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El presente, el futuro y la política
El bosque es cada árbolLa obsesión por el futuro puede ser estéril. El futuro no existe y cada cual lo conforma de acuerdo a sus expectativas, sueños o conveniencias. El tiempo de la realidad es el segundo que vivimos y la realidad por venir es una imaginación. Ni en lo personal ni el lo social se puede anteponer el futuro al presente. El mañana es, exclusivamente, la suma de muchos ahora.
Sin embargo, el futuro posee el atractivo especial de lo nuevo, de lo que tendrá que ser de otra manera, de algo desconocido y a la vez conformado de antemano en nuestras mentes. Es, para no andarnos por las ramas, nuestra propia mentira piadosa para escapar a los problemas e insatisfacciones puras y duras del día a día.
No es raro que el tiempo preferido de la política sea el futuro. La política anda muchos compases por delante de nosotros. Toca su propia música. Y la seguimos como las ratas al flautista del cuento. Antonio Machado dijo: “Sin el tiempo, esa invención de Satanás, el mundo perdería la angustia de la espera y el consuelo de la esperanza”. Y no resulta difícil comprender que espera y esperanza son dos palabras que definen la política.
No se trata de un problema de partidos ni de estar a la diestra o la siniestra de las esperanzas de la gente. Es una cuestión intrínseca a la dirección de las masas, que se extiende a todo aquello que nos condicione el presente a cambio de un futuro.
En los sistemas democráticos ese trasfondo engañoso se expresa en la competencia de las promesas electorales y en la lucha de los perdedores por decir que eran falsas y la de los vencedores por demostrar que están en el buen camino para alcanzar todo lo que prometieron. Sin embargo, el que gobierna pierde de vista que la realidad del hoy puede hacerle sal y agua sus promesas de ayer para un futuro que no es el que le resuelve los problemas a los ciudadanos. De ahí a la demagogia no hay mas que un paso y de la demagogia al engaño, unos centímetros más. En los sistemas totalitarios, es mucho más sencillo. El futuro es lo que tiene valor, como la vida después de la muerte para algunas religiones.
No por fuerza la gobernabilidad del presente tiene que ser condicionada por la que vendrá más adelante y no por fuerza la añoranza de los ladrillos del edificio democrático es la visión del mundo feliz que vendrá. Y no hablamos de anarquismo ni cualquier otro ismo en el que se conciba una sociedad sin timón, sino de la dialéctica social de los gobiernos, que deberían entender que sólo lo que se haga hoy, ahora mismo, será lo que ya estará hecho más adelante.
Tal vez fuera importante que los gobernantes no nos hablaran nunca más de todo aquello que pretenden hacer para que tengamos un luminoso porvenir y, sin decirnos nada, hicieran mejores nuestras últimas veinticuatro horas. Las estrategias de desarrollo son, con mucho, menos importantes que las tácticas de sostenibilidad y equilibrio social.
Las sociedades, léase los países, crecen por sus raíces, de abajo hacia arriba como los árboles, y los bosques crecen como las sociedades: árbol por árbol. Si en las raíces no son fuertes, ¿de qué valen las ramas vistosas?
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os recomiendo este artículo de El País en el que hablan sobre el auge que está experimentando (y sus causas) del partido Pirata en Europa
http://www.elpais.com/articulo/tecnologia/Partido/Pirata/extiende/Europa...
saludos
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