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El día que quiera suicidarse, le digo dónde y cómo
Cruzar La Castellana en Madrid sin prestar atención puede terminar en el tanatorio. Pero en Béjar los únicos peligros para la vida no provienen del tráfico de vehículos y tampoco de la naturaleza. No es una zona sísmica, no son frecuentes las tormentas eléctricas y tampoco es posible que se inunde. Si alguna vez lloviera como en el trópico y hubiera un corrimiento de tierra, de esos que sepultan pueblos, sería en La Hoya y no aquí. Y lo peor sería que se bloqueara la subida a La Covatilla.
Por tanto, suicidarse de mano ajena –de los hombres o de Dios— sería complicado. Pero la vida siempre ofrece la alternativa de la muerte. No hay más que ver cómo algunos prefieren suicidarse por su fe política para que uno se percate, como en aquella película de Jack Lemmon y Tony Curtis, de que “nadie es perfecto”. Sin embargo, el suicidio político no entra en esta historia de muerte.
Me refiero a abandonar el terrenal mundo y enviar al espíritu al lugar que merezca en el Cielo o el Infierno, que, por cierto, es el título de otra película americana. O al limbo de los que no se enteran de nada, ni del propio fin de sus vidas.
Es simple. Le explico cómo. Se ducha y se viste decentemente, cambiándose de ropa interior para no pasar vergüenzas post-mortem. Se da un paseo por el Parque de la Aliseda, para relajarse con el fluir de las aguas entre los rollos del río y se encamina, al Callejón del Rollo, por simple asociación. Sube por toda la calle Libertad, desde los cañones hasta 28 de Septiembre, cruza por el paso de peatones y unos metros más arriba se encuentra con el callejón. Toma por él, despacio y meditativo, pensando en lo que hubo y ya no habrá o en la recompensa que cree haberse ganado en su vida de buena persona; tal vez una bajada del IBI...
En ese momento, ya está en el sitio adecuado. Tome impulso y baje por la pequeña cuesta, escalonada donde se encuentra con la calle Libertad. Preferiblemente por la rampa para minusválidos, de manera que tenga una ligera aceleración final. Un paso más allá estará esperándolo una sombra oscura con una guadaña al hombro. La verá, mientras que en fracciones de segundo escuchará el retumbar de una música que imagina le han enviado de alguna parte como banda sonora a su paso efímero por la vida terrenal. ¡Y ya! Estará del otro lado sin sentirlo.
Por supuesto, usted nunca se enterará de qué sucedió; a menos que alguien por allá arriba –o allá abajo- le cuente que fue atropellado por un coche que circulaba a unos sesenta kilómetros por una calle peatonal con escasa visibilidad, debido a la entrada a la Puerta de Ávila y el giro a la derecha. Si se lo contaran como es debido también le dirán que allí hay una señal de límite de velocidad de 20 kms/h, pero que casi nadie baja a tanto y algunos ni siquiera bajan sino que aumentan la velocidad al compás de la música que escuchan y nos hacen escuchar; pero que usted no escuchó y si la escuchp se hizo el tonto porque su verdadera intención no era alcanzar la calle Libertad por ese punto sino dejar la vida en Libertad, que es algo distinto.
Un paso puede separar la vida de la muerte en ese punto. Bastan dos factores: un coche que no respete el límite de velocidad y crea que va a 20 cuando va a 60 kilómetros por hora y una persona que no tenga el cuidado de detenerse en el PARE para peatones que es la mínima acera de la calle Libertad y el Callejón del Rollo.
Finalmente, además del consejo a los aspirantes a suicidas, sería importante que los que quieran seguir viviendo extremen las precauciones y, sobre todo, cuando vayan con niños pequeños que corren Rollo abajo sin saber el grave peligro a que se exponen.
Esta es la segunda vez que comento sobre los peligros de la Puerta de Ávila y su doble función de calle peatonal con circulación de vehículos. No habrá tercera. Le toca a la Policía Local. Si ésta quisiera evitar o disminuir notablemente el peligro para la integridad física de las personas que ese lugar representa, y, de paso, incrementar las arcas públicas y así ayudar a los bejaranos que ponen la materia que la tijera corta, estudiaría con Tráfico la colocación en esa esquina de un radar, de esos que hacen la foto y te llevan la denuncia a casa. ¿O lo dejamos para beneficio de la industria funeraria?
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Y no cuentas todo lo malo, que es que aunque está prohibido, más de uno y más de 10, vuelven desde la puerta de la villa para en dirección prohibida ir por ese tramo de calle libertad para salir de la puerta de la villa, y como saben que está prohibido (el que no lo sabe, lo intuye o o lo ve)lo hacen también a ese límite en que la guadaña caerá sobre el que saque el morro por esa esquina de la foto. Tu lo has dicho 2 veces y yo alguna más, esperemos que ninguna vez nos tengamos que acordar y lamentar.
Precisamente en ese lugar se han producido ya varios atropellos, pero quien tuvo la idea de suprimir las aceras que ante servían para ordenar el paso de personas y vehículos. Pues a EL deberían ir dirigidas todas las quejas.
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