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Lo que queda del mapa. Capítulo 23: El Batán de Arriba o la Thesa de Béjar
Estas naves despojadas de vida nos conducen, por un túnel de la memoria, a una ciudad hacendosa, febril, donde miles de trabajadores convertían,
con precisión y denuedo, la lana en hilo, el hilo en tejido, el tejido en vestido de la España que alumbró una posguerra llena de frío y de plomo.
Por aquí, por estos espacios poblados hoy de fantasmas, pasaron cientos de operarios, a la vera del río, produciendo una estela de sudor y plusvalía que finalmente ha barrido el viento y la historia de una ciudad arruinada.
Cuando el almacenista madrileño Francisco Vives Mirabent impulsó esta fábrica de hilados y tejidos de estambre, allá por 1935, recurrió a los bejaranos para hacer posible su sueño y muchos de ellos suscribieron acciones de la empresa. En 1995, con apenas 60 años de actividad, se paró el corazón del proyecto.
Una instalación industrial no es eterna, nada es eterno, pero el esfuerzo de construir esas naves supuso la unión de inteligencia y trabajo, de ilusión y talento, y es seguro que el arquitecto Eugenio Lozano Lardet, responsable de su cálculo y diseño racionalista, nunca imaginó para su obra un final tan triste, nunca pensó que aquellos tejados en diente de sierra, orientados sabiamente para que la luz natural iluminara el recinto, acabarían derruidos a manos de la desidia o la cólera.
Con sólo 60 años de edad, y aún cuando no se hubiera mantenido bien, esta instalación podría estar fea, un poco ajada, despintada quizá, con un trazo de verdín en los muros que miran al norte, acaso un cristal roto por la inclemencia del tiempo o por el viento enfurecido o la gélida helada, pero todavía estaría de pie, pujante, dispuesta a producir, al servicio de la sociedad.
Pero en cambio, ved esto, mirad las cerchas de hierro sosteniendo el vacío, el hierro retorcido y vencido, el cristal desventrado, la hierba ocupando el lugar de los hombres, mirad la basura, la lepra insidiosa, la destrucción gratuita más allá del implacable paso de los años que todo lo asuela. Contemplad el camino de acceso sembrado de escombros, la incuria y el mayor abandono, el tesón destruido, la ruina, la desolación que todo lo cubre.
Por aquí parece haber pasado una horda de bárbaros.
A veces los pueblos, orgullosos, ignorantes o ciegos, aceleran el trabajo del tiempo y se lanzan, inermes, en brazos de un destino maldito.
- A mí me gustan. No los leas
hace 1 día 8 horas - Tan difícil es aceptar que
hace 1 día 13 horas - Nos ha tirado el anzuelo de
hace 2 días 3 horas - Pues eso, no se apropie
hace 3 días 13 horas - Sí, disculpe.... a usted no
hace 4 días 3 horas - Por qué habla usted por
hace 4 días 7 horas - Sus reflexiones nos gustan a
hace 5 días 9 horas - Una de las virtudes más
hace 5 días 12 horas - Si ya te lo dice él
hace 5 días 15 horas - Como que una mina a cielo
hace 6 días 23 mins
Estupendo relato,sin exageraciones,sin alarmismos,expresa muy bien la situación y el espiritu de "nuestra" Béjar actual.
El final :"A veces los pueblos, orgullosos, ignorantes o ciegos, aceleran el trabajo del tiempo y se lanzan, inermes, en brazos de un destino maldito." genial , y explica una posible razón del desasosiego que uno siente al pasear por aquel lugar
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