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Paseos por la arqueología de la Comarca de Béjar: 2. Aquí, hace 6500-6000 años
Con frecuencia nuestra percepción real del pasado es bastante corta. Como mucho hemos conocido a nuestros bisabuelos y esa es nuestra referencia real de lo más antiguo. Ello implica mirar atrás no más de cien años. Cien años es muy poco.
Nuestra percepción real del tiempo se reduce a eso, lo demás lo cuentan los libros de Historia y nos crea una nebulosa de fechas, sucesos y monumentos que hay que meditarla mucho para verla en realidad como un tiempo habitado por personas que nacen, viven y mueren y entre tanto dan paso a otras generaciones que van a hacer lo mismo. Así hasta nosotros.
Quizá no exista mejor método para enseñar el paso del tiempo que el reconocerlo sobre nuestro territorio actual, donde vivimos cada día. Vamos a ir nada menos que 6000-6500 años antes de ahora (4000-4500 antes de nuestra era) en la comarca de Béjar. Si desde entonces hasta ahora no nos hubiéramos movido del sitio eso serían unas 300-400 generaciones atrás en estas mismas tierras. Parece una locura de tiempo, pero es real, porque pasó.
Hoy sabemos que en ese tiempo vivía gente aquí. La arqueología nos lo dice. Incluso cuando se investigue más a fondo puede que la fecha sea aún más antigua.
Ese tiempo era lo que se conoce como el Neolítico, un tiempo revolucionario en la historia del hombre porque de vivir a expensas de lo que producía la naturaleza sin intervención humana, el hombre pasó a tomar la determinación de ser él quien lo producía y así a depender un poco más de sí mismo. Fue tan trascendental ese hecho que crearon el mundo moderno en sus claves más esenciales. Se hicieron productores y con ello crearon el embrión de las clases sociales, porque siempre unos producen más que los otros. Hasta ese tiempo habían cazado lo que se les ponía a tiro y recogían lo que la naturaleza se dignaba ofrecer.
En el Neolítico pequeños grupos humanos, seguramente integrados por una familia con todos sus miembros, iban de un sitio a otro abriendo claros en el bosque (todo sería un bosque) para cultivar los primeros trigos y cebadas de la historia. Llevaban además sus primeros rebaños de ovejas y cabras y la caza constituía un complemento de la dieta. Pero ante todo, estaban aprendiendo a dominar la producción. No tuvo que ser fácil.
Aunque pueda parecernos mentira hubo gente viviendo en la comarca de Béjar en ese tiempo. Por ahora sabemos de 6 lugares que lo atestiguan. En arqueología si no se investiga con excavaciones metódicas, la información es reducida. Si se investiga adecuadamente, pueden saberse los animales que domesticaban y cazaban, y por tanto los que merodeaban por el sitio. También se puede saber la vegetación que había ya que el polen de cada primavera se conserva durante miles de años y se reconoce al microscopio. Cada grupo de árboles se corresponde con un clima determinado que podemos conocer. La destrucción intencionada del bosque da lugar a otras plantas y la presencia de ganados en ellos determina una flora determinada. Los pólenes de esas plantas se encuentran en los estratos y por tanto nos informan de los procesos y ambientes. Sabemos sus herramientas y armas y por tanto sus hábitos. En fin, muchas pistas que bien estudiadas llevan a reconstruir la vida en cualquier tiempo remoto. Con los datos que tenemos sobre el neolítico de la comarca de Béjar no podemos llegar muy lejos. Cuando se lleven a cabo excavaciones por arqueólogos sabremos mucho más. Pero ¡ojo!, que lo hagan arqueólogos, que son los que entienden y saben como extraer los datos. Del mismo modo que cuando hay un problema de salud nos ponemos en manos de un médico, la arqueología la investigan sólo los arqueólogos.
Hace 6500-6000 años la comarca de Béjar debía ser, como ahora, una zona boscosa y por tanto difícil para los medios que había. Aún así interesó a diversos grupos humanos. Por lo que sabemos hasta ahora, utilizaban para vivir los pequeños abrigos que se forman en los paisajes graníticos cuando se agrieta un promontorio de rocas o cuando una gran roca ha montado con el tiempo sobre otra. Los covachos que se forman, siempre pequeños, eran la vivienda de aquellas gentes. En ellas con sólo tapiar las entradas y crear un acceso, les salía un sitio para vivir, porque no era necesario más. La casa entonces era el fuego y el entorno de él.
Allí se guarecían y dormían. Y así fue en los lugares de La Covacha, Las Cabañuelas y Peña de Valdeama (Valdesangil), en La Atalaya (Vallejera) y La Cueva del Tranco del Diablo (Béjar). El valle donde está Valdesangil (Valle de San Gil) fue un sitio importante para aquellas gentes. Hay varios covachos donde se han encontrado restos suficientes como para saber que fue en el Neolítico. En cada época las herramientas, las armas, las decoraciones cerámicas… etc. definen ese tiempo.
Como si nos excavaran a nosotros nos definiría el ordenador o la vitrocerámica, por ejemplo. Los habitantes de esos covachos usaban cerámicas muy toscas, decoradas con los mismos patrones aquí que a 600 km de distancia, lo cual indica dos cosas: contenían un código de información común que se expresaba así y lo entendían todos y había contactos suficientes como para que unos grupos influenciaran a los otros y todos se parecieran entre sí.
Eso implica que en un tiempo sin otra forma de comunicarse que caminar acarreando lo que tenían, las gentes no paraban de moverse, nadie vivía del todo aislado. La búsqueda de recursos en tiempos de grandes limitaciones era la razón. Aquellos remotos habitantes del futuro Valle de San Gil tuvieron para desarrollar la vida una vega fértil por lo menos en pastos que tendrían que despejar de vegetación primero.
El caso de La Atalaya parece similar. Su posición al pie de un gran prado con buenos pastos puede que sea una de las razones de la elección. La Cueva del Tranco del Diablo representa un caso más difícil de interpretar. Este lugar ha sido siempre objeto en Béjar de cierto mistericismo.
Varias generaciones de jóvenes han acudido a ella inducidos por el misterio y la leyenda que todo lo oscuro –las cuevas lo son- provoca. El lugar donde se encuentran es inhóspito: al pie del cauce de un arroyo, poco antes de su desembocadura en el Cuerpo de Hombre. Una zona perfecta para el excursionismo sin reglas de hoy, pero duro para vivir. Eso sí, había agua abundante, caza y al norte y sur lugares donde cultivar pequeñas cosechas de cereal. Para un grupo humano pequeño, con una economía de subsistencia, sería suficiente.
Desgraciadamente una buena parte del yacimiento está alterado por excavaciones de aficionados, que se han llevado los restos (de todos) a sus casas particulares y de paso han destruido el punto donde estaban y la forma en la que los habían dejado, y con ello las posibilidades científicas de interpretarlo. Con tales gestos nos privan de datos muy útiles para comprender mejor su mundo.
Pero estas cuevas no fueron la única forma de hábitat. Puede que tiempo después de habitar los covachos empezaran a vivir de otro modo, más a la intemperie. En Navalmoral de Béjar, en el cerro de la Corvera, dominando el valle de Sangusín, hubo también gente viviendo en este tiempo. Aquí las excavaciones científicas permiten saber más y mejor. Es posible que se tratara de una comunidad de pastores que habitaban majadas temporales en lo alto, protegiendo con ello a sus ganados de las alimañas. El Carbono 14 dice que eso sucedió en la Corvera entre el 3640 y el 3340 a. C. Estos, los de Valdesangil, Béjar y los de Vallejera, usaban herramientas de sílex en forma de cuchillos sin punta (se denominan hojas), también pequeñas piezas de sílex con un filo dentado que servían para la siega, lo cual atestigua actividades agrícolas, fabricaban con frecuencia colgantes y cuentas de collar de pizarra tal vez para librarles de malos espíritus y cosas así, que tanto han obsesionado a los pueblos primitivos.
Todos en conjunto fueron los primeros productores que vivieron como tales en la comarca de Béjar. Ellos de alguna manera iniciaron el mundo en el que vivimos hoy nosotros.
Contacto con el autor: fabian@jfranciscofabian.com
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Mi enhorabuena al autor de esta nueva sección. Seguro que vamos a disfrutar con ella y nos va a ayudar a conocer mejor nuestra comarca. Lo único que no me acaba de convencer son los datos tan precisos y claros que facilita para localizar los lugares. Si realmente tienen interés, creo que las visitas a los mismos deberían estar restringidas y/o hacerse con guía (puede ser, quizás, una idea para la concejalía de turismo), por lo menos hasta que los sitios estén debidamente estudiados o protegidos. Si no es así y se divulga su emplazamiento, me temo que va a suceder lo peor. Me encantaría equivocarme.
Un saludo.
A.Verdejo
Amigo A. Verdejo, te agradezco el comentario. Hace mucho tiempo los arqueólogos debatíamos sobre si mostrar los yacimientos a la gente o seguír disfrutando nosotros solos de ellos. Decidimos apostar por la sensatez de la mayoría de la gente, sabiendo que hay muchos insensatos que les preocupa muy poco estropear lo de todos. Creo que lo que se conoce y se aprecia su valor, se protege y crea conciencia colectiva. Si lo tomas como propio y ves que alguien le causa un mal , reaccionas. Pero no se le puede privar a la gente de bien disfrutar de estos lugares, si asi lo quiere, porque haya desaprensivos. Quiero pensar que lo que hago con esta sección es convencer a los que no piensan como tú y como yo y ojalá también a quien tiene en su mano crear las formas de que todos disfrutemos de esto con guías, señalizaciones, protecciones, campañas de concienciación... etc.
J. Francisco Fabián
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