He repetido demasiadas veces que el mundo de las palabras es muy pobre, que la aproximación que con ellas hacemos a la realidad es casi mísera, que no es fácil hacerse entender si no se añade una pizca de buena voluntad a lo que se dice. Pero hay mojones altos y visibles que no se deberían traspasar sin que nos diéramos en ellos un coscorrón de recuerdo y de aviso para que nos fijemos un poco más.
Se observa por desgracia en estos tiempos la presencia en los medios de comunicación de personas que más que opinar parecen preparados para disparar sin tener en cuenta cuál es la diana ni si el que la sostiene es alto o bajo. Los periódicos digitales, con la entrada libre, se prestan más que nadie a estos asuntos. No hay más que visitar algunos para convencerse de que hay semiprofesionales del disparate y de los improperios.
La libre opinión parece aconsejable y refrescante, el cruce de argumentos es la esencia de una convivencia rica y plural. Opínese, pues, con libertad.
Pero la opinión no asegura la razón, ni mucho menos, ni justifica que se diga lo que primero viene a la boca. No se me alcanza cómo, en nombre de la libertad de expresión, se puede estar dando la matraca defendiendo la tiranía, por ejemplo. Sobre todo si no se argumenta. Y ya me contarán cómo se puede argumentar tal cosa.
Aún hay algo peor que esto. Se trata de las “aportaciones” sistemáticas que realizan algunos en los medios sin tener en cuenta la descripción de las verdades que rebaten.

Hace ya algún tiempo que se me invitó a colaborar en este medio de comunicación, y no se me dio ninguna indicación restrictiva al respecto. De modo que cada dos semanas inserto aquí unas líneas que quieren servir de motivo de reflexión para quien las lea y para quien quiera opinar al respecto. Desde casi el primer día me encontré con algunas opiniones que me dejaban los ojos en blanco pues no se me lograba entender a qué venían ni qué relación guardaban con las opiniones ni con el tema de mis artículos. La sorpresa ha llegado casi al paroxismo con mi última colaboración. En ella se ponía el ejemplo del fútbol como actividad en la que se juega demasiado a la contra y poco a favor de uno mismo, actitud que me parece muy negativa. Y ponía el ejemplo de un periódico de Madrid en una fecha en la que el Barcelona había sufrido un revés en Europa. No soy forofo del fútbol pero prefiero que gane el Madrid en estas disputas entre equipos grandes. Y así se decía. Pero hete aquí que un anónimo (yo no sé por qué no pone la gente su nombre y sus apellidos) “ilustrado” aprovechó no sé qué hilo para responder con asuntos políticos, para criticar que el equipo de mis amores fuera el Barcelona (qué barbaridad) y para desfogarse con Zapatero. Vamos que, o no sabe leer, o tiene mala baba, o las dos cosas a la vez. Quizás el artículo y el comentario todavía estén en la red y se puedan leer para conocer todos los datos que aquí resumo. Pongo mi ejemplo no porque tenga más importancia sino para no molestar a nadie más, pero los casos son demasiado frecuentes.
No soy quién para entrar en la conciencia de nadie, ni quiero. Cada día tengo más interés en comprender que en juzgar. Pero creo que tengo derecho a pedir a la gente que le eche al asunto menos mala leche, un poquito de buena voluntad y un poquito de silabeo, porque, si no se sabe deletrear y describir, difícilmente se podrá opinar, solamente llegaremos a los tópicos, a la modorra prefijada en nuestra mente y a la imbecilidad más absoluta. Y para eso no estamos. Porfa, buen rollito. Eso se empieza a corregir en los primeros cursos de la educación primaria, se mejora con la ESO y se perfecciona en el bachillerato. Y las clases son por la mañana. ¿Me explico? Este país necesita muchas escuelas. Claro que sí.