Hola, de nuevo me dirijo a vosotros/as queridos lectores/as desde esta ventana al mundo que es Internet. Me levanto un día de otoño a las 8 de la mañana. Hace un día excepcional, exuberante, radiante, impresionante diría yo. ¡Qué alegría!, ¡que gozada! (hay inundaciones en otras zonas de España); con la sana intención de hacer un poco de deporte, me calzo las zapatillas, me enfundo la maya, me pongo la sudadera y me echo a correr a la calle.

Hago un itinerario por la ciudad de Béjar, corro 10, 15 minutos, de repente se me ocurre, ya de vuelta, pasar por el medio del parque también corriendo; allí, en el parque, veo a los trabajadores del Ayuntamiento afanándose en su puesto de trabajo, distingo casi siempre las mismas caras de estos trabajadores, veo a Gabriel, nos saludamos, yo seguía corriendo, me saluda también Meli (una extrabajadora de la Asociación de familiares de Alzheimer); anteriormente, en la ida, saludé a Joaquín, el hermano mayor de mi amigo Juanjo. De improviso, todavía en el parque, se me ocurre mirar hacia mi derecha y observo el lugar destinado a la zona de ocio-deportiva, por calificarla de alguna manera. Yo, teniendo conocimiento ya de dicha zona y viendo que no había nadie utilizando sus elementos, y no haberla usado todavía, decido probar todos y cada uno de los “artilugios”. Tengo que reconocer que me sorprendieron muy gratamente, es decir me gustaron en su forma y su fondo, en su diseño ergonómico y funcional, en su estructura en general.

Desconozco de quién fue la idea, el proyecto y la ejecución de su construcción, desconozco también de quién fue la idea de ubicarlos ahí, pero creo que han dado en el clavo. He paseado otros días por el parque en verano, tanto por la mañana como por la noche, y he podido observar la gran aceptación que tiene dicha zona de ocio-deportiva (la voy a llamar así en un futuro). Como anécdota, decir, para poder apreciar la variedad de la gente que lo utiliza, que estando yo probando los “artilugios”, un señor ya mayor, vino a unírseme fumando un gran puro (en otro aparato diferente), al cual yo recriminé e insté a que apagara dicho puro, a lo cual él accedió con gran rapidez y muy gustosamente. He podido apreciar también a otras personas, mayores y no tan mayores, unas ataviadas en su chandal o simplemente en ropa de calle.

Con esta última anécdota y mis pequeñas observaciones durante todo el verano, quiero poner de manifiesto la variedad de usuarios de esta zona del Parque Municipal de la “Corredera”, calificándola, como ya lo he hecho, de zona ocio-deportiva y, por tanto, por qué no lugar social y de reunión y punto de encuentro de muchos: deportistas, jubilados, jóvenes, niños…

Sin querer desmerecer a nadie en su opinión, creo que esta corporación municipal del Ayuntamiento que tenemos ahora, ha dado en la diana, como decía más arriba, en este asunto.

Esperemos que sigan en esta línea y podamos ver más lugares sociales como éste en otros puntos de nuestra querida, para muchos (no tanto para otros), BÉJAR. Se me ocurren muchos lugares, pero voy a citar uno solo, que creo se merece este tipo de zona y que es uno de los lugares más desfavorecidos de servicios de la ciudad, es decir el barrio de la "La Antigua", ¿por qué no ponerla en el Parque de la Antigua, conjuntamente con los columpios y toboganes que ya existen para los más pequeñines de esta parte de la ciudad? Doy algunas pistas: al adentrarnos en el parque, nada más llegar al fondo, divisamos la fuente (por cierto la última vez que bajé no manaba) encajada en la pared de la muralla. En esta porción de terreno donde está dicha fuente o incluso sólo en su mitad (con lo cual quedaría espacio más que suficiente para otro tipo de “artilugios”, para deportes autóctonos o que simplemente sigan correteando los niños), yo creo que se podría ubicar dicha zona de ocio-deportiva o lugar social. Es otra cuestión que dejo en el aire.

Y como no quiero olvidarme de lo “mío”, es decir, de ser más independiente si cabe, a la vez que tolerante y plural, cosas que espero haber conseguido en esta última carta (y por qué no en sucesivas), me vais a permitir, queridos lectores/as, que diga en voz alta: ¡viva la discapacidad!. Sin que sirva de apología o alegato indebidos, ¡DIOS me libre!.

Atentamente,
Un saludo,
Paulino Aliseda Hoya
Paalho68@hotmail.com