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Paseos por la Arqueología de la Comarca de Béjar: 4. La estela-menhir de Valdefuentes de Sangusin
MapaAunque pueda parecer mentira, no siempre ha habido clases sociales. Dentro de la historia del hombre tal cosa es algo relativamente reciente. Cuando el ser humano era sólo cazador y recolector (hasta el 6000 a.C. en la península Ibérica), no había clases sociales como tales. Puede que algún valeroso cazador gozara de un estatus mayor en vida, pero su prestigio social no se transmitía a sus sucesores porque su sagacidad cazadora moría con él.
Con el Neolítico (desde el 6000 a.C., en la Meseta Norte desde el 5500 a.C), el hombre se hace productor, depende por tanto más de si mismo al cultivar la tierra y criar animales. Durante mucho tiempo su dominio de la producción es precario, produce lo que consume, quedándose incluso siempre corto, con lo cual, si no le sobra nada, es difícil que haya unos que tengan más que otros.
Todo lo más, a alguien le puede sobrar algo de lo produce en la buena racha de unos años, pero sometidos como estaban a una agricultura de subsistencia, llena de limitaciones y a una ganadería muy precaria, los superávit, cuando los hubiera y quien los tuviera, serían algo efímero y de corto recorrido en el tiempo. Que alguien se consolidara año tras año con una economía superior, era muy difícil. Esto pasó sobre todo en el Neolítico.
A partir del 3000 a.C. (la Edad del Cobre) se observa como se va dominando la producción un poco más. La experiencia adquirida en el reconocimiento de mejores zonas de cultivo, de mejores estrategias en general y el perfeccionamiento en las herramientas usadas, hacen que la producción mejore y haya más posibilidades de éxito. Todo ello se traduce en un aumento demográfico. Hacia el 2600 a.C. sabemos que había ya personajes que eran más que los demás, porque les enterraban con una pompa que no era la del resto. Sólo a ellos. El hecho de que a algunos les entierren con ajuares vistosos y en sitios especiales, donde va a ser visto su pequeño monumento, implica que eran ya líderes de la sociedad. Los primeros ricos. Su riqueza consistía en producir más que los demás y por tanto en tener más comida y depender menos de la mera subsistencia.
Hoy compraríamos pisos, coches, chalets, invertiríamos en bolsa o viajaríamos por el mundo. Nada de eso era posible entonces. Pobres y ricos vivían en cabañas circulares de 6 m. de diámetro. El excedente de producción, quien lo tenía, se utilizaba para adquirir objetos exóticos (conchas marinas, marfil, objetos de oro, piedras de calidades y colores nunca vistos en su territorio… cualquier cosa que les distinguiera de sus vecinos). También su excedente de producción les servía para organizar grandes festejos donde podemos decir que “pagaban ellos”. Pagaban con lo que les sobraba. Y si les sobraba a ellos y a los demás no, es que por esa razón, que no era poca, eran más. La historia del ser humano en general se ha caracterizado por su empeño obsesivo en diferenciarse de los demás, en tener más que el vecino, en ser más poderoso. Y por supuesto en mostrarlo. No solo hay que ser más, sino mostrarlo, que se vea.
La estatua-menhir de Valdefuentes de Sangusín
Entre el 2600 y el 1700 a.C. la arqueología ha comprobado que hubo una cierta pugna por ser más en las gentes del final de la Edad del Cobre y del principio de la del Bronce. Algunos de esos que van teniendo más y durante bastante tiempo, empiezan a inventar formas de exponerlo y de crear poder en torno a ellos. Su riqueza y con ella su prestigio social, va pasando a sus sucesores, consolidándose su posición ante los demás. No son muy poderosos, pero tienen un cierto poder sobre el resto basado en su riqueza. En ese ambiente, uno de sus empeños es dejar claro siempre quienes son y cuanto son respecto a los demás.
Los testimonios de este estadio de la evolución social humana van detectándose poco a poco a través de la arqueología pero no es fácil dar con ellos e identificarlos. Uno de esos testimonios podría ser el hallazgo que tuvo lugar en Valdefuentes de Sangusín a mediados de los años 70 por parte de un grupo de alumnos del colegio Filiberto Villalobos de Béjar, dirigidos por el profesor Joaquín Sierra. Se trata de una estela-menhir de granito, de tipo antropomorfo, de 1’65 m. de alta, que estaba formando parte de una cerca de piedra, sin que durante cientos de años nadie le hubiera advertido su valor histórico. Cierto es que los grabados no eran demasiado evidentes. Su lugar originario no pudo estar muy lejos de donde la encontraron, pero al no saberse el sitio exacto, quedó aplazado conocer si formaba parte de una tumba o de un monumento de otro tipo. Hoy se encuentra expuesta en el Museo Arqueológico de Salamanca.
Estela-menhir de Valdefuentes de Sangusín.
Tres son los detalles principales de esta pieza: su concepción y diseño, las armas y adornos que lleva grabados y el propio hecho de su existencia. Fue concebida para estar en vertical y para representar a una persona. Tiene una terminación muy cuidada que se ha conservado a lo largo del tiempo. Sin duda esto último tenía que ver con la importancia del mensaje que se quería transmitir a través de ella. Se le aprecian los ojos y la nariz, así como la entalladura que marca la cabeza. No se han representado los brazos porque seguramente los lleva ocultos debajo de un manto que tiene extraños adornos estriados laterales. Esa capa estaría sobre una especie de vestido corto que llega hasta los muslos dejando ver lo que debe ser una especie de pantalón, puesto que no se marcan las rodillas.
El personaje lleva en el pecho los atributos que le conferían poder: una espada y una alabarda. (Las alabardas eran armas ofensivas consistentes en una pieza puntiaguda de cobre colocada perpendicularmente al mango en el extremo de éste). Los porta no posición de ataque sino de ceremonia. Pero además de eso lleva un collar, amuleto o algo parecido que le cae sobre el pecho. Claramente ostenta y expone los tres elementos como los atributos que le caracterizaban. Sin duda se trata de un guerrero, porque expone lo que son los elementos de su actividad, la que quiere que se sepa que le es propia. Lo hace de la misma manera que un cura expone un crucifijo, un juez el libro de la ley o un marinero un ancla como elementos propios de su orgullosa profesión. Todavía en el siglo XV y XVI y también antes, nobles y reyes con pasado guerrero se enterraban en sepulcros ostentosos con la espada sobre el cuerpo.
Por el tipo de armas representadas sabemos que fue tallada hacia el 2300/1900 a.C., en las fases iniciales de la Edad del Bronce. No es única, se han encontrado más y de diferente tipo, pero esencialmente mostrando lo mismo. Una de ellas apareció en el pueblo también salmantino de Tremedal de Tormes, a unos 75 km. al norte de Valdefuentes. Otra similar, pero muy tosca, se encontró en Segura de Toro(Cáceres), en la zona de La Granja/Aldeanuela del Camino. Seguramente no es casual que los tres hallazgos se encuentren en las inmediaciones un camino natural en línea recta de norte a sur por el oeste de la península Ibérica, lo que luego fue la Ruta de la Plata.
Estela-menhir de Tremedal de Tormes
¿Tumba o marca territorial?
El hecho de encontrarse aislada de otros restos, obliga a pensar que pudo ser o un monumento funerario aislado o una marca territorial. Hay más casos parecidos de estelas con representaciones así y en ninguna ha podido averiguarse su cometido por aparecer fuera de su lugar exacto de origen. Pudo ser la tumba de un personaje importante de aquel tiempo, pero pudo ser también la marca territorial en un punto bien visible erigida por un individuo con poder, con diferencia social sobre los de su entorno, que con la presencia de la estela estaba marcando su territorio, el cual defendería mostrando sus armas. No se muestran las armas si no se está dispuesto a usarlas. Una exhibición militar de misiles en nuestro tiempo, es una forma de decirle a potenciales enemigos que tienen eso para defenderse de lo que haga falta y por tanto que tengan cuidado.
Fuera monumento o tumba uno de aquellos personajes ya con poder, con dominio sobre aldeas, una familia o un linaje que tenía más que los demás, se hacía notar de este modo en un territorio de gran importancia. El territorio era una zona de paso de vital importancia: el valle de Sangusín. Por allí se accedía a la Meseta viniendo de Extremadura y del Valle del Guadalquivir. Un camino ancestral por ser antes que nada una ruta natural. Tiempo después, con la civilización que portaban los romanos, tras conquistar la zona, la convirtieron en una ruta de comunicación vital para el tránsito por Hispania. Pero además de la proximidad a la ruta principal que sería la aludida, ocurre que el hallazgo se produjo al lado de otro camino, previsiblemente antiguo, cordel de ganados también, que bifurcado de la Calzada de la Plata a la altura de Calzada de Béjar, enfila hacia el norte pasando por Los Santos y uniéndose de nuevo a la Calzada de la Plata entre Casafranca y Navarredonda de Salvatierra.
No será descabellado sospechar que un líder del principio de la Edad el Bronce, sabiendo el tránsito por la zona de gestes y ganados quiso decirles a los recién llegados quien mandaba por allí y qué armas tenía para defenderlo. Y de paso enseñar también qué riqueza y qué poder era el que ostentaba, mostrando un colar, amuleto o lúnula de oro sólo al alcance de los poderosos. Al ser un grabado no podemos comprobar si la espada que el individuo portaba era una simple espada con empuñadura de madera o de hueso de las que había en su tiempo, o estaba a la altura del personaje y la empuñadura era de oro. Naturalmente que si había que ostentar se hacía con lo máximo. Sabemos que en este mismo tiempo había espadas con empuñaduras de oro que serían para exhibir el poder. Una de ellas apareció en Guadalajara, es una pieza excepcional, se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Espada hallada en Guadalajara.
Detalle de la empuñaduraHabría muchas otras pero se refundieron cuando ya la moda de hacerlas así dio paso a otro tipo o a otra forma de ostentación.
Se ha considerado también otra posibilidad, que fuera una marca territorial erigida en común por las gentes que habitaban la zona. Podría ser, pero en ese caso no parece cuadrar el hecho que la figura ostente un collar. Si hay que enseñar los dientes para asustar, se enseñan, pero no se enseña nada más. La figura parece en actitud tranquila, pero mostrando lo que tiene por si se pone nerviosa, nada menos que una espada y una alabarda.
La estela-menhir de Valdefuentes de Sangusín y también las otras conocidas, y las que se conocerán, ilustran muy buen una interesante etapa de la Historia en la que los grupos humanos iban organizándose de acuerdo con las circunstancias del momento y lo hacían a través de una forma de expresarse desgraciadamente muy humana: la de querer ser siempre más que el resto y demostrarlo, algo que ha llegado a la actualidad en una expresión máxima, como todos sabemos.
Para contactos con el autor: fabian@jfranciscofabian.com.
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Hola.
he intentado mandarte un correo pero no me ha dejado.
Interesante artículo ;)
Saludos.
Alba.
Hay un error en la dirección de correo, pone fabián con acento. Si no lo pones seguramente funcionará. Si no te funciona puedes mandarlo a jfranciscofabian@gmail.com.
Gracias
Los alumnos del Filiberto Villalobos que lo descubrimos nos seguimos sintiendo orgullosos de haber colaborado en semejante hallazgo.
Y a los que durante tantos años de docencia nos lo transmitió después Don Joaquín en sus clases también nos hizo sentirnos partícipes y a algunos incluso nos descubrió la vocación por la profesión. Gracias por el artículo.
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