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Teatro : "La mecedora" de Jean-Claude Brisville
Hace ya dos meses que Luis de Miranda, filósofo, novelista y editor de la editorial independiente francesa Max Milo, escribió un artículo aparecido en el periódico francés Le Monde en el que arremetía contra los premios literarios y las editoriales.
Traigo ahora este tema a colación porque fui ayer a ver en Madrid la obra de teatro "La mecedora", de un autor francés, Jean-Claude Brisville, del que ya se representó hace unos años en Madrid dos muy buenas obras, La cena y El encuentro de Descartes con Pascual el joven, ambas dos dirigidas y protagonizadas por José María Flotats.
En "La mecedora" no se habla de premios literarios aunque sí de editoriales y más concretamente de edición y de economía, no la de nuestros bolsillos sino la de los editores siempre a la caza de beneficios, de lucrarse aunque sea a costa de los más débiles, en este caso de un lector editorial, es decir el encargado de leer los textos originales que llegan a la editorial y que determina si el libro es vendible o no.
El editor protagonizado por Helio Pedregal, Jerónimo en la obra, es un personaje de mediana edad, frío y altivo que recibe la visita en su domicilio de Osvaldo (Eleazar Ortiz), el lector de la editorial que acaba de despedir. El tercer personaje en discordia es el joven e idealista Gerardo (Daniel Muriel) encargado de las ilustraciones de la editora.
En una escenográfica de colores sombríos y fríos, un salón muy masculino, sofá de cuero oscuro y mesa de cristal y, como destaca Osvaldo, sin un solo libro a la vista, los dos personajes, el más joven y el más anciano se van a enfrentar al editor y van a defender su concepto de la vida, de la cultura y del trabajo ante un director flemático, inexpresivo y frío que no ha leído un solo libro de los que publica y cuyo único interés es el lucro sin importarle los estragos que sus medidas, recortes y despidos, pueden ocasionar a la cultura en general.
Aunque sencilla, esta obra plantea un tema de primerísima actualidad, la cultura, los libros y su problemática, la reestructuración de las editoriales y del mundo empresarial en general y lo hace con una brillante interpretación de los tres actores.
El artículo de Le Monde ya no está en línea, lo podéis encontrar ahora en Le Nouvel Observateur: http://leplus.nouvelobs.com/contribu...es-livres.html. A continuación les ofrezco una traducción del artículo.
LOS PREMIOS LITERARIOS MATAN (A LA EDICIÓN, A LOS AUTORES Y A LOS LIBROS) - Luis de Miranda (Filósofo y novelista)
Hace unos días, casi todos los periódicos franceses se hicieron eco de la polémica suscitada por Luis de Miranda, novelista, filósofo y editor de la editorial independiente francesa Max Milo, por un artículo publicado en el diarioLe Monde en el que arremete contra los premios literarios Goncourt, Renaudot, Interallié, Fémina y otros, por contribuir a la degradación del mercado del libro. Luis de Miranda ha publicado varias novelas y ensayos filosóficos y es el propulsor de un movimiento llamado el Crealismo. Se trata de una filosofía que afirma que el mundo sería mucho mejor si el ser humano se limitara al placer cotidiano de descubrir y desarrollar su riqueza interior.
En su artículo, afirma que el libro está agonizando, en particular la novela contemporánea así como sus supuestos asesinos: un puñado de editores parisinos conservadores con la complicidad de unos moribundos jurados de premios literarios bien posicionados y a menudo ellos mismos escritores que se respaldan entre ellos. Según él, se trata de una historia de asesinato, a navajazos múltiples, de la poesía verdadera que podría llamarse Muerte en el Nihil (¿en la nada? ¿en el vacío? ???).
Para quienes les interese, a pesar de la longitud del artículo, aquí va la traducción del texto (en versión ligera):
Ahora cuando se acerca la Navidad, las librerías corrompidas a su pesar, por el afán de lucro, nos sirven el odio disfrazado de libros “tibios”. Autor de una docena de obras y director de una empresa de edición independiente, les tengo que hablar de la agonía del libro y en particular de la novela contemporánea así como de sus supuestos asesinos: un puñado de editores parisinos conservadores, con la complicidad de unos moribundos jurados de premios literarios bien posicionados y a menudo ellos mismos escritores. Toda esta buena gente se respalda entre ellos. Una historia de asesinato, a navajazos múltiples, de la verdadera poesía que podría llamarse Muerte sobre el Nihil (sobre la Nada).
La putrefacción del mercado
Los premios literarios matan. Las malas lenguas afirman que son el resultado de transacciones económicas, orquestadas por un oligopolio de editores cuyas reglas no resistirían ni dos segundos ante un tribunal europeo: competencia desleal hacia los pequeños editores, dumping artificial del mercado, acuerdos entre grandes editores, conflictos de intereses de los jurados. ¿Acaso son falsos rumores? ¡Pues que la fiesta continúe! ¿Acaso les dan dónde elegir?
Los premios literarios matan porque, cada año, se erigen artificialmente a rango de "bestsellers" una literatura a veces adulterada: los premios literarios son, en parte, responsables de la degradación del mercado al decepcionar demasiado a menudo la candidez del lector.
Principales víctimas: los autores y los pequeños editores
¿Cómo se eligen los libros que componen las listas de premios? ¿Están estas listas manipuladas? Del millar de novelas que salen cada año en Francia, los jurados sólo leen algunas, no más de una decena.
¿Los demás autores? Que se mueran y que dejen de creerse poetas? Que se contenten con vender 300 ejemplares de su novela. ¿Exagerado? No : cada año autores ya consagrados ven como la publicación de sus nuevos manuscritos es rechazada bajo el pretexto de que no son rentables.
La mayoría de los editores poderosos sólo ofrecen una única oportunidad a los autores: si el libro no se vende, si no tiene la suerte de tener el apoyo de una prensa literaria sectaria, si las cuentas nos salen, llevarán al escritor al cajón automático de libros no vendidos.
Cada año, cuando se hacen públicos los resultados de los premios literarios, hay voces que se alzan para denunciar el desprecio de las importantes editoriales. Todo es en vano, hoy la situación es más grave que nunca : las librerías parecen abandonadas, circulan rumores que muchos editores independientes no pasaran el invierno, mientras que el "cartel" de las grandes editoriales doblarán, gracias a los árboles de Navidad, su cifra de negocio anual, contando sobre todo con los premios literarios. ¿Un ejemplo? Existen más de 1000 editoriales que publican novelas en Francia. Sin embargo, desde el año 2000, en once años, Gallimard y sus filiales han obtenido el premio Goncourt siete veces –es decir un tasa de éxito del 64 % y un importe que estimaría en 30 millones de euros de cifra de negocios para unas siete únicas obras, una parte del mercado con el cual ningún monopolista del CAC 40 (índice bursatil francés) se atrevería a soñar. Aunque todos los premios Goncourt de la editora Gallimard fueran unas obras de arte, habría siempre algo podrido en el reino del papel.
Por una moratoria sobre los premios literarios
Se me considerará iluso. Es hora de que los editores y los jurados se acuerden de la razón que les llevaron a amar la lectura, cuando eran “inocentes” : Así se fue descubriendo los Rimbaud, los Nietzsche y otros autores apenas leídos en vida, a veces publicados por primera vez por ellos mismos, a menudo muertos en condiciones miserables. ¿Romanticismo? Entonces seamos realistas : matemos a los marginales, ahoguemos a los auténticos, castremos a los pequeños, la mayoría de estos autores bastante locos para escribir todavía "con las tripas". Pienso por ejemplo en Fernando Pessoa, reconocido, ahora que su cadáver está más que helado, como “uno de los más grandes poetas del siglo XX, pero cuyos manuscritos fueron despreciados cuando todavía vivía, lo que le obligó a escribir los poemas en el reverso de las facturas.
"Un día, en un restaurante fuera del espacio y del tiempo
Me sirvieron el amor bajo la forma de tripas frías …"
Señores, Señoras, grandes editoriales, queridos miembros-de los jurados-de los-premios-vosotros que poséis tanta notoriedad, vuestras señorías los “críticos” literarios, os propongo, mientras se relanza la economía del libro, una moratoria sobre los premios literarios o que echen a suerte las novelas premiadas. Seguro que el azar lo haría mejor. Tendríamos entonces un sistema un poco más respetable, el único aparentemente fiable en este mundillo, a falta de honestidad intelectual de las editoriales. Y aprovecharíamos así el tiempo ahorrado para releer El Castillo de Kafka, una bella metáfora del autor perdido frente al Leviatán editorial.
Durante ese tiempo, mientras que los multinacionales compran, de forma masiva, las librerías y prohíben a los libreros leer en el lugar del trabajo, de manera a que sólo puedan aconsejar best-seller, demasiados editores de todas las condiciones, favorecen una literatura de mínimo vital: sujeto verbo-complemente. Pero el sujeto está sometido al mercado de los consumibles -a mayor lectura, mayor olvido-. Pero el Verbo ya no está ni al principio, ni al final –adiós al encantamiento, so long la poesía. Pero el libro dominante muy raramente sigue siendo el complemento de las almas.
¿Excepciones? Sí, algunas hay. Pero las flores salvajes de la literatura contemporánea, búsquelas más bien, si es tenaz, en … Internet, ya que crecen en las estanterías sólo por unos pocos días, antes de ser destruidas.
¿Qué busca Luis de Miranda? ¿Está realmente indignado o anhela notoriedad?
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