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Paseos por la Arqueología de la Comarca de Béjar 5. Una “casa” de hace 4600 años en Navalmoral de Béjar
A Juan Paramás y a Enrique (in memorian) que hicieron nuestras excavaciones en La Solana aún más inolvidables
Hay un tópico que seguramente se lleva utilizando siempre y en todas partes: “Si los antiguos levantaran la cabeza y vieran lo que hay hoy”… Con el uso de esa frase estamos reconociendo el paso del tiempo, inherente a la especie humana y la evidente evolución del ser humano con todas sus cosas a lo largo del tiempo. Aunque no supiéramos nada de Historia, con esa frase ratificamos nuestro particular tránsito por la vida, que por poco que sea, implica evolución para con lo anterior. Estoy seguro que hace 4.000 años también lo dijeron aquellos habitantes de la Edad del Bronce que habían dejado de usar las flechas de piedra de sus antepasados para usar las de cobre y luego las de bronce, que eran lo último. La gran diferencia entre el pasado y el presente, es que ahora una sola generación -¡una sola!- puede conocer una cantidad de cambios tan grande, equiparable comparativamente a la evolución que se dio 3.000 años atrás, en la Prehistoria más reciente. No digamos nada del Paleolítico donde las etapas sin muchos cambios duraban más de 10.000 años.
Si los habitantes de una humilde aldea que hubo entre el 2800 y el 2400 antes de nuestra era en un lugar llamado La Solana, levantaran la cabeza de pronto y visitaran cualquiera de nuestras casas, no saldrían de su asombro en una temporada. Y con razón, porque sus casas, que en realidad eran chozas, no casas, fueron de tal sencillez y humildad que cualquiera de nuestras casas de hoy les parecerían palacios. (No quiero ni pensar qué le parecerían los palacios de verdad).
La Solana fue una aldea de la Edad del Cobre enclavada en las inmediaciones del pueblo de Fuentebuena, pero en término de Navalmoral de Béjar. Allí hicimos excavaciones sistemáticas entre los años 1986 y 1991 financiadas por la Junta de Castilla y León.
) La Solana desde el este
Queríamos saber los patrones de la forma de vivir entre el Neolítico y la Edad del Hierro y cómo había ido evolucionando todo en los 3.000 largos años entre un tiempo y otro. La Solana fue uno de los puntos elegidos para estudiar el tiempo concreto que va entre el 3000 y el 2500 antes de nuestra era. Allí pudimos estudiar desde las formas de organización de la vida doméstica hasta las formas de enterramiento, pasando por el almacenaje de la producción agrícola en silos, las herramientas que usaban… todo menos los animales que consumían, de los que no quedó ni rastro, porque el suelo es ácido en exceso y los hace desaparecer completamente.
Hoy vamos a tratar la cabaña que pudimos excavar allí y será en rigurosa exclusiva, porque de la publicación de estas excavaciones y de otras en la zona preparamos una monografía en conjunto para contar la evolución de cuanto pasó en la comarca de Béjar entre el V y el I milenio antes de nuestra era, algo que todavía tardará un poco, porque el estudio de las excavaciones es lento debido a que hay que valorarlo todo, absolutamente todo, si queremos garantizar una reconstrucción científica del pasado.
La Solana, como el propio topónimo actual indica, estaba en la zona orientada al sur de un cerro que se llama La Corvera. Buscaron ese sitio precisamente porque querían cobijarse del frío. Hoy podemos poner nuestras casas donde queramos, porque sabemos aislarlas, pero antes eran tan sencillas y tan endebles, que fue imprescindible buscar zonas muy bien abrigadas. En aquel lugar, inmediato a la zona actual de huertas y chalets ilegales del norte de Fuentebuena, con agua y buena tierra y próximo al valle de Sangusín, ruta de comunicación ya entonces y extensa pradera donde podía practicarse la ganadería y la agricultura, un grupo humano, seguramente no mucho más allá de una familia con todos sus miembros, se asentó para un tiempo en algún momento entre el 2800 y el 2400 a. n. e. Así nos lo ha dicho el Carbono 14.
Vista desde el cerro de La Corvera
Uno de los muchos e interesantes hallazgos que pudimos estudiar en La Solana fue una cabaña completa, una casa de aquel tiempo, porque entonces las casas no eran otra cosa que cabañas como la de La Solana. Los habitantes del sitio se marcharon un día llevándose todo lo útil y la cabaña fue sepultándose, hasta que unos 4500 años después pudimos estudiarla.
Excavación de la choza en 1990
En aquella época –la Edad del Cobre- todas las cabañas de Península Ibérica eran más o menos iguales en lo general. Aunque era un tiempo en que empezaban a darse los primeros atisbos de diferenciaciones sociales, las cabañas de los más ricos y de los más pobres eran lo mismo. Tenía su lógica. A diferencia de hoy, el suelo no se vendía en parcelas, los materiales de construcción eran para todos los mismos (troncos rectos para armar la cabaña y forrado todo después con entramado vegetal, recubriéndolo finalmente el conjunto con barro). No había cuartos de baño que alicatar ni que forrar con mármol, ni podían tener un ferrari a la puerta de la cabaña, ni conocían el mar para tener un yate aparcado en el puerto, ni tampoco se podía invertir en bolsa, ni en comprar otras cabañas, como haríamos hoy. Algunos, porque lo sabían hacer mejor o tenían más suerte, tenían más ganados que los demás o tenían excedente de la cosecha. Pero el que tenía ese excedente no garantizaba con ello una casa mejor, como tendríamos hoy y un coche mejor a la puerta. Ricos y pobres tenían la misma forma de vida. Lo único que podían hacer los que tenían mejor cosecha un año tras otro era adquirir objetos de valor tales como marfil, por ejemplo, amuletos fabricados con piedras extrañas, alguna joya de oro… En eso consistía su diferencia, no daban para más las posibilidades. Con estos objetos la cuestión era mostrar su deferencia con los demás y así hacerse con el control, por ejemplo, de las ceremonias comunes de toda una comunidad. O hacerse enterrar en un sitio reservado a los grandes hombres. Así de reducida era la forma de mostrar la diferencia social en un tiempo en que no había las posibilidades de mostrar la riqueza que hay hoy.
Por este motivo no sabremos nunca si los habitantes de la cabaña que excavamos en La Solana tenían mucho o poco, o mejor dicho: les sobraba mucho o nada después de una cosecha. Sólo si pudiéramos saber el papel social que desempeñaba el jefe del pequeño grupo, podríamos saber el grado de importancia social que tenían y por tanto de sobrante respecto a lo que producían. La impresión que daba el conjunto de lo excavado es que fue una humildísima aldea, como la mayoría de las habría por las inmediaciones.
Planta de la choza
La cabaña de La Solana era circular, con tan sólo 6 m. de diámetro y tenía forma de cono. Supimos todo esto, primero por la marca más oscura que dejó en el suelo su superficie. Y la disposición cónica, por la posición de los agujeros y el calzo con piedras que sujetaban los troncos de la estructura.
Calzos de piedra que soportaban los postes de la choza
Estos, inclinados, confluían en el centro y allí enlazaban con otro poste central. Para hacernos una idea más familiar: como las cabañas de los indios de las películas del oeste. Entre unos troncos y otros debió haber un entramado vegetal, forrado luego con pieles y barro para evitar que se colara el agua y el frío. En el centro estaba el hogar para el fuego.
Hogar de barro
Era una placa de barro redonda, sobreelevada respecto al suelo de tierra que pisaban y con un reborde más alto para que no se salieran las ascuas. Curiosamente la última vez que se sentaron alrededor de ese fuego estuvieron asando bellotas de roble, presumiblemente para quitarles de ese modo los taninos que las hacen amargas. Unas cuantas se les quemaron y las dejaron allí, dentro del hogar y en las inmediaciones. Al estar quemadas se conservaron y por eso hoy podemos saber esto y con ello ratificar que eran tiempos donde todo se aprovechaba. Dentro de la cabaña había fosas redondas excavadas en el suelo virgen. Debieron servir para guardar algo que era preciso tener a mano, por ejemplo grano contenido en recipientes de cerámica (silos), e incluso la carne, puesto que debajo de la tierra la temperatura es menor. En una de estas fosas encontramos una vasija completa dispuesta boca abajo, como si la hubieran vaciado de su contenido al marcharse, arrojándola después sin más a la fosa.
Vasija abandonada en la fosa donde estaba su sitio
Las cabañas debían servir sólo para la noche y para cobijo en caso de necesidad. En nada se parecían a nuestras casas de hoy. Hasta mil años después no empezó a acercarse el concepto de casa a lo que luego ha llegado a nosotros. La vida se hacía fuera de la choza, había hogares también fuera, seguramente para cocinar, en las proximidades estarían los depósitos de leña para el fuego, absolutamente imprescindibles, porque sin el fuego no se podía hacer nada. En las inmediaciones de la choza había huellas de otras estructuras que aún no hemos sabido interpretar. Sólo han dejado huella en forma de los hoyos excavados en el suelo virgen para los soportes.
Los habitantes de aquella cabaña se marcharon llevándose todo lo útil. Con frecuencia los arqueólogos encontramos en las excavaciones lo que desecharon ya amortizado y los olvidos. Sólo cuando hubo un desastre y todo quedó abandonado de golpe, tenemos casi todos los datos para interpretarlo. De la vida en aquella humilde choza sólo dejaron los fragmentos rotos de sus vasijas, algunas armas y herramientas de piedra, rotas o muy amortizadas (hachas, flechas…) con los desechos de haberlas fabricado, algunos fragmentos del ocre con el que teñían y se pintaban de rojo y colgantes muy toscos de pizarra. Aún así, fue bastante con lo que estudiamos para saber los detalles esenciales de su vida y alguno también de su muerte, porque enterraron a uno de los suyos en la misma aldea, próximo a la cabaña. Sin duda era uno más de ellos porque ni siquiera mereció tener un ajuar.
Algo nos dice que La Solana y aquella choza dentro de la pequeña aldea, era un lugar que se ocupó poco tiempo o su ocupación tenía lugar esporádicamente. Tal vez cada cierto tiempo se iba allí a explotar las tierras de los alrededores de Fuentebuena para algún cultivo de los que se daban ya entonces (cebada, trigo, habas…) y que molían en los molinos que dejaron abandonados por inservibles. La baja cantidad de restos hallados y lo endeble de la cabaña permiten esta sospecha de temporalidad en el asentamiento, algo que nos está diciendo, tal vez, que las gentes de aquellos tiempos se movían periódicamente en busca de unos recursos bien conocidos y localizados.
Los que vivimos la experiencia de excavar aquella “casa” de tan remoto pasado, cuando estábamos descubriendo poco a poco su interior, no podíamos dejar de pensar que allí mismo habían dormido, hablado, reído, llorado, comido y amado seres como nosotros unos 4.600 años atrás. Gentes que estuvieron y pasaron al anonimato para siempre después. Por un momento deseábamos que hubiera de verdad la otra vida que las religiones prometen, para que nos estuvieran viendo trabajar en sus desechos y se sintieran importantes desde su modestia del pasado, viendo cuanto valorábamos su lucha por la vida, que como la de tantos otros del tiempo atrás, son la causa de que todo siguiera adelante y se haya llegado al presente. De la misma forma que el presente será remoto pasado para otros, como lo es La Solana hoy para nosotros.
PARA VISITAR LA SOLANA
En La Solana, como en todos los yacimientos arqueológicos no musealizados de época muy antigua, si vas, no verás nada. Pero puedes imaginar lo que quieras si has leído algo sobre la Prehistoria de la Edad del Cobre. A veces con esto es suficiente. En sitios como el archifamoso yacimiento de Atapuerca no se ve nada de lo que los arqueólogos cuentan, pero si alguien lo explica o te has preparado la visita, lo que puedes imaginar con una base científica, es fascinante.
Para llegar a La Solana se puede ir desde Fuentebuena. Dejando el coche en el pueblo y caminando, casi hasta agotarlo, por un camino que parte de la fuente en dirección norte, hacia el cerro de La Corvera, que parece presidirlo todo. La aldea estuvo donde arranca la ladera sur-oeste del cerro. También se pude ir desde Navalmoral de Béjar por un antiguo camino en dirección este.
No vayas allí buscando nada, no muevas nada de su sitio, no te lleves nada de allí. Recuerda que el Patrimonio Histórico es el pasado de todos juntos y alterándolo o robándole trozos estás actuando contra la sociedad de la que formas parte.
Contacto con el autor: fabian@jfranciscofabian.com
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Es alucinante. He pasado cerca de allí mil y una veces con mi bici de montaña y nunca me hubiera imaginado esto. Sí conocía las tumpas antropomorfas que hay al llegar al final del puerto de Navalmoral a Peromingo, ¿estan relacionadas?
Iván.
Sin duda habrás pasado y pasarás al lado de muchos lugares donde alguien vivió en otro tiempo. Es importante que estos lugares se den a conocer (ese es uno de los cometidos de pequeños trabajos como estos que lees aqui) y se protejan por quienes tienen capacidad para ello, pero también por cada ciudadano, porque es la Historia de todos y responsabilidad de todos.
Las tumbas antropomorfas que citas son de época medieval. Las hay en muchos puntos de la comarca (Medinilla, Santibañez de Béjar, Sanchotello).Las tumbas antropomofas parten de la época visigoda y tienen su máximo apogeo entre los siglos XI y XIII. Habrá un capítulo dedicado a ellas más adelante.
J. Francisco Fabián
Como siempre magnifica la exposición. Verdad.
Cuanto tenemos q aprender amigo Fabián las personas q nos interesan las cosas reales como esto, en esta obra tan interesesante q nos regalas cada cierto tiempo.
Verdad.
Estupendo artículo una vez más.Deberían ser más frecuentes, porque se hacen esperar. Parece mentira que exista todo eso y no lo sepamos los que vivimos en Béjar. Gracias a tu esfuerzo, Fabián y con tu forma tan didáctica de exponerlo vamos a tomar muy buena nota de lo que pasó por aqui hace todo ese tiempo.
Debería publicarse todo esto en un libro, tal cual lo cuentas, editado por algún organismo oficial (ayuntamiento, cajas de ahorro, diputación)y regalarlo a todos los bejaranos y gente de la comarca. Así se difundiría la cultura que nos interesa a todos y con dinero de todos. Sería un placer irse una mañana de verano a leerlo tranquilamente al Regajo o a visitar esos sitios libro en mano.
¿Me está escuchando alguien de esos centros oficiales?. Si me está escuchando que tome nota. La cultura nos interesa a todos y difundirla les compete a ellos, como todo lo público.
Manuel H.
Me gustaría que vieras esta entrada en mi blog:
http://bejaralba.blogspot.com/2008/07/clase-de-historia.html
Me encantaría ir a una excavación.
Besos.
Alba.
Mándame una dirección de correo electrónico y te comento lo que veo en tu blog. Y de paso quedamos para ir a una excavación o por lo menos a un yacimiento que quieras y puedas ir. Me ofrezco de guía para ti.
Un cordial saludo
Fabián
Será muy emocionante poder ir.
Mi correo y msn es:
campanillabejar@hotmail.com
Muchas gracias.
Alba
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