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Visiones de Béjar (39): De la lanzadera del telar al WiFi del Béjar Ciudad Digital
Lanzaderas de telar
Ordenador con Wi-FiYa hace algunos años, bastantes por cierto, que recuerdo el ir y venir de camiones de lana para ser descargados y almacenados en la cochera de los bajos del edificio en que vivo. Las balas de lana, apiñadas unas encima de otras, eran las mismas que a la postre surtirían a las fábricas, alimentando el completo proceso industrial de manufactura textil que se llevaba a cabo en Béjar con todo su esplendor, siendo sin duda, el telar, un elemento productivo más de ese proceso. Proceso del que salían, no lo olvidemos, buenos paños y telas, incluso excelentes trajes.
Mucho ha llovido desde entonces, pero yo sigo recordando, casi escuchando, el traqueteo de esos telares, telares de lanzadera; incluso tuve la oportunidad de “pegarme con uno de ellos”, durante un verano, en una fábrica pequeñita, de 4 o 5 telares. Era una fábrica familiar, tipo obrador, la fábrica de Ricardo y Jesús Hoya, sita por aquel entonces en la calle Fuente del Duque.
Aparte de este recuerdo, tengo, yo diría, casi metido todavía en la cabeza el sonido de las fábricas colindantes con mi casa, ese traqueteo del que hablaba antes, del ir y venir incansable de la lanzadera en el telar. Desde pequeñito podía apreciar cuando un telar se paraba por cualquier causa (rotura de de hilo de la urdimbre, agotamiento del hilo que suministraba la canilla de la lanzadera, etc.) y cuando el tejedor lo volvía a poner en marcha, restableciendo de nuevo el traqueteo de todos los telares, como si, al unísono, unos con otros, formaran una sinfonía, sinfonía que se tornaba un tanto molesta a no ser que te acostumbraras a ella, cosa harto difícil, porque, por lo general, había tres cambios de turnos en algunas temporadas, dependiendo del trabajo que hubiera, y esto se traducía en más “sinfonía” molesta para todo el día y, por supuesto, por la noche.
Al margen de esta anécdota en forma de recuerdo infantil, voy a tratar de enlazar de una forma metafórica esa lanzadera del telar, ya extinta, con la nueva “lanzadera Wi-Fi” que representa el proyecto de Béjar Ciudad Digital, todavía en pañales. Lo que fuera mal augurio para unos quizá se convierta en buenos presagios para otros; y es que corren otros tiempos.
No cabe duda que en esa metáfora también ha influido el adecentamiento de las Cuestas del río, por cuyos caminos y veredas discurrían las gentes hasta las fábricas, para, una vez en ellas, poner en marcha las lanzaderas de los telares. Ese discurrir de gentes, que espero se transforme, en parte, en el movimiento del turismo que venga a Béjar, sobre todo a partir de estas fechas primaverales y, por qué no, durante todo el año. Esperemos que, por medio de la red Wi-Fi, tengan a su alcance los servicios de las nuevas tecnologías (me refiero a todo el público en general, tanto los turistas como los ciudadanos de Béjar) a lo largo de esta ruta recientemente recuperada, también en otros puntos de la ciudad, donde este servicio de Béjar Ciudad Digital está presente, léase Parque de la Antigua, Parque de la Corredera, Marqués de Valero, La Cerrallana, Plaza Mayor, Plaza 1º de Mayo, Instalaciones Roberto Heras, Instalaciones deportivas Antonio Sánchez de la Calle, El Castañar y por último, las pedanías de Valdesangil y Fuentebuena.
Espero, quiero y deseo, que de la lanzadera del telar a ese tejido de conexiones invisibles, multiplicador de productividad, que denominamos “lanzadera Wi-Fi”, haya un solo paso. El paso desde el Béjar Textil al definitivo Béjar Turístico, sin olvidarnos de nuestra idiosincrasia, de nuestro pasado y de donde hemos “comido” desde hace varios siglos. Por eso yo, apreciado/as lectores/as, no sé si por nostalgia, me quedo con el primer Béjar, el textil, sin que ello signifique que renuncio al futuro, claro está. Por muchas razones, que aquellos que sigan mi sección de “Visiones de Béjar” habrán podido ya vislumbrar. En particular, porque sigo creyendo en la poca industria textil que aún existe en Béjar (en el no perder la memoria), apoyada con el escaso sumando I+D+i; y que se podría aprovechar, en forma de “souvenirs”, para ese turismo del que hablaba anteriormente. Con ello quiero referirme a que se podrían vender telas o cortes de trajes a los turistas, telas manufacturadas en Béjar, con la, si me permiten, consiguiente denominación de origen.
Pero esto es otra historia de la que se podrían sacar, quizá, algunas conclusiones. De momento, me quedo con las dos lanzaderas, una del telar, que resuena llena de nostalgia en mis oídos, y otra, de Béjar Ciudad Digital, plena de promesas y esperanzas.
Atentamente,
Paulino Aliseda Hoya
Paalho68@hotmail.com
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