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“Un jardín japonés: Topografías del vacío”: un recinto encantado dentro del recinto modernista de Sant Pau, en Barcelona
Con todo el ruido que tenemos por doquier abrumándonos sin pausa, entrar en el recinto del Hospital de La Santa Creu i Sant Pau, en Barcelona, una instalación sanitaria construida entre 1902 y 1930, de gloriosa trayectoria en el campo de la medicina al tiempo que un prodigio del arte modernista, creado por Lluís Domènech i Montaner y declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1997, ya restaurado en parte y abierto al público desde febrero de este año, supone un alivio, una tregua un tanto insólita, si bien no es raro que las grandes urbes, cargadas de tráfico y de gente por todas partes, ofrezcan ese tipo de refugios, si se sabe buscarlos y encontrarlos.
Y en Sant Pau, dentro de esa ciudadela detenida en el tiempo, en uno de los antiguos pabellones de curación del antiguo hospital aún por restaurar, el que lleva por nombre La Purísima, me topo con otro refugio encantado, un jardín japonés, o más precisamente, con el mismísimo archipiélago de Japón en forma de maqueta gigante, en la que las islas que lo componen, conformadas como pedazos de un jardín construido y pensado, navegan o flotan sobre un mar de sal blanca y reluciente. Los hilos de una cultura milenaria y sofisticada, contemplativa, se enredan entre los pasos del visitante, que queda atrapado por la fuerza y la finura de una tradición en la que, siendo ajena, reconocemos algunos signos y trazados, pensamientos que tienen que ver con otra forma de entender la existencia, algo así como ideas para transitar la vida a distinta velocidad y con otros intereses; formas, composiciones de plantas, secas pero vivas, que agrandan la mirada y la fuerzan a observarlas con misteriosa lentitud. Sombras, colores, huecos, naturaleza viva y muerta a la vez, escritura sugerida, símbolos para una paz interior que intuimos, respiramos, pero no acabamos de entender en toda su profundidad.
Recinto dentro del recinto, sin un laberinto explícito y definido entre ese espacio doblemente apartado y protegido y, por así decir, la calle con sus asechanzas, encontrar la "salida" se puede volver un problema, el camino de vuelta puede resultar bastante más largo y doloroso que el que supone cruzar dos simples puertas. Para empezar, dicho camino de salida podría, debería ser más intrincado en términos físicos y dirigirse a callejones sin salida, sótanos lóbregos, pasajes rutilantes o avenidas infinitas, a fin de no darse inmediatamente de bruces con el inevitable autobús de dos pisos del City-Sightseeing cargado de turistas japoneses (!), o alternativamente, encontrarse de pleno en el medio de las hordas que aguardan, en rigurosa formación, la orden de asalto al cercano templo de la Sagrada Familia. Y para continuar con la idea aquí esbozada, los visitantes deberían ser inducidos o, mejor, obligados a partir en peregrinación hacia una montaña sagrada del viejo país oriental, y permanecer allí un año al menos en un monasterio, si ello fuera posible. Todo lo imaginado debería ser posible.
Un jardín japonés: Topografías del vacío es una instalación artística realizada por Esther Pizarro y comisariada por Menene Gras Balaguer, producida por Matadero de Madrid y Casa Asia. Se puede contemplar en el Pabellón de La Purísima, Hospital de Sant Pau, C. Sant Antoni Maria Claret, 167, 08025, Barcelona, hasta el 2 de noviembre de 2014, de lunes a sábado, de 10:00 a 18:30, y domingos, de 10:00 a 14:30.
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