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Provincianos y provincianas
Como bien es sabido, el medio rural se enfrenta a un reto demográfico y nuestra comarca no escapa ni de lejos a este proceso. Desde hace décadas, pese a que las leyes y las instituciones muestren un aparente aspecto de descentralización, las distintas administraciones vienen tomando decisiones encaminadas a la centralización de servicios. Utilizando en la mayoría de los casos la palabra “eficiencia” para justificar los recortes de servicios públicos, cebándose en especial con el medio rural.
Es evidente que este proceso se ha generado a lo largo del tiempo y que tras él hay, o al menos puede haber, ciertos intereses. Para intentar explicarlo analizaremos, por un lado, la imagen que se ha trasladado del medio rural frente a las ciudades, y, por otro, algunas decisiones que se han tomado y qué consecuencias puede haber tras ellas.
Desde los años 50, durante la dictadura, que buscaba una centralización del país con su máxima representación en la capital cortesana ocultando el subdesarrollo del resto. Se ha trasladado a la sociedad una visión cómica y grotesca del medio rural frente al urbano. Se ha vendido la imagen de que el primero es simplemente un sitio de recreo y no una opción de vida, se ha caricaturizado a los personajes del campo siempre como paletos que cuando llegan a la ciudad se sorprenden por las “maravillas” que esta ofrece. Sin embargo, escapando a la censura del régimen (los favores siempre salen caros), aparece la película “Surcos” que retrata a una familia pobre que huye del campo y se instala en una corrala de Lavapiés. En ella podemos ver, según describe Sergio Del Molino en el libro “La España Vacía”: “El Madrid reconocible y de postal, un Madrid lleno de campesinos sin trabajo que babean ante los escaparates de ultramarinos, alucinados por todo aquello que no pueden comprar”.
Y la situación no es que haya cambiado mucho. Cierta clase política y las grandes empresas, muchas veces trabajando de la mano, han ido desplazando todos los puestos de trabajo y los servicios a las capitales de provincia, autonómicas y cada vez más a los “polos de atracción de inversión”. Estos lugares se convierten en zonas de un alto crecimiento demográfico en el que cada vez más personas pueden optar a un mismo puesto de trabajo que a su vez son controlados por un menor número de empresas. Lo que se traduce en una menor competencia de los autónomos y los minoristas y una menor capacidad para establecer salarios dignos. A su vez tiene influencias sobre el medio rural al producirse un éxodo en busca de ese “sueño del trabajo en la ciudad” que sigue aumentando las listas de desempleo en las urbes, destruyendo empleo en el campo e incrementando el coste de mantenimiento de determinadas infraestructuras en zonas que pierden población. Lo que se traduce en un país falto de vertebración y cohesión con diferencias de desarrollo en algunos territorios.
Con unas de las elecciones más candentes en la Comunidad de Madrid, estamos viviendo de nuevo episodios que recuerdan a esos años 50 de represión y pobreza, de exclusión social y segregación. En los pasados días hemos escuchado de nuevo ese término que aparece reflejado en el título: “Provinciano”. Que ha sido utilizado por la candidata popular al gobierno de la comunidad para referirse a todos los que no viven en Madrid de forma peyorativa y menospreciando que elegir vivir en cualquier otra parte que no sea la capital es una opción tan digna de vida, o incluso más.
Es probable que este discurso vuelva ahora a resonar entre aquellos que quieren un país desigual y sin oportunidades justo con la revuelta de la España Vaciada cogiendo fuerza. Ya que este movimiento ha puesto a los pueblos en pie, está volviendo a visibilizar la necesidad de vertebrar el territorio, de descentralizar los servicios, de hacer frente a los desequilibrios demográficos… Pero es cierto que a quiénes poseen gran parte del parque inmobiliario en las ciudades, quienes basan su beneficio económico en el consumo desmesurado, quienes controlan el futuro de millones de personas… no van a estar de acuerdo en que esta descentralización se produzca y que la brecha social que existe en España se acorte, pues lo harán sus beneficios.
Por eso cabe plantarse si cuando nos vamos lo hacemos porque queremos o lo hacemos porque nos echan.
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