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Lo inaplazable, la verdad
Diariodemallorca.es RAMON AGUILÓ
El señor Rajoy nos ha ofrecido en estos dos últimos años una panoplia de posiciones a cual más demagógica, a cual más mentirosa, a cual más irresponsable. No procede seguir denostando la gestión de Zapatero. Perdió el PSOE las elecciones. Cualquier invocación adicional no puede ser sino la cobardía de quien se lamenta del amargo sabor de los platos que está obligado a cocinar. Es el tiempo de Rajoy, cuya penúltima o antepenúltima mentira fue afirmar en sede parlamentaria que no volvería a hablar de la herencia recibida. Este hombre se desmiente a sí mismo cada día. Si no quiere cocinar, que está en su derecho, que lo deje, que nos pongan a uno que no nos dé la martingala de que si hace lo que tiene que hacer para salvar al país le dan náuseas, reflujos y vomitonas y le dan en el carné de identidad Artur Más, Griñán, Urkullu, Méndez, Toxo, los nacionalistas, los socialistas y hasta los españolistas. Puede que si la recuperación económica se retrasa y no palía el angustioso desempleo antes de las próximas elecciones generales –en el supuesto de que se tomaran los adicionales y necesarios recortes–, Rajoy las pierda. ¿Y qué? No fue elegido para que ganara las próximas elecciones, sino para que solventara los problemas del país.
¿Cuál es nuestro principal problema? Algunos apuntarán al coste de las autonomías, de la sanidad, de la educación, de nuestro precario e insuficiente estado de bienestar que no podemos financiar con una economía tan débil. Otros apuntarán a que es, precisamente, nuestra economía. Se ha hablado mucho del crecimiento económico de los últimos quince años. Pero el crecimiento del PIB estuvo basado en una inmigración como nunca había sido experimentada en este país. Si ponderamos este crecimiento por el aumento de habitantes, supera en muy poco el crecimiento de la UE al principio, para quedar al final claramente por debajo. Sin aumento de la productividad no hay incrementos del PIB. Y nuestra productividad está claramente por debajo de la de los países con los que comerciamos. Por eso era necesaria la reforma laboral. Porque las otras medidas para incrementar aquélla, la organizativa y la tecnológica, no dan de sí. Aquí no inventamos casi nada, toda la tecnología tenemos que importarla; la formación necesita tiempo. Y tenemos una de las deudas privadas más altas del mundo. Para salir del hoyo, pagar nuestro reducido estado de bienestar, reducir el paro y pagar nuestras deudas, debemos en primer lugar convencer a nuestros acreedores –los que nos dejan el dinero con el que pagamos nuestros servicios– de que vamos a crecer económicamente y por tanto de que les vamos a devolver su dinero con la retribución pactada. Si no hacemos esto no nos van a prestar, o nos van a prestar a un interés tan elevado que en uno u otro caso nos vamos al garete. Es lo que está pasando ahora con la prima de riesgo. Los acreedores no se creen que con las reformas que ha acordado Rajoy pueda devolverse su dinero. La subordinación del presupuesto –medio año perdido– a la política partidaria –las elecciones andaluzas– ha puesto en evidencia su frivolidad. Todo eso es lo que nos coloca en el disparadero del rescate. Rajoy ha cortado por lo sano con la inversión pública y con la investigación y la ciencia que son los que pueden hacer crecer, cuando debía haber contemplado los otros gastos: diputaciones, duplicidades del sistema autonómico, televisiones, clase política, gasto sanitario etc. O haber subido el IVA. Pero todo eso le supone votos. Quiere hacer simultáneamente reformas y conservar votos. Posiblemente sea ése un sudoku imposible. A quienes abogan por políticas presupuestarias keynesianas, cualquier economista serio les dirá que en una economía abierta como la española son inaplicables, sólo comportarían el aumento de la demanda interna y más importaciones, más déficit de la balanza por cuenta corriente, más déficit público, más catástrofe. El camino es austeridad, acabar con el despilfarro, con el abuso y mantener en lo posible los estímulos de la investigación y la inversión productiva.
Nuestro principal problema no es ninguno de los que he mencionado antes. Nuestro principal problema es el populismo. Estamos enfermos de populismo. Nuestra enfermedad es que no decimos la verdad. Por supuesto, hemos construido una estructura donde lo que cuenta no es el bien de la polis sino el bien de los políticos y otros instalados. Lo de la igualdad de oportunidades es un cuento chino. Los partidos no son sino agencias de colocación de un sistema político clientelar. Lo paradójico del asunto es que cuando aparecen signos de cambio, los que usufructúan el poder –en el gobierno o en la oposición–, alertan, alarmados, del peligro del populismo. Del peligro de ser desplazados. Más populismo que el que sufrimos es difícilmente concebible. El populismo es decir a la gente lo que se presume que ésta quiere oír. Afecta a todos. Incluso a los columnistas de cabecera, que son capaces de afirmar que los votos que tuvo Rajoy eran para tomar las medidas que fueren necesarias pero no para desmantelar el estado de bienestar. ¿Y si las medidas necesarias pasan precisamente por retocarlo? Deberían esos expertos explicar cuáles son esas medidas necesarias que no afectan al bienestar. Nos apuntaríamos todos, sin excepción.
No tengo a los dirigentes del partido popular por abnegados servidores públicos, pero tampoco por tontos. A la clase dirigente de este país, de derechas y de izquierdas, incluyo la periodística, lo que le gusta es ser aplaudida por sus correspondientes feligreses y disfrutar del poder, a ser posible bien retribuido. Y no les basta con estar retribuidos a los que gozan del poder, también tienen que estarlo sus cónyuges respectivos, especialmente si en un relevo de poder algunos/as quedan en la misma situación que más de cinco millones de españoles, en paro. Cuando lo necesario se les impone porque estamos experimentando ya el vértigo de la caída desde el precipicio adonde nos han llevado, entonces fruncen el ceño y declaran, temerosos y circunspectos, que el plato a servir viene impuesto de fuera por unos rigoristas luteranos. No somos los peores. Nos han acompañado en populismo –esa peste–, Grecia, Portugal, Italia… Ahora, cuando nos asomamos al abismo, es cuando más se echa en falta a un dirigente que, en vez de a sus acólitos, se dirija al país y le diga la verdad. Aunque el resto de las fuerzas políticas siga mintiendo.
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Triste realidad.Pero alguien debería recordarle al Sr.Rajoy insistentemente lo que decía cuando estaba en la oposición,y para eso,están las hemerotecas por si hay atisbos de duda.Todos sabemos que su partido tenía la solución de la crisis económica,y el abultado índice de paro,pero después de más de tres meses de gobierno,lo único cierto es que la situación ha empeorado por lo tanto,desde la actual oposición,habría que exigirle una inmedita explicación,a tanta falacia y promesas incumplidas.Es cierto que España no puede competir ni en tecnología,producción,como otros países del entorno,por lo que en éste aspecto,estaremos siempre en desventaja,pero sí los abusos y descontrol de todo lo público que desde siempre hemos tenido presente,no se ataja con valentía y decisión,nuestro futuro inmediato,se ve excesivamente negro.
Cada día,nos sorprenden con nombramientos de amigos y familiares que nunca han dado un palo al agua,en puestos exageradamente remunerados,bien como asesores de algo que no tienen idea.ünicamente,se trata de situar económicamente al personaje en cuestión en la mejor opción posible.Solamente con cortar de raíz todos los innumerables abusos y despilfarros que se producen en éste país,amén de la escandalosa y permisiva corrupción a la que ni la Justicia,ni tampoco el propio Gobierno pone freno,estoy plenamente seguro,que volveríamos a la senda de la normalidad.La deuda del Estado,Autonomías,Ayuntamientos e Instituciones Públicas en general,no son consecuencia de la actual crisis.Esas deudas se vienen arrastrando desde tiempos inmemoriales,porque las correspondientes inspecciones no se hacían con periodicidad y seriedad propias de un país con tendencia crónica a éstos menesteres.Esa frase actual tan manida de "hemos vivido por encima de nuestras posiblidades"no es otra cosa que haber permitido desde siempre,actitudes delictivas y lo que es más grave aún,que los culpables de todos éstos desmanes,disfrutan alegremente de total impunidad.
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