Peligro, paso de hipopótamosNumerosos estudiosos del comportamiento animal dicen que el hipopótamo es el animal más agresivo de la fauna africana. Y de hecho, es el que más muertes provoca. Ahí está, tan aparentemente pacífico, sumergido durante horas y horas en el agua del río, indolente se diría y, sin embargo, una vez fuera, si alguien lo perturba en su cotidiano recorrido en busca de sus setenta kilos de hierba para cenar, agacha la cabeza, se arranca y arremete, a una velocidad de vértigo, contra el inocente paseante, de tal modo que se lo lleva, literalmente, por delante y lo topetea y atropella hasta despanzurrarlo y hacerlo papilla.

Sirva esta imagen de la fauna salvaje para glosar la actitud de los dos últimos alcaldes de esta Ciudad ante la proximidad del final de su mandato. Del anterior y de éste que sufrimos ahora. Sabiendo que lo han hecho peor que mal, al ver ya cercana la caída del telón de su gobierno, les da un ataque de pánico, agachan la cabeza y arremeten contra el pueblo cuyo interés deberían defender a capa y espada. Y entonces, van y se dedican a tomar decisiones apresuradas y alocadas que hipotecan y enfangan, aún más, el difícil destino de los suyos.

Ahí tenemos, por ejemplo, el PGOU, un asunto trascendental para el futuro de Béjar, la carta constitucional del territorio, el documento donde, en teoría, se deberían plasmar los intereses de la colectividad como conjunto social, que debería servir para corregir los graves desequilibrios estructurales que padece la Ciudad, y en el que deberían proyectarse las grandes operaciones institucionales necesarias para resolver las carencias en equipamientos públicos o infraestructuras básicas que ayuden a encarar el futuro con mejoras armas, lejos de la improvisación y el corto plazo que siempre acucia a los políticos. Y ahí tienen a nuestro alcalde, dispuesto a aprobarlo a la carrera, sin querer saber nada de debates y consensos, cambiando cromos en el último minuto con el ex-alcalde Riñones, aun sabiendo que dicho PGOU responde, fundamentalmente, a las avariciosas y ciegas demandas de los constructores y propietarios de suelo y que cuenta con una oposición enorme entre los bejaranos, estando muy lejos de constituir un Plan que salvaguarde el interés general.

Un PGOU al que, después de una contestación sin precedentes en la historia de esta Ciudad -400 firmas apoyando a la Plataforma ciudadana pro Béjar Sostenible y más de 3.000 alegaciones de todo tipo y condición-, este alcalde ha lavado la cara, eliminando las alevosas operaciones de “mobbing” o expulsión perpetrada sobre los vecinos de los barrios de Los Praos y Padre Roca, suprimiendo la operación especulativa que preveía el desmantelamiento de la instalación deportiva Roberto Heras así como la vergonzosa operación que había cocinado para cambiar, por una parcela prácticamente inservible junto al río, la parcela municipal de la piscina de la calle Ramiro Arroyo que, para más inri, ahora hemos sabido que fue donada por D. Emilio Muñoz García, junto con los terrenos donde se asienta el campo de deportes Mario Emilio, para FINES NO LUCRATIVOS AL SERVICIO DEL PUEBLO DE BÉJAR. (Este hecho singular, que demuestra el clima general de podrida componenda que ha alumbrado la redacción de este PGOU, se ha podido saber porque la nieta de D. Emilio Muñoz ha formulado una alegación al PGOU, recordando esta cuestión y reclamando que la parcela donada por su abuelo conserve el uso para el que fue donada).

Pero un PGOU que, por lo demás, mantiene todas las características que hacen del mismo un Plan al servicio exclusivo de promotores, constructores y propietarios de suelo, que pone en almoneda extensiones enormes del territorio municipal, clasificando suelo y otorgando edificabilidades más allá de cualquier necesidad o demanda razonables que pudieran existir en el Municipio, de forma que la superficie clasificada como suelo urbano o urbanizable supera el doble de la actual superficie de suelo urbano, hipotecando gravemente el principal valor de presente y futuro de Béjar, que es su paisaje.

Un PGOU que destina el valle de las Huertas al desarrollo residencial de torres de 40 metros de altura, en lo que supone una gravísima alteración del paisaje urbano, implicando una acusada limitación de visuales sobre el Casco Histórico y una ruptura total con la tipología de ciudad compacta existente, al tiempo que supone renunciar al único espacio disponible en situación central y bien comunicado, susceptible de albergar los EQUIPAMIENTOS PÚBLICOS QUE INELUDIBLEMENTE NECESITA LA CIUDAD PARA IMPULSAR Y APOYAR SU RECUPERACIÓN ECONÓMICA, tales como un HOSPITAL COMARCAL y un CAMPUS EDUCATIVO MODERNO.

Un PGOU que condena a la destrucción a elementos señeros del patrimonio histórico industrial, tales como el antiguo complejo textil de Patricio Hernández Agero (hoy ocupado por Cejuela), la fábrica racionalista de Emilio Muñoz y las antiguas fábricas textiles de Campopardo y la antigua harinera de Picozos, además del Jardín romántico de la Solana, al tiempo que deja sin proteger de forma efectiva los elementos incluidos en el Catálogo.

Un PGOU que, con el pretendido objetivo de amnistiar las edificaciones ilegales existentes en determinados enclaves de suelo pretendidamente rústico, permite la construcción de nuevas edificaciones en parcela de pequeña dimensión, sin que, por otra parte, se prevea la resolución de las deficientes condiciones de urbanización existentes en dichos enclaves.

Un PGOU, en fin, que propone un modelo de ciudad insostenible, conformado a base de la yuxtaposición aleatoria de enclaves urbanos y periurbanos inconexos, con nuevos sectores urbanizables ajenos a la vocación natural del territorio en que se asientan, a la demanda urbanística real y a las necesidades objetivas de la población, en el que la ciudad se desarrollará, de forma fragmentaria y difusa, aquí y allá -Condesa, Glorieta, Palomares, Valdesangil, Casablanca, Valle de las Huertas 1, 2, 3 ó 4, Barro Colorao, Carretera de Salamanca al norte o al sur, etc., etc., tanto da-, no donde le interese a la comunidad sino a los especuladores de turno y de donde se derivan tanto un despilfarro en infraestructuras y servicios urbanos como una ineficiencia energética completamente inasumibles en los tiempos que corren y, más aún, en los venideros.

Béjar, estando como está desahuciada, no puede permitirse el lujo de dejar a nadie fuera del proceso de decisión sobre estos grandes asuntos, en los que la Ciudad se está jugando su futuro. La situación es demasiado grave y tanto Cipriano González como Alejo Riñones están desacreditados en grado sumo, lo que les deslegitima para tomar estas decisiones sin contar con el apoyo de todos los bejaranos.

Es el momento de trabajar por un consenso social, de lanzar un debate general sobre estas grandes y decisivas cuestiones y buscar un punto de encuentro en el que todos se sientan representados y a todos concierna. Solo así, desde este supuesto, este pueblo podrá salir del pozo en que se encuentra.

Por eso le pedimos al Sr. González que no haga de hipopótamo acorralado que arremete contra su pueblo como hizo Alejo Riñones con el Matadero y La Cerrallana, esos monstruos levantados a base de prevaricación y desprecio de la Ley con los que ha tenido que apechugar una Ciudad moribunda. Pedimos al Sr. González que aparque el PGOU por la sencilla razón de que no responde al consenso necesario entre los ciudadanos y no recoge las necesidades más acuciantes de la colectividad, y que, de cara a la próximas elecciones, lance desde ahora un debate ciudadano sobre esta cuestión vital. Será un campo de discusión adecuado, el mejor posible, en el que los nuevos candidatos podrán exponer y defender, con pelos y señales, ahora que todo el mundo sabe dónde están los problemas y cuáles son las distintas alternativas planteadas, su posición sobre estos asuntos trascendentales para el futuro de los bejaranos.