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Exposición en Barco de Ávila: Modus faciendi cum ordine medicandi
MODUS FACIENDI CUM ORDINE MEDICANDI.
Farmacia, el arte de elaborar medicamentos
1. PRESENTACIÓN
El objeto de una exposición de esta naturaleza responde al interés de sus autores, farmacéuticos ambos. Por parte de Antonino se celebra cuando se cumplen las bodas de oro de su promoción (1972) y por parte de María, en un periodo de tiempo que coincide como farmacéutica al frente de Farmacia Canalejo, que a su vez cumple 124 años desde su fundación. También al reconocimiento a una profesión cuyo desempeño les ha permitido y permite vivir decorosamente y que reúne, junto a aspectos personales y sociales, otros de carácter científico, tecnológico o industrial, que han influido de manera decisiva en la humanidad.
Agradecemos al Ayuntamiento de El Barco de Ávila la oportunidad que nos brinda por ello y a Ginés López González, a Jesús López Martín y a Juan Lorenzo Gutiérrez sus observaciones.
2. INTRODUCCIÓN
Se considera medicamento todo aquello capaz de curar o aliviar una lesión o enfermedad, aplicado en la dosis adecuada. La materia prima para la obtención de un medicamento se denomina droga en farmacia, un significado distinto del que tiene socialmente. Los remedios proceden del reino vegetal fundamentalmente y en menor medida del mineral y del animal y pronto requerirán un proceso de transformación para optimizar su función curativa. Tenemos así las Formas Farmacéuticas o preparaciones que facilitan la aplicación del medicamento al organismo enfermo por la vía más adecuada. Son muchas: papeles, cigarrillos, cápsulas, comprimidos, infusiones, extractos, colirios, inyectables, pomadas, píldoras, polvos, soluciones, suspensiones, emulsiones, aerosoles, jarabes, supositorios, etc.
En el origen de la Medicina, se desconocen los mecanismos por los que una sustancia es capaz de sanar, y se aplica por empirismo; es decir, al observarse por la experiencia que, convenientemente utilizada, produce la curación. De ahí que quien usa un remedio sea considerado mago o hechicero y se atribuyan causas sobrenaturales a la curación. El mago es a la vez sacerdote puesto que es capaz de interpretar la voluntad divina. Es el verdadero precursor del Médico o Farmacéutico, porque el diagnóstico de la enfermedad y la elaboración del remedio la realiza una misma persona. Y Medicina y Farmacia son dos ciencias que se confunden. En esta exposición pretendemos mostrar el camino por el cual ambas se diferencian para cumplir objetivos distintos y la evolución de la profesión farmacéutica hasta nuestros días.
3. DE LOS ORÍGENES AL RENACIMIENTO 3.1. Grecia y Roma
Los griegos son los receptores de las culturas anteriores, tales como la egipcia, que 1500 años a.c. escribieron, en los Papiros de Edwin Smith y en los de Ebers, tratamientos para heridas de guerra y descripciones anatómicas, por lo que se consideran el primer antecedente de una farmacopea. Transmiten esos conocimientos a la posteridad y aportan otros muchos nuevos, para constituir el saber universal a base de reconocer y valorar la genialidad del individuo y fomentar la reflexión y la discusión para desarrollar la inteligencia. En su Mitología, Apolo es el fundador de la Medicina y médico de los dioses; Hécate o Pharmakis es la diosa de la magia y conoce las virtudes curativas de las plantas, que transmite al Centauro Chirón, diestro en su uso, quien lo comparte con su discípulo predilecto, Asclepias o Esculapio (nombre romano) representado por la serpiente enroscada en el bastón, y en honor a él, los sacerdotes médicos o Asclepiades practican los tratamientos en los templos dedicados a Apolo.
Grecia incorpora la Medicina al corpus filosófico y crea la Medicina Científica, rompiendo en parte con la magia y aplica el principio de curar con lo contrario (contraria contrariis curantur). Por estos motivos surgen las escuelas filosóficas, entre las que destaca la Pitagórica, que sacan la medicina de las castas sacerdotales de los templos y generalizan el ejercicio profesional libre, aunque sometido a ciertas reglas. Hipócrates es el médico más célebre de la antigüedad y el
investigador más agudo. Atribuye la enfermedad, no a causas sobrenaturales, sino patológicas, sobre la base de que no hay enfermedades sino enfermos. Fue el gran innovador de la Medicina y se le considera el primer observador clínico.
Los romanos despreciaron buena parte del conocimiento científico griego y entre ellos fueron los esclavos los primeros en aprender y practicar la medicina. Algo que cambió con Julio César, responsable de un decreto por el cual se concedía la ciudadanía a todos los que practicasen la Medicina, hecho que dio origen, tres siglos después, a la regulación de su aprendizaje y sus prácticas apareciendo las primeras Escuelas Médicas.
Galeno es el médico más famoso de la época romana. Nació en Pérgamo en el siglo II de nuestra era y atendió a los gladiadores, personas que necesitaban mantenerse en forma permanente. Con ellos ejerció la cirugía y estudió dietética e higiene. Luego pasó a Roma donde se dedicó a estudiar Anatomía y enseñaba su ciencia practicando vivisecciones. Utilizó los remedios compuestos y su nombre se ha asociado a la ciencia de preparación de los medicamentos: Farmacia Galénica.
En Grecia y Roma era el propio médico quien preparaba y aplicaba los medicamentos, usando para ello diversos instrumentos: hornillos, balanzas, morteros, recipientes, vasos, botellas, botes, cajas, prensas, tamices, etc. La mayoría de las drogas y remedios que utilizaron eran ya conocidos, pero los griegos ahondaron en su entendimiento científico a través de verdaderos estudios farmacológicos para determinar su posible toxicidad. Destacamos la Triaca o Theriaca, un preparado de diversas sustancias de origen vegetal, animal y mineral usado desde el siglo III a.c. como antídoto contra venenos inicialmente y después contra numerosas enfermedades. Se consideró la Panacea universal, es decir, el remedio que todo lo cura. Sus componentes se desecaban, trituraban y disolvían en mezcla de trementina, vino y miel y se usó ampliamente durante la Edad Media con fórmulas variadas hasta el siglo XVIII.
3.2. Los padres de la Botánica y de la Farmacia.
Los remedios curativos proceden tanto del reino mineral como del animal o del vegetal, de ahí que sean objeto de estudio y sistematización para profundizar en su conocimiento, divulgación y aplicaciones. La Botánica es quizás la ciencia de mayor interés para quienes practican la Medicina, puesto que son innumerables los vegetales de nuestro entorno con propiedades medicinales. Por ello, el estudio de las plantas tiene gran dedicación y desarrollo si bien los primeros autores también estudian en sus tratados tanto la mineralogía como los animales. Linneo considera padres de esta ciencia a tres grandes autores cuyas obras constituyen un referente en la Medicina y la Farmacia durante muchos siglos: Teofrasto (siglo IV a.c.), discípulo de Platón y sucesor de Aristóteles como director de la escuela peripatética de Atenas; Plinio el Viejo (23-79 d.c.), naturalista y escritor romano, autor de una Historia Natural de especial relevancia médica, que recopila el saber de su época; y Dioscórides (c. 40-c. 90 d.c.), médico del ejército romano, que recoge los conocimientos de Plinio y de su antecesor Kratervas en su obra más relevante Materia Médica, precursora de las farmacopeas modernas. Por la trascendencia y genialidad de sus obras, estos tres autores pueden ser considerados también los padres de la Farmacia.
3.3. Cristianos y árabes
Tras la caída de Roma decae también el estudio de las ciencias y la medicina, retomándose la práctica de la magia y la superstición y el uso de amuletos para combatir las enfermedades, cuya causa es atribuida por el cristianismo a demonios que se introducen en el cuerpo del enfermo, lo que da lugar a la práctica del exorcismo en tiempos en que el conocimiento pierde protagonismo en toda Europa y se refugia en los monasterios, donde los monjes se dedican en gran medida a copiar los códices antiguos y traducirlos a las nuevas lenguas evitando su pérdida. También comenzaron a cultivar hierbas medicinales que utilizaban para curar a los enfermos y son los fundadores de instituciones precursoras de los hospitales donde ejercían su labor caritativa.
Una excepción en este panorama es la Escuela de Salerno, un centro de estudios de las ciencias médicas de la que surgirá en el siglo XII el Antidotario, antecedente de las farmacopeas.
Los árabes recuperan el interés por el saber, recopilan buena parte de la cultura antigua y propician el estudio de las ciencias, especialmente la Alquimia, las Matemáticas, la Astrología y la Farmacia. Separan ésta de la Medicina y favorecen su desarrollo, de manera que la primera farmacia se establece en Bagdad.
A la vez dictan los Grabadines, que constituyen los antecedentes de las farmacopeas, o primeros códigos a los que tienen que someterse quienes quieran preparar medicamentos, y crean el primer cuerpo de inspectores para controlar la aplicación de dichos preceptos, a quienes llaman Muthasib. Emplearon en sus prácticas los instrumentos ya conocidos y otros nuevos, como los alambiques y se les debe el esmaltado de los recipientes, llamados albarelos, para conservar mejor los medicamentos. Sobresalen en el uso de remedios químicos, pero también utilizaron los de origen animal: almizcle, piedra bezoar, ámbar gris, ciervo, etc. y son los inventores de los melitos, los supositorios y los jarabes.
Entre los siglos IX y XII, sobresalen los médicos árabes, Rasés, autor de un Antidotario, Avicena y su Canon Medicinal, Mesué y sus Cánones, además de Ibn Beithar, botánico español, y Geber, gran impulsor de la Alquimia o transmutación de los metales que es la Química mágica que persigue obtener la piedra filosofal y la panacea universal. En esa época surgen los médicos personales del califa que ejercen a su vez de inspectores profesionales y se da el caso de que Almanzor contó con médico y farmacéutico propio. Constituyen el antecedente del Protomédico o médico de la corte, al servicio de los nobles y gobernantes en épocas posteriores, que en Castilla constituirán el Real Tribunal del Protomedicato, ya en la época de los Reyes Católicos, encargado de la salud del monarca y de la dirección administrativa y científica del reino.
Los Canones de Mesué separan la Farmacia de la Medicina y favorecen su desarrollo, aunque esa separación tarde aún en hacerse efectiva. Entre los médicos españoles destacan Maimónides, de religión hebrea, y los árabes Abulcasis, Avenzoar y su discípulo Averroes, cuya muerte marca el decaimiento de las ciencias en nuestro país.
A lo largo de este dilatado periodo de tiempo se va conformando el oficio artesanal de farmaceútico y se designa a quienes lo practican con diferentes nombres: sandalini, especiero (vendedor de medicamentos), apotecario (preparaba y vendía medicamentos), boticario (vendían los medicamentos en botes de barro vidriado que conservaban adecuadamente los medicamentos), aromatario (nombre de origen italiano) o pharmacópola, que no siempre cuadran con la labor específica del farmacéutico y se refieren más al carácter de intermediario comercial o negociante.
A partir del siglo XIII se configuran las agrupaciones gremiales, que en un principio van asociadas a los médicos, para diferenciarse después en Colegios, encargados de dictar las normas para ejercer la profesión y actuar contra el intrusismo. Su origen es doble. Por una parte los procedentes de los gremios y por otra los que dimanan de Cofradías cuyo fin inicial es de carácter religioso. En todo caso son entidades que excluyen totalmente a las mujeres.
4. HUMANISTAS, ILUSTRADOS Y MODERNOS
La caída de Constantinopla en 1453 pone fin a la Edad Media y da paso al renacer de la cultura antigua. Son sus causas la reivindicación del papel del individuo frente a Dios, el menor influjo de la iglesia, y el interés del hombre por la naturaleza, todo lo cual propicia una cultura laica y humanista que abarca a la filosofía, la literatura o el arte y tiene un influjo notable en el desarrollo de las ciencias. Todo surge al mismo tiempo: nueva concepción religiosa, nueva filosofía, nuevas ciencias y renovación artística. Los descubrimientos de ingenios desconocidos hasta entonces, como la imprenta, o el empleo del papel de hilo, permiten la edición a gran escala de los textos más diversos y su rápida difusión en toda la sociedad.
Esto es determinante para que en el siglo XVI la Farmacia se consolide y en el siglo siguiente adquiera su mayoría de edad, que convierte al farmacéutico en un hombre de ciencia lo que le impulsa a realizar nuevos experimentos, que incorporan un laboratorio al propio establecimiento, su Oficina de Farmacia, para preparar las Fórmulas magistrales.
Distinguimos hechos y personajes protagonistas en el ámbito de la profesión, de los cuales destacamos los siguientes:
4.1. Paracelso (Einsielden 1493-Salzburgo 1541)
Viajero y observador, estudió Botánica, Medicina, Metalurgia, Química y Astrología aplicando sus conocimientos, que rompen con el dogmatismo establecido, y otorgan el mayor impulso a la práctica médica y farmacéutica. La práctica y la experiencia es la base de su conocimiento y conducta. Cree que Dios es responsable de la enfermedad pero a la vez lo es del remedio para curar (la Piedra Filosofal o Arcano, ente inmortal existente en todo lo que cura, esencia inmaterial de la nada) y la Alquimia es el camino para desentrañar los secretos de la Naturaleza, el cambio de los elementos y el porqué de los procesos patológicos para obtener los remedios.
Introduce medicamentos sencillos y trata de extraer con alcohol y otros productos las quintaesencias (sustancias o principios activos) encerradas en las drogas mediante la Alquimia y usarlas para curar. Gran impulsor de la yatroquímica, utiliza el mercurio, el hierro, el antimonio, el cobre, el arsénico o el cinc., pero también el opio, con el que prepara el laúdano, mezclándolo con otras sustancias. Otros medicamentos del siglo XVI son los emplastos del médico italiano Vigo, el bálsamo de Fioravanti (recomendado como antídoto de venenos), las aguas mineromedicinales, el aceite de escorpión o la tierra sellada (Terra sigilata) usada contra la peste.
4.2. Farmacopeas, textos farmacéuticos
Farmacopea es una palabra de origen griego derivada de dos vocablos: pharmakon (remedio, medicamento, veneno, droga) y proeio (preparar, elaborar). Es, pues, un texto que recopila los medicamentos conocidos y establece las normas para obtenerlos y la manera en que deben ser administrados a los pacientes. Un término que se utilizó por vez primera en Basilea en 1561 en una publicación de A. Fues y no se generalizó hasta el siglo XVII.
La primera farmacopea en el sentido moderno es el Recetario Florentino, que se edita en Florencia en 1498. La segunda farmacopea tiene su origen en España; es la Concordia Apothecariorum Barchinonensis publicada por el Colegio de Barcelona en 1511. Después surgirán numerosos tratados por toda Europa entre los que destaca el primero que se escribe en castellano, aunque con los títulos en latín, por el fraile franciscano, maestro de Santa Teresa de Jesús, Bernardino de Laredo en 1527, cuyo título Modus faciendi cum ordine medicandi, hemos elegido para nuestra exposición. El texto, que trasluce un gran conocimiento de las plantas medicinales, parte de una receta original, establece los cálculos y dosis a aplicar, las propiedades de las medicinas (posse) y el arte o modus faciendi (modo clarísimo de hacer casi todas las cosas que a los boticarios pertenecen).
4.3. Andrés Laguna (1511-1559)
Médico nacido en Segovia en el seno de una familia de judíos conversos. Estudió en Salamanca y viajó por buena parte de Europa, fue médico de papas y alcanzó proyección universal. Gran humanista muy pagado de sus conocimientos científicos, criticó a los malos médicos y es prototipo de la hidalguía de la Castilla hegemónica en aquellos tiempos. Tradujo obras de autores clásicos y destaca su versión en castellano de Dioscórides, lo que muestra su aprecio por su lengua natural y que se erigió en referente obligado de los tratados de botánica farmacéutica casi hasta nuestros días. El creciente interés por la Botánica tiene como consecuencia el impulso de su estudio en Europa y da lugar a la aparición de los primeros Herbarios modernos, donde se recogen y tratan de conservar las distintos especímenes vegetales secos, medicinales o no, incluidos los que se van conociendo de América, y los Jardines Botánicos, en los que comienzan a cultivarse. El primero de éstos se funda en Aranjuez a instancias de Andrés Laguna por una disposición de Felipe II. Todo ello va a generar la necesidad de establecer una clasificación metodológica del mundo vegetal y una nueva ciencia auxiliar, la Materia Farmacéutica o Farmacología en cuyo desarrollo sobresale el sevillano Nicolás Monardes (1493-1588), que contribuyó, además, a difundir los remedios procedentes de América.
4.4. El impulso de las Ciencias
Durante el siglo XVII se produce un gran avance de las ciencias, debido entre otros, a Francisco Bacon, que propone la inducción como nuevo sistema de conocimiento; Descartes y su
racionalismo; Galileo Galilei que lanzó la idea de aplicar el razonamiento científico al estudio de la Naturaleza e impulsó decisivamente la Física; o Newton que, junto al enunciado de la gravitación universal desarrolla el cálculo infinitesimal. Esto da lugar a la fundación de las Academias o sociedades en las que se presentan y discuten las nuevas aportaciones científicas y publican revistas especializadas. En 1697 nace la Real Sociedad de Medicina de Sevilla, fundada por seis médicos y un farmacéutico en una época en que nuestro país había olvidado la tradición investigadora. Desde ellas se estimula la investigación que dará cuantiosos descubrimientos que proporcionan nuevos progresos en el campo de la experimentación y de la práctica. Por ejemplo, el péndulo, la balanza hidrostática, el barómetro, el telescopio, el termómetro o el microscopio, muchos de los cuales se incorporarán a la práctica médico-farmacéutica.
Para la Farmacia adquieren especial interés la Botánica, la Química y las Ciencias Naturales, así como muchas de sus ciencias auxiliares, aún por desarrollar. Por su parte, el francés Joseph Pitton de Tournefort (1656-1708), que recorrió España y buena parte de Europa y Oriente, sienta las bases del concepto moderno de género en la botánica, aceptado por Linneo, quien establece el sistema binario de nomenclatura y el sistema sexual de clasificación de las plantas.
En cuanto a la Química, Robert Boyle (1627-1691) la considera una ciencia digna de estudiarse por sí misma y no por su relación con la Alquimia, contribuyendo a su desarrollo y también al de la Física. Ya en el siglo XVIII, Lavoisier sentó las bases de la nomenclatura de la Química inorgánica y por sus descubrimientos la Química práctica experimentó un fuerte avance con métodos económicos de carácter industrial que permitieron la fabricación a gran escala del papel, hipocloritos (lejías), ácido sulfúrico, sosa, ácido clorhídrico, fósforo o éter.
Todo esto permite la introducción definitiva de los medicamentos químicos en España cuando se ponen muy en boga el uso de enemas o clisteres, comienzan a emplearse las transfusiones y proliferan las farmacias conventuales que despachaban al público. Hubo graves problemas de intrusismo que hicieron que el Protomedicato dictase una disposición prohibiendo que los farmacéuticos despachasen recetas que no estuvieran firmadas por médicos.
4.5. Expediciones científicas.
Afirma José Luis Peset que el siglo XVIII será el de la educación, de la diplomacia y de la ciencia y las expediciones científicas recorrerán todos los mundos tratando de conseguir un nuevo orden en que la paz se impusiera a la guerra, el aprendizaje a la rapiña y el intelecto a las leyendas y los mitos. Un tiempo en que España implementará diversas expediciones a la búsqueda de riquezas materiales y de otros productos necesarios para la medicina, la industria y la alimentación.
La Academia Real de las Ciencias de París promueve una primera misión, entre 1735 y 1742, mandada por el francés La Condomine, con la presencia de los marinos españoles Juan y Antonio de Ulloa. A ella siguen un número considerable de expediciones de las que destacamos las de naturaleza botánica: Expedición a los reinos de Perú y Chile (1777-1787) al mando de Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón; la del Nuevo Reino de Granada (1783-1810) dirigida por José Celestino Mutis; la Expedición a Nueva España (1785-1797) comandada por Martín de Sessé y José Mariano Mociño; y la Expedición Malaspina (1789-1794).
4.5.1. El legado del Nuevo Mundo.
Como consecuencia de esas expediciones, de América proceden buena cantidad de drogas cuyo uso se generalizará a partir del siglo XVII. Es el caso de la corteza de quina, planta arbórea conocida y usada por los indígenas contra la malaria, mucho antes de la llegada de los españoles, que adquirió fama al curar con ella la Condesa de Chinchón, que no mejoraba con las medicinas europeas. Como indica Ginés López, su nombre se debe a La Condomine que la denominó Quinquina, nombre indígena, pero Linneo no lo aceptó y decidió llamarla Cinchona, que se supone es una latinización de Chinchón. Posteriormente fue difundida por los jesuitas. De la misma familia, rubiáceas, es la ipecacuana, cuya raíz es vomitiva. A las leguminosas pertenece el árbol cuya resina es el bálsamo del Perú, usada para curar enfermedades de las vías respiratorias y de la piel. La hoja de coca procede de un arbusto andino utilizado como analgésico local en forma de emplastos.
También de los Andes procede la raíz de ratania, de propiedades antiinflamatorias y tonificantes; de Méjico la raíz de jalapa, de acción purgante; y del Caribe el palo santo o guayaco, árbol zigofiláceo usado contra la sífilis, que fue objeto de monopolio. De la familia loganiáceas proceden la nuez vómica, cuyo principio activo es la estricnina, poderoso veneno excitante del Sistema Nervioso Central; y el curare, un extracto obtenido de la mezcla de varios vegetales, de propiedades paralizantes. La contrayerba, usada como contraveneno pertenece a la familia moráceas. De Nueva Granada es la angostura, tónico amargo de la familia rutáceas
Con estas plantas llegaron otras de gran utilidad y/o de distinta procedencia como el tomate, maíz, pimiento, girasol, aguacate, tabaco, caucho, té, café, cacao, además de la patata y la judía, que influyeron notablemente en la vida de los ciudadanos, cambiando muchos de sus hábitos.
4.6. La Revolución Industrial.
La curiosidad intelectual de la Ilustración produce en el mundo anglosajón un proceso de transformación económica, social y tecnológica conocido como la Revolución Industrial que se inicia en Gran Bretaña y prosigue en Europa y América, repercutiendo en toda la humanidad. Da sus frutos en un siglo XIX en que la ciencia avanza en todas sus ramas. Dice Folch You que la Farmacia va a pasar de ser casi exclusivamente una actividad práctica a ser ciencia especulativa aprovechándose de cuantos avances se hacen en el campo de las matemáticas, física, química y medicina y los medicamentos van a ser estudiados experimentalmente, y se manufacturarán a gran escala, incorporando las nuevas tecnologías, tarea para la que el farmacéutico ha de estar preparado. Aparece la Bacteriología y la Quimioterapia y se incorporan los descubrimientos más variados. Desde los sencillos cuentagotas o las pipetas automáticas a las centrifugadoras, aparatos de vacío, filtros prensa, balanza de Mohr o prensa hidráulica. Y nuevos procesos como la percolación, la diálisis o la desinfección que permiten la fabricación de los inyectables.
Un descubrimiento revolucionario es sin duda la vacuna. Finalizando el siglo XVIII, el médico inglés Edward Jenner descubre la vacuna contra la viruela, cuya posterior generalización supone la salvación de innumerables vidas humanas y abre paso a una nueva ciencia: la Inmunología. A la de la viruela se unirán las de la poliomielitis, tuberculosis, gripe, difteria, tos ferina, tétanos, etc. hasta la que hoy ha evitado numerosos decesos por el virus que produce la Covid 19.
5. LA FARMACIA EN LA ÉPOCA DE LA COLEGIACIÓN OBLIGATORIA
5.1. Estudios de Farmacia. Organizaciones corporativas.
En 1780, Carlos III divide el Protomedicato en tres audiencias, quedando una para la Farmacia, que alcanza así su máximo nivel de representación institucional y convierte al Real Jardín Botánico de Madrid en primer centro oficial de enseñanza farmacéutica y en 1804 los estudios de Farmacia alcanzan su mayor grado en España por mor de una Cédula que aprueba y manda observar las Nuevas Ordenanzas dictadas para el gobierno de la profesión que otorgan a los farmacéuticos rango universitario. Esas mismas ordenanzas fundan los Colegios de Farmacia, de carácter docente, que empezaron a funcionar en 1806. En buena parte de estas tareas resultó decisiva la labor de los farmacéuticos Agustín José Mestre (1770-1836), natural de Piedrahita y Manuel Hernández de Gregorio (1771-1833), de Zapardiel de la Cañada.
En 1845 se crean en Madrid y Barcelona las primeras Facultades de Farmacia que los sustituyen y que cifraban en cinco cursos los estudios para ser titulados, cuyos costes recaían en su práctica totalidad sobre los farmacéuticos. A lo largo del siglo se crearán las Facultades de Granada, Santiago de Compostela y Manila.
En 1944 la carrera pasa a durar seis años, desdoblándose en dos muchas de las asignaturas existentes; de nuevo se acorta a cinco cursos en el año 1965 y se establecen dos ramas: Botánica y Química, que son sustituidas a partir de 1992 por varias de pre-especialización farmacéutica.
Un decreto de 1898 sienta las bases del régimen de los Colegios de Médicos y Farmacéuticos actuales, debiendo existir uno en cada capital de provincia y la obligatoriedad de estar colegiado para poder ejercer la profesión, que a partir de 1910 puede ser ejercida por mujeres.
Su objetivo es defender los derechos profesionales, velar por el cumplimiento de sus deberes y acabar con el intrusismo y cuyo cumplimiento se dilató en el tiempo, de forma que hasta 1917 no se consiguió la constitución efectiva de todos los Colegios en España.
Paralelamente se crearon los Partidos Farmacéuticos, se limitó el número de oficinas de farmacia en función del índice de población y se instauraron los Farmacéuticos titulares cuya labor está ligada al municipio y tienen funciones inspectoras y de asesoramiento.
En 1915, estos Colegios se agruparon en una entidad de carácter superior, el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, representante institucional de la profesión, que tiene categoría de Organismo Consultivo del Estado y ha trabajado porque los farmacéuticos dispusieran cada día de mejor formación y de herramientas que facilitasen su trabajo, velando por el cumplimiento de la deontología profesional y poniendo en marcha campañas sanitarias para contribuir al uso racional del medicamento y la mejora de la salud de los ciudadanos.
5.2. Especialidades farmacéuticas. El abandono de la formulación magistral.
El desarrollo de la Química permite identificar los principios activos de las diferentes drogas gracias a la aplicación de métodos analíticos cada vez más depurados. Los alcaloides se aíslan e identifican a partir de 1803 y mediado el siglo comienzan a surgir los grandes laboratorios que sintetizan gran cantidad de productos, que culminan con el descubrimiento de la penicilina en 1928, lo cual va a suponer un cambio sustancial en la Oficina de Farmacia por la fabricación a gran escala de las Especialidades farmacéuticas, medicamentos de carácter industrial, que hacia 1900 superaban los 50, y que comienzan a venderse ya elaboradas a las farmacias.
El Reglamento de 1919 las define como medicamentos de composición conocida, distinguido con el nombre del autor o denominación convencional, dispuestos en un envase uniforme precintado para la venta en las farmacias y pone orden en unos productos de fórmula secreta que habían comenzado a proliferar sin ningún control sanitario.
Su presencia en el mercado establece una diferencia considerable entre las farmacias de las grandes ciudades y las del medio rural. En las primeras el comercio de las especialidades, tanto nacionales como extranjeras, crece frenéticamente favorecido por la publicidad y porque las vías de comunicación son adecuadas, en tanto que muchos pueblos carecen incluso de carreteras y permanecen aislados hasta bien entrado el siglo XX.
Como consecuencia de ello y de la falta de renovación de componentes no oficinales en la formulación, la elaboración de fórmulas magistrales va decayendo sobre todo en las farmacias de las ciudades y a menor ritmo en las establecidas en el medio rural. La ley del Medicamento de 1990 les dio la puntilla ya que limitaba extraordinariamente la relación de principios activos en la formulación.
5.3. Sociedades Cooperativas.
El espíritu regeneracionista que surge en España para superar la gran crisis del 98 por la pérdida de las colonias y su influencia en el mundo, impulsa a los españoles a buscar nuevas fórmulas que permitan su supervivencia. En el caso de la Farmacia, se traduce en el desarrollo del asociacionismo que conduce a la creación de sociedades para abastecerse de productos de ultramar cuya adquisición se vio dificultada por la nueva situación internacional.
Nace así la primera de ellas, el Centro Farmacéutico Nacional en 1909, como organización de consumo y ahorro con sede en la capital, con socios y futuros clientes en todo el ámbito nacional, que abastece de drogas y medicamentos a las oficinas de Madrid y su área de influencia, en las mejores condiciones de calidad y precio, y con el fin de mejorar la situación económica y social del farmacéutico. Parte de sus beneficios se dedicaron a financiar la Caja de Socorros del Cuerpo de Titulares Farmacéuticos. En 1925, ante la falta de apoyo del Estado, se transforma en una Sociedad Anónima.
Es el modelo que terminará implantándose a lo largo de la geografía española. Así, en 1913, se constituye el Centro Farmacéutico Salmantino y mucho después, en 1951, la Cooperativa
Farmacéutica Abulense (COFABU). Casi todas ellas sucumbirán al carácter globalizador de la economía que se instaura ya en el siglo actual.
5.4. La farmacia en la zona de El Barco de Ávila y Piedrahita
Existen datos antiguos sobre la existencia de boticas en las localidades de la zona. Hernández Pierna recoge en la Transcripción de los Acuerdos Consistoriales de El Barco de Ávila y su Tiera la necesidad y la utilidad social de la existencia de boticas en el siglo XVII para atender a la población. Una realidad que perdura en el tiempo y ya a principios del siglo XX la farmacia rural es un establecimiento de dimensiones reducidas, con tres partes diferenciadas: despacho al público, rebotica o lugar donde se guardan documentos y libros profesionales y botica propiamente dicha donde se almacenan drogas y productos farmacéuticos así como utensilios de laboratorio para elaborar las fórmulas magistrales. Su existencia es en muchos casos precaria, por la situación general de la economía, que obliga a establecer igualas o cuotas anuales entre la población que el farmacéutico (un profesional universitario perdido en un ámbito rural con pocas posibilidades de intercambiar opiniones con personas de formación equivalente) se ve obligado a cobrar en especie. Algunas se ven abocadas a cerrar y otras sufren la prepotencia de los caciques locales que dificulta su normal funcionamiento.
Alberto Gomis y Ángeles Bernardo constatan para 1902 la existencia de un total de 76 farmacias en la provincia de Ávila para una población de 182.660 Habitantes. De ellas, 22 están en el partido de Ávila (44.868 hab.), 14 en el de Piedrahita (35.807 hab.) y 3 en el de El Barco (19.538 hab.).
Entre ellas está la Farmacia de Pedro Canalejo. Éste, natural de Santa Lucía de la Sierra, cursó la carrera en la Universidad Central de Madrid, licenciándose con 19 años en 1888 y abrió Oficina en la Calle Mayor de la capital de España. Pero añoraba su Sierra de Gredos por lo que se trasladó a Candelario en 1892 y en 1897 vendió esa farmacia para irse a El Barco, donde abrió su establecimiento en la Calle del Puente. Finalmente se cambió a la Plaza Mayor no 13 de esa localidad donde falleció en 1945. También desempeñó la labor de Farmacéutico Titular. De su botica hemos rescatado varios documentos.
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