Noche oscura temblorosa,
de su locura la nobleza escucha,
despierta el día la hermosura
de la tierra, oh diosa fortuna.

Ayer soñé con la luz de la noche
me desperté con el calor del día,
buscando perdí el destino
de aquel lugar que conocía.

Aquel soñador soñaba
los pasos que repetía,
los párpados de la musa
que no le correspondía.

Hablando perdió el rumbo
las palabras no le salían,
solo buscaba ser alguien
en un mundo de fantasía.

La realidad acechaba sus pasos
el mundo no comprendía,
la locura acabó sembrando
las dudas que no sabía.

Descorchado el tapón dorado
del vino de la alegría,
olvidó cerrar con lazos
aquella botella vacía.

Botella que había olvidado
en aquella estantería,
y que solo reconocía
por estar limpia y vacía.

Aquella botella que a sorbos
fue matando su alborozo,
recuerda solo sus penas
que producen gran trastorno.

Quizás vuelvan los duendes
que en su día escondía,
en aquella estantería
donde perdió su alegría.

Con ello aquel joven duerme
en la cama todos los días,
su locura engrandece
lo que su pena aborrece.

Y así cada día es lucha
entre pena y alegría,
cada día una batalla
que debate su armonía.

El sueño pesaroso lo vuelve
el lecho pierde su esplendor,
los días largos se tornan
y recuerdan su dolor.

Duerme, pequeño, duerme
la diosa locura lo mece,
la luna escucha su historia
y de él se compadece.

Decide entre esos sueños
de sus miedos liberarse,
buscando la solución
a los males de su dueño.

AUTOR: FRANCISCO JAVIER SANTERO CASTELLANO
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