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El Bosque: “Había una vez…”
El Duque de Béjar, el que quiso y tuvo un jardín renacentista con palacio y caballerizas, con ciervos y siervos, no debe estar en el cielo. Si estuviera, ya habría hablado con San Pedro para que ordenara, desde lo alto, que un rayo partiera en dos a alguien en su antiguo feudo. Si estuviera, no habría cometido el error de dejar de gestionar, en la administración pública de lo divino, un merecido castigo a los herederos de su propiedad.
El Bosque, que hasta no hace tanto era la niña de los ojos de las administraciones terrenales y, por tanto, pecadoras, se va a pique. Y arrastra al fondo lo que se ha dicho, repetido y vuelto a repetir: es lo mejor que Béjar podría mostrar y utilizar en beneficio de su desarrollo como ciudad que pretende —con poco éxito— vivir del turismo: la tabla de salvación de las economías venidas a menos.
Al parecer, la economía venida a menos de Béjar tiene algún oscuro prejuicio que impide que lo viejo, atractivo y en desuso que queda de los tiempos de progreso se transforme en su tabla de salvación. Estando casi todo en esta ciudad viejo y en desuso no es una mala idea la de pulirle la pátina del tiempo y sacarle un brillo que atraiga. Pienso, sin temor a errar, que eso era lo que pretendieron durante años los gobiernos municipales.
Son muy recientes esos estudios, los proyectos y las propuestas para sacarle el brillo al legado de los duques de Béjar, a las ruinas de la industria textil, a la historia de la ciudad y a su patrimonio cultural y arquitectónico, que sin ser espectacular tiene sus cosas interesantes. De todo eso, lo único logrado ha sido que la procesión del Corpus Christi, con sus hombrecitos verdes, tenga un título… y contados turistas.
Béjar lleva tiempo debatiéndose entre las inversiones audaces y las inversiones en bienes del pasado, pero no acaba de dar en el clavo; probablemente porque no tenga un martillo capaz de hacerlo. No hay que tener mucha memoria para recordar aquellas discusiones en torno a dónde tendría que estar el Parador Nacional ¿En El Bosque, en el Palacio Ducal o en La Cerrallana? Era un hecho, anunciado con un grito de “tierra a la vista” como el de Rodrigo de Triana. Y terminó siendo un espejismo. Otro espejismo.
Pero quedaba El Bosque sin Parador Nacional, una joya en bruto que sólo había que pulir. En cambio, ese sueño, aun estimulado por el pedigrí de Bien de Interés Cultural (BIC), se está convirtiendo en pesadilla, en saco roto, en un trasto viejo en vías de extinción que sólo aporta problemas y que ya no figura en ninguna perspectiva, cercana o lejana, que no sea chiringuito o casa de veraneo de algún otro duque de los tiempos modernos.
Dentro de unas cuarenta y ocho horas hará un mes que una tormenta arrancó parte del tejado del palacete de El Bosque. De uralita, por cierto. El hueco sigue abierto y las filtraciones al interior continúan sobre maderas podridas, atravesadas por un bombero al pisarlas. Ya no es el Palacio de Verano de un duque ni otro sueño de verano para las pretensiones de desarrollo a partir de la historia y el patrimonio.
El agua escapa del estanque y se sume por las grietas de las “mejoras”. Las caballerizas son oficialmente ruinas y sólo sirven para almacenar tejas: las que no se utilizan para reparar los daños del edificio sino para alguna otra actividad constructiva de mayor prioridad fuera del perímetro de El Bosque. Se las llevan en camiones y nadie a quien haya preguntado me ha sabido responder para qué estarían destinadas, ni si las caballerizas de El Bosque funcionan como almacén de materiales de construcción.
¿Qué es un Bien de Interés Cultural sin interés, sin techo y sin cultura? Por el momento, sombra de lo que fuera; más adelante, ni eso. ¿Qué es un BIC que se queda sin techo mientras se pavimentan las calles de su entrada sur? ¿Para qué se necesita una entrada hormigonada con áreas de aparcamiento para autobuses junto a un BIC en ruinas, podrido y con un agujero en la cubierta (de uralita) como impacto de mortero?
El Ayuntamiento, al parecer, está esperando que alguien pague los daños. Será, tal vez, con el propósito de preservar el presupuesto municipal para “actuaciones” más importantes como la elefanta de la Cabalgata de Reyes. En tanto alguien se digne a parchear la cubierta del palacete, la administración no duerme. Para nada. Busca con ahínco algún inversor de cuenta corta, alguien a quien ponerle en las manos El Bosque, con secuoya y todo, para crear empleos con un nuevo chiringuito de nombre histórico como “Doña Guiomar” o moderno como “El Zúñiga Salao”.
Digamos, por favor, adiós a El Bosque, que ni sombra queda de lo que fue ni sombra habrá en lo que pudo haber sido. El icono de Béjar será la caricatura que ilustre un cuento infantil que comenzará como todos los cuentos: “Había una vez…”.
- Aqui estamos con los
hace 5 horas 7 mins - Seguid calentando "a las >
hace 7 horas 1 min - Aquí hay mucho Koldo.
hace 7 horas 10 mins - No entiendo muy bien lo que
hace 8 horas 50 mins - En esta historia el listo
hace 22 horas 37 mins - Que esperas de una personas
hace 1 día 8 horas - Trabajadoras las tristes??
hace 1 día 8 horas - sospechosos de cometer
hace 1 día 8 horas - Seguid calentando "a las
hace 1 día 9 horas - Se nota que la universidad
hace 1 día 18 horas
Gracias, Reynaldo, incluso por ese pesimismo que comparto. Como muchos bejaranos saben, llevo dedicando tiempo de estudio a El Bosque desde 1992, pero también he aportado propuestas personales o colectivas (desde el Grupo Cultural San Gil) para que este hermoso lugar tuviera un futuro digno, siempre basado en el conocimiento y no en las ocurrencias. Desde hace algún tiempo, cuando comprobé el daño causado por las intervenciones jardineras en torno al estanque, perdí toda esperanza de que El Bosque se librara del mal gusto de nuestro tiempo, de la falta de autenticidad y de las veleidades sin sustancia de la casta política (plaga dañina donde las haya), así que seguiré dedicando tiempo a esta villa de recreo a través de la tesis doctoral que realizo en la ETSAM de Madrid, pero nunca en las visitas guiadas que con envidiable tesón siguen realizando mis compañeros de San Gil (y he guiado cientos de ellas durante mis años de docencia en Béjar, cada viernes de cada mes de cada año durante cinco o seis). Prefiero conocer el lugar a través de los documentos que asistir a su ruina inducida (insisto en que esto es un delito y el Ayuntamiento y la Junta deberían pagar por ello: ¿cómo es posible que el tejado siga sin reparar?). No tengo estómago para tanta decadencia y menos para soportar la estulticia de quienes lo han llevado hasta ese estado. Sigo pensando que las propuestas que se presentaron desde 1992-1993 son válidas, viables, razonables, y si se hubieran puesto en marcha por entonces (en vez de la sarta de ocurrencias que iban saliendo al paso), tendríamos un Bien Cultural en perfecto estado y produciendo beneficios sociales desde hace ya dos décadas (no la panacea que algunos buscan, simplemente un recurso más con capacidad para generar riqueza). Pero como ya dijera Schiller -perdonad si me repito-, "Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano", así que me temo que no hay remedio, al menos mientras no tengamos al frente de las administraciones personas más sensibles y mejor formadas. E insisto: la inducción a la ruina (por acción o por omisión) es delito, aún más grave si se trata de un valioso Bien de Interés Cultural y todavía peor si es la propia administración la que lo comete. Saludos desde Segovia. Pepe Muñoz / DNI nº 8.104.629-G
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