J.F.FabiánVista parcial de los visitantesLa visita organizada por Bejar.biz al castro vettón de Mesa de Miranda, guiada por Francisco Fabián, arqueólogo territorial de la Junta de Castilla y León en Ávila, fue una extraordinaria andanza por un escenario de primera magnitud de la Hispania anterior a nuestra era, un esclarecedor viaje a las raíces a través de un soberbio paisaje.

Un nutrido grupo de entusiastas, procedentes de diferentes puntos de la geografía española, se dieron cita en el punto de encuentro y tras andar algo más de dos kilómetros, tomaron contacto con las evidencias que allí conservan el aliento de un pasado que la labor de los arqueólogos a través de los años ha ido desvelando.

Las explicaciones y las repuestas a las innumerables preguntas ofrecidas por J.F. Fabián, podrían considerarse, por su coherencia, solidez de la información y el adorno siempre grato del punto de vista personal, como una clase magistral sobre los pobladores de la Edad del Hierro en la Meseta.

Un sector del zócalo de la murallaUna de las tumbas de la necrópolisFue precisamente la elocuencia del arqueólogo lo que permitió a los visitantes, atentos a cada palabra e interesados por despejar sus propias dudas e inquietudes, que el castro de Mesa de Miranda fuese ante sus ojos mucho más que una suma de piedras con más de 2 mil años y se convirtiera en una visión perceptible de la vida tal como fuera en los orígenes de la civilización en la Península.

El castro vettón, de unas 30 hectáreas, uno de los primeros núcleos poblaciones peninsulares, ha sido excavado desde los años veinte del pasado siglo y aún hoy permanece bajo tierra en su mayor parte; aunque lo que se ha logrado con grandes esfuerzos hacer emerger de ella es suficiente para valorar su importancia histórica y comprender mejor cómo comenzó a tomar forma la España de hoy.

Ante un enigmaEs sorprendente el testimonio de las construcciones y vestigios, aplanadas por siglos de abandono y desconocimiento. Sólo fue preciso un poco de imaginación para comprender el modo de vida y los avatares de aquella cultura, que no alcanzó a legarnos sus memorias por escrito sino el hecho eterno de sus obras.

El castro de Mesa de Miranda, en un emplazamiento estratégico, habló por sí mismo desde sus tres recintos amurallados, desde la huella de sus edificaciones, de su necrópolis, de sus defensas… y J.F. Fabián tradujo al castellano las palabras de la piedra.