En diversas ocasiones se ha tratado en esta publicación el tema del futuro de Béjar, que es un asunto recurrente por ser un indicio de lo que se podría esperar. No han faltado las visiones catastróficas, lo que lejos de ayudar tienden al conformismo, ni las más optimistas en espera que nos caiga del cielo el milagro de la resurrección.

Podría suceder que no fuera lo uno ni lo otro, sino la capacidad que tendría nuestro Ayuntamiento para volver a hacer de Béjar lo que ya fuera desde mucho tiempo atrás: el centro de una zona geográfica. Eso, depende, solamente, de una apreciación global de lo que es en realidad: la cabeza de una comarca. Y sería este concepto lo que habría que hacer evidente, funcional y productivo.

La convocatoria de empleos para la temporada de esquí en La Covatilla ofrece una idea de lo que puede significar económicamente para Béjar, a menos que los síntomas del cambio climático nos jueguen una mala pasada. Eso, por supuesto, no lo sabrá nadie hasta que nieve o viceversa. Pero ahí está, ahí está… como la Puerta de Alcalá.

Sin el ánimo malévolo de incentivar los malos pensamientos sino a la inversa, estimo que no sería para nada ocioso que ahora, cuando aún no ha caído un copo de nieve, los que tienen la sartén por el mango hagan lo mismo que se hace en las guerras: cada acción debe prever una opción para que los que combaten tengan una puerta, si no como la de Alcalá sí como la del Cielo, que se les abra cuando ya es evidente que llegó la hora de correr.

Resulta lo más natural el mundo que alguien en desacuerdo con lo que expresa otra persona pueda opinar. Cada cual tiene el derecho decir lo que piensa… o casi siempre. El anonimato, que es una forma de proteger la identidad de todo aquel que expresa algo públicamente, no obstante su validez, es aceptable cuando podría ser reprimido, algo que suceder en determinadas circunstancias bien conocidas por el pueblo español.
Pero como del dicho al hecho va un trecho, enjuiciar a Francisco Franco en vida era un suicidio y nadie que lo hiciera podría dar la cara; pero en casos como ése el anonimato protegía un arma de guerra empuñada por valientes.
Sin embargo fuera de los contextos de ciertas circunstancias justificables, hablar sobre alguien o sobre algo escondiendo la cabeza entre las piernas no es cosa de valientes, ni siquiera de cobardes, es una capacidad, un don, digamos, de aquellas personas a las que se les podría calificar con una palabra que no puedo repetir por respeto a sus madres; y si tuviese que buscar un seudónimo para definirlas no tendrían la misma elocuencia.

Los bejaranos recordaron en el mediodía de ayer a los caídos en la ciudad el 28 de septiembre de 1868 durante el enfrentamiento con las fuerzas armadas de la Corona que reprimieron, violentamente, lo que pudo ser un conato independencia Aún con imprecisiones históricas de un hecho que se conserva en la memoria, de generación en generación , la ciudad conmemora anualmente ese acontecimiento, que apunta a la influencia que tuviera en el derrocamiento de la Reina Isabel Segunda y en el papel de Béjar en el advenimiento posterior de regímenes feudales con menos opresión y ciertas libertades.

No deja de ser algo emocionante la forma en que un pueblo con historia no olvida y cómo toda noble acción humana puede ser un ejemplo imperecedero, aunque los protagonistas no descansen en fastuosas necrópolis sino en la tierra que se ama, son una luz que ilumina a las almas nobles.

Los síntomas de despoblación que padece Béjar son una realidad objetiva y en ningún caso una falsa alarma. Es evidente en las estadísticas y visible para todo el que tenga ojos para ver y cabeza para pensar. La Subida Charra ofrecerá una imagen diferente por un día antes de retornar a la realidad. Y si hay un tema incuestionablemente prioritario para ésta ciudad, cada día más pueblo, es que cada día somos menos.

El remedio, por supuesto, no puede ser sacado de una chistera como un conejo de las manos de un mago y requiere de la unidad de todos: gobierno, oposición y bejaranos. Los rifirrafes entre partidos y la poca atención que se presta por parte de la población a los asuntos que afectan directamente a cada habitante, requeriría si no de un milagro sí de algún intento con posibilidades de conducirnos hacia otra perspectiva.

“Lo esencial es invisible para los ojos”. Esa frase del relato “El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, se encuentra entre las ideas más brillantes llevadas a la literatura en todo el mundo. Siendo éste, supuestamente, un relato infantil, encierra un concepto filosófico que le ha dado la vuelta al mundo en muchísimos idiomas y es aplicable a todas las culturas.

Pero, desgraciadamente, como la ignorancia mata a los pueblos y no siempre es factible matarla a ella, son muchas las personas incapaces de asimilar una noción profunda que requiera de la abstracción, del sentido figurado que pueden expresar las palabras en cualquier idioma, y prefieren una “birra” hablando con algunos amigos hechos a su imagen y semejanza.

La frase lapidaria con que Gabriel García Márquez sentencia el final de su más destacada novela no es un recurso literario creado para sellar con broche de oro la historia de un pueblo: Macondo.

Desde el punto de vista puramente literario es genial porque impacta como un meteorito en los lectores: “Los pueblos condenados a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. Y hoy por hoy cuando los pueblos abandonados de España comienzan resucitar, duele que Béjar se haya perdido en el camino del progreso.

Ese garciamarquismo es lo que apenas les queda a los bejaranos que aman su ciudad despeñada desde aquel tiempo pasado y llena de los fantasmas de las casas abandonadas y los negocios cerrados o abiertos por sus dueños en espera de la jubilación.

El esprit de corps, la conciencia de grupo, es un galicismo de origen militar. Significa el sentimiento de honor y orgullo compartido por los ideales y logros de un grupo de personas.

Eso lo saben desde los equipos deportivos hasta los se juegan la vida en una guerra. No hay tontería mayor que arrimar cada uno la brasa a su propia sardina, a menos que se viva en la soledad de un desierto donde lo único que valga sea la sobrevivencia.

Sin embargo, si el humano es un ser social fue gracias a que un día se dio de cuenta que uno solo de ellos con una lanza de mala muerte era incapaz abatir jamás un elefante para dar de comer a su grupo. Y a partir de entonces matando elefantes con las lanzas de todos los que podían empuñarlas, es que llegamos al ser los monos sabios que somos hoy.

Vista de la Plaza MayorBéjar, como cada localidad de España o de cualquier otro lugar el mundo, tiene sus costumbres y la nuestra, una peculiar característica: el paseo de la tarde. En ese momento la ciudad se anima con los vecinos que han estado cada cual en sus asuntos y deberes personales y que de pronto se encuentran en bares y terrazas para algo que aquí tiene nombre propio: "tomar la tarde"

Tomar la tarde en Béjar, supongo desde mi ignorancia como foráneo, que esa costumbre podría tener una raíz histórica en los cambios de turno de las fábricas textiles. A pesar de todo lo que el tiempo transforma, para bien o para mal, resulta agradable que un pueblo, a pesar de los pesares y del paso inexorable del tiempo, conserve la memoria de sí mismo con una charla entre amigos, antes de que caiga la noche, para que el tiempo no arrastre los recuerdos de un tiempo pasado, mejor o peor, pero que es parte de lo vivido..

Viaje a la lunaAquel día el “corte” de caña no estaba muy lejos. Era el 20 de julio de 1969 y ninguno de nosotros superaba los veinte años, éramos solteros y teníamos sólo un compromiso: cortar caña en los campos de la provincia cubana de La Habana. Era sólo un paso previo para ingresar en las escuelas recién del recién creado Ministerio del Interior.

Aquel día el “corte” de caña no estaba muy lejos y el “enfermero” cargaba con lo necesario para ofrecer los primeros auxilios a los que se herían con sus propios machetes. Ninguno de los que allí estábamos había cortado una caña en su vida, pero todos habíamos concluido la enseñanza preuniversitaria y éramos la materia prima para la construcción de la Dirección de Inteligencia, que andando los años sería el hijo pródigo el KGB soviético.