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El Jardín Romántico de “El Bosque”: un hijo de su tiempo. Aproximación al momento histórico de su construcción (Primera parte)
Foto de Isabel López BlázquezIsabel López Blázquez. Jardinera
Este artículo se publicó en Béjar.biz en enero de 2021
Dados los malos augurios que se ciernen sobre el Jardín romántico, volvemos a recordarlo
Preámbulo: La villa renacentista El Bosque como un libro abierto, paseable, a través de la historia de la jardinería. Del Jardín renacentista al Jardín romántico.
“Un jardín histórico es una composición arquitectónica y vegetal que desde el punto de vista de la historia o del arte, tiene un interés público y como tal está considerado como un monumento” (Carta de Florencia, art. I; 15 de diciembre de 1982).
“Su aspecto es pues el resultado de un perpetuo equilibrio entre el movimiento cíclico de las estaciones, el desarrollo y deterioro de la naturaleza y de la voluntad artística y artificio que tiende a perpetuar su estado” (Carta de Florencia, Art. II, 15 de diciembre de 1982).
“Jardín Histórico es el espacio delimitado, producto de la ordenación por el hombre de elementos naturales, a veces complementado con estructuras de fábrica, y estimado de interés en función de su origen o pasado histórico o de sus valores estéticos, sensoriales o botánicos.” (Ley 16/1985 de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español, Art. 15, punto 2)
Un jardín se puede definir como “todo ente con voluntad estética que desarrolla sobre el terreno una estructura limitada, fundamentalmente vegetal, bajo el dominio físico y legal de un propietario” (Plan Director de El Bosque y su Entorno, Vol. I, Memoria, p. 11, noviembre de 2000).
Yo resumiría diciendo que un jardín es "la dialéctica constante entre la naturaleza y la capacidad creadora del ser humano y que ésta se muestra de diferente forma en cada época, de acuerdo con la cultura, la filosofía, el desarrollo técnico y la estética imperante en el momento de su creación".
No haría falta mucho más para describir lo que es El Bosque de Béjar, una villa renacentista que, sin perder su integridad ni su identidad, conservando cada una de sus partes, contiene un jardín del siglo XIX sin que eso reste un ápice del sentido con el que fue construida antes de 1567: recreo, divertimento, retiro, contemplación de la naturaleza, reposo, disfrute, cultivo y recolección. Recoge pues, la influencia de los cánones arquitectónicos que estableció León Batista Alberti en su tratado De re aedificatoria, escrito en torno a 1450 y, que junto a las que establecieron otros creadores de villas y jardines en la Península Itálica, se extendieron por toda Europa. Sin embargo, es destacable la importancia de las ideas de Plinio el Joven, recogidas también por Alberti, y el hecho de que el futuro duque Francisco II tuvo en la biblioteca familiar hasta tres ejemplares del Epistolario de Plinio, pero ninguno de Alberti. Son características significativas, en cuanto a la impronta de los autores italianos, la situación de El Bosque respecto de Béjar: alejada, pero no en exceso; cuyo acceso se realiza a través de una suave pendiente; su orientación solar: en eje este-oeste, para aprovechar al máximo la luz del sol; la proximidad de una fuente de abastecimiento de agua (el Arroyo del Barquillo); La división de la villa en espacios con uso propio que sin embargo componen un todo indivisible: casa, jardines, prados, huertas, espacios para la pesca y la caza. En la villa renacentista bejarana se unen otras influencias, como la tradición hispanoárabe, mucho más antigua que las enseñanzas humanistas, y que se manifiesta en las técnicas y usos del agua, las formas compositivas mediante ejes quebrados, la ubicación de albercas y canales de riego (acequias, regaderas, caceras). Sin embargo, en El Bosque tampoco es decisiva esta influencia, aunque el palacete no esté situado en el eje principal, sino en otro transversal, aunque una de las funciones de la lámina de agua del Estanque Mayor sea la de hacer de espejo de la naturaleza que le rodea y del cielo que tiene sobre sí (a pesar de todo esto, sí consta la contratación de dos maestros moriscos para las conducciones de agua de la Fuente de los Ocho Caños en 1577).
El jardín Romántico, Paisajista, Inglés o Anglo Chino, o incluso Victoriano, como también se les denominaba por su coincidir con el reinado de la reina británica, Victoria de Hannover (1819-1901), se construye, como muchos de este tipo, desde finales del siglo XVIII y a lo largo de todo el siglo XIX, llegando incluso a las primeras décadas del siglo XX, ya como jardín tardo-romántico o jardín ecléctico. En Béjar, la ejecución del jardín que ha llegado a nuestros días tiene lugar hacia el año 1871, de la mano de Cipriano Rodríguez-Arias Corón (1803-1890), como propietario legal, tras comprar la villa en 1869 a Mariano Francisco de Borja José Justo Téllez-Girón y Beaufort-Spontin, en adelante Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna y XV duque de Béjar (Madrid, 1814-Château de Beauraing, Bélgica, 1882). No sabemos a ciencia cierta si quedaban restos suficientes del jardín renacentista que pintó Ventura Lirios en 1726, aunque es lo más probable; todavía hoy se conservan algunos vestigios arquitectónicos, como el frente con moldura abocelada en el muro de la Fuente del Escudo que, sin embargo está compuesta por piezas de diferentes épocas (un escudo descontextualizado del primer tercio del siglo XVI, una pila del siglo XVIII y un soporte del siglo XIX o principios del XX); o como la única fuente de taza que se conserva de las cuatro que suponemos debió haber y que está situada en el cuadrante sureste.
Precisamente es el período de 1777 a 1869 el que constituye la mayor incógnita sobre lo que sucede en El Bosque, la etapa de Téllez-Girón hasta su venta a la familia Rodríguez-Arias. Si la terraza que hoy ocupa el Jardín Romántico pudo estar ajardinada según el modelo barroco francés de André Le Nôtre, de la misma forma que se convirtió un arco de triunfo en una fuente monumental de estilo barroco como ocurrió con la Fuente de la Sábana, es algo de lo que no quedan vestigios ni apenas pruebas documentales. Sí se sabe que los proyectos del período barroco, pese a que eran ambiciosos y mostraban el gusto del duque Juan Manuel II por el jardín francés, se quedaron en poca cosa y lo único que ha llegado a nuestro tiempo es la Fuente de la Sábana, aunque se documentan interesantes propuestas, tanto del duque como de sus apoderados y criados mayores, así como del abate Enmanuel Jouin, en una agenda fechada entre 1715 y 1724, en la que se habla paseos con bandas de gazon, plantaciones “a cordel” de álamos negros y castaños entrelazados en la llamada “Calle Nueva”, (hoy desaparecida, pero que en documentos posteriores a la muerte del duque figura como “calle del señor Don Pedro”, por conectar con la puerta del mismo nombre, también desaparecida); un potager en la huerta; grandes tiestos con naranjos en el jardín clásico y una destilería a cargo de expertos botánicos. En relación con esta iniciativa, se cita primero a italianos para conseguir una fondería como la del duque de Florencia en Béjar, pero posteriormente y en la misma agenda se cambia de idea y se proponen botánicos franceses, con el objeto de cultivar plantas medicinales y destilar alcoholes como el de romero).
No hay constancia, sin embargo, de que se empleara a trabajadores extranjeros para esta labor, ni de que se llevara a cabo tal fondería en la Casa del Bosquero, como se proponía, pero sí la hay de que se cultivaran con uso medicinal u ornamental algunas solanáceas de efectos medicinales tan potentes como peligrosos. Los informes palinológicos de 2003, realizados por la empresa Strato, revelaron el cultivo de mandrágora (M.autumnalis o M.officinarum), belladona (Atropa belladona), toloache, término confuso que puede referirse a dos variedades de Datura, a saber: Datura ferox y Datura estramonio así como a la Brugmasia cándida. Se cultiva también el beleño negro (Hyosciamus niger) y, según se recoge en una publicación farmacéutica, en 1867 seguía floreciendo el beleño negro en El Bosque. Si se decidiera la reintroducción de estas solanáceas tengo que decir que he recogido semillas de beleño y estramonio, tanto en el prado noroeste de El Bosque como en su actual camino de acceso, y que puedo documentar la germinación espontánea de una belladona en el jardín norte del palacete durante el 2020. Si bien el estramonio es una planta fácil de localizar en esta zona, en cualquier escombrera, cuneta o incluso huertos cultivados, la belladona y el beleño son plantas más hurañas. De la mandrágora no tengo constancia y sería un verdadero hallazgo botánico e histórico localizar un pie de esta planta.
Entre los proyectos del duque Juan Manuel II se proponía también la creación de un parque que albergara caza mayor y menor en el castañar de El Bosque y la mitad del Prado Bajo. La intervención en el jardín de cuadros se vería reducida a la instalación de dos fuentes de mármol (que hoy no están en el jardín), propiedad de los duques de Osuna, y a la instalación de macetones con naranjos fabricados en cerámica de Talavera y con la heráldica de la familia. Es de esta época la conversión de las antiguas Huertas de Arriba en pastizal hasta la puerta de Palomares, se describe así mismo la poda de los morales y nogales que hubo en la parte norte del Prado Bajo; también la mejora de las bandas de cultivo y frutales que flanqueaban la Calle Nueva, cambiando los cultivos por praderas y manteniendo los frutales. Como vemos, la mayor parte de estas propuestas no llegaron a realizarse, y las que se realizaron tampoco fueron reformas estructurales sino ornamentales y de jardinería; fueron impulsadas por el duque Juan Manuel Diego López de Zúñiga y Castro entre 1705 y 1727, justamente en la época de transición entre la dinastía de la Casa de Austria y la de la Casa Borbón. Es obvio que este duque de Béjar conocía y sentía gusto por los jardines franceses de su época, y que él mismo visitó en 1701, al formar parte de la comitiva que trajo a Felipe V a España y posteriormente durante las campañas de la Guerra de Sucesión en las que él apoyaba al candidato Borbón, Así mismo, conoció los jardines de la Península Itálica del siglo XVIII, al participar en la batalla de luzzara durante esta guerra. Esta etapa atestigua, otra vez, y así será también durante el siglo XIX, que en El Bosque, sus sucesivos y legítimos propietarios realizan las adaptaciones que creen pertinentes, según los gustos de la época en que lo habitan, convirtiéndolo en un testigo vivo de la Historia de la Jardinería, de la Historia de España y de la Historia de la ciudad en la que pervive, Béjar.
Fue precisamente la duquesa de Osuna, a la vez duquesa de Béjar, María Josefa Soledad Alfonso-Pimentel y Téllez-Girón (1752-1834), una mujer adelantada a su tiempo, quien emprende la creación del jardín de la Alameda de Osuna y le da el nombre de El Capricho, contratando para ello, en 1784, a Pablo Boutelou, formado en Francia, Inglaterra y Holanda en las nuevas técnicas y trazados del paisajismo anglo-chino. Pablo era padre de los jardineros Claudio y Esteban Boutelou Agraz, todos ellos descendientes de la saga que iniciara Esteban Boutelou, uno de los artífices de los jardines del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso y que llegó a España con Felipe V para hacerse cargo, también, de los jardines de Aranjuez; Pablo se había formado en Choisy-Le-Roi en 1764 y es en París donde conoce a Antoine Richard y su intervención en Le Petit Trianon de Versailles (1762-1768), el primero en ejecutar una traza de tipo Inglés en el jardín versallesco. Posteriormente en el Capricho trabajaron otros jardineros franceses como Jean Baptiste Mulot (1787) y Pierre Prevots (1795), pero se considera a Pablo Boutelou como el arquitecto y jardinero que introdujo el Jardín Anglo-Chino en España y a la duquesa de Osuna como pionera, también, de este nuevo tipo de jardinería. No fueron estos de la Casa de Osuna los únicos jardines que entonces se ejecutaron o que sufrieron alguna modificación en consonancia con el paisajismo Inglés: el Parque del Retiro, el Real Jardín Botánico de Madrid o el Jardín de El Príncipe de Anglona, cuyo palacio y jardín fueron construidos en 1520, inicialmente como vivienda de Francisco Vargas Medina, consejero de los Reyes Católicos y de Carlos I. Posteriormente a partir de 1530, Carlos I lo usará como residencia habitual cuando iba a Madrid. En el siglo XIX fue habitado por Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pimentel (hijo de la creadora de El Capricho, la duquesa de Osuna y Béjar) y cuyo trazado de 1761 se atribuye al cartógrafo francés Nicolas Chalmandrier, antes de la primera reforma de 1802; o el Jardín del Casino de la Reina, cuyo primer trazado era más geométrico que el introducido a partir de 1818, ya claramente paisajista. Todos ellos son ejemplos a los que se suma al aumento en la creación de cementerios, concebidos como “jardines de melancolía” dentro de la nueva jardinería del Paisajismo Inglés, que ya empezaban a construirse desde finales del siglo XVIII, coincidiendo con las ideas de la Ilustración de apartar los enterramientos de las iglesias por cuestiones de higiene y salud.
En cuanto al último duque propietario de El Bosque, Mariano Téllez-Girón, su azarosa vida de militar y diplomático, al servicio de Fernando VII y, sucesivamente, de las reinas María Cristina e Isabel II, Amadeo de Saboya, la I República y, por último, de Alfonso XII (dedicaciones que le habían llevado a conocer Alemania, Rusia, Francia, o Inglaterra durante la coronación de la reina Victoria); la acumulación de títulos nobiliarios tras la muerte de su hermano Pedro (52 títulos, 14 de ellos como Grande de España) y, con ello, la consecuente concentración de propiedades tanto en España como en Bélgica; la lealtad que tenía hacia la reina Isabel II y, por contra, el apoyo que brindó el pueblo de Béjar a la revolución liberal de “La Gloriosa” (septiembre de 1868), que acabó con la reina en el exilio, no es extraño que el duque vendiera todo su patrimonio bejarano, incluyendo El Bosque, al año siguiente de los acontecimientos revolucionarios de septiembre. Habida cuenta de todo este maremágnum de circunstancias, tanto históricas como personales del duque, es muy probable que el jardín de El Bosque, durante la época inmediatamente anterior a su venta, cayera en el abandono y se degradara por pura entropía y desidia de sus dueños y administradores, lo cual dejó vía libre a Cipriano Rodríguez-Arias, tan pronto estuvo en sus manos, para construir un jardín Romántico. Si bien el primer diseño que consta de esta etapa burguesa de El Bosque es de 1871 y se compone de un trazado de formas aovadas, simétricas unas respecto a otras, dispuestas de la misma forma que los pétalos de una margarita, que se reproducen en derredor de un punto central, con caminos curvos y enmarcando toda esta figura en su totalidad por paseos y setos perimetrales en todo el recinto que ocupa el jardín, pareciera más bien que este primer diseño, romántico pero geométrico, fuera desechado o hubiera tenido poca duración en el tiempo, si tomamos en cuenta las fotografías que se conservan de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en torno a 1905, ya nos muestran un jardín de parterres libres e irregulares, mucho más sinuoso y desordenado que el plano de 1871, con grandes árboles y palmeras, así como Yuccas arborescentes de altura considerable, setos bastante maduros de boj (Buxus sempervirens y B. latifolia), y bonetero (Euonymus europaeus) arrancados hace dos años para plantar bojes en su lugar, la ría bordeada de hortensias y macetas colgantes en su puente de madera; si algo se aprecia en estas fotografías es la cantidad de flores, supongo que rosas, pues no se aprecia bien este detalle en estos soportes en blanco y negro de la época, pero a buen seguro fue un vergel, mucho más exuberante de lo que tenemos hoy, según el gusto de la época y lo que se estaba haciendo en los jardines de Madrid y en otras partes de Europa, donde Cipriano Rodríguez-Arias ejercía como senador por el partido conservador. Relativo al pasado de su exuberancia, basta recordar la pèrdida desde 1999 hasta hoy de una picea (P.glauca), un cedro del Atlas (Cedrus atlántica), y un abeto, (Abies pinsapo) todas de porte monumental, sin olvidar que en 1944 un rayo afectó a otra sequoia (Sequoiadendron giganteum) más grande que la que queda, según relató su propietario de entonces
(Continuará)
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