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Relatos de Béjar: El Cuadro (I)
Dado el tedio que me producían los ejemplares significativos que María había tomado prestados a la sabiduría, se dispuso mi entendimiento a sopesarlos.
Coloqué el pie de refilón sobre el cojín esponjado que se hundía de gusto. Apenas sujeté la espalda hacia atrás, rechinó algún hueso, no sé si de tedio o de frío. Enarbolé las gafas pensando que, como en mis tiempos de estudiante, debería marcarme un orden, ¿o no?, tal vez fuera mejor abrir al azar y leer lo que saliera.
En esas estaba cuando Quique me sacó de dudas, retiró los ejemplares ordenadamente, unos sobre otros, y como no sabe leer con fluidez, ataja los títulos con un vistazo y bautiza de nuevo a las portadas.
Empezó a relatarme:
-Primero el verde, el del cuadro este tan chiquitito, después éste que tiene como ojos en un campo de primavera, luego… a ver, el que tiene pinta de ser de comidas,- (de golpe soltó encima del citado un par de perrunillas que traía de contrabando).
-¡¡¡Joer…. CON EL NIÑO!!!!! Ya manchaste otra vez todo.-
Muy serio, volvió a recoger bajo la mano el botín y, acercando las migajas doradas, dijo:
-A lo mejor debajo podíamos poner éste que parece un tablero de ajedrez que nos haga de bandeja. El del pájaro en la chimenea el último, porque el del abuelo retratado en amarillo te gustará mirarlo antes, ¿nooooo?-
No.
No me podía creer los meses que me esperaban con aquella condena.
Desvié tristemente la vista.
Quizá me ayudaría a olvidar contemplar aquel cuadro con minucia…
Hay que pedir una lupa y aplicar el ojo vaguísimo sobre el “pastel”.
Lo que veo es extraño, juraría… pero, no, no puede ser. Es un reflejo.
Ya sé lo que haré, pediré a Josete que me haga una fotocopia ampliada del cuadro y saldré de dudas.
Debo empezar a leer para estar segura.
Comienzo:
“En el primer día de mi estancia veraniega en Béjar, en 1982, concretamente el diez de agosto, ocurrió en esta ciudad un suceso que para muchos (no para todos, naturalmente) pasó desapercibido. Me refiero a la colocación en su justo lugar de la campana del viejo reloj de la renovada torre de San Gil. Y llamo trascendente a este hecho porque esa campana es, y lo será por mucho tiempo, el símbolo vivo de nuestra antigua Comunidad de Villa y Tierra, institución que asociaba a la villa Madre, Béjar en nuestro caso, al conjunto de aldeas y lugares que componían su Alfoz, en la defensa de unos intereses comunes.…….”, despacio, muy despacio, me empiezan a pesar los párpados, tengo la necesidad de entregarme con urgencia a los brazos de Morfeo.
Rectifico ligeramente el ángulo de la pierna de nata y reclino la cabeza sobre el respaldo amplio.
Duermo, feliz, sin tiempo.
Zzzzzzz, gg, zazzzzzzzzzzzz
Valentina
- Coincido con usted en pedir
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