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Regreso al futuro: ¿Qué se juega la economía de Estados Unidos en el enfrentamiento Obama-Romney?
Boletín de la Wharton University
La elección del próximo presidente de los EEUU sería decisiva para la economía si dependiera de lo que dicen los dos candidatos: voten por mí, dicen, si quieren una economía pujante; si votan por mi adversario, caeremos de nuevo en la recesión.
Pero no importa quién sea el vencedor, hay factores económicos que son hechos ciertos. Millones de propietarios de inmuebles residenciales en EEUU, por ejemplo, están "con el agua al cuello", porque deben más de lo que valen sus casas y con ello debilitan la demanda del consumidor, que es fundamental para la economía. Las empresas, aunque estén bien provistas de capital, ya no contratarán a nadie a no ser que sea necesario, es decir, cuando la demanda aumente o esté a punto de hacerlo.
La crisis de la deuda en Europa se resiste a cualquier solución rápida. Los déficits y la deuda que tiene EEUU son demasiado grandes para ser dominados de forma rápida. Los déficits competirán por los ingresos federales que podrían estimular la economía mediante más gastos o recortes de impuestos.
Dada la relevancia de esos problemas, ¿cuál es el escenario económico más probable después de las elecciones si el presidente Barack Obama, demócrata, gana, o si su contrincante, el republicano Mitt Romney, es elegido?
Tres profesores de Wharton dicen que, independientemente del resultado, el futuro debería ser muy parecido al presente, por lo menos durante algunos años. "Dentro del debate político existe la idea de que haciendo las cosas de manera un poco distinta, la situación mejora mucho. Pero no es así cómo funciona", dice Franklin Allen, profesor de Finanzas de Wharton.
"Una de las cosas que encuentro más deprimentes en esta campaña es esa preocupación por el enfoque de 'donde las dan las toman', de acorralar al adversario, en vez de entablar una discusión seria sobre lo que los candidatos harán para resolver los problemas que amenazan a la economía", dice Richard J. Herring, profesor de Finanzas de Wharton.
Quienquiera que sea el próximo presidente, tendrá que enfrentarse de inmediato a la crisis económica, inclusive al "precipicio fiscal", aumento de impuestos y profundos recortes de gastos que entrarán en vigor de forma inmediata, a menos que el Congreso y la Casa Blanca lleguen a otra solución. El llamado precipicio fiscal [fiscal cliff] es consecuencia del largo pulso en 2011 para aumentar el techo de la deuda. "Creo que cuando pasen las elecciones, ese será el gran problema al que habrá que enfrentarse", dice Allen.
¿Pero qué pasaría si los demócratas, favorables al aumento de los impuestos para los ricos, y los republicanos, que están en contra, no llegaran a un acuerdo, y las cláusulas automáticas entraran en vigor? "Creo que es muy probable que eso nos lleve a la recesión", dice Allen, previendo que los aumentos de impuestos y los recortes en los gastos del Gobierno reduzcan el producto interior bruto en un 3%. Aunque ambos candidatos digan que sus políticas acelerarían la creación de empleos, los problemas son demasiado serios para resolverse de un momento a otro, añade Allen. "Se trata de un problema mucho más serio del que jamás hayamos tenido en este país", dice, añadiendo que muchos de los actuales desempleados continuarán sin empleo, a menos que sean reciclados, un proceso largo y costoso que, según el profesor, es impracticable hoy día.
Incluso según Allen, los actuales problemas económicos son únicos en la historia americana. La analogía más evidente es con Japón, que desde hace años se enfrenta con dificultades. ¿Cuál es la solución? "No creo que haya alguien que lo sepa", dice.
Un Gobierno dividido
Obama propone la continuación de las políticas de su primer mandato. Son, entre otras, los esfuerzos para estimular la economía a través de gastos federales y reducciones modestas de impuestos dirigidas, sobre todo, a personas de baja renta y de clase media. Obama interrumpiría los recortes de impuestos de la era Bush para personas con ingresos de US$ 250.000 al año, pero los mantendría para quien gane menos que eso. Mantendría su política de salud —la Ley de Protección al Paciente y de Servicios de Salud Accesibles, conocida como Obamacare— y preservaría también la mayor parte de las regulaciones impuestas a la industria de servicios financieros durante la crisis financiera.
La propuesta más radical de Romney consiste en reducir los impuestos incluso a niveles inferiores a los de la era Bush hoy en vigor, buscando al mismo tiempo compensar la pérdida de ingresos con la eliminación de algunas deducciones inesperadas y brechas fiscales. Romney quiere acabar con parte del Obamacare y con varias regulaciones financieras. Él sería más flexible con las regulaciones del medio ambiente y, a diferencia de Obama, enfatizaría la explotación de carbón y petróleo. Aunque la filosofía y las posiciones económicas de los candidatos sean drásticamente diferentes, ninguno de ellos debería adoptar un cambio radical de Gobierno, dice Herring, debido a que el Gobierno está dividido.
Las investigaciones prevén una victoria apretada para el vencedor en que ninguno de los candidatos conseguirá arrebatar los suficientes votos para garantizar la victoria del partido en el Congreso. Esa situación incómoda parece favorecer la continuidad de la división en el Gobierno, en que ningún partido conquistará una mayoría en el Congreso que sea inmune a vetos o una supermayoría a prueba de trabas en el Senado.
"Es preciso reconocer el hecho de que gane quien gane, el mandato no le permitirá hacer lo que desee", dice Herring. Los graves problemas que perjudican la economía deberían continuar sin solución, entre ellos la mala conservación de las carreteras, puentes y otras infraestructuras, deudas, probable insolvencia del Medicare y el atraso de los estudiantes americanos en comparación con sus compañeros de otros países desarrollados.
"Queda por saber lo que ellos podrán hacer con el pequeño margen de maniobra disponible", dice Herring.
Mucha gente piensa que la política fiscal federal es compleja y demasiado confusa, dice Herring. Pero ninguno de los dos candidatos debería tener el tipo de mandato necesario para cambiar esa situación, dada la resistencia de los intereses en juego. Aunque Romney, que ha enfatizado la revisión de los impuestos más que Obama, diga que pondría fin a muchas deducciones y brechas, él no especificó cuáles, pero dejó caer que no acabaría con las más populares, como la deducción del impuesto de la renta sobre los intereses de las hipotecas.
La peor consecuencia posible
La campaña presidencial se ha enfocado también en dos casos relacionados con la salud que tienen un impacto significativo en la economía: el Obamacare, la ley de 2010 que replanteó el seguro médico, y el Medicare, programa con graves problemas financieros enfocado en los ancianos.
Para Obama, la Ley de Protección al Paciente y de Servicios de Salud Accesibles fue su mayor realización, y él prometió conservarla, mientras que Romney pretende rechazar buena parte de ella y sustituirla por un plan que aún no ha detallado. De persistir la división en el Gobierno, el Obamacare probablemente sobrevivirá, prevé Herring. "Romney aún no ha presentado una alternativa que funcione, y sólo Dios sabe si hay alguien que entienda el sistema actual".
Desde el punto de vista de la economía, un problema fundamental del Obamacare, tal y como está redactado, dice Herring, es la exigencia de que las empresas con 50 o más trabajadores suministren seguro de salud. Eso ha reprimido la creación de pequeñas empresas, que son la fuente principal de nuevos empleos, señala Herring. El desempleo está por encima de un 8%.
Con el tiempo, los problemas con Medicare tendrán un impacto económico mayor que los problemas que rondan el Obamacare, dice Mark V. Pauly, profesor de Gestión de salud de Wharton. Al proporcionar seguro a quienes antes no tenían, el Obamacare nos "deja con la conciencia limpia", comentó Pauly, "pero el Medicare limpiará su cuenta bancaria. Por lo tanto, desde el punto de vista de la economía, el impacto de Medicare es mucho mayor".
Ambas cuestiones, prosigue Pauly, crean incertidumbres que debilitan la confianza en las empresas, lo que, por su parte, ahoga el crecimiento económico. Muchos empresarios apoyan la promesa republicana de repeler el Obamacare, pero se preocupan por lo que vendría a continuación, mientras que las instrucciones del Obamacare para las empresas tienen un valor conocido de momento. "Si los republicanos ganaran, el sujeto que tiene una empresa que suministra seguro de salud tendrá dificultades para saber lo que los republicanos harán", dice.
De igual manera, los republicanos tienen un plan más contundente para la disminución de la financiación deficitaria de Medicare. Los participantes del programa irían al mercado a comprar su seguro. Pero las investigaciones muestran que hay muchos americanos preocupados, porque temen tener que soportar costes mayores de salud cuando se jubilen, por eso nadie sabe si los republicanos realmente llevarían adelante todos los cambios que están proponiendo, aunque ganen las elecciones.
Por otro lado, dice Pauly, los demócratas aún no han propuesto un plan claro para la preservación del actual sistema de Medicare a largo plazo, lo que hace que las perspectivas sean inciertas para los futuros beneficiarios. "Ese tipo de incertidumbre, a corto plazo, es sin lugar a dudas la peor consecuencia de todo ese debate sobre salud", dice.
El Gobierno dividido también haría difícil, sino imposible, resolver los problemas derivados de la ley de reforma financiera Dodd-Frank, que tiene características perjudiciales para las empresas como, por ejemplo, enormes cantidades de informes para diversas agencias, dice Herring. Uno de los principales objetivos de esa ley consistía en evitar la necesidad de futuros rescates de instituciones financieras consideradas "demasiado grandes para caer", pero hay serias dudas sobre el funcionamiento de la Dodd-Frank, añade.
El mercado bursátil, después de sumirse en la crisis financiera en 2008, recuperó casi todas sus pérdidas. Herring, sin embargo, observa que un factor fundamental en esa recuperación fueron los esfuerzos de la Reserva Federal para mantener la tasa de interés baja. El desempeño de las acciones tal vez no sea el mismo después de que esos esfuerzos lleguen a su fin, pero ese día llegará. "Estamos confiando demasiado en la política monetaria", dice. "La Fed ha hecho todo lo posible "para estimular los mercados y la economía.
La alternativa —mejor política fiscal para reducir el peligro de factores como los altos déficits y la deuda del Gobierno— parece improbable en vista de la división del Gobierno, dice Herring. Tal y como están ahora las cosas —y deberían continuar después de las elecciones—, problemas muy serios como los déficits, las deudas, recortes cada vez más elevados del servicio de salud y probable insolvencia del Medicare serán postergados, después de que hayan empeorado y de que las soluciones se hayan vuelto más caras, prevé Herring. "Si esperáramos hasta que no tengan solución, el resultado sería muy doloroso".
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