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El balcón de la literatura
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 11
Enviado por bejar-biz el Dom, 13/12/2015 - 20:01.In memoriam de A.M.
Autor: Juan Santos Curto
“Se hace camino al andar”… y veo, ¿bucólica visión? Puede por su sencillez campestre ser. O no ser, por extemporánea a aquellas lejanas composiciones idílicas de Teócrito o Virgilio, tanto en su espacio, tiempo y lugar, pero, una realidad si es: es el duro trabajo agrario.
Una pareja anónima que, con la azada al hombro van o vienen de su diario y digno trabajo, como cualquier otro día, en cualquier otro lugar. Y que si a la fronda del fondo están, acostumbrados sus ojos como el recodo al camino, acostumbrados también están a su labor; aunque se trate de tierras poco feraces como, por estos parajes son.
El camino del devenir, como cambio continuo de la realidad, se confunde con el camino real y, este con el infinito camino. ¿Adónde el camino irá? La tarde cayendo está, y el camino que serpea y débilmente blanquea se enturbia y desaparece.
Y al igual que machadianamente he comenzado, termino, sin música de Serrat, esta canción: ….en todas partes he visto gentes que danza o juegan cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos descansan bajo la tierra.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 10
Enviado por bejar-biz el Jue, 10/12/2015 - 19:52.Nueva oportunidad
Autor: Iván Parro
La emoción me embargaba. Unas tímidas lágrimas de felicidad resbalaban por mi piel arrugada y castigada por los años. Nunca había experimentado nada parecido y todo me era nuevo, quizá demasiado nuevo para mí. Después de mi accidente nada volvió a ser lo mismo. La verdad es que no recuerdo mucho lo que pasó. Nada más que se hizo la oscuridad. Lo siguiente fue despertarme en esa habitación de hospital en Salamanca y sentir a mi querida mujer junto a mí, siempre a mi lado, pero sólo sentirla: había perdido la visión.
Mis ojos se apagaron para siempre, fueron presa de la maldita oscuridad y la negritud, el vacío, el infinito color negro era lo único que podía percibir, aunque al menos seguía vivito y coleando (bueno eso un poco menos). Luego fueron meses difíciles de recuperación. El accidente me había dejado casi sin movilidad y recuperarla sería todo un reto. Y yo, aún tan joven, con toda la vida por delante, no quería venirme abajo sino luchar por mí, por mi mujer y por todos aquellos a quienes respetaba y quería. En esa habitación aprendí el valor del esfuerzo, de la constancia, de la paciencia, de la libertad como principios rectores de mi vida, pero también de cualquier vida, y que todo es posible con un poco de perseverancia y dedicación. En esa habitación volví a nacer, me dieron una segunda oportunidad y tenía claro que no iba a desaprovecharla.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 9
Enviado por bejar-biz el Dom, 06/12/2015 - 13:26.
La gravedad es lo que tiene
Autor: Juan José Tapia Urbano
Habían dejado siete kilómetros de carretera tras ellos. El silencio que los había acompañado durante la caminata había hecho de ella algo monótono y sin nada digno de reseñar.
—Y bien, Marcelo, ¿te parece que estamos ya lo suficientemente lejos del pueblo? Sabes que estoy vieja, y aunque podría caminar un poco más, no me apetece ver lo que nos espera al otro lado de la subida que tenemos delante.
La voz de la mujer de negro no dejaba traslucir ningún tipo de sentimiento, haciendo imposible intuir el pacto sellado con aquel hombre, que la miraba con gesto severo. Tras unos instantes meditando la respuesta, el hombre embutido en el mono azul rompió el silencio que había mantenido por más de una hora.
—Está bien, Dolores. Te diré lo que vamos a hacer. ¿Ves aquel árbol de allí, ese que parece haberse echado a un lado para permitir el paso de la carretera? Allí nos detendremos y haremos lo que nos ha traído hasta aquí.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 8
Enviado por bejar-biz el Mar, 01/12/2015 - 20:35.
Tiempo esperado
Autora: Cala Nevado Cerro
Erase una vez un inmenso horizonte, antes de hacer su brindis de guerra la luz y sol. Una mañana se mostraron su tropel de fuerza, el uno al otro. Ella lo observaba en silencio, mientras él, tercamente, se propuso derribarla hasta el suelo. Lo esquivó, evitando que su reflejo saliera dañado. No deseaba ser sombra, quería asomarse melancólicamente al día.
Se defendió una y otra vez de sus rayos ultravioletas. La luz descubrió que él carecía de perspectiva, noche y estrellas. Y a sus doradas puertas les goteaba demasiada claridad por los dinteles.
Pero esa luminosidad, amiga de la luz y cómplice fiel, aprovecharía los momentos de sueño del sol, para organizarse. Invitó a grandes nubes, formadas con tonos verdosos esperanza, y así, interponiéndolas, podrían eclipsarlo en su fulgor; reconvertido en día sombreado.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 7
Enviado por bejar-biz el Mié, 25/11/2015 - 18:30.
Y la vida sigue
Autor: Antolín Velasco
El día avanza hacia su ocaso, pero aún quedan a su haber algunas horas de luz, un tiempo en el que las personas hablan y se comunican, construyen sus relaciones con palabras y gestos apenas esbozados y mil veces repetidos.
Sara y Alfonso se dirigen a su casa, una casa de piedra que Sara había heredado de sus padres y que Alfonso restauró y arregló con sus propias manos. Atrás quedaba la faena del día: un rebaño de vacas que hay que pasear, alimentar y cuidar
—Pues sí, Alfonso, Juana me ha confirmado que ha empezado a trabajar en Embutidos Pérez. Es un contrato temporal, pero tal y como están las cosas….Parece que está muy ilusionada, sobre todo porque con ese sueldo y con el de su novio podrán alquilar algo e irse a vivir juntos —dijo ella.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 6
Enviado por bejar-biz el Sáb, 14/11/2015 - 10:55.Adiós de paloma
Autor: Juan Vicente Burniego
Nada que objetar. Vete cuando quieras. Detrás de la curva está el mar.
Las palabras de despedida suenan escuetas, afiladas, con dientes de granito. Una mano en el hombro, una presión leve, adiós de paloma.
En cualquier sitio estarás mejor, encontrarás horizontes, tendrás oportunidades. Por aquí no hay aliento, bien lo sabes. Y lleva lentamente la mirada desde mis ojos azorados hasta el oleaje verde de los castaños.
La bata negra de viuda antigua abrazada al cuerpo, los brazos poderosos, tercos. No permitirá que se quede, ni los grajos sobrevivirán en esta tierra, musita entre dientes, aire, sólo aire, eso es lo que resta.
El amplio trazo del camino de tierra se ofrece a la marcha. El mar detrás de la curva, por qué lo habrá dicho. El mar, aquí, si todo es montaña. Pensamientos cruzados, miradas atadas. Si hay mar habrá un puerto. Y si hay puerto habrá barcos. Me enrolaré en el primero que pase.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 5
Enviado por bejar-biz el Sáb, 07/11/2015 - 10:15.El cielo verde
Autor: David Panchuelo
Abrí los ojos y contemplé, ante mí, un cielo hecho todo de sierra. El cielo era verde, muy verde, y estaba entretejido en un bosque infinito de hojas brillantes que reflejaban un sol invisible. Bajé la mirada del cielo verde y ya sólo vi peñascos moteados y tenues pinceladas blancuzcas aquí y allá. Pudieran ser las nubes, pero no. Miré hacia arriba de nuevo y descubrí entonces, sobre el cielo verde, un amplio camino que se curvaba en la montaña, con una serpiente pedregosa enroscada a su costado. En ese momento, mi perro Rayo, vigilante, echó un vistazo al cielo verde sin horizonte y, acto seguido, me miró y sacó su gran lengua, que quedó colgando y goteando hacia arriba.
Cerré los ojos y respiré. Mis pulmones se llenaron de olor a hierba mecida por una brisa de primavera y recordé el aroma de las margaritas deshojadas. Sentí entonces el aliento de Rayo en mi cara, su húmedo hocico rozando mi mandíbula y su lengua áspera recorriendo mi mejilla.
Abrí los ojos de nuevo y pude ver cómo mi abuelo, enfundado en su mono azul de trabajo y sus botas, arañaba el cielo verde con su azada. Junto a él, caminaba mi abuela, sólida sobre su bastón; su mirada, fija en mí, entre severa y benevolente.
—¡Anda niño! Deja de hacer el pino, que ya hay muchos en el monte. Ponte de pie o se te irá toda la sangre a la cabeza.
Mohíno, obedecí y subí mis pies al suelo; volví a ver el sol y el horizonte recortado dividiendo el mundo, y el cielo, allá arriba, dejó de ser verde.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 4
Enviado por bejar-biz el Sáb, 31/10/2015 - 20:08.No hay motivo de preocupación
Autora: Toandaiz
El bosque inmenso a la vista. En muchos sitios está prohibido pisar la hierba, es bien sabido. Puede que pronto prohíban también pisar el bosque, pasear por él, bajo los altos castaños de penachos amarillos, bajo los robles umbrosos. Estos árboles son tan grandes y hermosos que ocultan lo que está pasando. La caterva de concejales escondidos tras los troncos con la autorización de la corta, los leñadores con la sierra mecánica en ristre, los ingenieros con los informes firmados y sellados, todo está en regla, jeje, los propietarios con la bolsa preparada para recibir el rédito. No hay motivo para la preocupación, aquí cada cual se lleva su parte, todos aguardando el momento de la caída, el estrépito, la tala alevosa.
Así que esta imagen pronto será un mero recuerdo, más vale que vayáis fabricando banderines o grabados o imanes para vender en las ferias, así era esto antes, un manto verde interminable lleno de vida y frescura, podéis escribir en un opúsculo. Por aquí nacimos, podéis añadir. Y seguid respirando.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 3
Enviado por bejar-biz el Jue, 29/10/2015 - 20:37.Verde mudo
Autor: Jaime Magnan Alabarce
El calor se abate lento, aferrándose al atardecer estival. Él dispone la mesa para el regreso del acostumbrado paseo. Mientras, ella se mece junto a la ventana, con la mirada perdida en un pasado mejor. Él tiende su mano y ella, como la niña que dejó de ser hace más de sesenta años, acepta algo confundida. Los retratos de hijos ausentes los ven salir de la pétrea casa pintada de cal. Afuera, cruzan la pequeña huerta, que sirve de jardín, y enfilan por el viejo camino que los aleja del pueblo, aquella expresión humana que muere para convertirse en ciudad. En la cansina marcha, una inusual brisa fresca oficia de compañía durante un par de silentes metros. Con sorpresa, él comprueba que la vía cuenta con un nuevo y sorpresivo elemento: una centenaria encina caída obstaculiza seguir. Curioso, se acerca sin percatarse en qué momento suelta la mano de su mujer. Cuando las preguntas sobrepasan toda respuesta, se vuelve hacia ella. Entonces encuentra su ausencia. Se vuelve presuroso, buscándola. Sus piernas apenas responden: temor, culpa, un principio de artrosis; un todo que lo confunde. Unos metros más allá la encuentra recorriendo tranquila otra calzada. Una que él no conoce, una vía que alguien ha puesto a propósito, que asciende hacia el monte, coronado de un verde mudo con infinita variedad de matices, mezcla de amarillo y azul, que invita a rezar una oblación sincera. Él la sigue en silencio, ahora ella es su guía. Pronto descubrirá que aquí todo es más fácil, no hay cansancio ni recriminaciones: una pira ancestral marca realidad y fantasía, un nuevo futuro. Las palabras femeninas brotan como antaño, “es un bello lugar”, dice. Él experimenta una alegría indescriptible. El paseo continua más allá de lo acostumbrado. Mientras, en casa, una mesa para dos espera.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 2
Enviado por bejar-biz el Sáb, 10/10/2015 - 12:23.Evocación
Autora: Pepa Agustín González
Contemplo la fotografía y evoco tiempos de mi niñez cuando esperaba esa hora mágica del atardecer, momento que me regalaba el mejor obsequio que recibía yo aquellos días: una riquísima onza de chocolate; postre de mi cena ligera y poco apetitosa.
Saboreaba con deleite y sin prisas el rico manjar, cerraba los ojos y viajaba a un país imaginario, desconocido. Mi abuelo me contaba historias que despertaban en mí gran interés por conocer cómo vivían, las costumbres y todo lo que hacían los habitantes del lejano lugar productor del rico manjar, delicioso alimento de mis noches de infancia. Noches en las que deseaba mis sueños transcurrieran por paisajes inquietantes, misteriosos, atractivos, algo que quizá facilitaba mi gran imaginación.
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