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El software culpable
Me crucé en el pasillo del trabajo con un compañero que iba soltando por la boca cosas terribles. Para que me entiendan: se iba cagando y meando en todo lo divino y lo humano. Y eso que era temprano. Le corté el paso para enterarme de lo que le pasaba y de paso que se desahogara, porque le aprecio. Tuve que tranquilizarlo unos minutos con masajes en el hombro antes de que se arrancara a hablar fluidamente, porque sólo acertaba a proferir improperios. Es funcionario y pensé que tal vez le hubieran despedido, por lo cual su cólera tendría que ver con ser el primero al que le hacen eso. Pero no, era que se había enterado por la radio desayunando que los bancos donde se han abierto cuentas para ayudar a Haití, en los que depositamos nuestras solidaridades urgentes estos días, cobran a la chita callando comisiones por ello.
Lo deben haber estado haciendo toda la vida (¡con la cantidad de catástrofes que van ya!) pero nos hemos enterado ahora. Es decir con las anteriores se habrán estado forrando un poco más. Mi amigo todavía no sabía y yo se lo tuve que aclarar, que a la indignación provocada por la noticia habían salido al paso los bancos diciendo que no vayamos a pensar que es por usura, que no, que es cosa de la informática, del software, para ser más exactos, ya que el programa informático no permite hacer otra cosas que cobrar por todo lo que hacemos en el banco y, claro, todo es todo. Podían haber salido diciendo y lo hubiéramos entendido como un acto de sinceridad y de nobleza, que es que no lo pueden evitar porque son así estructuralmente de usureros y con la estructura no se puede. Pero han preferido echarle la culpa al software, como si el software fuera un ser perverso e indestructible que una vez creado, nadie puede modificarlo. Y con esa respuesta, una vez más nos han creído gilipollas. En parte porque lo somos y en parte también porque no nos queda más remedio que serlo desbordados como estamos por la tecnología, por las letras pequeñas de las cosas, por las verdades a medias y por los marketing de toda clase que nos manipulan como a muñecos.
Como mi compañero de trabajo no me ha visto excitarme ante la noticia se ha quedado bloqueado, creyéndome cómplice de la ideología de los bancos. “¿No me digas que te parece bien?”, ha preguntado con los ojos que se le salían. “No”, le he respondido con mucha tranquilidad. “¿Entonces porque no te sumas a mi indignación y te cagas en algo?”, ha inquirido. “Porque los banqueros están ejerciendo de sí mismos. Es intrínseco a ellos el ser así, Manolo (se llama así). Lo raro sería lo contrario que se juntaran entre todos, en un acto parecido a nuestra movilización solidaria y dijeran: “Ahora vamos a reconstruir todo Haití nosotros solos. ¡Con dos narices! ¡Para chulos nosotros! Y que no nos calientes que rellenamos con cemento la falla de Henriquillo para que no vuelva a haber allí un jodido terremoto. Y el año que viene nos ponemos con Nicaragua y al otro con la miseria del Chaco argentino y luego con las favelas… así hasta que nos gastemos los 17.000 millones de euros (!!!!) que hemos ganado en 2009”. Eso sería lo raro, le digo a mi amigo, pero que cobren a lo callado por estas cosas, a mi no me parece nada del otro mundo. ¿O se apiadan de alguno al que acuden a ellos ahogándose con la hipoteca que le tienen suscrita? ¡No! Pues entonces. ¿O se cortan para subir, como van a hacerlo, las comisiones en un 7% este año, sabiendo que mucha gente anda muy justa? Tampoco.
Cuando vuelva a ver a mi compañero le voy a demostrar que soy un tipo flemático, si, eso es, que sepa que yo tengo ideas de fondo para ahorrarme adrenalinas inútiles. Le voy a decir que yo me regocijo pensando -y esto le gustará porque es muy creyente- que según la Biblia es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un banquero vaya al cielo. Eso tranquiliza aquí en lo terrenal, aunque no voy a saberle explicar si me pone dudas sobre la tradicional connivencia entre la divinidad y los banqueros, porque de siempre se han entendido y defendido los unos y los otros por lo menos a altas esferas. Y a última hora pues como que no les van a dejar tirados ¿no le parece a usted?.
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Indignan estas cosas. Cuando mañana por la mañana vaya al banco donde tengo que ir a hacer unas gestiones, me va a ser inevitable pensar que ese banco donde te tratan con tanto "amor" (no culpo a los empleados) no es más que una hiena insaciable que no solo nos presta el dinero abusando lo que puede de nosotros, sino que se aprovecha de algo tan terrible como lo de Haití. ¿Les costaría mucho a cada banco dar un millón de euros de esos 17.000 que han ganado entre todos?. Para ellos no sería nada. Me dan asco. Me lo han dado siempre y en estos casos me lo da también este sistema nuestro que lo hace derivar y depender todo de los bancos: los gobiernos, la gente, nuestro buen humor y nuestras ganas de vivir, todo depende en realidad de los bancos si lo pensamos a fondo, porque ellos dominan la superestructura del sistema y nos pueden amargar la vida SOLO por ganar dinero y más dinero. Mañana deberíamos ir todos a reclamar nuestro dinero... ¡Que´tonterías digo!. No pasaría nada. No nos lo darían y punto. El estado les protegería porque esllos son el corazón del sistema. Por lo menos puedo decir : ¡que les den!, no tienen corazón ni tienen nada.
Hoy me ha mandado Orange un mensaje invitándome a que mande un mensaje con la palabra Haití,bla bla ,me he quedado con ganas de mandarle un mensaje con la palabra tu p.. madre.
Que cara, siempre haciendo negocio de las desgracias ajenas.
Que se pare el mundo,que tiremos a unos pocos c....nes.
Un saludo Fabián y lectores
Nada de apoyar a organizaciones como médicos sin fronteras. De hoy no pasa. Voy a vender todas mis pertenencias, me voy a comprar el vestido que una (generosa) superestrella ha subastado para ayudar a Haití (¿me llegará?) o uno de los nuevos bolsos que, según mi vecina la del segundo, ha diseñado Kate Moos (bellísima persona, según mi vecina) para salvar también Haití y, si me sobra algo, lo pienso donar sin pestañear, que yo no me quiero quedar sin salvar a Haití. Creo que así me pondré a tono con el ambiente solidario.
Un abrazo Fabián, Carmen
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