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El balcón de la literatura
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 5
Enviado por bejar-biz el Sáb, 07/11/2015 - 10:15.El cielo verde
Autor: David Panchuelo
Abrí los ojos y contemplé, ante mí, un cielo hecho todo de sierra. El cielo era verde, muy verde, y estaba entretejido en un bosque infinito de hojas brillantes que reflejaban un sol invisible. Bajé la mirada del cielo verde y ya sólo vi peñascos moteados y tenues pinceladas blancuzcas aquí y allá. Pudieran ser las nubes, pero no. Miré hacia arriba de nuevo y descubrí entonces, sobre el cielo verde, un amplio camino que se curvaba en la montaña, con una serpiente pedregosa enroscada a su costado. En ese momento, mi perro Rayo, vigilante, echó un vistazo al cielo verde sin horizonte y, acto seguido, me miró y sacó su gran lengua, que quedó colgando y goteando hacia arriba.
Cerré los ojos y respiré. Mis pulmones se llenaron de olor a hierba mecida por una brisa de primavera y recordé el aroma de las margaritas deshojadas. Sentí entonces el aliento de Rayo en mi cara, su húmedo hocico rozando mi mandíbula y su lengua áspera recorriendo mi mejilla.
Abrí los ojos de nuevo y pude ver cómo mi abuelo, enfundado en su mono azul de trabajo y sus botas, arañaba el cielo verde con su azada. Junto a él, caminaba mi abuela, sólida sobre su bastón; su mirada, fija en mí, entre severa y benevolente.
—¡Anda niño! Deja de hacer el pino, que ya hay muchos en el monte. Ponte de pie o se te irá toda la sangre a la cabeza.
Mohíno, obedecí y subí mis pies al suelo; volví a ver el sol y el horizonte recortado dividiendo el mundo, y el cielo, allá arriba, dejó de ser verde.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 4
Enviado por bejar-biz el Sáb, 31/10/2015 - 20:08.No hay motivo de preocupación
Autora: Toandaiz
El bosque inmenso a la vista. En muchos sitios está prohibido pisar la hierba, es bien sabido. Puede que pronto prohíban también pisar el bosque, pasear por él, bajo los altos castaños de penachos amarillos, bajo los robles umbrosos. Estos árboles son tan grandes y hermosos que ocultan lo que está pasando. La caterva de concejales escondidos tras los troncos con la autorización de la corta, los leñadores con la sierra mecánica en ristre, los ingenieros con los informes firmados y sellados, todo está en regla, jeje, los propietarios con la bolsa preparada para recibir el rédito. No hay motivo para la preocupación, aquí cada cual se lleva su parte, todos aguardando el momento de la caída, el estrépito, la tala alevosa.
Así que esta imagen pronto será un mero recuerdo, más vale que vayáis fabricando banderines o grabados o imanes para vender en las ferias, así era esto antes, un manto verde interminable lleno de vida y frescura, podéis escribir en un opúsculo. Por aquí nacimos, podéis añadir. Y seguid respirando.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 3
Enviado por bejar-biz el Jue, 29/10/2015 - 20:37.Verde mudo
Autor: Jaime Magnan Alabarce
El calor se abate lento, aferrándose al atardecer estival. Él dispone la mesa para el regreso del acostumbrado paseo. Mientras, ella se mece junto a la ventana, con la mirada perdida en un pasado mejor. Él tiende su mano y ella, como la niña que dejó de ser hace más de sesenta años, acepta algo confundida. Los retratos de hijos ausentes los ven salir de la pétrea casa pintada de cal. Afuera, cruzan la pequeña huerta, que sirve de jardín, y enfilan por el viejo camino que los aleja del pueblo, aquella expresión humana que muere para convertirse en ciudad. En la cansina marcha, una inusual brisa fresca oficia de compañía durante un par de silentes metros. Con sorpresa, él comprueba que la vía cuenta con un nuevo y sorpresivo elemento: una centenaria encina caída obstaculiza seguir. Curioso, se acerca sin percatarse en qué momento suelta la mano de su mujer. Cuando las preguntas sobrepasan toda respuesta, se vuelve hacia ella. Entonces encuentra su ausencia. Se vuelve presuroso, buscándola. Sus piernas apenas responden: temor, culpa, un principio de artrosis; un todo que lo confunde. Unos metros más allá la encuentra recorriendo tranquila otra calzada. Una que él no conoce, una vía que alguien ha puesto a propósito, que asciende hacia el monte, coronado de un verde mudo con infinita variedad de matices, mezcla de amarillo y azul, que invita a rezar una oblación sincera. Él la sigue en silencio, ahora ella es su guía. Pronto descubrirá que aquí todo es más fácil, no hay cansancio ni recriminaciones: una pira ancestral marca realidad y fantasía, un nuevo futuro. Las palabras femeninas brotan como antaño, “es un bello lugar”, dice. Él experimenta una alegría indescriptible. El paseo continua más allá de lo acostumbrado. Mientras, en casa, una mesa para dos espera.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 2
Enviado por bejar-biz el Sáb, 10/10/2015 - 12:23.Evocación
Autora: Pepa Agustín González
Contemplo la fotografía y evoco tiempos de mi niñez cuando esperaba esa hora mágica del atardecer, momento que me regalaba el mejor obsequio que recibía yo aquellos días: una riquísima onza de chocolate; postre de mi cena ligera y poco apetitosa.
Saboreaba con deleite y sin prisas el rico manjar, cerraba los ojos y viajaba a un país imaginario, desconocido. Mi abuelo me contaba historias que despertaban en mí gran interés por conocer cómo vivían, las costumbres y todo lo que hacían los habitantes del lejano lugar productor del rico manjar, delicioso alimento de mis noches de infancia. Noches en las que deseaba mis sueños transcurrieran por paisajes inquietantes, misteriosos, atractivos, algo que quizá facilitaba mi gran imaginación.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 1
Enviado por bejar-biz el Jue, 08/10/2015 - 17:36.Referencia para el contenidoA partir de la presente edición, Béjar.biz publicará periódicamente los relatos enviados a la segunda edición del No Concurso "La Cuesta de los Perros"; cuyas bases reproducimos más abajo.
Aquellas personas que, deseando participar, no lo hayan hecho aún, podrán enviar sus trabajos hasta el día 30 del presente mes de octubre y éstos serán incorporados a la edición impresa de "La Cuesta de los Perros".
La publicación en Béjar.biz de las narraciones será por el orden en que fueron recibidas.
El averno devorador
Autor: José Miguel Rubio Martínez
Avanzaba sin descanso como una ola hipnótica y aterradora. Los infiernos emergieron a la superficie y la lengua roja y ardiente lamía a cada ser vivo que se le cruzaba para deshidratarlo y convertirlo en cenizas negras y calientes.
Matorrales y árboles crujían y se escondían en un amasijo de carbón centenario que desprendía una nube de pavesas aventadas y erizadas.
Memorable discurso de Juan Goytisolo en la recogida del Premio Cervantes 2014
Enviado por bejar-biz el Jue, 23/04/2015 - 16:34.Discurso de Juan Goytisolo. Ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2014
A la llana y sin rodeos
En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta y si, como sucede a veces, la adicción le procura beneficios materiales, pasa de la categoría de adicto a la de camello o revendedor. Llamaré a los del primer apartado, literatos y a los del segundo, escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor.
A comienzos de mi larga trayectoria, primero de literato, luego de aprendiz de escribidor, incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito -atraer la luz de los focos, “ser noticia”, como dicen obscenamente los parásitos de la literatura- sin parar mientes en que, como vio muy bien Manuel Azaña, una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas. La vejez de lo nuevo se reitera a lo largo del tiempo con su ilusión de frescura marchita. El dulce señuelo de la fama sería patético si no fuera simplemente absurdo. Ajena a toda manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La regenta o durante siglos como La lozana andaluza. Quienes adensaron el silencio en torno a nuestro primer escritor y lo condenaron al anonimato en el que vivía hasta la publicación del Quijote no podían imaginar siquiera que la fuerza genésica de su novela les sobreviviría y alcanzaría una dimensión sin fronteras
ni épocas.
Reflexiones de un esperpéntico estudiante de Salamanca llegadas del futuro y encontradas en una caja de madera
Enviado por bejar-biz el Mié, 25/02/2015 - 18:40.Autor: Pablo Castellano García. Estudiante de filosofía en la USAL y alumno de los cursos de narrativa de Bizarte
Para Ana Rivero Solano, de quien hoy es su cumpleaños.
Quizás lo encontremos al morir. Quizás no. Tenéis vuestros libros de filosofía, vuestros sacerdotes, vuestro predicador, vuestro científico, así que no me lo preguntéis a mí.
Charles Bukowski
Foto Eugene AtgetTe escribo desde la vejez, cuando la inspiración ya solamente me llega defecando y con un Ducados negro en la comisura de los labios. Cuando mi percepción es ya limitada, atrofiada por el Tiempo (e incapaz de expandirse por la ausencia de camellos). Ya no hay puertas que limpiar. Pero yo nunca supe verme viejo. Ni siquiera en aquellos años de Universidad en los que, como figuras que surgen de la tierra por alguna necesidad que nunca atinamos a explicar, pensábamos que ningún elemento erosionaría nuestra forma. La corrupción, el devenir como única constante del Universo, ocupaba un lugar secundario. El movimiento y la euritmia, tan vitales, atentaban contra la realidad, contra la degradación. Invertíamos por aquella época las Leyes de la Física. No creíamos en nada. Pero la lógica nunca fue lo nuestro. Las premisas y las conclusiones se desvanecían. El papel blanco está roto, entonces me quedo en casa porque está lloviendo.
Campanadas en la nieve
Enviado por bejar-biz el Mié, 31/12/2014 - 00:42.Por Aurora Wiggins de la Serra
Estaba pensando en la nieve de cuando niña, en las diminutas huellas de los pájaros, en aquellos dibujos de estrellitas curvas sobre el tapiz inmaculado que yo trataba de leer tozuda antes de que hubiera aprendido a leer propiamente, estaba pensando en el frío, en cómo me quemaba el aire la carita colorada, los ojos apenas asomando entre la bufanda verde y el gorro blanco de lana, salidos ambos del ganchillo infatigable de mi madre, la fábrica de calor de toda la familia, estaba pensando en todo ese tiempo de crianza alegre en el invierno de la nieve inacabable, con los senderos abiertos sobre las aceras, aquella ruta mágica desde la puerta de casa a todas partes, el laberinto de calles chiquitas para niños por dentro de las calles grandes, las manoplas de juguete refugiadas dentro de manos fuertes, los trineos de plexiglás y los pirulís de carámbano. Estaba pensando en las patatas machadas por la noche, los juegos con la alambrera del brasero de cisco bajo la camilla y los sabañones en erupción picando todo el rato, estaba pensando en las campanadas de la iglesia del costado, en cómo las oía, tan nítidas, separadas unas de otras y juntas a la vez, como pájaros en vuelo de bandada,
Círculo de mayo en diciembre
Enviado por bejar-biz el Sáb, 27/12/2014 - 19:41.Por Aurora Wiggins de la Terra
Dieciocho de mayo, por la tarde
El cansancio asoma en las ojeras hundidas, dos islas perdidas en el espejo anegado de vapor. El entrecejo fruncido, esas arrugas no estaban antes ahí. Debería salir de casa, cambiar de aires, de horizontes, marchar a algún sitio. Partir.
Viajar, entonces se trata de eso, dejar las tareas, la casa plantada, el huerto nuevo, recién sembrado, los gatos a la espera y sacudir la pereza a moverse, que tiende a echar raíces. Y eso que todo está hermoso aquí ahora, en este tiempo de días largos, las encinas derramando racimos dorados entre las voces de los mirlos y el aria de Armida suspendida en la tarde. Cómo se amplifica la luz, cómo se encogen las sombras. Pero estoy decidida, mañana sin falta es la partida hacia el norte, hacia ese país lustroso que nos dicta la agenda económica y social, o eso nos dicen, veremos cómo se las componen por allá, de qué color es su aire, con qué baldosas están hechas sus aceras.
Hamburg, veintiuno de mayo, al anochecer
La ciudad de los negocios redondos se viste de noche bajo un calor agobiante. Discotecas en las terrazas de los hoteles y en los muelles del Alster. Una multitud de ciclistas se cruza y nos cruza vertiginosa y segura, con la mirada directa de la gente bien alimentada, ninguna voz por encima de otra, ningún incidente, todo se muestra bien engrasado en esta ciudad rutilante que vive colgada de un puerto y su comercio inagotable.
¿Qué ha hecho esta gente para merecer esta prosperidad, este orden sin estridencias, en apariencia igualitario? ¿Lo han heredado de sus ancestros calvinistas y, hacendosos y exigentes, lo han transmitido de generación en generación? ¿Los que llegan se integran igual que los que ya están, con los mismos derechos y deberes? Uff, me iré al hotel y me pondré a leer a Transtömer, que tiene su cielo a medio hacer, quizá él tenga alguna respuesta.
El envoltorio
Enviado por bejar-biz el Sáb, 27/09/2014 - 10:36.Por Aurora Wiggins de la Torre
Comenzó a empaquetar aquellas perlas con manos trémulas. Pensaba en él, tan lejos, tan desconocido, y el papel de envolver le huía de entre los dedos, se le caía y resbalaba, ajeno a su objetivo. A ver cómo hago, se decía, para que esto se encamine bien y entero, sin mácula ni golpe, sin estrías ni magulladuras, sano y salvo, y se presente en el lugar adonde tenga que llegar con todos sus detalles y colores, su perfume, su forma primigenia, su esencia en fin completa, tal como fue creado y concebido y no de otra manera, bien porque haya recibido choques o sacudidas y se haya movido o alterado o bien porque se haya caído de lo alto o haya sido arrojado por la borda y se haya roto o quizá estallado y hecho trizas.
Y cogió aquellas hojas de periódico primero, el montón de los babelias con las fotos arrugadas de escritores de provincias, y con ellas les dio una vuelta o dos a los objetos, mejor tres que así quedarán más amparados, y luego la cinta ancha de pegar tan fuerte alrededor, como una mordaza o una manta o un colchón que lo amortigüe y lo proteja todo. Y más tarde siguió envolviendo lo ya envuelto con cuidado, con más tiras de papel pintado, con las cuartillas aquellas sueltas donde había empezado a probar las acuarelas nuevas, remedando el verde pálido de los acebuches o el azul cárdeno del roquedal en la distancia o el color que queda en el aire cuando el sol se ha puesto y la noche comparece. Y allí fue disponiendo capas y más capas en derredor, de modo que el bulto fue haciéndose grande y fuerte y poderoso, y después puso otra vez cinta de pegar, bien tirante y ajustada, para fijar los bordes y que no quedaran flecos ni pedazos sueltos.
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