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El Jardín Romántico de “El Bosque”: un hijo de su tiempo. Aproximación al momento histórico de su construcción (Segunda parte)
Isabel López Blázquez, jardinera
Podemos especular y hacer mil cábalas respecto a la conveniencia de la existencia de un jardín romántico en nuestra villa renacentista, pero lo único que es obvio y palpable, es que las suposiciones no sirven de nada ante la realidad que se encontraron quienes en 1943 valoraron las cualidades de El Bosque hasta su declaración como “Jardín Histórico" en 1946: una villa suburbana del Renacimiento que ha sobrevivido al paso de la historia, pero en la que la historia ha dejado la impronta de sus diferentes épocas y en la que en el siglo XIX se erige un Jardín Romántico, construido durante el romanticismo por su legítimo propietario.
Lo que ha llegado hasta nuestros días, en esa terraza concreta, es el producto de una de las muchas revoluciones del siglo XIX: la Revolución Paisajista, contestación desde el arte de la jardinería contra los excesos del Barroco y del racionalismo francés. Es también la forma de exhibir el poder que tiene la nueva clase social dominante, en pugna con la aristocracia: la burguesía, que no desplaza a la nobleza, sino que con el paso del tiempo y por distintos méritos y enlaces matrimoniales, también obtiene títulos nobiliarios o se comporta como una nueva aristocracia, formando parte de ella misma, e incluso adoptando gran parte de su parafernalia cortesana y social, aunque en muchos aspectos, como en este jardín, adaptados a los gustos y modas de la época.
El romanticismo no llegó de forma uniforme ni lineal a todos los ámbitos, y en España se retrasó hasta la muerte de Fernando VII. Fue una lucha entre las diferentes restauraciones del Barroco y el Neoclasicismo, conjuntamente con la pugna política de quienes apostaban por unas corrientes u otras, según los valores que cada una de ellas promovían. Hay que entender que cada campo experimentó su propia transición hacia el romanticismo: Goya fue un claro ejemplo de esa transición entre corrientes artísticas y, desde luego, la jardinería es un arte que compromete a todas las ciencias. Es la más completa y compleja de las artes, en tanto que es una forma de expresión que involucra a otros campos artísticos (como se demuestra durante el periodo del Jardín Pintoresco de finales del siglo XVIII, en el que se trasladan a los jardines los paisajes representados por los pintores del momento),
Ya desde el último cuarto del siglo XVI se introduce un componente selvático en los jardines, inicialmente parques arbolados como el de Pratolino (Italia), o bien ordenados mediante calles radiales, como en Aranjuez; este componente se mantuvo en el entorno de los grandes jardines barrocos franceses de la segunda mitad del siglo XVII, con antecedentes en el de Richelieu (1631-1642), en forma de bosquetes, dejando mayor protagonismo a la naturaleza. Se puede considerar como antecedente de este tipo de jardinería el Château de Richelieu junto a su “ciudad modelo”, un conjunto proyectado por el arquitecto Jacques Lemercier, y cuyos jardines o “lugar de placer” estaban rodeados de bosques; en estos jardines trabajó el padre de André Le Nôtre, ya que estuvo al servicio de su propietario, el Cardenal Richelieu, desde 1629. Posteriores a estos jardines fueron los de Vaux-Le-Vicomte (en Maincy, Francia) (1656) y Versailles, (París, Francia) (1661-1682), ambos creados por André Le Nôtre. Es precisamente en los bordes de estos jardines donde se proporcionan lugares para pasear, tener reuniones íntimas o simplemente acceder a paisajes menos formales que los que ofrecían los rígidos parterres centrales, anexionando o creando bosques y bosquetes que se "amueblaban" con estatuas, cenadores, rías y puentes. Esto es tan visible en Versailles como en el Real Sitio de la Granja de San Ildefonso o en los Jardines de Aranjuez, reformados por entonces.
Tampoco se debe despreciar el arte como símbolo cultural del poder de las naciones hegemónicas en cada época. Si durante el siglo XV-XVI los territorios que pertenecían a la corona española o tenían algún vínculo con ella (como podía ocurrir varios estados de la Península Itálica) impusieron las ideas humanistas durante el Renacimiento y Francia llenó Europa con sus jardines barrocos entre los siglos XVII y XVIII (aunque el Barroco se expresara de diferente forma en Italia, que en Francia o en Inglaterra), no debe extrañarnos, de hecho es lo habitual, que cada país hegemónico ejerza su influencia cultural sobre el resto en el momento en el que es potencia mundial, y eso ocurre con Inglaterra y su Jardín Pintoresco y Paisajista en los siglos XVIII y XIX, en plena Revolución Industrial. Por otra parte, el hastío que había producido el Barroco en Europa provocó un retorno a los trazados clásicos (el Neoclasicismo), o la búsqueda de nuevas fórmulas para crear jardines menos racionales, siendo a principios del siglo XVIII cuando John Vanbrugh (1664-1726), con su jardín de Castle Howard (condado de Yorkshire, Inglaterra) en 1705 y William Kent (1685-1748) con su remodelación del jardín de Chiswick House, (Hounslow, Inglaterra) (1729) pusieron las bases de la nueva jardinería que inspiraría a los arquitectos y jardineros de su propio tiempo y de todo el siglo XIX, basándose en las ideas filosóficas de David Hume (1711-1776) y en los paisajes orientales que relataban los viajeros que iban y venían de China, aunque fue Lancelot Brown, conocido como Capability Brown (1716-1783), quien realmente revolucionaría la jardinería inglesa durante el siglo XVIII, con creaciones paisajistas que imitan deliberadamente a la naturaleza. Capability realizó más de un centenar de jardines, entre ellos el de Badminton House, en ( Gloucestershire, Inglaterra) (hacia 1768), el de Burghley House, (Lincolnshire, Inglaterra) “casa prodigiosa” de la época de Isabel I de Inglaterra, en la que Capability crea un jardín paisajista en 1754. La influencia de este paisajista llegará hasta finales del siglo XIX, tanto en el Reino Unido y resto de Europa, como en Estados Unidos, donde, inspirados en este tipo de jardines, inaugurarán Central Park en el New york de 1847. Como apunte que me parece interesante en cuanto al tratamiento que se da a los jardines históricos en otras partes de Europa, y lo escandalizados que nos mostramos aquí ante cualquier gasto que se hace en El Bosque, quiero señalar que el jardín de Chiswick House, fue restaurado en el año 2010 y se invirtieron en él 14 millones de euros, de forma que puede contemplarse en perfecto estado la obra de Willian Kent.
A la vista de todo lo que acontece con el diseño de los jardines y su evolución a lo largo de la historia, es impensable para la mentalidad de un miembro de la “aristocracia de fabricantes” del siglo XIX (como diría Pascual Madoz), recrear un jardín del siglo XVI, sobre todo en una España que en aquel momento seguía inmersa en la vorágine de los descubrimientos botánicos tras los hallazgos y estudios del sueco Carlos Linneo (1707-1778), de relevancia mundial, que revolucionó la botánica con su taxonomía y la nomenclatura binomial, al que precedió el español Joseph Quer Martínez (1695-1764). La importancia de Linneo es tal que llega incluso a influir en los descubrimientos y estudios del siglo XX. Sus descubrimientos y la publicación de su libro Species Plantarum (1753) fueron muy seguidos por diferentes sociedades linneanas en el mundo, incluida España, y divulgadas en sus propias revistas durante el siglo XIX, como el Journal of the Proceedings ot Linnean Society y el Journal ot the Linnean Society (Revista de la Sociedad Linneana de Londres, sucesora de la anterior), con firmas tan notables como la de Charles Darwin; fueron también muy importantes otros autores, agrónomos y botánicos muy prolíficos en sus obras y tratados, como Esteban y Claudio Boutelou Agraz (1776-1813 y 1774-1842, respectivamente), españoles de origen francés; tratadistas de jardines como Casimiro Ortega (1741-1848), botánico, médico y poeta, subdirector del Real Jardín Botánico de Migas Calientes, propiedad del médico francés Louis Riqueur; Melitón Atienza Sirvent (1833-1868), catedrático de Agricultura en el Instituto Provincial de Málaga y que desde 1856 venía reclamando cambios importantes, tanto en la estética de los jardines de Madrid, como en la modernización de la agricultura en España, cuestión compartida con Isabel II, que llegó a ordenar un inventario de todas las plantas que se cultivaban en España con la intención de ampliarlo a nuevos cultivares de más especies por avance de la agricultura (aunque tal inventario, parece ser, no llegó a realizarse); Melitón Atienza Sirvent, al igual que otros, trabajó en las aclimataciones de plantas exóticas y consiguió la adaptación de varias especies en Málaga, mientras Pablo Boutelou lo hacía en Sevilla.
El XIX es el siglo en el que comienzan a proliferar los viveros comerciales en España, más allá de los que abastecían a los jardines de Madrid, como el de Migas Calientes o el del Real Jardín Botánico, y se crean viveros cuyo fin es la venta de planta a particulares en sitios como Vitoria o Valencia, por citar dos ejemplos importantes. Es particular el caso de los viveros Veyrat (Valencia), que adquieren gran protagonismo en esta época, desde la llegada de esta familia de origen francés a España en 1865, y que abastecen de planta a diferentes ciudades del país, desde particulares para la creación de jardines privados (el “Coto de Nuestra Señora del Carmen” en Peñacaballera, Salamanca), hasta administraciones públicas como el Ayuntamiento de Totana (Murcia) para la construcción de un cementerio.
También es la época en la que el gallego Ramón de la Sagra (1798-1871), botánico, profesor y economista, funda en Cuba el Instituto para la Agronomía en 1829. Entre 1821 y 1831 fue director del Jardín Botánico de la Habana, dotándole durante esa década del carácter científico del que carecía en 1817, cuando fue fundado, pues dicho Instituto se había creado con el único fin de abastecer de plantas tropicales al Jardín Botánico de Madrid. Ramón de la Sagra mantiene relaciones muy profusas y divulgativas con los jardines españoles de Madrid, Cádiz y de ciudades europeas como Ginebra, Londres, París, Padua, Berlín y otras, con el afán de modernizar y ampliar los cultivares, favoreciendo el intercambio de semillas para sus aclimataciones en diferentes países, incluida España, a la vez que colabora con Pierre Joseph Proudhon para crear una Banca Popular en nuestro país, o intenta mejorar la producción agrícola en Cuba luchando contra la esclavitud.
Otra práctica que viene siendo habitual, y que en El Bosque se ha visto tanto en las fotografías que han llegado hasta nuestros días como en el acervo documental, es el uso de macetas y contenedores de madera o cerámica para adorno del jardín en sus diferentes épocas, tal y como he explicado anteriormente, y cuya información procede del aporte del Grupo Cultural San Gil a los redactores del Plan Director de El Bosque y su Entorno (Mayo de 2001), referencias consultadas en el Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Fondo Osuna. Actualmente es posible localizar fotografías de El Bosque, de finales del XIX o principios del XX, en las que aparecen cajones de madera con plantas que pudieran ser bananos (Musa paradisiaca)o bien abacá (Musa textilis), en otras aparecen macetas de áloe (Aloe vera) entre las hortensias (Hidrangea macrophylla). No es nada extraño, ni errático o fruto del azar esta práctica, la del uso de maceta o contenedor como complemento decorativo en los jardines. Si bien en España, especialmente en el Al-Ándalus del siglo X, los árabes ya usaban las macetas como forma de adornar con plantas y flores los patios de sus casas, con el fin de crear un espacio de frescor en el que hacer gran parte de la vida familiar y recibir a las visitas, creando lo que hoy llamamos el “Patio Andaluz”, en Holanda se empezaron a usar como medio necesario para el cultivo del tulipán, bajo invernaderos de cristal, sin embargo, el uso compositivo en jardines que se le da al cultivo en maceta o contenedor de madera durante el siglo XIX, lo inicia Richard Mique (1728-1794) en Le Petit Trianon, en su “Haumeau de la Reine” (aldea de la reina), usándolas como atrezzo de este paisaje recreado artificialmente. Aunque dicho jardín fue construido para Mme. de Pompadour, amante del Rey Louis XV (1754-1793) que fallece en 1764, antes de que terminara su construcción, realmente es durante el reinado de Louis XVI y por las excentricidades de María Antonieta de Austria (1755-1793) cuando Le Petit Trianon alcanza su apogeo. Esta reina ordena construir una aldea, con su granja y sus huertos en este jardín, al objeto de escenificar el bucolismo de la vida pastoril, era el escenario en el que ella representaba el papel principal, lo que la servía para alejarse de sus responsabilidades como reina. Se construye pues un pueblo con 12 casas, adornándose las ventanas, los balcones y los accesos, con macetas, en las que se cultivaban principalmente geranios, pero cuya composición y contenido era fácil de cambiar consiguiendo un efecto decorativo diferente cada temporada. Debido a que son fáciles de mover y permiten cambios rápidos y sorpresivos en las composiciones, comienzan a usarse como adornos de fuentes, gradas y mezcladas entre los cultivos, más estáticos de los parterres en los jardines, una técnica que empieza a ser recogida y difundida por la literatura especializada del momento. Es en el siglo XIX cuando empiezan a ser más abundantes las publicaciones sobre jardinería, agronomía y botánica en español, ya que hasta este siglo y durante los inicios del mismo, gran parte de estos tratados eran franceses o ingleses, por lo que era común contratar jardineros franceses o españoles que supieran francés; una de las publicaciones que alcanzó mayor difusión trataba precisamente del cultivo en macetas y aparece en 1858 en España: Tesoro de la jardinería de ventanas, balcones y terrazas o el arte de cultivar en tiestos y cajones y modo de formar jarrones y tapices de verduras, publicado por la editorial de Ramón Campuzano El libro de Oro, aunque otros, como los citados hermanos Boutelou, también hacen referencia al adorno con macetas en los jardines en su libro Tratado de las flores en que se explica el método de cultivar para adornos de los jardines, Madrid, 1804.
Pero no es mi intención en este escrito hacer una reseña exhaustiva sobre la historia de la jardinería y la botánica, sino simplemente situar el contexto previo en el que se crea y se desarrolla el jardín romántico de El Bosque que ha sobrevivido hasta nuestros días a pesar del abandono y la degradación que sufre, y que creo que habría que conservar y recuperar incluso aunque no estuviera ubicado en un BIC, puesto que, por su antigüedad y tipo, constituye por sí mismo un jardín histórico dentro de otro y como tal hay que tratarlo, según establece la Carta de Florencia y otros documentos internacionales suscritos por España, tanto de ICOMOS como de la UNESCO, y nuestra propia legislación estatal y autonómica.
El paisajismo inglés, con inspiración en el paisajismo oriental, chino y japonés, al que además se sumó la influencia del paisajismo alemán, cuyos jardines son aparentemente desordenados, son fruto del esfuerzo científico y artístico de las personas más avanzadas en esta materia en sus respectivas sociedades del siglo XIX, son producto del intercambio colectivo, tanto de los conocimientos de las técnicas como de las propias plantas y semillas.
- Su observación es muy
hace 12 horas 31 mins - GECOBESA, ANEBESA... le
hace 13 horas 10 mins - Para la mayor parte de la
hace 1 día 6 horas - En absoluto se trata de
hace 1 día 14 horas - es para reirse o para
hace 2 días 6 mins - Ah, bueno. Ahora sí que
hace 2 días 3 horas - La respuesta es que una
hace 2 días 3 horas - "Yo no se qué credibilidad
hace 2 días 3 horas - Yo no se qué credibilidad y
hace 2 días 4 horas - La central del Tranco del
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