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Usos nuevos
José Molina Molina. Doctor en Economía, Sociólogo y Miembro de Economistas Frente a la Crisis.
Publicado en el Diario La Verdad (1/3/2015)
Publicado en el blog Economía a pie de calle
Un modo de gobierno que no es capaz de mejorar el bienestar social de sus ciudadanos respetando sus libertades y que, sin embargo, cuida de sus élites y salva a los sectores económicos (como es el caso del financiero o el eléctrico) descuidando liderar la democracia y convirtiéndose en el guardián de los grupos dominantes, es un sistema depredador de libertades
La sociedad arrastra desconfianza en todo el viejo continente, mientras nuestro país tiene sin solucionar demasiados problemas que ahondan en esa actitud de vivir de espaldas a la ciudadanía, a base de cerrar filas para filtrar todos los intentos de participación que desean sanear el sistema. Tenemos dos problemas, el interno y los que la vieja Europa no ha resuelto. Es por ello que se precisa que los proyectos de cambio tengan esa doble visión, porque la democracia tiene que presidir a todas las sociedades y, a su vez, la democracia de cada país tiene que sumar valores para que el resultado final sea más democracia.
Entiendo que en esta crisis la función es reconciliar la economía con la política, todo lo contrario de lo que se está haciendo. Los países del Sur son el ejemplo de un divorcio, a veces tan desafortunado como que hay ministros que en sus explicaciones pretenden enfrentar a los jubilados de unos países contra los de otros, unas veces a cuenta de no perdonar la deuda, otras porque el sistema financiero es el depositario de los fondos de pensiones y, cuando no, porque unos se jubilan más tarde que otros. Esta semilla del enfrentamiento traerá malas consecuencias si antes los políticos no cumplen su función central en democracia: reconciliar economía y sociedad, frente al divorcio que durante largos años estamos soportando.
Un modo de gobierno que no es capaz de mejorar el bienestar social de sus ciudadanos respetando sus libertades y que, sin embargo, cuida de sus élites y salva a los sectores económicos (como es el caso del financiero o el eléctrico) descuidando liderar la democracia y convirtiéndose en el guardián de los grupos dominantes, es un sistema depredador de libertades. No extraña, pues, que diversos barómetros indican desde hace años el deterioro democrático, observando que caminamos en retroceso, y es en ese retorno a las fronteras.
Un repaso a los índices ‘Freedom House’ y ‘The Economist Intelligence Unit’ evidencia que en siete países de la Unión Europea, entre ellos España, se percibe con claridad el retraso democrático y los principales indicadores de ese retraso son consecuencia de la percepción de que se ha perdido soberanía ciudadana. Los ciudadanos han perdido empoderamiento en la vida social y política, el temor de la crisis se ha impuesto como una losa para arrinconarnos e impedir la entrada en las instituciones y, por otro lado, la falta de rendición de cuentas, tanto en la vida pública como en las actividades privadas, impiden que los ciudadanos controlen cómo y por qué se ha financiado la crisis, quiénes son los favorecidos y cómo vamos a quedar a la salida de este ciclo, que está destruyendo a la clase media, por mucho que se alardee de un crecimiento del PIB que no se percibe en las economías familiares ni en las pequeñas empresas. Vivimos unos mensajes neoliberales que se mantienen en unas democracias viciadas, como las califican dichos barómetros internacionales.
Si queremos recuperar democracia, tendremos que ser más críticos con los políticos, con el gasto público, con el desarrollo económico, con su distribución, con el gobierno de las instituciones…. hay que expulsar de nuestras vidas el miedo a la crisis y afrontar el reto de buscar los “usos nuevos” a los que se refería Ortega y Gasset y que hoy se concretan en alcanzar un nuevo contrato social y que pisando tierra, porque el cielo está muy lejos, libremos una batalla municipio a municipio para fortalecer la convivencia diaria y conciliar a la sociedad con la economía, para lo que se precisa que los medios públicos estén al servicio de los que más lo necesitan.
Ese deseo orteguiano de “usos nuevos” es la mayor operación que los ciudadanos podamos afrontar. Para todos los pueblos es como un reto de una nueva geopolítica, un compromiso dinámico que afronte retos tecnológicos, demográficos, sociales y territoriales para dar paso a una nueva gobernanza que erradique los vicios ocultos heredados. La voz de la ciudadanía es la llamada a cambiar gobiernos y expandir la democracia, para lo que se exige que examinemos bien los programas y los candidatos y… votar. Porque votando se decidirá ese nuevo contrato social que se desea para los próximos años.
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