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Resiliencia. Resistencia
Andrés Pérez Monzón. Socio de Auren BLC
Si os fijáis un poco, todos los grandes testimonios sobre historias de triunfo en la adversidad que vemos en internet -en charlas Ted, en youtube, o en los miles de whatsapp que recibimos- los cuentan los protagonistas después de que haya pasado la tormenta. Nunca hemos podido observarles durante los malos tiempos.
Esas historias te dejan el buen sabor de lo bueno, evitando el regusto amargo de lo malo.
Esta crisis, en cambio, la estamos viviendo en directo. Y la estamos experimentando en primera persona. Yo mismo, en esta semana larga que llevo recluido he pasado por una montaña rusa emocional que a veces me sorprende: momentos de negatividad y pesimismo, desánimo, energía, autoafirmación...¡muchas veces en el mismo día siento cosas contradictorias!
Pero si me paro a pensar un poco más, todo depende de la historia que me cuento a mí mismo sobre por qué estoy donde estoy, porqué pasa lo que pasa o me pasa lo que me pasa, incluyendo las distintas versiones posibles de final de la historia: desde la catástrofe al happy ending.
Ayer hablámamos de story telling. Hoy hablamos de las historias que nos contamos. Decía Einstein que la sociedad es el resultado de nuestro pensamiento, y que no podemos cambiar la sociedad sin cambiar la forma de pensar.
Cuando el gran C.S.Lewis pierde a su mujer en 1960 a causa de un cáncer, escribe un libro magnífico, "Una pena en observación", que no es sino el intento de poner bajo el microscopio de la introspección su propio duelo. El libro es muy bueno, altamente recomendable para este confinamiento. Dio también para una película fantástica, "Shadowlands", traducida al castellano como "En tierras de penumbra", protagonizada por un espectacular Anthony Hopkins dirigido magistralmente por Richard Attenborough en 1993, también muy recomendable para estos días.
Yo me he dado cuenta, releyendo a Lewis, que estoy en duelo: en duelo por la libertad perdida temporalmente, por el contacto humano perdido con los buenos amigos, por la seguridad perdida en el futuro, por el optimismo perdido. Y no sé si es justo, porque en definitiva otros están peor: están poniendo en riesgo sus vidas ayudando a los demás, o han perdido a seres queridos en esta batalla colectiva contra el coronavirus.
Pero es así como me siento....a veces. ¿Qué hacer pues?
Nada. Dice Lewis que "no hay nada que hacer con el dolor sino pasarlo". Date el permiso para sentirte mal. Pero cuida tus historias.
¡Ya eres resiliente!
Vivimos una era en la que todo el mundo tiene un toolkit para sobrellevar estas situaciones. Parece que nuestra mentalidad utilitarista y dispuesta a consumir "los 10 pasos para..." nos lleva a hacer algo con nuestro dolor o con nuestro miedo, o a esperar que haya una técnica cognitiva o metacognitiva que nos ayude a combatir este malestar y que no nos afecte.
La resiliencia no es ausencia de dolor o ausencia de miedo o ausencia de problemas. Eso sólo lo tienen los psicópatas.
La resiliencia es el increible poder que todos tenemos para sobreponernos a las dificultades. No hay que hacer nada para ser resiliente. Pero sí podemos entrenar la resiliencia, es decir, tardar menos en recuperarnos o tener menos episodios de bajón, y esto tiene que ver fundamentalmente con dos elementos: el sentido de propósito, y la historia que te cuentas a tí mismo sobre la situación.
Entrena tu resiliencia
La fuerza del propósito la dejó clara Viktor Frankl en el gran libro "El hombre en busca de sentido". En este magnífico canto a la dignidad humana, Frankl cuenta lo siguiente:
"Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino".
Viktor Frankl.
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