino. Hay que tomar en cuenta que a nivel municipal todos los temas están al alcance y a la vista de los ciudadanos; y que arreglar o dejar de arreglar una calle tiene un significado material incuestionable: es el suelo que se pisa. Y los temas incuestionables para los vecinos no pueden ser cuestionables para sus representantes.
No bastan, no llegan a ningún lugar, las comisiones mixtas de participación ciudadana si actúan en secreto y bajo la influencia política de los partidos, llevando la discordia superestructural a las células vivas de la vida local. Quizás sea necesario rescatar las esencias perdidas del Ágora griega, desfigurada por los políticos de entonces, o el consejo de ancianos de las tribus hispanas o cualquier otra fórmula contemporánea de ejercer el poder desde abajo, por Ley, como un mecanismo participativo y depurador de las opiniones y decisiones de las tendencias en pugna de los partidos representantes.
Vendría bien una ley, basada en el artículo 23 de la Carta Magna, que cree reales mecanismos fiscalizadores de los acuerdos aprobados por la vía pasional y parcialmente representativa de los partidos, con derecho al veto y con la capacidad de no distinguir entre los colores de las banderas, sino entre lo que realmente necesitan los ciudadanos y lo que piensan los políticos que éstos necesitan.
Sea como que fuere, lo que sí está claro --y el que tenga ojos para ver que vea--, es que la democracia, tal como se expresa hoy, va en la misma dirección de los pueblos… pero en sentido contrario.
- Han convertido a Béjar en
hace 11 horas 33 mins - He visionado el pleno y
hace 12 horas 40 mins - Tu la primera
hace 14 horas 16 mins - totalmente de acuerdo con el
hace 1 día 4 horas - El insulto mas grave es el
hace 1 día 10 horas - Igual algun concejal sale
hace 1 día 16 horas - Me he tragado el último
hace 1 día 17 horas - No van a ir al juzgado
hace 1 día 19 horas - Al juzgado?? para que? Pues
hace 1 día 20 horas - Si fuera verdad, ¿NO
hace 2 días 5 horas
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