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Hacia un mundo más justo
La responsabilidad de una empresa emerge con más fuerza que nunca tras un periodo en el que se han cargado las tintas hacia la consecución de beneficios económicos. Cambiemos nuestras coordenadas y situémonos en el nuevo plano geográfico. Es fácil llegar.
Cuando un concepto aparece en el mundo de la gestión empresarial, todo el mundo habla de él. El término inunda portadas, conferencias, conversaciones, entrevistas y queda muy bien en comidas de negocios. Esto es lo que está sucediendo con la Responsabilidad Social Corporativa.
Pero el tema es serio, es importante, es necesario, es urgente y nada frívolo. ¿Realmente sabemos de lo que estamos hablando cuando nos referimos a la Responsabilidad Social Corporativa?
El replanteamiento del papel de la empresa
Las desviaciones, los abusos y las injusticias a las que asistimos como sujetos de la sociedad actual están pidiendo un cambio de coordenadas a las empresas. Así, la nueva empresa no debe perder su perspectiva y tener presente en todo momento que es una comunidad de desarrollo de las personas que la constituyen y núcleo de evolución de la sociedad, como parte integrante de ella que es.
La empresa es un órgano de la sociedad cuyo principal objetivo es la generación de beneficio. Esto es indudable. Pero, quizá, en esta definición haya una desorientación conceptual y es la generada por la costumbre de ligar siempre “beneficio” a la palabra “económico”.
Si lo despojamos de su apellido podemos establecer que el beneficio puede ser de diferentes tipos: social, medioambiental, cultural, infantil....
Actualmente se pide a la empresa la generación de valor no sólo para el accionista, comúnmente denominado con el término anglosajón shareholder, sino para el resto de agentes o públicos con los que se relaciona.
Así, el accionista es parte de un amplio grupo denominado stakeholder, en el que tienen cabida los empleados, la comunidad local, los organismos públicos, los proveedores, los socios, los medios de comunicación y el resto de la sociedad. Por tanto, el accionista no puede ser considerado ya el único ni el exclusivo público para el que hay que trabajar.
Y es que el concepto moderno de empresa no sólo no debe cerrar los ojos a la ética, sino que debe incluirla en su gestión. ¿Cómo? Mediante la transparencia en su informaciones tanto internas como externas, la coherencia de sus decisiones con el concepto de justicia, la no agresión al entorno, la colaboración en el desarrollo de la comunidad y actuando acorde a los principios de honestidad y responsabilidad.
Lamentablemente, existen empresas incoherentes que difunden sus acciones de ayuda a causas relacionadas con los derechos humanos mientras llevan a cabo prácticas más que reprobables con sus empleados.
Nueva empresa
Fuente de desarrollo de personas Núcleo de evolución de la sociedad Generadora de beneficio (no sólo económico) y valor Capaz de satisfacer intereses de todos los stakeholders Impulsada por una gestión ética
La dimensión interna
La Responsabilidad Social Corporativa es un todo, pero a la hora de manejar el concepto admitimos que abarca un campo de actuación externo y otro interno. Vamos a fijarnos en este último.
Reinhard Mohn, el empresario alemán fundador de Círculo de Lectores, una exitosa fórmula reconocida en todo el mundo, analiza la cultura empresarial en un interesante libro titulado La responsabilidad social del empresario. En él afirma que la cultura debe comprender las siguientes exigencias:
# Igualdad de oportunidades para todas y cada unas de las personas que conforman un proyecto empresarial.
• Orientación hacia el rendimiento, fomentando la formación continua.
• Participación de los colaboradores en la gestión empresarial y en los beneficios (sistemas de retribución por objetivos).
• Garantía del puesto del trabajo y evitar despidos, en la medida de los posible.
• Delegación de la responsabilidad para mejorar la competitividad y garantizar la pureza de la dirección.
• Puesta en marcha de estrategias para garantizar la capacidad de dirigir, formar a los directivos y ayudarles a aceptar los cambios.
• Prestaciones sociales de la empresa, que siendo voluntarias mejoran el clima laboral. En este sentido la empresa se debe ver como parte de la sociedad civil y aquellas medidas que ayuden a que sus empleados lleven una vida mejor serán bienvenidas.
• Mantener una línea constante de información entre todos los colaboradores, a través de publicaciones internas, informes de la dirección, reuniones,..
• Interés en la mejora del clima laboral mediante encuestas, entrevistas y herramientas como los buzones de sugerencias o los programas de ideas de mejora.
¿Estamos dispuestos?
Para que estas bases, que se refieren al ámbito interno de una compañía, se puedan poner en marcha necesitan, como primer paso, el compromiso de la alta dirección y una vocación de evolución interna para que esos nuevos valores puedan ser incorporados a la cultura corporativa. Sin ese apoyo del equipo gestor y de los máximos responsables de una organización cualquier plan fracasará por falta de implicación.
Una cúpula directiva empapada e implicada en un proyecto es una catapulta de proyección hacia todos los rincones de la compañía.
La pregunta es ¿realmente estamos por la labor de crear entorno laborales honestos y justos? Sí, voluntad hay, pero del dicho al hecho hay un trecho.
¿Por qué promocionar a una mujer si un hombre puede hacerlo igual de bien y no tiene las cargas familiares que se exigen al género femenino? ¿Por qué contratar más gente si están acostumbrados a trabajar más horas de las debidas? ¿Para qué implantar un programa de formación si las cosas siempre salen? ¿Por qué pedir opinión? ¿Delegar?
Este rosario de situaciones es algo común y mientras nos preocupamos tanto de lo que sucede fuera, tenemos la casa “patas arriba”. ¿Es esto responsable?
Ahora, en los albores de un cambio que se tiene que producir, reflexionemos y trabajemos por dar pequeños pasos, que por insignificantes que parezcan, serán zancadas de siete leguas.
Helena López-Casares Pertusa
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Viva La Responsabilidad Social Corporativa
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