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El balcón de la literatura
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 26
Enviado por bejar-biz el Jue, 04/02/2016 - 13:45.El Padrino cuesta arriba por una montaña verde
Autor: César Gabino
Despertar angustiado por un sueño no es noticia ni mereciera ser contado. La gente habla de sus sueños como si fuesen estrenos de Spielberg, una fantasía sin necesidad de billete de entrada ni palomitas. Los míos eran como todos, hasta el día en que comencé a soñar con un Padrino hecho a imagen y semejanza del de Coppola. Mi Padrino. Y a despertar, aterrorizado, de un salto en la cama.
Aparecía detrás de una columna de un edificio en llamas o sirviendo café en un motel de carretera o delante de mí, rascando la nieve que cubría un cartel atornillado a una viga de hierro para que yo leyera: “Cima del Everest a dos kilómetros. Obligatorio el uso de cadenas”. En los sitios más irracionales y en los momentos más absurdos dentro de lo absurdo, se presentaba él, siempre con la misma americana de rayas tenues como su voz cascada.
Llegaba, salido de la nada, para salvarme. Nunca supe su nombre ni la marca de la pistola, una especie de arcabuz de paintball. Nunca temí por su presencia. Aparecía para ayudarme a salir del mismo estúpido sueño en que cada noche me perdía por parajes desconocidos, angustiado por no lograr encontrar el camino de regreso a la vigilia. Y me guiaba por un sendero empinado, hablándome de los vinos de Sicilia o del café que se bebía en Alessandria dalla Roca o de los caprichos de la naturaleza que creaba cosas bellas y peligrosas. Conversábamos continuamente, sin espacio para los silencios. Hasta llegar a la cima de la montaña verde y al barranco escalofriante, donde me miraba a los ojos reprimiendo una sonrisa y me decía: “Todo tuyo, Santino. ¿Un saltito en la cama?".
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 25
Enviado por bejar-biz el Dom, 31/01/2016 - 13:23.Espantando soledades
Autor: Dido Fibonacio
Los días que hace bueno, Paca sale a dar un paseo después de comer. Agarra su bastón y sube despacio por la carretera del puerto. Desde que hicieron la autovía ya casi no circulan coches por esa carretera. Siempre se para en el castaño grande. Allí hay un mirador y unos bancos en los que sentarse un ratito a contemplar el paisaje y a llorar un poco sin que nadie, salvo los árboles, la vea. Paca se quedó viuda hace un par de años. Vive sola y viste de luto riguroso. Aunque hace tiempo que está jubilado, Ambrosio sube todas las tardes hasta los prados de arriba para abrir y cerrar la regadera y cavar un ratito en la huerta. Le acompañan sus dos perros. Todavía se encuentra con fuerzas y esa tarea le mantiene activo. Terminada la faena, se pone el azadón al hombro y regresa tranquilamente a su casa por la carretera del pueblo. Va ya para cinco años que Ambrosio también se quedó viudo. Vive solo y un mono azul es su segunda piel. Muchas tardes se encuentra con Paca, comparten carretera y aprovechan para pegar la hebra. “Anda Paca, sécate esos ojos, que parece que has llorado”, le dice él con cariño. “Qué va, es que debo tener alergia a algo”, miente ella mientras saca un pañuelo y se lo lleva a los ojos. Luego se preguntan por los hijos, los nietos, la salud. Hablan del tiempo, de lo bonito que está el campo. Se ponen al día de la vida del pueblo. Comparten recuerdos. Espantan soledades. “Ya vamos quedando pocos”, dice él sin venir a cuento. “Esta mañana me ha llamado mi hija Juani”, le contesta ella. Ambrosio la mira intuyendo lo que va a decir. No se equivoca. “Mis hijos quieren que me vaya a una residencia”, continúa Paca. Ninguno de los dos dice nada. Se levanta una pequeña brisa. Uno de los perros se acerca a ellos moviendo la cola y esperando una carantoña perdida. “¿Y tú que le has dicho?”, rompe él el silencio. La respuesta se derrama en la última curva: “Que no. Que todavía me puedo valer. Que además aquí todos nos ayudamos”. Él asiente y mira para otro lado para que ella no vea su sonrisa. Abre la boca para decir algo pero se calla. Piensa que el luto puede más que la soledad. Quizás otro día se atreva a proponerle que se vaya a vivir con él. El luto no va a durar eternamente, ¿o sí? Queda tan poco tiempo.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 24
Enviado por bejar-biz el Vie, 29/01/2016 - 18:38.Un reparto moderno
Autora: Encarni Hidalgo
¡Mira qué!, tantos años juntos y todo se va a quedar en terrenos divididos. ¡Es gracioso esto! ¡Que repartamos las pertenencias! Las perras se dividen rápido donde no hay. Los dos tocamos a poco.
En las huertas, después de subir las cuestas, hacemos con el sacho una zanja: a la derecha el peral y las patatas para ti; a la izquierda el manzano y las cebollas para mí.
¡Pero hombre!, lo de hacer lo mismo en la casa..., no lo veo, ¡que no! No lo veo. ¿Cómo vamos a vivir cada uno en un lado? ¿Y quién se queda con la cocina? ¿Y quién con el baño?
Es que te has empeñado en ser moderno a tus años. Después de todo los chicos tienen razón; vivimos el tiempo que nos quede como hasta ahora, los dos en la casa y cada uno con nuestras cosas, que a mí me parece bien que te estés en la huerta toda la mañana, yo por la tarde tengo la gimnasia y el taller de ordenadores, pero luego a la hora de cenar, por lo menos tenemos a alguien para comentar el parte.
Pero eso sí, si repartimos la tele me la quedo yo.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 23
Enviado por bejar-biz el Jue, 28/01/2016 - 18:28.La última mirada
Autor: Francisco Javier Aparicio Sánchez.
Mi estrategia como agente de bolsa se basa en algo más que los datos. Hay también una parte de intuición con la que consigo superar a otros brokers. En pocos años me he convertido en un gurú de las finanzas, todos los inversores quieren contratarme. No puedo pedir más.
Debería ser feliz, tengo todo lo que busqué: fama, dinero, prestigio. Pero nadie sabe que mi exitosa vida diurna se convierte en una pesadilla por las noches. Ni las pastillas ni los psicólogos han conseguido que concilie el sueño. Ya ni recuerdo la sensación de dormir plácidamente.
Y es que me he acostumbrado a convivir con esa última mirada. Esa que vuelve a mi mente y a mi corazón cada atardecer. Todavía puedo escuchar a mi madre decirme: “Vamos a las Cerraillas a por unas patatas”. Entonces hice mi maleta frenéticamente, con la energía de mis 18 años, con mi ansia por comerme el mundo.
Mis padres no lo entenderían. Ellos querían para mi otra vida. Su único hijo era también su única esperanza de prorrogar lo que siempre habían conocido. Fui un cobarde, lo sé. Huí sin explicaciones, sin excusas, sin despedidas. Por eso cuando me asomé a la ventana y vi a mis padres caminando hacia las Cerraillas por el camino viejo, supe que esa sería la última mirada a mi pasado. Lo que no adiviné es que esa mirada me perseguiría cada noche, que la culpa se reflejaría en los cristales de esa ventana, que no podría escapar del camino viejo.
Y por eso ahora estoy aquí, en el tren de vuelta, tras muchos años de lágrimas millonarias. Hoy voy a explicar lo que no supe explicar con 18 años. Hoy voy a conseguir que esa mirada deje de ser la última.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 22
Enviado por bejar-biz el Lun, 25/01/2016 - 09:20.Castañas
Autora: María de Jesús Sánchez García
Todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío. En el cielo y en la tierra.
Llegaron a la cima de una montaña. Allí se reunieron. Sus corazones estaban afligidos; grandes eran sus sufrimientos allá por donde pasaban. No había comestibles, no había subsistencias. Olía a campo, alimento sutil que florece entre las montañas en tierra abierta. Con un placer tan inmenso por alcanzar, se sentían cada vez más niños recordando viejas anécdotas… Sucumbían y se embriagaban todos los días que les quedaba de vida, quizás la mejor manera de sentirla….
—¡Vamos a coger castañas! —dijo Clotilde, multiplicando sus sentidos, en este caso de un gusto muy otoñal, con aromas de calbotes.
—En el llano blanco las hay muy gordas…. —contestó Ernesto, que tenía muchas maneras de poder sobrevivir sin que las ranas cantasen.
En nuestros bosques existen formas naturales que protegen la tierra, cuenta la leyenda, como todos sabemos. Aquí y allá son los mismos espacios, pero lo que importa son las vivencias de sentidos o sentimientos sentidos. Y me perdonan por esta inconclusa información en un inverosímil cuento de una naturaleza, por así decir, casi de ficción en el que las castañas tenían un poder mágico, pequeños frutos que, por supuesto, engendraban vida.
—Ahora que habéis cesado de ser hombres, probaréis nuestras fuerzas —dijeron las castañas aburridas de un lecho húmedo y frío sin nada más que esperar. Pretendían ser inmortales como dioses menores y se acurrucaron en una bolsa de vuelta a un destino cruzado.
—¡Qué ricas! —dijo Clotilde y volvieron a su humilde pero no miserable vida ancestral.
No Concurso “La Cuesta de los Perros” II. Cuentos recibidos 20
Enviado por bejar-biz el Mar, 19/01/2016 - 20:52.El viaje de la vida
Autora: María Belén Conde Durán
La vida no ofrece sino la posibilidad de seguir caminando, sin mirar atrás. No importa cuán penosa sea la senda que desafía a nuestros sentidos: como dijo el poeta, el camino no lo es por sí mismo, sino que se convierte en tal al ser recorrido. Al otear la infinitud tenemos la ilusión de que no seremos capaces de lograrlo, mas a medida que transcurren los metros vamos sorteando dificultades, las convertimos en compañeras de viaje y las llamamos “experiencias”. Del mismo modo que no es aconsejable mirar demasiado lejos cuando nos encontramos en mitad de la excursión de la vida, tampoco lo es echar la vista atrás e intentar abarcar lo que ya atravesamos. Y cuando por fin lleguemos a la cima de nuestra travesía, no podremos evitar sentir una punzada de pena al pensar que tal vez la habríamos transitado de forma diferente, o que nos habríamos parado a descansar menos, de haber tenido entonces el conocimiento que ahora poseemos. Pero también se alegrará nuestro corazón al comprobar que el viaje ha merecido la pena, y que, independientemente de que ya no podamos desandar lo andado, nos llevamos los recuerdos.
No Concurso “La Cuesta de los Perros” II. Cuentos recibidos 19
Enviado por bejar-biz el Sáb, 16/01/2016 - 13:34.Cruz y pelotas de maná
Autor: José Aristóbulo
Belisario, reacio a acometer aventuras mucho más si las susodichas se hacen a pie y son tan agoreras, pero incapaz de vivir un segundo sin su vieja, hace de tripas corazón, se deja tomar del copete y emprende el camino al vecino pueblo de La Dorada dizque a presenciar el prodigio en vivo y en directo, el embeleco que tiene a toda la región alborotada: en el pináculo de El Alto De La Mona emergió un Cristo crucificado más imponente que la Estatua De La Libertad cuyo palo horizontal vomita a placer y sin parar unas bolas algodonosas que los lugareños han identificado como maná.
Si es cierto aquello, la mujer de Belisario hipotecará el rancho para construir, a su vera, una pensión que acoja a los peregrinos que vengan a ver La Cruz.
A pesar de las vacas gordas que avizora su vieja, Belisario va rogando al cielo que todo eso sea filfa de la buena. Con la pensión, vendrán los estacionamientos, los supermercados y los bares, echarán abajo su huerto, su solar y su árbol de dormir la siesta, y no faltará el canijo, lambón local o empleado oficial foráneo, que lo conmine a encerrar a los perros ya que con sus ladridos y sus pulgas asustan y hostigan a los clientes... «Y de paso, enciérrese usted también, don Belisario, que los turistas vienen hasta aquí para ver cosas bonitas y su cara...».
« ¿No serán esas que se ven a lo lejos, las tales pelotas de maná?», «Nones, mujer, son pájaros», masculla nuestro héroe, vencido en todas sus líneas. Es por demás, gústele o no le guste, más allá de las benditas pelotas, justo en el pináculo de El Alto De La Mona, se divida el palo horizontal de La Cruz.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 18
Enviado por bejar-biz el Vie, 08/01/2016 - 18:24.Sacado de la lista
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 17
Enviado por bejar-biz el Jue, 07/01/2016 - 12:26.Hilachas deshechas
Autora: Carmen Cascón Matas
El silencio alzaba un muro entre ambos. Los pasos, sonoros los de él, renqueantes los de ella, se entremezclaban con los trinos de los pájaros. El cielo, azulenco, caía cual moría la tarde, una más de sus ajadas vidas. No había palabras. Todo estaba dicho tras tantos años, a ratos felices, otros tristes pero ¡tan fijados a la memoria!
Resejo quedaba allá. Iban a la era, a deslomarse trajinando. A recoger el ganado y llevarlo a la cuadra evitando que un chaparrón dejara a la intemperie a chotos y recién paridas. A acopiar el fruto no arremetiera una helada negra y les dejara en ayunas.
Ambos sumidos en sus pensamientos y la mente platicando de los benditos tiempos en los que Resejo era un hervidero de bailes y romerías a cada poco. Ahora sólo moraban cuatro ancianos esperando La Parca. Hasta la torre de la iglesia habíase consumido hendida por un rayo que osó quebrar sus muros seculares. Después no habría futuro para un pueblo aplastado por el olvido.
No Concurso "La Cuesta de los Perros II". Cuentos recibidos 16
Enviado por bejar-biz el Dom, 03/01/2016 - 13:45.El camino de la Ermita
Autor: Raúl Guardián Delgado
Pues resulta que Don Matías (ya sabes, ese cura al que le gustaba más el vino que la misa, y que terminó --dicen las malas lenguas que por asuntos de faldas-- destinado en un pueblo del norte) soltó aquel año que no salía la Virgen en procesión; Que el parte daba agua y que si se estropeaba la talla no había cuartos para restaurarla.
Entonces la Fidela dijo que nanay… que la Virgen salía “punto y se acabó”; Que una cosa era llegar tarde a dar la misa y otra muy distinta prohibirnos sacar a “nuestra Madre”; Y que si hacía falta se encargaba ella, faltaría más.
Don Matías alegó que el parte anunciaba un día de perros y que, de hecho, las lluvias anteriores ya había dejado el camino embarrado, pero la Fidela le contestó que de agua nada, que a ella no la dolía la pierna y eso era síntoma de día soleado (como no podía ser menos en fecha tan especial) y que si quería perros no tenía más que subir a la ermita por el camino de atrás, que allí tenía el Eusebio sus mastines, siempre protegiendo la entrada a la finca familiar.
…Anda, toma la fotografía por si acaso no me crees: Ahí la tienes, ascendiendo pausadamente (muy digna ella junto a su primo y con los perros del Eusebio vigilantes) camino de la ermita. Y no dejes de fijarte en el detalle del Nicolás, su primo, cargando al hombro la azadilla. Ellos dijeron que era por si acaso había que limpiar la senda, pero en el pueblo nadie se olvida de cómo el propio Nicolás resolvía años atrás (al menos eso contaban los paisanos de mayor edad) las diferencias habidas a cuenta de las lindes que delimitaban sus tierras.
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